Más de 100 mil iraquíes y 4 mil 343 marines han caído por la
invasión estadounidense
Las otras víctimas, fuera del homenaje oficial en EU por el
11-S
A ocho años de los atentados, Obama llama a la unidad y asegura que el país
está seguro
Generales retirados condenan que Dick Cheney justificara torturas durante la
ocupación
David Brooks Corresponsal La Jornada 12 de septiembre de 2009
Nueva York, 11 de septiembre. La lluvia y el viento no lograron disfrazar las
lágrimas al conmemorarse lo ocurrido hace ocho años en un día soleado y
transparente. Sólo se honró en las actividades oficiales a algunas víctimas de
los ataques del 11 de septiembre de 2001.
Aquí, en un pequeño parque junto a la zona cero, donde una
construcción en la punta sur de Manhattan sigue marcando las huellas del
fantasma de las Torres Gemelas, se efectuó el ritual fúnebre. Los 2 mil 572
nombres de los muertos, resultado del ataque más sangriento contra territorio
estadounidense, fueron leídos uno por uno, algunos por familiares y otros por
bomberos, policías, políticos y maestros. El viento interrumpía las voces y la
lluvia empapaba a los cada vez menos asistentes a la plaza, quienes llevaban
flores y algunas banderas estadounidenses.
Se guardó un momento de silencio a las 8:47, hora en que el vuelo 11 de
American Airlines se estrelló contra la primera torre, la norte. A las 9:05
también. Fue el momento en que el vuelo 175 chocó contra la segunda torre, la
sur. A las 9:59 otra pausa más, pero por la caída de la primera que fue
impactada. Las 10:29 marcó el momento en que se desplomó la otra.
Como es Nueva York, los nombres y apellidos son comunes para todo mundo
–latinoamericanos, europeos, asiáticos, africanos, árabes. Algunos eran
banqueros y prósperos abogados. Otros, migrantes que trabajaban en las
cafeterías o limpiando las oficinas. Unas más, secretarias y ejecutivas. Había
cristianos, musulmanes y judíos, entre otros.
Un coro juvenil cantó, y el alcalde Michael Bloomberg y otros políticos
–incluyendo el entonces funcionario Rudolph Giuliani– ofrecieron discursos.
Bomberos, policías, paramédicos y rescatistas recordaban a sus compañeros.
Algunos fallecieron ahí. Otros después, por enfermedades generadas luego de
auxiliar a extraños. Muchos siguen con padecimientos. La mayoría llevaba fotos
de sus seres queridos y otros platicaban, recordaban.
Todos recuerdan dónde estaban ese día.
En Washington, el presidente Barack Obama salió con unas 200 personas de las
oficinas ejecutivas a los jardines de la Casa Blanca, también bajo una pertinaz
lluvia y viento. Ahí guardaron unos minutos de silencio, a las 8:47, para
recordar el primer impacto contra los edificios.
Poco después asistió al acto conmemorativo en el Pentágono, en el cual
ofreció un discurso. En éste convocó a los estadounidenses a renovar nuestro
propósito común. Recordemos cómo nos unimos como nación, como un solo pueblo.
Estadounidenses unidos. Ahí se marcó el momento, a las 9:37, en que el vuelo 77
de American Airlines fue estrellado contra el Pentágono, matando a 184 personas:
59 en el avión y 125 en tierra.
En su primera conmemoración del 11-S como presidente, Obama llamó a
que este día se dedique al trabajo comunitario voluntario. Junto con su
secretario de Defensa, Robert Gates; altos oficiales militares y familiares de
las víctimas, afirmó: haremos todo en nuestro poder para mantener seguro a
Estados Unidos.
Pero en los actos oficiales no se conmemoró a las otras víctimas de esos
atentados como resultado de las políticas y las acciones justificadas por el
gobierno estadounidense con el 11-S durante los últimos ocho años.
Según Irak Body Count, han muerto unos 100 mil civiles iraquíes en la invasión
de ese país. Junto con ellos han perecido 4 mil 343 militares estadounidenses,
de acuerdo con datos oficiales del Departamento de Defensa, a la fecha. En el
teatro de guerra de Afganistán (incluye a Pakistán) han fallecido otros 746
soldados de Estados Unidos e incontables civiles. Además, hay más de 30 mil
estadounidenses heridos en esas dos guerras.
Pero también se tiene que contar, en este día de conmemoración, a las
decenas, tal vez cientos, de torturados, los miles de encarcelados, algunos en
campos de concentración, como Guantánamo y la base aérea Bagram, en prisiones
clandestinas en varios puntos del mundo y en centros de arresto en Estados
Unidos –a muchos de ellos se le ha negado casi cualquier derecho legal básico,
incluido el de acceso a un abogado. Muchos defensores de las garantías básicas,
como el Centro de Derechos Constitucionales, los califican de desaparecidos, ya
que en diversos casos sus familiares no saben dónde están.
Dos generales retirados, Charles Krulack, quien fue comandante de los
marines entre 1995 y 1999, y Joseph Hoar, comandante en jefe del
Comando Central de Estados Unidos de 1991 a 1994, escribieron hoy un artículo en
el Miami Herald y el servicio McClatchy, denunciando al ex
vicepresidente Dick Cheney por defender y justificar algunas de esas políticas,
sobre todo la tortura. El gobierno de Bush ya había degradado las reglas de
guerra al autorizar técnicas que violaban las convenciones de Ginebra y pasmaron
la conciencia del mundo. Ahora el señor Cheney ha condonado el abuso, que fue
más allá de esas debilitadas normas, llevándonos en ese declive resbaladizo
hacia la ausencia de ley.
Lo anterior se suma a varios generales y almirantes retirados que han
expresado su desaprobación a las políticas bélicas de los últimos años, junto
con cientos de miles de estadounidenses que buscaron evitar la invasión a Irak
declarando no en nuestro nombre. Incluso familiares de las víctimas del
11-S que manifestaron su oposición a que sus seres queridos fueran
utilizados para matar a otros.
Y el amplio mosaico de agrupaciones de todo tipo, inclusive veteranos de la
guerra en Irak, junto con artistas, intelectuales, músicos y más, que durante
estos ocho años han buscado poner fin a una guerra lanzada con un engaño y el
pretexto del 11-S. La elección de Barack Obama, en parte, se debe a su
oposición a la ocupación en Irak y las políticas bélicas y de tortura de la
administración anterior.
Pero siguen detenidos cientos, tal vez más. Continúan muriendo
estadounidenses y civiles en Irak y Afganistán, y para ellos –como para
demasiados por todo el planeta– el 11-S no es una memoria. Es lo que
está sucediendo todos los días.
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