El estado abandona esfuerzo de ejecutar bajo la
ley a Mumia Abu-Jamal
C. Clark Kissinger Revolución
#253, 18 de diciembre de 2011
El 9 de diciembre se cumplió el 30 aniversario de la noche que unos policías
de Filadelfia balearon, golpearon y arrestaron al periodista revolucionario
Mumia Abu-Jamal. Lo acusaron de balear a un oficial y rápidamente lo condenaron
de homicidio y le dictaron una sentencia de muerte un proceso descaradamente
injusto. Lleva 29 años en aislamiento en el pabellón de la muerte. Pero dos días
antes del 9 de diciembre, el fiscal del Filadelfia Seth Williams anunció que por
fin iba a suspender la campaña de 30 años para ejecutar bajo la ley a Mumia.
Esta decisión se tomó después de que la Suprema Corte federal rechazó ver más
apelaciones del estado de Pensilvania. El estado llevaba una década esforzándose
para revocar un fallo de 2001 de un tribunal federal de distrito que sostenía
que la pena de muerte contra Mumia era inconstitucional a causa de las
instrucciones erróneas dictadas por el juez del proceso.
Si bien pronto trasladarán a Mumia a la población general en el sistema
carcelario estatal para cumplir una cadena perpetua sin derecho a libertad
condicional, continúan la enorme injustita de la condena y encarcelación. Para
millones de personas en todo el mundo, el que Mumia pase un día más en la cárcel
es una injusticia intolerable. Tiene que continuar la batalla política para
ponerlo en libertad. Si bien se ha suspendido la amenaza de la ejecución bajo la
ley, es importante mantenerse en alerta y continuar la lucha para protegerlo y
asegurar que su voz siga oyéndose. Las autoridades podrían hacer que empeorara
su situación tras rejas y todavía existe la amenaza de una ejecución ilegal
montada tras rejas. Esta situación urgente se ve en una amenaza poco disimulada
de la esposa del policía muerto, citada en el New York Times y otros
importantes medios de comunicación: “Me da gusto la idea de que por fin lo
sacarán del claustro protegido en que ha estado viviendo tantos años y que
empezara a vivir entre su propia gente: los matones y delincuentes comunes que
infestan nuestras prisiones”. Pronunció esta sanguinaria amenaza en el lenguaje
de los agentes armados de este sistema, que consideran, como unos sub-humanos
que no se merecen el respeto y dignidad normales, a las 2.3 millones de personas
almacenadas en las cárceles y prisiones de Estados Unidos, muchas de ellas
víctimas del “nuevo Jim Crow”.
La acusación falsa contra Mumia
El 9 de diciembre de 1981, Mumia manejaba un taxi en el centro de Filadelfia.
Observó a un policía dándole una brutal paliza a su hermano con una linterna
metálica. Mumia corrió hacia el lugar de los hechos. El policía le dio un tiro
en el pecho y luego encontraron a Mumia sentado en la acera en un charco de su
propia sangre. El policía yacía cerca, agonizándose a causa de lesiones de bala.
Al llegar, los policías fueron sobre Mumia, que les era un conocido periodista
revolucionario y ex Pantera Negra y lo arrestaron por matar al policía.
Mumia portaba un arma para su defensa propia como taxista que trabajaba de
noche. Pero la bala sacada del cuerpo del agente muerto nunca se compaginó con
el arma de Mumia. Nunca sometieron su arma a pruebas para ver si lo había
disparado ni le sometieron las manos a pruebas a ver si la había disparado
recientemente. De hecho, el informe del forense detalló que la bala era de un
calibre distinto al del arma de Mumia, pero el jurado nunca vio ese informe. Los
agentes afirman que Mumia estaba parado sobre el oficial caído, al que le
disparada una y otra vez pero que le dio solamente una vez en la nuca. Pero las
fotos que aparecieron años después no muestran indicios en la acera dejados por
las balas que supuestamente no le dieron al oficial.
En el proceso de 1982, a Mumia le privaron del derecho a defenderse a sí
mismo y prohibieron que estuviera en la sala la mitad del proceso. El sesgo
racial en la selección del jurado produjo un jurado abrumadoramente blanco. Un
secretario del tribunal escuchó de oídas al juez diciendo que iba a ayudar a los
policías a “freír al maldito negro”.
Pasaron por alto a los testigos que relataron que habían visto a otra persona
disparar y huir del lugar, y el jurado nunca escuchó los testimonios. La
fiscalía dijo que Mumia había confesado, algo que los policías “recordaron”
pasados varios meses del incidente. Pero el jurado sólo escuchó la falsa
historia-confesión y nunca vio el informe oficial de la policía que decía que
Mumia no dijo nada. No es de sorprenderse en tales circunstancias, condenaron a
Mumia y lo sentenciaron a la pena de muerte.
El movimiento para poner en libertad a
Mumia
Los documentos obtenidos para el proceso de apelación de Mumia en 1995
demuestran que el gobierno lo había tenido bajo vigilancia desde la edad de 14
años. Siendo líder de protestas en la secundaria, pronto llegó a ser ministro de
Información del Partido Pantera Negra en Filadelfia. En los siguientes años,
estudió en la universidad y llegó a ser un respetado locutor radial en la misma
ciudad.
Sin dejarse inmutar por la prisión y sin doblegarse ante la presión del
estado para que diera marcha atrás en su política revolucionaria, Mumia forjó
una carrera como periodista tras rejas, redactando una columna semanal
distribuida alrededor del país y escribiendo media docena de libros. Se
desarrolló rápidamente un creciente movimiento popular de apoyo, lo que impidió
su ejecución en 1995, año en que se había firmado una orden de ejecución. No
obstante, Mumia siguió estando solo las 22 horas al día en una celda del tamaño
de un váter, con permiso de ver a su familia y abogados por un vidrio de
plexiglás. Su negativa a claudicar en las narices de todo eso demuestra el valor
y la dedicación y el potencial revolucionario de los millones de presos en este
país, lo que ha constituido una inspiración para gran cantidad de personas.
La lucha por ponerlo en libertad, que ha librado por todo el mundo, despertó
a una generación de estudiantes que se radicalizaron. El movimiento tuvo un
papel importante en que mucha gente cambiara de idea en torno a la pena de
muerte y además las injusticias del sistema en general. El creciente movimiento
actual contra la brutalidad policial y la encarcelación en masa de la gente de
color le debe mucho al ejemplo y escritos de Mumia Abu-Jamal.
Es posible que todo eso, junto con otros sucesos recientes, hayan sido
factores en la decisión oficial de no proceder con la pena de muerte para Mumia.
Cuando en septiembre de 2011 ejecutaron a Troy Davis, que llevaba 22 años en la
sala de muerte de Georgia, surgieron protestas por todo el país y mundo y
profunda indignación de mucha gente que consideraban como completamente
ilegítima su ejecución. El año 2011 también presenció la valiente lucha de los
presos de California y otras partes contra la tortura del aislamiento en las
prisiones y el estado de ánimo general de oposición contra el orden establecido
que se ha estado expresando vía el movimiento Ocupar.
“Continúa la lucha”
Cuando la emisora radical de Filadelfia WURD le entrevistó por teléfono,
Mumia dijo primero: “Estoy fuerte. Estoy bien. Me siento rodeado de un mar de
amor. Y continúa la lucha”. Cuando le preguntó cómo era vivir en la sala de
muerte bajo la constante amenaza de muerte, Mumia describió las condiciones pero
comentó a propósito que Oscar Grant y Sean Bell también vivieron en la sala de
muerte, pero no lo sabían.
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