“¿Por qué las fuerzas armadas de Estados Unidos celebran la supremacía
blanca?” — Una respuesta breve, una historia breve
27 de mayo de 2020 | revcom.us
El Sendero de Lágrimas
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El domingo 24 de mayo, el New York Times publicó un editorial con el
título “¿Por qué las fuerzas armadas de Estados Unidos celebran la supremacía
blanca?”1. El editorial cuestiona, pone al descubierto y condena la
larga tradición de nombrar las bases militares estadounidenses con nombres y
figuras tomados de la Confederación supremacista blanca defensora de la
esclavitud, entre ellas algunas de las bases más grandes e “históricas” como el
Fuerte Benning y el Fuerte Bragg — e insta con toda razón a que se les cambie de
nombre.
De hecho es una realidad muy fea, y es positivo que el
editorial del New York Times la destaque, especialmente en la era de
Trump-Pence, y la abiertamente supremacista blanca retórica, actos, programa y
base social del régimen. Es significativo que el New York Times esté
poniendo al descubierto esta fea y escandalosa realidad —la que se
esconde a plena vista— ¡en el Día de los Soldados Caídos! Y es
positivo que en los últimos años haya habido un movimiento para quitar
los nombres y monumentos a la Confederación desde el asesinato de nueve
feligreses negros en Charleston, Carolina del Sur, por el supremacista blanco
Dylann Roof.
Pero, al mismo tiempo, el New York Times elude completamente la
verdad mucho más fundamental: que la cuestión de la supremacía blanca y su
celebración en el ejército no sólo se limita a la escoria de la Confederación
criticada por el New York Times. Desde la fundación de Estados Unidos,
la supremacía blanca ha estado entretejida en su historia, y con el tejido de
esta sociedad y su sistema del capitalismo — y las fuerzas armadas
estadounidenses, al imponer el dominio de este sistema opresivo y
explotador y al llevar a cabo sus objetivos, son una concentración de los
atributos, la moral y las metas de Estados Unidos y este sistema. Este
rasgo definitorio se ha expresado de manera particular a medida que Estados
Unidos se ha venido convirtiendo en una potencia mundial que preside el sistema
del capitalismo-imperialismo, dominando despiadadamente a partes de América
Latina, África, el Medio Oriente y Asia con una brutalidad sin precedentes y
una violencia horrenda, aplicadas al servicio del imperialismo estadounidense
principalmente contra los pueblos no blancos.
El New York Times elude y pasa por alto la esencia de las
fuerzas armadas de Estados Unidos, ocultando la verdad más fundamental
sobre las fuerzas armadas de Estados Unidos, su historia, sus actos y su
propósito.
Los orígenes de las fuerzas armadas de Estados Unidos, empapados de la
supremacía blanca
Bob Avakian ha dicho:
Este sistema en Estados Unidos fue fundado en el genocidio y la esclavitud.
Desde el principio, trataron a los afroamericanos y los indígenas como
“parías”, una casta de personas menos que humanas que no merecían los mismos
derechos y oportunidades como los europeos que colonizaron el territorio. Se
vertió supremacía blanca en los cimientos y en todas las instituciones de
Estados Unidos2.
Las fuerzas armadas de Estados Unidos son uno de los principales ejecutores
del régimen de este sistema y uno de sus principales instrumentos para llevar a
cabo sus objetivos. Las fuerzas armadas de Estados Unidos tienen una historia
“de renombre” en la esclavización de los negros y el genocidio de los indígenas,
desde la época de George Washington. Washington —con sus colegas dueños de
esclavos y defensores de la esclavitud como Thomas Jefferson y otros— forjó el
Ejército de Estados Unidos a partir del Ejército Continental que derrotó a los
británicos en la Guerra Revolucionaria por la Independencia, y fue su primer
general y el primer presidente de Estados Unidos.
