Horriblemente represiva: la verdad acerca del Guantánamo de Donald Trump
18 de diciembre de 2019
Andy
Worthington
Traducido del inglés para El Mundo no Puede Esperar 28 de enero de 2020
Khaled
Qassim, Abdul Latif Nasser y Saifullah Paracha, tres de los prisioneros que les
dijeron a sus abogados que, este verano, fueron sujetos a trato culturalmente
inadecuado y represivo por parte del personal médico en la prisión.
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En un artículo reciente sobre Guantánamo, algo raro en
la prensa mainstream estadounidense, ABC News retomó una triste historia de
negligencia y comportamiento cultural inapropiado por parte del personal médico
de la prisión, transmitida al locutor por Shelby Sullivan-Bennis, una abogada que representa algunos de los 40 hombres que permanecen
detenidos.
En “‘Degrading’: Aging detainees describe health care woes at
Guantánamo 18 years after 9/11” o “Degradante: detenidos envejeciendo describen problemas de cuidado de salud
en Guantánamo 18 años después del 11/9”, Guy Davies de ABC News describe cómo
un “rompimiento de confianza entre detenidos y doctores alcanzó el punto de
rompimiento” en la prisión.
Las dolencias de Saifullah Paracha, el prisionero más viejo de Guantánamo
El artículo de Davies comienza con el caso de Saifullah Paracha
de 72 años, el prisionero más longevo de Guantánamo, quien sufre “dolores de
pecho debilitantes”, “vejiga sobre activa y engrosamiento de próstata” así como
“diabetes, enfermedad arterial coronaria, diverticulosis, gota, psoriasis y
artritis”, como dijo Sullivan-Bennis a ABC News; añadiendo que “también ha
sufrido dos ataques al corazón, uno de los cuales ocurrió cuando estuvo en
Bagram, en Afganistán, antes de su transferencia a Guantánamo”, en septiembre
del 2004.
Paracha, un paquistaní, inicialmente fue arrestado por la CIA mientras
se encontraba en un viaje de negocios a Tailandia en julio del 2003 y, como lo
describe Davies, “es acusado por el gobierno de Estados Unidos de supuestamente
ser un ‘miembro importante de la red de soporte internacional de al-Qaida a
través de sus negocios en Paquistán´”, aunque él siempre lo ha negado.
En la valoración del caso de Saifullah, es seguramente importante que,
aunque fue detenido por las declaraciones de su hijo Uzair, quien en ese
momento estaba detenido por el FBI en Nueva York, un juez federal falló
en julio del 2018 que la condena del 2006 de Uzair por apoyar a al-Qaida
“debería de ser descartada” y debería de tener “un nuevo juicio basado en
evidencia que ha surgido desde entonces”, que incluya testimonios de “detenidos
de gran valor” como Ammar al-Baluchi, Khalid Sheikh Mohammed y Majid Khan,
también encarcelados en Guantánamo, quienes ponen en duda la alegación hecha
por los fiscales en el caso original de que Uzair sabía que estaba ayudando a
un miembro de al-Qaida”, una duda que también se extiende a la supuesta
participación de su padre.
A pesar de las desacreditadas alegaciones del ejército estadounidense en
su contra, Saifullah sigue siendo referido como una amenaza por parte de las
autoridades en Estados Unidos, aunque los abogados y periodistas lo describen a
él y a otros veintitrés hombres todavía detenidos como “detenidos de bajo valor”
porque “ellos viven en los bloques de celdas comunales, en donde se les permite
formar parte de actividades grupales” y, más que nada, ninguno de ellos ha sido
acusado de algún crimen.
Es más pertinente, como lo explica Shelby Sullivan-Bennis a ABC News,
fueron estos hombres quienes, este verano, “participaron en un boicot de
servicios médicos” como una protesta en contra de lo que ellos le llaman “trato
inadecuado y culturalmente insensible” en la prisión.
Dadas las “complejas necesidades médicas” de Saifullah Paracha,
Sullivan-Bennis añadió que, en su caso, ella “temía por su vida”.
