Obama y el imperialismo estadounidense: Arrastrando a Yemen aún más profundo en el infierno
Larry Everest | 12 de mayo de 2015 | Periódico Revolución | revcom.us
29 de abril de 2015. Estados Unidos se dice el bueno en el mundo. Combatiendo el terrorismo. Del lado de los parias.
Promoviendo la democracia. Representando el derecho y los “derechos humanos”.
Necedades. Solo mire lo que Estados Unidos le hace hoy mismo al pueblo de Yemen. Respalda
un feroz bombardeo y bloqueo naval encabezado por su firme aliado Arabia
Saudita, la que masacra, desplaza, y mata de hambre al pueblo yemení con el fin
de imponer sobre ese pueblo otro tirano chupasangre de su gusto.
Las bombas de la coalición encabezada por Arabia Saudita y respaldada por Estados
Unidos destruyó esta escuela en Yemen en abril de 2015. Foto: YouTube
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Es difícil imaginarse el infierno que Yemen es en tiempos normales, y es mucho más
difícil imaginarse que las cosas podrían volverse aún más infernales. Aun antes
de la intensificación de la guerra hace unos meses, este pequeño país en la
punta de la península arábiga ya era uno de los más pobres del mundo. Más de la
mitad de sus 26 millones de ciudadanos o están desempleados o viven en la
pobreza. Otro millón padece de desnutrición crónica. O sea que el crecimiento
de dos de cada tres niños yemení es truncado por el hambre.
Pero convierten a Yemen en un infierno peor es lo que el imperialismo estadounidense
y su aliado clave, Arabia Saudita, y una variedad de fuerzas reaccionarias de
Yemen, le están haciendo al pueblo yemení día tras día.
La reaccionaria guerra civil de Yemen
Yemen es un país pobre y relativamente pequeño que en gran parte es rural y feudal.
Pero se encuentra en la boca del mar Rojo que conduce al canal de Suez, a
través del cual atraviesan enormes cantidades de petróleo y otras mercancías,
hace frontera con el sur de Arabia Saudita, y está cerca del noreste de África,
todo lo cual le hace estratégicamente importante para las potencias mundiales
como Estados Unidos y potencias regionales como Arabia Saudita y Egipto.
Yemen estuvo gobernado por 33 años por el déspota militar pro estadounidense, Alí
Abdulá Salé. Pero a pesar de dominar el país, el imperialismo ni quería ni
podía generar un desarrollo cabal del país, ni aliviar la pobreza o penurias
del pueblo yemení. Se sintió el odio a Salé por debajo de la superficie de toda
la sociedad yemení. Una fuente de ese odio: En los años 1990, Yemen fue un
aliado clave y base para la “guerra contra el terror” con aviones no
tripulados, los drones, para atacar a Al Qaeda y otras fuerzas islámicas
sunitas que se habían establecido y crecido en Yemen en los años1990. Según el
Buró de Periodismo Investigativo, entre 2002 y 2015 Estados Unidos lanzó entre
182 y 275 ataques con drones, así como otras operaciones secretas, que mataron
a entre 911 y 1471 personas. Han matado a gente en bodas, en sus hogares, sus
coches — simplemente por estar en el lugar inapropiado en el momento inapropiado.
La ira estalló en el 2011 con masivas protestas a nivel nacional contra el gobierno de
Salé, cuando la “primavera árabe” sacudía la región. Estados Unidos decidió que
era hora de que Salé se fuera, y lo hizo como ya había hecho con Mubarak en
Egipto. Pero no hubo una revolución. El aparato estatal y especialmente sus
fuerzas armadas permanecieron en su lugar, pero ahora bajo la dirección del
vicepresidente. A principios del 2012, el general mayor Abd Rabduh Mansur Hadi,
con el apoyo de Estados Unidos, Arabia Saudita y otros estados del Golfo, se
colocó como cabeza del estado. (Para un análisis importante sobre Egipto y la
“primavera árabe”, vea: Bob Avakian, “EGIPTO 2011: MILLONES SE HAN PUESTO DE PIE CON HEROÍSMO… EL FUTURO
ESTÁ POR ESCRIBIRSE”)
Hadi no resultó ser ni diferente ni mejor que Salé. Y las alegaciones de los
imperialistas estadounidenses, e indudablemente también sus desesperadas
esperanzas, de que la transición de Salé a Hadi fuera “un modelo para los
estados árabes en la pos-revolución”, como dijo el New York Times, también
resultaron ilusorias. Atizado por la perpetua desesperación y naufragadas
aspiraciones del pueblo, el ascenso del fundamentalismo islámico de diferentes
matices, así como por las rivalidades tradicionales e históricas de la región
de Yemen y sus alrededores, la turbulencia en Yemen continuó.