Durante esa guerra y poco después, el ejército estadounidense emprendió una
campaña de exterminio contra los indígenas, tal como en Nueva York (contra los
onondagas y los iroqueses) y Ohio (contra los indígenas moravios), y la
justificó como venganza por las supuestas atrocidades cometidas por los
indígenas, haciendo que la zona del Viejo Oeste estuviera segura para los
colonos y sacando a los aliados británicos de la guerra3. Esta campaña de genocidio contra los pueblos indígenas
continuó posteriormente, con una aceleración en alcance, escala y geografía a
medida que Estados Unidos se expandiera hacia el Oeste. Hubo campañas
particularmente horrendas. El ejército de Estados Unidos aplicó la Ley de
Traslado Forzoso de los Indígenas en 1830 que reubicó por la fuerza a las tribus
de la costa este al otro lado del río Misisipí, con unos 5.000 muertos en el
Sendero de las Lágrimas4, y el ejército deliberadamente condujo la marcha por zonas de
la conocida epidemia del cólera. Durante las Guerras Indígenas Anticoloniales se
produjeron varias masacres, en particular la de 1864 en Sand Creek, en la que
130 indígenas pacíficos cheyenne y arapaho fueron masacrados, dos tercios de
ellos mujeres y niños. Los soldados del ejército de Estados Unidos tomaron como
trofeos cueros cabelludos, fetos y genitales de los indígenas5.
Así es la fea historia de las fuerzas armadas de Estados
Unidos.
Con la breve excepción de la Guerra Civil y la Reconstrucción que le siguió6, las fuerzas armadas de Estados Unidos, como concentración del
monopolio de la fuerza armada legítima, han sido un baluarte de la imposición de
la opresión del pueblo negro en todo el Sur de la esclavitud. En su editorial,
el New York Times reconoce el “legado tóxico” de la Confederación al
nombrar diez grandes bases militares en el Sur, nombres que “reflejan un abrazo
federal de la supremacía blanca que se manifestó de manera más venenosa en las
bases militares donde deliberadamente pusieron a los soldados negros bajo el
mando de los blancos del Sur —quienes se decía que ‘entendían’ mejor a los
negros— y los confinaron a barracas de baja calidad, sistemas de transporte
separados e incluso asientos ‘sólo para negros’ en los cines”.
Al mismo tiempo, los soldados negros después de la Reconstrucción fueron
movilizados en las guerras genocidas contra los pueblos indígenas, más
infamemente como los Soldados Búfalo, los célebres héroes de Colin Powell7.
Así es la fea historia de las fuerzas armadas de Estados
Unidos.
Bob Avakian ha dicho:
La supremacía blanca y el capitalismo han estado totalmente entretejidos y
estrechamente “articulados” a lo largo de todo el desarrollo de Estados
Unidos, al día de hoy; intentar acabar realmente con la supremacía blanca y al
mismo tiempo conservar el sistema del capitalismo, desgarraría todo el tejido
del país8.
El mero hecho de que han transcurrido más de 150 años desde
el final de la Guerra Civil y la derrota de la Confederación —y este
nombramiento de bases en honor a los generales de la Confederación sigue siendo
una práctica continua en el Sur— es un testimonio de qué tan integral e
interrelacionada que lo es la supremacía blanca abierta en las fuerzas armadas
de Estados Unidos — y en el sistema que representa y refuerza.
Las fuerzas armadas de Estados Unidos — un instrumento global de guerras,
masacres, violencia y tortura
Primero, con la guerra entre México y Estados Unidos en 1846-18489 que resultó en la adquisición de gran cantidad de territorio
que es el Texas y el Suroeste de hoy día, y con la guerra entre España y Estados
Unidos en 189810, Estados Unidos se embarcó en el camino de convertirse en una
potencia imperialista mundial, dando un gran salto después de que emergiera a
raíz de la Segunda Guerra Mundial como la potencia imperialista más importante,
desplazando a Gran Bretaña.
Esta ascensión y coyuntura se caracterizaron por el lanzamiento de bombas
atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki, que mataron a más de 200.000 civiles, con
lo que Estados Unidos se convirtió en el único país de la historia que ha
utilizado armas nucleares. El general de división Curtis E. LeMay, que dirigió
el bombardeo de Japón y transmitió la orden del presidente Truman para lanzar
bombas nucleares, comentó: “Si hubiéramos perdido la guerra, todos habríamos
sido procesados como criminales de guerra”11.
Y tenía razón, ya que las fuerzas armadas de Estados Unidos procedieron a
cometer crímenes de guerra sin precedentes y crímenes contra la humanidad —bajo
presidentes y administraciones tanto demócratas como republicanos— mientras se
esforzaban por alcanzar y mantener el dominio a nivel mundial, devastando partes
del tercer mundo, con desenfreno y sin pedir disculpas. Cuando Obama visitó
Hiroshima durante su presidencia, el único debate dentro del equipo de Obama fue
sobre cómo cerciorarse de que ¡el viaje no se viera como una
disculpa!
