Sí, pero no
Por Juan Gelman Pagina 12 30 de septiembre de 2010
El presidente Obama anunció con bombos y platillos la retirada de las tropas
que invadieron y ocuparon Irak. Sí, pero no: los 50.000 efectivos allí apostados
siguen combatiendo. También declaró, con idéntico acompañamiento, que el derrame
de petróleo en el Golfo de México ya no era un problema y hasta nadó con su hija
Sara en esas aguas presuntamente impolutas. Sí, pero no: aún se desconoce el
impacto que produjo y produce en la salud pública y la fauna marina de la zona,
del país y tal vez del mundo. Se han empezado a acumular indicios ¨de que nada
bueno muestran.
Un documento del Departamento de Salud y Hospitales de Luisiana registró un
fuerte incremento de afecciones “que se estima están relacionadas con la
exposición a contaminantes del derrame de petróleo” (www.propublica.org, 21-6-09). Y un informe
del Deepwater Horizon Unified Command, el organismo establecido para enfrentar
el desastre, reveló que en menos de dos meses 300 personas comenzaron a padecer
náuseas, deshidratación, dificultades para respirar y otras dolencias por
idéntico motivo (www.propublica.org, 17-6-10). Hace más de
tres meses que no se dan a conocer nuevos datos oficiales sobre la
situación.
Hay otras fuentes, sin embargo. La revista de la Asociación Médica
Estadounidense (JAMA, por sus siglas en inglés) publicó un artículo no
precisamente optimista sobre los efectos del derrame de casi cinco millones de
barriles del hidrocarburo en el Golfo (//jama.ama.assn.org, 8-9-10). Sus autoras,
la doctoras Gina Solomon y Sarah Janssen, son especialistas en medicina
ocupacional y ambiental y pasaron meses recogiendo información sobre el terreno.
Identificaron cuatro peligros asociados con el derrame.
El primero: los vapores emanados de los productos químicos y dispersantes
utilizados para diluir el petróleo vertido. El segundo: daños en la piel por el
contacto directo con el agua contaminada. Y luego: el riesgo de contraer a largo
plazo cáncer y/u otras enfermedades en razón del consumo de frutos de mar y
pescado contaminados, al que suma la aparición de problemas de salud mental como
depresión, impulsos autodestructivos y ansiedad. Precisiones nada
alentadoras.
El organismo estadounidense de protección ambiental (EPA, por sus siglas en
inglés) advirtió a la BP que estaba utilizando “dispersantes en volúmenes sin
antecedente”, que había comenzado a inyectarlos “por debajo del agua, un
procedimiento nunca empleado antes” y que debía recurrir a “dispersantes menos
tóxicos” (//app.restorethe
gulf.gov, 23-5-10). Podría ser una innovación, sólo que el estudio de JAMA
alerta contra la aplicación de benceno –origina leucemia–, tolueno –en dosis
elevadas puede interrumpir el desarrollo de un feto–, naftaleno –padre de
cánceres– y en particular ácido sulfhídrico, porque provoca “una mortalidad
prematura”. Todos, dispersantes.
Muchos de los 47.000 trabajadores que se metieron en las aguas contaminadas
para descomponer el petróleo –pescadores, voluntarios, algunos contratados–
padecen diversos problemas de salud: estuvieron inmersos largas horas en
semejante caldo. Algunos han sido hospitalizados con heridas inexplicables para
ese tipo de labor. La alternativa para no pocos de ellos es la desocupación, de
manera que se abstienen de declararse enfermos. La BP, además de practicar el
racismo en materia de salarios y distribución de las tareas, ha obligado a
algunos equipos de operarios a firmar acuerdos que les prohíben discutir las
condiciones en que laboran y no les proporcionó equipo de seguridad alguno
durante más de dos meses (www.thegrio.com, 9-7-10). Como dijo George
Barisich, presidente de una empresa pesquera, “una ley no escrita dice que no se
muerde la mano que te da de comer” (//articles.latimes.com, 26-5-10).
Claro que no todas las compañías del ramo se comportan de la misma manera. La
Wallace Seafood de Alabama suspendió la distribución de lisas procedentes del
Golfo por no ser idóneas para el consumo humano. Es un pez que busca su alimento
en aguas profundas y vaya a saber qué ingiere en capas de petróleo no disueltas
que la acción de los dispersantes hizo desaparecer de la superficie y envió a
zonas más hondas. Este hecho fue subrayado en un informe que la Radio Nacional
Pública emitió la semana pasada (//topics.npr.org, 13-9-10) y el riesgo de
ingerir lisas es directo para quienes las comen. Hay otro indirecto: los
granjeros de la zona las emplean para alimentar a los cerdos.
El gesto de Obama, destinado a atraer a los turistas que desertaron de las
playas de Florida, no basta para compensar los daños ocasionados a la flora y la
fauna marinas, la muerte de 15 millones de peces según estimaciones recientes,
la contaminación de miles de pelícanos y otras aves, tortugas, mamíferos del
mar, esos que nadan todos los días. Y lo más duro que vendrá aún no se puede
medir.
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