El lamentable y triste legado de Barack Obama
El candidato del "cambio" y la "esperanza" no ha cumplido con
las expectativas y sus seguidores que se negaron a exigirle responsabilidades
tienen parte de culpa
Cornel West
eldiario.es/The Guardian
11 de enero de 2017
Ocho años atrás, por estas mismas fechas, el mundo se preparaba para una gran
celebración: la investidura presidencial de un hombre negro, carismático y
brillante. En cambio, ahora estamos al borde del abismo y nos preparamos para
que un hombre blanco, mentiroso e impulsivo tome el relevo.
Con este cambio, el cargo más importante del imperio más poderoso de toda la
historia de la humanidad inicia un deprimente declive. No sería de extrañar que
diera lugar a una ola de cinismo penetrante y de nihilismo tóxico. ¿Realmente,
en momentos tan decadentes como el actual, hay esperanza de que se impongan la
verdad y la justicia? ¿Pueden los estadounidenses ser honestos consigo mismos y
aceptar que padecen una adicción autodestructiva al dinero y una xenofobia cobarde?
Ralph Waldo Emerson y Herman Melville, los dos grandes intelectuales estadounidenses
del siglo XIX, se hicieron las mismas preguntas y llegaron a la misma
conclusión que Heráclito: el carácter del hombre es su destino (siembra un
carácter y cosecharás un destino).
Los dos mandatos de Barack Obama tal vez fueron nuestra última oportunidad para
librarnos de nuestro corsé liberal. Somos prisioneros de marcas controladas por
el mercado que esquivan la integridad y buscan obtener mayores beneficios en
detrimento del bien público. Nuestro mundo de “posintegridad” y “posverdad”
está asfixiado por todas estas marcas y por actividades lucrativas que tienen
muy poco o nada que ver con la verdad, la integridad y la supervivencia de
nuestro planeta a largo plazo. Estamos ante una versión posmoderna de un
proceso a gran escala de la gangsterización del mundo.
Obama no creó la pesadilla de Donald Trump pero sí la propició. Y los seguidores de
Obama que no quisieron exigirle responsabilidades también tienen parte de culpa.
Algunos rogamos y suplicamos a Obama que diera la espalda a los intereses de Wall
Street para centrase en las necesidades de la gente corriente. Sin embargo, él
siguió los consejos de sus “listos” asesores neoliberales y rescató a los
bancos. En marzo de 2009, Obama se reunió con los líderes de Wall Street.
Proclamó: “Estoy entre ustedes y la horca. Estoy de su lado y los protegeré”.
Esa fue su promesa. Ni un solo criminal de Wall Street fue a la cárcel.
Hicimos un llamamiento para que aquellos estadounidenses que habían torturado a
musulmanes inocentes rindieran cuentas por sus acciones y para que se hiciera
pública la información relativa a los ataques de drones que habían matado a
civiles inocentes. La administración Obama nos aseguró que ningún civil había
muerto en estos ataques. Luego nos dijo que, en realidad, algunos habían
muerto. Y más tarde, nos dijo que tal vez la cifra de civiles muertos era de 65. Y, sin embargo, cuando un civil estadounidense,
Warren Weinstein, murió como consecuencia del ataque de un dron en 2015, se
apresuraron a convocar una rueda de prensa en la que se disculparon y
ofrecieron una indemnización a la familia. A estas alturas todavía no sabemos
cuántos inocentes han muerto como consecuencia de ataques con drones.
Volvimos a la calle para unirnos a la causa de Black Lives Matter (las vidas de los
negros importan) y otros grupos similares y fuimos a la cárcel por haber
participado en una protesta después de que la policía matara a un joven negro.
También nos manifestamos cuando las fuerzas israelíes mataron a más de 2.000 palestinos (entre los que se incluían 550 niños)
en cuestión de 50 días. Obama solo nos ofreció palabras.