Así es la fea historia de las fuerzas armadas de Estados
Unidos.
Simplemente rebasa el ámbito de este artículo documentar toda la historia de
los horrores cometidos por las fuerzas armadas de Estados Unidos, sobre todo
contra la población no blanca del tercer mundo — para la cual no existen
precedentes y no existen suficientes páginas. Pero es una historia llena de las
lágrimas y las sangre — de civiles, en Irak y en Afganistán, en Irán y en Libia,
en Vietnam y en Camboya, en Las Filipinas y en Cuba, en El Salvador y en Haití,
en la República Dominicana y en Panamá, en Corea y en Indonesia... y la
lista sigue y sigue... y sigue y sigue... y sigue y sigue.
En términos de meras cifras, es difícil igualar incluso las estimaciones
extremadamente conservadoras del número de muertes de civiles y bombardeos por
los cuales las fuerzas armadas de Estados Unidos son responsables — dos millones
de vietnamitas en el curso de la guerra en Vietnam, de 500.000 a un millón en
Irak y Afganistán, más de 100.000 toneladas de explosivos lanzados sobre Camboya
en el curso de poco más de un año, ¡un país de menos de la mitad del tamaño de
California! Incluso en esta fea historia, destaca la masacre de My Lai en
Vietnam — donde murieron más de 500 personas, entre ellas niñas y mujeres
jóvenes quienes fueron violadas y mutiladas12.
Esta violencia —de una escala y alcance horrorosos— ha estado íntegramente
ligada a la supremacía blanca, tachando de “gooks” y “slopes” a los asiáticos,
de “sand-niggers” a los árabes y otros términos racistas que deshumanizan al
“enemigo” del imperialismo estadounidense, quienesquiera que sean en un momento
dado, convirtiéndolos en “subhumanos” y facilitando actos de horror como My Lai.
Una buena parte de todo eso se hizo a nombre de “propagar la democracia”13. Pero como Bob Avakian ha dicho:
La esencia de lo que existe en Estados Unidos no es la democracia, sino el
capitalismo-imperialismo y las estructuras políticas que lo imponen. Lo que
Estados Unidos lleva al resto del mundo no es democracia, sino imperialismo y
las estructuras políticas que lo imponen. (Lo BAsico
1:3)
Lo que se necesita es barrer este sistema de la faz de este planeta por medio
de una revolución real. Para conocer más, vea el discurso de Bob Avakian, Por
qué nos hace falta una revolución real y cómo concretamente podemos hacer la
revolución.
Tras esto le siguió el período de la Reconstrucción y la
traición, que Bob Avakian ha caracterizado de la siguiente manera en Cómo
el sistema ha traicionado al pueblo negro: Momentos decisivos:
Después de la Guerra Civil, durante la Reconstrucción —un
período muy corto de no más de 10 años, aproximadamente entre 1867 y 1877—, el
ejército federal, el ejército de la Unión, permaneció en el Sur para
garantizar el cumplimiento de reformas importantes y reales, tanto en la base
económica como en la superestructura política.
Hoy, en las películas de Spike Lee sale una línea de “40
acres y una mula” — lo que se refiere a la promesa que les hicieron a los
negros durante la Guerra Civil de darles tierras (y los medios básicos
necesarios para trabajarlas). En ese entonces, para los negros, la propiedad
de la tierra era crucial, una especie de “ancla” económica y base para que
ellos pudieran resistirse a que los obligaran a volver a las condiciones de la
esclavitud virtual si no literal, de una opresión parecida a la servidumbre,
en las plantaciones del Sur.
Además de las “40 acres y una mula”, a los negros les
prometieron otros derechos económicos y políticos. De hecho, en el breve
período de la Reconstrucción, aunque no se cumplieron del todo las promesas de
esos derechos, sí hubo importantes cambios y mejoras en la situación de los
negros del Sur. Durante la Reconstrucción, los esclavos emancipados
practicaron, aunque no plenamente, el derecho al voto, a ocupar cargos y otros
derechos constitucionales los cuales se supone que se apliquen a los
ciudadanos. Y de hecho, algunos negros fueron elegidos a cargos altos, aunque
nunca al máximo cargo de gobernador, de varios estados del Sur.
