La guerra y ocupación estadounidenses profundizan
la amarga opresión de las mujeres de Afganistán: Eso tiene que parar
Viernes, 18 de septiembre 2009 Lina Thorne
Quiero que las mujeres de Afganistán sean liberadas. ¿Por eso tengo que
apoyar la guerra?
Respuesta corta: No. De hecho, el apoyo a la guerra sólo va en contra de su
liberación.
Si usted no puede soportar la idea de que El cuento de la criada se convierta en realidad y
tome lugar en un país polvoriento del tercer mundo, y si aborrece la idea de que
la mujer no pueda estudiar y que en gran medida sea la propiedad absoluta de su
padres o su marido, entonces, de hecho, usted tiene que trabajar tanto como
pueda para poner fin a la continuación de la ocupación y guerra estadounidenses
de Afganistán (así como Irak, Pakistán, y la posible guerra contra Irán, que aún
está "sobre el tapete"). La realidad es que el cuento de la criada continúa...
Los talibanes eran y son duros opresores – igual de fundamentalistas como la
Alianza del Norte que Estados Unidos puso en el poder, y el régimen actual ha
permitido incluso un sufrimiento más
extremo para la mayoría de las mujeres de Afganistán.
Los imperialistas pro guerra, todos incluidos desde Hillary Clinton y Barack
Obama hasta los fascistas verdaderamente ridículos del noticiero FOX, han
sostenido que la guerra en Afganistán es necesaria para dar a las niñas de
Afganistán la oportunidad de ser libres. No se trata de la
lucha valerosa de Clinton para poner en la orden del día los derechos de la
mujer y en algunas ocasiones en contra de todo pronóstico. No se trata de que la
administración de Obama “corrige”
los errores cometidos por el torpe régimen de Bush/Cheney. Se trata de una
guerra del imperio, pura y llanamente. La retórica sobre la opresión de las
mujeres ofrece una excusa conveniente para continuar la ocupación, pero no
justifica la guerra, no al comienzo de la guerra ni tampoco los bombardeos
de hoy en día que siguen lloviendo sobre las celebraciones de bodas.
Se trata de algo más que los escándalos que revelan que los mercenarios que
protegen la embajada de Estados Unidos en Kabul han comprado
esclavas sexuales y ejercido de proxenetas con ellas en Afganistán (que hoy
en día es un cruce importante para el "tráfico sexual internacional" [léase: el
comercio de esclavos]). Es más que la ley
recientemente promulgada en la República Islámica de Afganistán (el nombre
completo del país después de su “liberación” por Estados Unidos) que legaliza
expresamente la violación marital, así como obliga a la mujer a vestirse y a
maquillarse (mientras esté en casa, por supuesto) de acuerdo a las exigencias de
su marido, prohíbe que salga de la casa sin el marido o sin una buena razón para
salir, y otorga automáticamente a los parientes varones (padres o abuelos) la
custodia de los hijos. No es sólo el hecho de que el gobierno se formó de los
mismos señores de la guerra y fundamentalistas que antes gobernaron el país, en
una coalición frágil y tirante bajo el régimen
corrupto de Karzai.
Es un hecho que toda la relación entre Estados Unidos y la región (así como
el resto del mundo) se ha basado de una forma u otra en la dominación
imperialista. Por ejemplo, Zbignew Brzezinski, asesor de seguridad nacional de
Jimmy Carter, se ha
jactado de haber "dado a la URSS su Vietnam" en Afganistán, al financiar y
armar a los mujahedines en la entonces Afganistán pro-soviética de 1979. Los
mujahedin, por supuesto, es el movimiento que finalmente derrocó al gobierno de
Afganistán, dio a Bin Laden sus inicios políticos, y evolucionó para formar el
Talibán. De hecho, toda la guerra de Afganistán fue concebida antes de 11S, en parte para
conseguir la estabilidad necesaria para construir un oleoducto que atravesara el
país (véase también: partes 2 y 3 de la serie escrita por Larry Everest: "Una
guerra por imperio, y no una ‘guerra buena’ convertida en mala”).
Cuando marchamos por las calles en 2001 en contra del bombardeo de
Afganistán, no sólo coreamos "nuestro dolor no es un grito de guerra" sino
también "bin Laden, Saddam, Pinochet: todos creados por la CIA" (tal vez un poco
simplificado, pero ¡una buena consigna y buena enseñanza!). La histeria a raíz
del 11S tuvo como propósito canalizar el dolor y la ira, sin tener en cuenta la
historia, en un apoyo ciego a la cruzada de Bush - que, como sabemos, no se
detuvo en Afganistán, y tenía objetivos más grandes que Irak.
Esa relación desigual de dominación no necesita cambiar en algunos aspectos
ni prolongarse mediante la diplomacia o los esfuerzos de la "comunidad
internacional". Hay que romperla, y el pueblo de Afganistán necesita elegir su
propio destino. Cuanto más claramente rechazamos la brutalidad de las
ocupaciones realizadas por "nuestro" país (y también los ataques aéreos contra
los países contra los cuales Estados Unidos no ha declarado la guerra, como
Pakistán), más claramente podemos demostrar al pueblo de Afganistán que no tiene
que decidir entre la muerte que viene desde el cielo y los títeres que gobiernan
en Kabul, o la conocida feroz represión de los talibanes, pues hay otro
camino y otros objetivos para los cuales luchar.
Las mujeres de Afganistán no pueden ser liberadas en una nación que se
encuentra subyugada, arruinada y bombardeada. Como la Asociación Revolucionaria
de Mujeres de Afganistán (RAWA) escribió valientemente el
año pasado en el aniversario de la invasión: "El camino de los combatientes por
la libertad de nuestro país será sin duda muy complejo, difícil y sangriento,
pero si nuestra demanda es la de liberarnos de las cadenas de la esclavitud de
los extranjeros y sus lacayos los Talib y los yihadíes, no debemos temer ni el
juicio ni la muerte para triunfar”.
Este no es el momento para "esperar a ver qué pasa”. Ya ha pasado demasiado
tiempo, y demasiados han muerto.
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