Nos explicó que la situación de los policías es complicada, prometió que se
investigarían los hechos (ningún policía fue a la cárcel) y dio una nueva ayuda
de 225 millones de dólares al ejército israelí. Obama no dijo una sola palabra
sobre los niños palestinos muertos, pero sí calificó a los jóvenes negros de Baltimore de “criminales y matones”.
Además, la política educativa de Obama también ha obedecido a las fuerzas del mercado y
ha cerrado cientos de escuelas públicas y ha dado prioridad a las escuelas
concertadas. Los más ricos, que representan al privilegiado 1% de la población,
se hicieron con dos terceras partes de los ingresos generados en estos ocho
años mientras que la pobreza infantil, especialmente la pobreza infantil de los
niños afroamericanos, ha alcanzado niveles astronómicos. Las protestas de los
trabajadores de Wisconsin, Seattle y Chicago (estas últimas han contado con la
oposición férrea del alcalde de la ciudad, Rahm Emanuel, un amigo íntimo
de Obama) pasaron inadvertidas.
En 2009, Obama afirmó que el entonces alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg,
había hecho una labor “extraordinaria”. Sin embargo, ignoró el hecho que
durante la gestión de Bloomberg, más de cuatro millones de personas fueron detenidas y cacheadas. Junto con Carl Dix y
otros, fui detenido dos años más tarde por protestar por las mismas políticas
que Obama ignoró cuando elogió la gestión de Bloomberg.
Los medios convencionales y los académicos no han hablado de estas verdades
incómodas que están directamente relacionadas con la gestión de Obama. Los
presentadores mejor pagados de la televisión y de la radio han elogiado la
marca Obama. La mayoría de líderes de la comunidad afroamericana también ha
defendido los silencios y los crímenes que ha cometido el presidente y han dado
prioridad al simbolismo racial y a sus propias carreras. Es muy hipócrita por
su parte que ahora cuenten las verdades del “poder blanco” cuando la mayoría de
ellos optaron por callar ante el “poder negro”. Su autoridad moral se ha
debilitado y sus nuevas bases tienen unos valores superficiales.
Obama dio la orden de que se mataran ciudadanos estadounidenses sin el debido proceso
y sus seguidores más progresistas prefirieron mirar hacia otro lado. Edward
Snowden, Chelsea Manning, Jeffrey Sterling y otras personas que dijeron la
verdad fueron demonizadas y, en cambio, los delitos que denunciaron fueron
pasados por alto.
Su mayor logro legislativo fue una reforma sanitaria que proporcionó cobertura a
más de 25 millones de ciudadanos; si bien otros 20 millones siguen sin
asistencia médica. Sin embargo, no logró que el sistema sanitario dejara de ser
un instrumento del mercado, creado por la conservadora Heritage Foundation y
que había sido defendido primero por Mitt Romney en Massachusetts.
La falta de valentía de Obama le impidió enfrentarse a los criminales de Wall
Street y su falta de personalidad lo llevó a ordenar ataques con drones. Sin quererlo, propició revueltas populistas de derechas en Estados Unidos y rebeliones
islámicas fascistas en Oriente Medio. Como 'deportador en jefe' ha expulsado a
2,5 millones de inmigrantes y ha prediseñado los planes bárbaros de Trump.
Bernie Sanders intentó construir un populismo de izquierdas pero Clinton y Obama lo
aplastaron en unas primarias demócratas completamente injustas. Y es así como
ahora nos vemos obligados a entrar en una era neofascista: una economía
neoliberal hormonada, un equipo presidencial militarizado y con sed de guerra,
y la negación absoluta del cambio climático. Al mismo tiempo, vemos como la
verdad y la integridad quedan eclipsadas por la marca Trump, con la ayuda de
los codiciosos medios de comunicación privados.
Es un legado triste para el candidato de la esperanza y el cambio, incluso si los
guerreros caemos derrotados mientras intentamos defender una verdad y una
justicia que se desvanecen.
Traducido por Emma Reverter
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