Como lo describió Davies, “el objeto del cuidado del detenido ha sido un
asunto de debate en aumento en los recientes años, con el reporte de que la
facilidad ahora está considerando servicios de término de vida para los
detenidos que permanecen ahí, según el New York Times”, en un artículo de abril que
escribí aquí.
Como procedió a explicar Davies, “históricamente en Guantánamo los
detenidos han sido amarrados durante chequeos médicos con un agarre de tobillo
al suelo, según los testimonios de detenidos que ha dado Sullivan-Bennis y que
compartió con ABC News. Pero los defensores de los prisioneros dicen que una
nueva política, que supuestamente comenzó en el 2017, involucra que los
detenidos sean llevados a las revisiones médicas esposados a una faja de piel
en el abdomen impidiendo su habilidad de movimiento, en las palabras de un
detenido, impide incluso “levantar los brazos para el registro médico”.
Davies añadió que esa política en particular “fue parcialmente rechazada
después del boicot, removiéndose el uso del agarre de piel para las visitas
médicas” aunque los prisioneros todavía “permanecen esposados durante las
revisiones”, según Sullivan-Bennis.
Khaled Qassim y Abdul Latif Nasser
Uno de sus clientes, Khaled Qassim (Khalid Qassim),
otro “detenido de bajo nivel”, quien es permanece encarcelado por ninguna razón
discernible, describió la nueva política de encadenamiento en una carta de
junio del 2019 a Reprieve, la beneficencia de derechos humanos cuyos
abogados también lo representan.
Quassim, un yemení, escribió, “en los peores días en GITMO, cuando el
número de detenidos era cientos, los doctores tenían la autoridad de pedirle al
guardia de seguridad que quitara algunas de las cadenas del paciente mientras
lo trataban en el espacio médico. Recientemente, después de diecisiete años,
con el número de detenidos por mucho menor al de antes, siendo decenas y
teniendo mayor control, las reglas de restricción han cambiado innecesariamente
a algo mucho peor”.
Bajo las nuevas reglas, dijo Qassim, “cadenas en manos, abdomen y
piernas están puestas” para prisioneros en revisiones médicas, cosa que
describe vívidamente como “una escena que siempre te recuerda de la tragedia de
la época de la esclavitud”.
Qassim también llegó al punto de notar que, “no como en otras
reuniones”, en donde este tipo de restricciones eran administradas por el
ejército, “en este punto, desafortunadamente, se realizan ante un doctor”.
Añadió que esto es “lo último que una persona espera”.
Otro prisionero, Abdul Latif Nasser (Abdul
Latif Nasir), marroquí, que “permanece detenido por más de tres años después de
ser autorizado para liberación”, y cuyo perfil apareciera en ABC News en junio
(aquí el
artículo que escribí), corroboró estas afirmaciones en una reciente reunión
con Sullivan-Bennis, declarando que, “en las revisiones médicas mensuales
rutinarias, tenía que utilizar cadenas en los tobillos, las manos encadenadas
al amarre en la cintura, extremadamente ajustadas”.
Como fue revelado en notas desclasificadas de una reunión, Nasser añadió
que “todo esto sucedió en la presencia de dos guardias en todo momento”, con el
resultado de que “nada es privado”, como describió Nasser, y debido a la falta
de confidencialidad, “los prisioneros no pueden discutir temas privados”.
Nasser también explicó que los prisioneros “no saben quién será su
doctor por la rotación de staff” y añadió que “se sienten incómodos discutiendo
asuntos médicos personales y los procedimientos médicos como exámenes de
próstata, con doctoras, debido a asuntos religiosos”.
Sullivan-Bennis añadió que, “cuando le pregunté a Nasser cuántos
detenidos responden a una colonoscopía realizada por una mujer doctor”, dijo
que “algunos detenidos preferirían morir” antes. Dijo que él mencionó que “el
acceso a un doctor privado es más importante para mi religión que permitirme rezar”.