La situación se agravó en agosto de 2014 cuando una combinación de fuerzas houthis
y elementos militares fieles a Salé se apoderaron de la capital, Saná. La
mayoría de los “Houthis” (que llevan el nombre de su líder durante el
levantamiento de 2004 contra el gobierno de Salé) vive en el norte y pertenecen
a la rama Zaida del Islam chiita. Los zaidis representan una tercera parte de
la población de Yemen. (Las autoridades religiosas zaidis —los “imames”—
gobernaron el norte del país por siglos hasta los años 1960.) Los houthis
luchan bajo la reaccionaria bandera islámica de Ansar Alá (Partidarios de Dios)
y a ellos también les han acusado de masacres y muertes indiscriminadas. No
cuentan con el apoyo de millones de yemenís. La situación se agravó otra vez en
febrero cuando fuerzas houthis y de Salé se apoderaron de partes del gobierno
central y el presidente Hadi tuvo que exiliarse, viajando primero al puerto de
Adén y después a Arabia Saudita.
Bombardeando y privando de alimentos a un país ya devastado y famélico
La respuesta de Arabia Saudita a esta situación y a otros acontecimientos en la
región fue, con el apoyo de Estados Unidos, forjar una alianza militar con
otros estados regionales y lanzar un feroz bombardeo contra los houthis el 26
de marzo con el fin de frenar su ofensiva. (Se ha informado que los sauditas
querían que Pakistán y Egipto aportaran soldados para una ofensiva terrestre,
pero que estos no estaban de acuerdo.) Los sauditas han dicho que no se
contentarían con nada menos que la restitución al poder de Hadi.
El bombardeo saudita de Yemen tiene ya más de un mes. Los yemenís dicen que
millones de ellos están sufriendo muchísimo. Las bombas caen en zonas
residenciales, aeropuertos y otros locales civiles. Los hospitales no alcanzan
a atender a todos los muertos y heridos.
Eso no es todo. ¡Yemen importa el 90% de sus alimentos! Así y todo, los sauditas y
Egipto, con el apoyo directo y la intervención de Estados Unidos, han impuesto,
sobre este pueblo famélico, un bloqueo de medicina, agua, combustibles, y, cómo
no, alimentos. Cuando se anunció que un convoy iraní partía hacia Yemen con
supuesta ayuda humanitaria, los responsables del bloqueo alegaron, sin pruebas
demostrables, que Irán, quien ha apoyado a los houthis políticamente (y quizás
en otras formas) mandaba armas, y con eso desplegaron 12 buques de guerra,
incluyendo el portaviones Theodore Roosevelt, para interceptarlo. El convoy
iraní se regresó. Luego los sauditas bombardearon un importante aeropuerto para
que los iraníes no mandaran suministros por aire.
Hace poco, el Comisionado por los Derechos Humanos de la ONU, dijo que la situación
en Yemen constituye una catástrofe humana. En combates recientes, han muerto
más de 1000 personas, más de 300.000 han quedado desplazadas, y el país está al
borde del colapso. Los periodistas yemenís dicen que hay mínima electricidad,
agua, combustible y alimentos y por eso la gente ni siquiera puede irse.
El Secretario de Estado estadounidense, John Kerry, denunció hipócrita y
obscenamente la intervención iraní, declarando que “el futuro de Yemen debe ser
decidido por los yemeníes, y no por partes ajenas y sus agentes”. Esto, al
mismo tiempo que Obama y la clase dominante estadounidense le proveen a la
oscurantista tiranía saudita inteligencia, armamento por envíos acelerados, el
apoyo de sus buques de guerra, y más para que Arabia Saudita persista con su
ataque criminal, ¡sin dejar de proclamar su compromiso con el humanitarismo! La
prensa imperialista, por su parte, apenas menciona la matanza.
El imperialismo necrófago, no el humanitarismo
¿Por qué bombardea Arabia Saudita a Yemen, y por qué Estados Unidos lo apoya? No por
razones humanitarias sino por intereses descaradamente reaccionarios e imperialistas.
Estados Unidos y Arabia Saudita cometen esta morbosa tortura y masacre de inocentes
—impidiendo concretamente que entren alimentos a pesar de que es un país que
importa casi todo sus alimentos, cuando millones ya se mueren de hambre— porque
prefieren devastar a todo un país, matar y hacer pasar hambre a miles, a ver
socavados el dominio y los intereses de la monarquía fundamentalista de Arabia
Saudita y los suyos.