Ese proceso fue muy contradictorio. La fuerza armada del
estado, o sea el ejército federal, nunca se aplicó de manera sistemática para
garantizar esos derechos y de hecho a menudo se utilizó para reprimir a las
luchas populares cuyo objetivo fue practicar esos derechos. Pero durante esos
años en el Sur se estaba dando una especie de auge de actividad
democrático-burguesa, en el que no solo participaban las masas negras sino
también muchos blancos pobres e incluso personas blancas de la clase media en
el Sur. A pesar de las agudas contradicciones en juego, durante los diez años
que duró la Reconstrucción, se dio un verdadero auge y cierto florecimiento de
reformas democrático-burguesas. No fue una revolución proletaria, pero
representó algo muy significativo para la época.
En 1877, todo eso fue puesto en marcha atrás y traicionado.
La burguesía había conseguido lo que necesita de la situación: consolidar su
control de la totalidad del país; había consolidado su posición económica y
política en el Sur, así como en el Norte y el Oeste.
Muchos de los antiguos dueños de las plantaciones ahora
estaban empezando a volver y apoderarse de sus plantaciones y a poner en
marcha una forma de explotación de una forma básicamente feudal (o semifeudal)
y millones de negros en particular fueron forzados a participar en la
aparcería (sharecropping) y relaciones similares de explotación y
fueron reducidos a una condición parecida a la servidumbre el que se impuso
mediante el terror judicial y extrajudicial. A la vez, el capital bancario y
otros sectores de capital del Norte habían penetrado en una buena parte de la
economía del Sur y estaban entrelazados con el sistema de plantaciones, así
como otros aspectos de la economía del Sur, a muchos niveles diferentes. Así
que todo este auge democrático-burgués que signó a la Reconstrucción estaba
empezando a representar una amenaza seria para la burguesía, así como para los
dueños de las plantaciones del Sur. Los capitalistas basados en el Norte cada
vez más dejaban de tener un interés en proteger, o incluso tolerar, ese auge.
Y claro que no querían que siguiera cobrando fuerza y quizá se escapara más
completamente de su control.
Así que en 1877 sucedió algo muy dramático. El ejército
federal fue retirado del Sur y las masas del pueblo negro fueron despojadas de
los parciales logros económicos y políticos que habían obtenido y fueron
subyugadas de las formas más salvajes y una vez más fueron encadenadas a las
plantaciones, ahora, en esencia, en el peonaje en vez de la esclavitud
abierta. Y a los soldados federales que fueron retirados del Sur le dieron dos
tareas inmediatas: una, aplastar huelgas importantes del que en ese entonces
era esencialmente un movimiento laboral blanco; y dos, continuar el genocidio
contra los pueblos indígenas y completar la tarea de meter a los que
sobrevivían en los campos de concentración de pobreza que llaman “reservas” y
obligarlos a permanecer en ellas. En este caso, una vez más, podemos ver otro
ejemplo muy dramático de la manera en que la clase dominante divide y
conquista a los grupos de personas que oprime. Y uno de los ejemplos más
contundentes, y verdaderas tragedias, de esta situación fue la manera en que
algunas personas negras se convirtieron en los Soldados Búfalo para emprender
los combates contra los indígenas justo cuando se traicionaba la
Reconstrucción.
Pero el punto general que quiero recalcar es que se dio una
situación que abarcaba un importante punto de viraje en la historia de Estados
Unidos cuando se planteó muy decisivamente la pregunta: ¿es posible
“absorber”, o integrar, o asimilar a los negros en esta sociedad sobre la base
de la igualdad, y de hecho serán “absortos”, o integrados, o asimilados en
esta sociedad sobre la base de la igualdad? ¿Se abordaría, atacaría y
arrancaría de raíz sistemáticamente no sólo la esclavitud, sino los efectos
posteriores de la esclavitud… o no? La respuesta se manifestó de una manera
muy tajante —¡NO!— no se hará eso. Y existe una razón material para eso: la
burguesía no podía hacerlo sin hacer añicos todo su sistema. [volver]
Como dice el artículo de Crimen Yanqui sobre la SOA: “Un ex
preso político en Paraguay explicó que una sección de estos manuales da
instrucciones a ‘interrogadores’ sobre ‘cómo hacer que víctimas de descargas
eléctricas se queden vivas y sigan respondiendo’ y ‘recomienda verter agua
salada sobre la cabeza y el cuerpo de las víctimas, e incluye un croquis que
muestra cómo este ‘tratamiento’ debe llevarse a cabo”.
Así es la fea historia de las fuerzas armadas de
Estados Unidos. [volver]
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