Recordando cómo la historia de tratamiento médico se desenvolvió, Shelby
Sullivan-Bennis dijo que fue cuando ella recibió la carta de Khaled Qassim en
junio que pensó “oh, dios mío, eso es nuevo”.
En su siguiente visita a Guantánamo a ver a Qassim y otros clientes, se
enteró que “aunque no expresaron el término “boicot”, los 24 detenidos de “bajo
valor” no estaban acudiendo a sus exámenes médicos”.
Explicó que su miedo inmediato fue que daño médico le ocurriera a Saifullah
Paracha pero que también estaba alarmada de que los veinticuatro hombres
estuvieran involucrados en una lucha con las autoridades. Como lo describió fue
“tienes a veinticuatro personas acudiendo con el mismo doctor y negándose a ir
y mi miedo era que no lograra que la administración entablara una conversación”.
Añadió que temía que “el resultado fuera la muerte de uno de mis
clientes. Yo sé que suena extremo, pero de hecho no lo es”.
Sullivan-Bennis describió como “una sorpresa” cuando se enteró que el
boicot, a cierto punto, había sido exitoso. Explicó cómo, un mes después de
haber iniciado, “un doctor entró al área de los detenidos para preguntar por
qué no estaban acudiendo a sus citas” y le fue dicho que estaban “molestos por
el trato que estaban recibiendo”.
Como lo describió Sullivan-Bennis, “poco después las cosas cambiaron”.
Aunque los prisioneros “todavía tienen que tener las manos esposadas durante
las visitas médicas”, lo que cambió crucialmente, fue que “el amarre de piel
alrededor del estómago ya no era requerido”.
Sin embargo, no todo ha mejorado. Sullivan-Bennis también explicó que “antes eran dos doctores
para los detenidos de bajo nivel”, pero “ahora bajó a uno, en quien no confían
para dar consejos o cuidados”.
En respuesta a la solicitud de comentario de la ABC News al Departamento
de la Defensa, un vocero les dio una plática de relaciones públicas blanda y
general acerca de cómo ellos continúan a “explorar maneras de darle a la
población cuidado adecuado, con varios niveles de movilidad, realizando
modificaciones apropiadas a las instalaciones existentes” y diciendo que los
prisioneros “son valorados continuamente, como es indicado médicamente, para
detectar síntomas de un número de condiciones y son tratados en una facilidad
médica dedicada por staff médico de acerca de cien personas”.
“Privación y desesperación”
Sin embargo, como fue explicado en “Privación y desesperación: la crisis
del cuidado médico en Guantánamo”, un reporte publicado el
verano pasado por el Centro de Víctimas de Tortura y Médicos por los Derechos
Humanos escribí sobre aquí, “el problema
central del cuidado médico en Guantánamo es “desconfianza de los proveedores
médico militares” y la subordinación de necesidades de pacientes a “funciones
de seguridad”, como lo describió ABC News, citando el reporte.
ABC News contactó a los defensores de los derechos de los prisioneros
para saber qué pensaban de las cadenas y reportó que ellos “enfatizan que
encadenar un paciente solo debería de suceder como último recurso” porque, como
dicen ellos, “fundamentalmente debilita la confianza que sirve como fundamento
en cualquier relación exitosa entre doctor y paciente”.
El general brigadier Stephen Xenakis, un psiquiatra que ha estado
visitando Guantánamo desde el 2009, dando evaluaciones independientes de la
salud mental y física de los prisioneros, le dijo a ABC News que “no recuerda”
un tiempo en el que los pacientes no estuvieran encadenados durante las
valoraciones psiquiátricas, una práctica que dice impide el trabajo de
consejero”.
Explicó que “no tiene acceso uno a uno” con los prisioneros, porque sus
abogados siempre están presentes, pero que incluso esto interrumpe cuando se
trata del desarrollo de una relación necesaria con los prisioneros. Como
explicó, “existen algunas relaciones que, para que sean efectivas y para que la
persona sea ayudada, tiene que haber absoluta confidencialidad y tener a una
tercera parte presente en el cuarto rompe esa confidencialidad”.