Los sauditas luchan desesperadamente por mantener vigente su sumamente opresiva
monarquía fundamentalista islámica absolutista. La “Primavera Árabe”, así como
la creciente influencia iraní en Siria, Irak, El Líbano y Palestina, les ha
estremecido. Les preocupa que las rápidamente cambiantes arenas movedizas de
alianzas regionales dejen a su régimen en una situación precaria. Por todos
lados financian, arman, y restituyen a tiranos manejables. Acaban de organizar
una iniciativa de la Liga Árabe —apoyada por Egipto, Jordania y los estados del
Golfo— para formar una fuerza de 40.000 soldados capaz de combatir la
influencia iraní en la región. Los sauditas están cada vez más preocupados de
la erosión del poderío estadounidense en la región, y de que haya reducido sus
fuerzas como resultado de fracasar en su intento de reestructurar y fortalecer
el orden regional con un masivo despliegue de soldados en Afganistán e Irak. A
los saudíes también les preocupa que el posible acuerdo entre Estados Unidos e
Irán en efecto legitime el papel de Irán en la región. Por tanto, los sauditas
están resueltos a aplastar el levantamiento houthi-Salé porque no está
directamente bajo su control y le podría dar a Irán más influencia en la región
(aun si resulte que Irán no ha estado armando a los houthis). Estas tensiones e
inquietudes se vieron reflejadas en el reciente “reajuste” que se llevó a cabo
en la monarquía saudita y familia real. Se dice que esto ha puesto en el mando
a fuerzas a favor de acciones más vigorosas. (New York Times, 30 de abril)
Por su parte, los imperialistas estadounidenses luchan desesperadamente por mantenerse
en posición dominante. Desde los años 1940, Arabia Saudita —el mayor exportador
de petróleo en el mundo, con las más grandes reservas del mundo y enormes
reservas de dinero en efectivo— ha sido un pilar crucial del imperio
estadounidense. Por tanto, Estados Unidos está resuelto a mantener la
estabilidad de Arabia Saudita, lo que incluye asegurar a los sauditas que pase
lo que pase con las negociaciones con Irán, se mantendrá al lado del reino
saudita. Estados Unidos también le señala a Irán que aunque entren en un
acuerdo, Estados Unidos seguirá siendo la potencia dominante en la región y
protegerá sus intereses, lo que incluye combatir cualquier maniobra iraní que
podría minar eso. Uno de esos intereses es mundial: mantener a Estados Unidos
como el avalista militar del comercio y la navegación, en este caso a través
del Golfo Pérsico, el mar árabe y el canal de Suez, importantes arterias del
comercio mundial. Por ejemplo, el 30% de los suministros mundiales del petróleo
pasan por el golfo Pérsico y más del 8% por el canal de Suez. Y como
manifestación de su poderío en la región, hace poco Estados Unidos movilizó una
armada en el estrecho de Ormuz a la entrada del Golfo Pérsico, porque Irán
había incautado un barco de carga. (New York Times, 1 de mayo)
Para el imperialismo, el fundamentalismo lunático es cuestión de gusto
Los combates y los bombardeos sauditas se han concentrado en el oeste de Yemen, lo
cual ha creado una especie de vacío en el este del país, donde tiene su base Al
Qaeda de la Península Arábiga y donde ha estado creciendo. Una razón: las
fuerzas “anti-terroristas” de Estados Unidos que han estado lanzando ataques
con drones se han visto obligadas a irse debido al colapso del gobierno de Hadi.
Muchos en Estados Unidos —ya sean de la clase dominante, pero también algunos
progresistas y liberales anti-guerra— dicen que el problema con la política
estadounidense es su “falta de consistencia”. O sea, Estados Unidos está en
guerra con jihadistas suníes en Irak y Afganistán mientras que parece que los
apoya en Siria y respalda a Arabia Saudita, cual país es la fuente de la
ideología fundamentalista jihadista suní y por mucho tiempo ha respaldado o
mantenido lazos con los lunáticos fundamentalistas suníes. Ahora en Yemen,
parece que las medidas que ha tomado Estados Unidos están contribuyendo a crear
un vacío que fortalece a Al Qaeda, al atacar a los houthis que han sido los que
principalmente han combatido a Al Qaeda en Yemen.
Pero no hay “inconsistencia” en las políticas de Estados Unidos. Y el asunto
esencial no es la hipocresía. La esencia de la política del imperialismo
estadounidense es precisamente que no existe ninguna fuerza demasiado
draconiana, demasiado oscurantista, demasiado reaccionaria, demasiado
represiva, demasiado aislada, demasiado odiada, o demasiado abiertamente
opuesta a la democracia que Estados Unidos afirma que brinda al mundo, ¡para no
abrazar ni apoyar si sirve los intereses del imperio! Para los monstruos que
gobiernan el imperio estadounidense, a quien apoyar o no apoyar es cuestión de
estrategia, tácticas, o simplemente cuestión de gusto. Y la dócil prensa grande
minimiza la denuncia de los horripilantes crímenes del imperialismo
estadounidense, al mismo tiempo que le da cuerda a la propaganda que siembra el
terror, la propaganda contra quien en el momento la clase dominante considere
la mayor amenaza a sus intereses.
A pesar de su masivo poder militar, sus aliados déspotas, las mentiras
monumentales, y los órdenes sociales que aplastan las vidas que ha impuesto
sobre los pueblos del Medio Oriente, los problemas que el imperialismo
estadounidense enfrenta en la región están multiplicándose (y volviéndose cada
vez más complejos) más rápido de lo que puede manejar. Yemen, un país que hace
dos años Estados Unidos alabó por ser un bastión de su campaña “antiterrorista”
y “un modelo para los estados árabes pos-revolucionarias”, es simplemente el
ejemplo más reciente.
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