Contrastó la situación en Guantánamo con la del terreno estadounidense,
diciéndole a ABC News que, “cuando se está evaluando individuos que han sido
sentenciados por ofensas capitales y terrorismo en los Estados Unidos, nunca
hay una tercera persona presente ni esa persona requiere ser encadenada”. Explicó
que “no solo disminuye la confianza, sino que interfiere con la evaluación
psiquiátrica, que podría ser crítica si los hombres son llevados a juicio”.
Añadió que “si tomas en cuenta el asunto de lo que estas personas han
divulgado después de ser torturados, mi habilidad para poder explorar eso con
ellos en confidencialidad significa que puedo aconsejar a sus abogados de mejor
manera acerca de la validez de lo que han dicho o no”.
Xenakis también explicó que, en Guantánamo, cualquier amenaza que
reclamaban las autoridades era representada por los prisioneros, si es que
existía del todo, era “significativamente decreciente” por su edad.
Como lo planteó “no siento que deba temer por mi seguridad personal. No
pienso que ninguno de nosotros tenga que sentirse particularmente amenazado”.
Cuando ABC News “preguntó si había visto o escuchado de algún incidente
de seguridad que pudiera justificar el encadenamiento basado en su experiencia
en Guantánamo los pasados diez años” su respuesta fue un rotundo “no, no que yo sepa”.
“Mi vida no tiene significado alguno”
A pesar del poco mejoramiento en el trato de prisioneros, Shelby
Sullivan-Bennis fue advertida acerca de los miedos existenciales de los
prisioneros por Abdul Latif Nasser en una reunión el 23 de septiembre cuando él
dijo que “ese es el problema, para ser honesto contigo, el mantenerse vivo, no
disfrutar nuestra vida. No tengo objetivo alguno en mi vida. Mi vida no tiene
significado. Ese es el problema que sufrimos los detenidos”.
Khaled Qassim también le contó de otros asuntos relacionados a problemas
de salud de largo plazo que no estaban siendo adecuadamente atendidos, diciendo
que el “tratamiento fluctuante” que estaba recibiendo “ha tenido un impacto en
su salud mental”. Ahora con 41 años, le dijo a ella que “sus piernas se
comenzaron a hinchar alrededor de mayo de este año” y eran del doble de tamaño desde
el tobillo hasta las rodillas”.
Como explicó ABC News, “a pesar de este síntoma físico obvio, y el
potencial de la misma hinchazón, que podría ser causado por cáncer o un coágulo
de sangre, no fue tratado por “varios meses” según el recuento de lo que él le
dijo a Sullivan-Bennis. También declaró que, aunque le hicieron pruebas de
sangre, las autoridades médicas no llegaron a un resultado del examen para
darlo de alta, “lo cual significa que no está seguro si la situación empeoró,
que puede suceder si este tipo de hinchazón permanece sin ser tratado, casi
cinco meses después de suceder”. Sullivan-Bennis le dijo a ABC News que no ha
visto el resultado del examen, pero confirmó que sus piernas “siguen fallando
hasta la fecha”.
En una carta a otro de sus abogados, Mark Maher, Qassim describió su
trato como “degradante” y “fluctuante” y declaró que lo ha dejado con
“perturbación cognitiva” y “problemas de concentración”.
Maher le dijo a ABC News que “Guantánamo gradualmente se está
convirtiendo en la casa de asistencia más injusta, brutal y cara del mundo
porque la administración de Trump ha decidido que ninguno de estos hombres
detenidos por décadas sin cargos ni juicios, muchos de los cuales han sido
autorizados para liberación, deberían de poder reconstruir sus vidas. Es
difícil concebir una política más cruel, más contra productiva”.
Como sobre saltó ABC News, otro prisionero, “detenido de alto valor”, Abd
al-Hadi al-Iraqi, demandó al gobierno, declarando que su cuidado médico
equivalía a “indiferencia deliberada” en relación a una “condición seria” y que
eso violaba sus derechos constitucionales. Al-Iraqi “tiene un largo historial
de problemas de espalda” y en enero del 2017 le realizaron una tomografía que
mostraba evidencia de “severas invasiones neuronales” que, fue valorado,
podrían “fácilmente progresar a estenosis espinal”. Si no es tratada, esto
podría resultar en “compresión de la espina dorsal y discapacidad neurológica
permanente” según con los documentos entregados al juzgado por Médicos por los
Derechos Humanos.
Sin embargo, al-Iraqi no fue operado hasta ocho meses después, en
septiembre del 2017. Reflejando en la larga y peligrosa espera, Shelby
Sullivan-Bennis dijo “esperaron absolutamente hasta el último minuto antes de
un huracán para realizar la operación. Desde entonces, creo, ha tenido siete u
ocho cirugías de columna porque permitieron que llegar a este terrible punto,
básicamente”.
No obstante, la
demanda constitucional de al-Iraqi y su solicitud de una valoración médica
independientemente, fue rechazada por el juez de distrito Emmet G. Sullivan en
octubre del 2019, con Sullivan fallando que “aserciones de que su cuidado fue
negligente no constituía una violación constitucional”. A pesar de sus
problemas de espalda crónicos, la comisión militar de al-Iraqui se supone
empezará el siguiente año.
Otro detenido, Ahmed Ghulam Rabbani, “también ha reclamado su cuidado en
bases constitucionales”. En septiembre del 2017, el Oficial Senior Médico
determinó que Rabbani, un huelguista de hambre de largo plazo, que había estado
en huelga los pasados cuatro años “no necesitaba ya ser sometido a alimentación
forzada”, según los documentos en el juzgado. Sus abogados argumentaban que
esto constituía “deliberada indiferencia a sus necesidades médicas serias en
violación a sus derechos de Octava Enmienda”.
En los documentos del juzgado, Rabbani dijo que, incluso si quisiera
terminar su huelga de hambre, no lo podía hacer porque era “enteramente incapaz
de comer comida normal” y porque “sufría de sangrado, indigestión, problemas de
colon y úlceras”.
En una moción federal de emergencia del juzgado, como explicó ABC News,
“sus abogados pidieron acceso a todos sur registros médicos físicos y
psiquiátricos desde julio del 2017”. También “querían designar a un practicante
médico para valorar a Rabbani y encargarle al staff de GITMO de ´facilitarle el
tratamiento’ considerado necesario y apropiado”. Sin embargo, el juzgado negó
la moción después de considerar que “el gobierno estaba atendiendo sus
necesidades y que le había dado alimentación enteral antes de que Rabanni
optara por una dieta líquida por sí solo”.
Como lo es la vida en detención sin cargo ni juicio, vergonzosamente
descrita por aquellos que manejan Guantánamo, con abogados de gobierno diciéndole
al juez federal el año pasado que los prisioneros en Guantánamo
podrían permanecer ahí los próximos cien años, aquellos lidiando con las
repercusiones incluyen al ex comandante de la prisión Adm. John C. Ring, quien
en 2018 sugirió que “las autoridades estaban en
etapa temprana de sentir esto “cuando le preguntaron acerca del manejo de
cuidados de fin de vida, u hospicio, en otras palabras, para los prisioneros
estadounidenses”. Como explicó ABC News, “los comentarios fueron ampliamente
interpretados como siendo críticos del cuidado médico en GITMO” y Ring fue
despedido al poco tiempo, después de haber “perdido confianza en su habilidad
para comandar”, según el Comando Sur de Estados Unidos.
Sin embargo, el Oficial Médico Senior de Guantánamo les dijo a los
reporteros en ese momento que la prisión “fue construida como un tipo de medida
de parada” y que las autoridades tendrían que “buscar una solución más
permanente”. Según Shelby Sullivan-Bennis, la idea de un hospicio en Guantánamo
es “perfectamente realista” ya que las autoridades se enfocan en “extender la
vida de los prisioneros y esencialmente solo proveer cuidado para evitar su
muerte”. Es, dijo, “simplemente la evasión de la muerte”.
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