Un vil ataque contra los derechos de la mujer
Tenemos que RECHAZAR la enmienda
Stupak-Pitts
T. Redtree 29 de noviembre de 2009
Mientras se finalizaba la versión de la Cámara de Representantes de la “Ley
de Servicios de Salud Asequibles para Estados Unidos”, un voto fatídico tuvo
lugar el viernes por la noche. De repente un debate sobre los servicios de salud
asequibles se convirtió en un voto de última hora de “compromiso” sobre el
futuro del aborto. El supuesto “compromiso” intitulado la “Enmienda
Stupak-Pitts”, respaldado por demócratas antiabortistas, ha hecho más para
retrasar y en efecto eliminar el derecho del aborto que todo lo que la derecha
religiosa ha podido lograr durante ocho años del régimen de Bush.
La enmienda, que será incorporado en versiones del Senado de la ley, bajo el
disfraz de servicios de salud asesta un ataque monumental contra el derecho de
la mujer de determinar cómo y cuándo quiere tener hijos. La promesa de Obama de
la reforma del sistema de salud ha llegado a ser el vehículo por el cual se
reparte ataques con un filo ideológico contra las mujeres y los inmigrantes. Se
ha llegado a un acuerdo y así lo dijo un entendido que hablaba por la dirección
de los demócratas: “Para los liberales culturales, fue algo feo. Más vale que se
acostumbren”.
Este suceso devastador ha conmocionado y enfurecido a muchos que habían
puesto sus esperanzas en la presidencia de Obama para cambiar el rumbo de los
años de guerra, represión y arremetidas fundamentalistas cristianas, y que ahora
en cambio se sienten como que un autobús los haya arrollado.
¡Este momento lleva un fuerte reto —para todos los que valoran la vida de las
mujeres y que creen que las mujeres deben tener el derecho de terminar un
embarazo no deseado— para luchar para este derecho AHORA YA! Las personas que se
indignan por esto tienen que decidir que ya es la hora de dejar de rendir los
intereses de las mujeres a un proceso político que, para continuar en pie,
requiere el reforzamiento de los valores tradicionales y la opresión patriarcal.
¡Cualquier persona que tiene conciencia debe rechazar vigorosamente los motivos
retorcidos que dicen que de alguna forma constituye progreso incremental
devolver a las mujeres a una época del pasado en que se les obligaba a tener
hijos el que los quisieran o no! (Vea en el recuadro acompañante lo que usted
puede hacer ahora mismo para combatir esto.)
¿Qué es la enmienda Stupak-Pitts?
Es importante que la gente entienda la amplitud y la profundidad del ataque
encarnado en esta enmienda. La enmienda Stupak-Pitts manda que ni un centavo del
presupuesto federal se puede usar para pagar para un aborto ni “cubrir ninguna
parte de ningún plan de salud” que incluye el aborto con la excepción de los
casos en que la vida de la madre está en peligro o el embarazo fue resultado de
la violación o del incesto.
La primera parte de la enmienda no es nueva. La enmienda Hyde de 1976 ya
prohíbe el uso del presupuesto federal para pagar la mayoría de los abortos.
Pero la segunda parte limitaría significativamente la disponibilidad de planes
de seguro médicos que cubren el procedimiento. La enmienda designa dos áreas en
los cuales no se puede ofrecer la cobertura del aborto: la opción pública y
cualquier plan que recibirá subsidios en el intercambio. Así que las empresas de
seguros deberían aceptar a todos los clientes y no van a poder negarle la
cobertura a nadie bajo la nueva ley, no podrían restringir a clientes que
reciben subsidios. En efecto ningún plan en el intercambio va a permitir la
cobertura del aborto.
La enmienda Stupak dice que las mujeres tienen el derecho de comprar una
cláusula opcional para sus planes que cubriría el aborto con tal de que no se
use dinero designado por la ley para pagarlo. Pero los críticos de la enmienda
han señalado que esto es irrazonable. Las personas no piensan que van a
necesitar cobertura para la mayoría de los procedimientos médicos hasta el día
en que lo necesiten; como los críticos de la enmienda han señalado, nadie planea
un embarazo no planeado. Muchas mujeres que abortan pueden creer que aun se
oponen al procedimiento, al menos para sí misma, hasta que se enfrenten la
posibilidad de tener un hijo que no quieren.
¿Y por qué elegir y prohibir este procedimiento médico que muchas mujeres
necesitarán en un momento de la vida? Y no es solamente las mujeres con
embarazos no deseados que van a perder la cobertura. La enmienda Stupak incluye
excepciones para la violación, el incesto y las amenazas a la vida de la madre
pero no las amenazas a la salud de la mujer ni casos de anormalidad severa
del feto. Las mujeres con embarazos que salen muy mal van a tener que pagar
por abortos tardíos caros de su propio bolsillo o llevar el embarazo a término
en contra de su voluntad. Esto significa que muchísimas mujeres serían forzadas
a continuar un embarazo sin futuro aun cuando el feto no tuviera ninguna
posibilidad de sobrevivir y aun cuando eso pusiera en peligro su capacidad de
tener hijos en el futuro.
Poner aún más obstáculos al aborto de los que existen hoy (ya son muchísimos)
en virtud de una ley que se basa en la doctrina religiosa y la refuerza
aumentará la dinámica social en la cual menos médicos están dispuestos a
arriesgar la vida para practicar este servicio esencial. Un procedimiento que ya
no se enseña en la mayoría de las facultades de medicina se volvería no
solamente poco común sino casi inexistente.
Lo que motiva la enmienda: Se unen los fascistas teócratas
en el Partido Demócrata y la iglesia católica
Un elemento significativo de este ataque es su autor Bart Stupak. Stupak es
un ex policía estatal que fue elegido al Congreso por Michigan. Es co-presidente
del bloque “pro-vida” en el Congreso y se llama a sí mismo un “demócrata
pro-vida”.
Stupak ha vivido desde 2002 en el complejo de la calle C para la “Familia”,
una asociación influyente y secreta de teócratas poderosos que organizan
“células de oración”. Estos fascistas cristianos luchan, según dijo el autor
Jeff Scarlet en un artículo de Rolling Stone, por “un gobierno dirigido
solamente por la voluntad de Jesucristo”. Hay senadores y representantes
demócratas y republicanos que ahora viven en el cuartel general de la calle C de
la “Familia”. El lema de esta organización de privilegiados de Washington al
estilo “calaveras y huesos” es “Jesús, punto” y tiene una larga lista de
miembros influyentes. La “Familia” auspicia un desayuno anual de oración en el
cual el año pasado Joe Pitts, uno de los autores de la enmienda Stupak-Pitts,
llamó a formar un “gobierno dirigido por Dios”. Pitts lleva 20 años en el
movimiento fascista cristiano contra el aborto.
La enmienda de Stupak cobró impulso después de que la Conferencia de Obispos
Católicos de Estados Unidos (COCEU) anunció que lucharía contra el proyecto de
ley a menos que se añadieran restricciones sobre el aborto. La COCEU distribuyó
volantes en todas las parroquias en Estados Unidos y les dio instrucciones a los
curas en el sentido de que dieran sermones sobre la legislación en la misa de
domingo, y organizaran a los feligreses para contactar a su representante en el
Congreso para que apoyara la enmienda Stupak. Además Stupak avisó a Nancy Pelosi
que si ésta quisiera que se aprobara una ley de salud, debería asistir a una
reunión con los obispos muy tarde por la noche del viernes, cosa que ella hizo
antes de permitir que se sometiera a voto la enmienda.1
Los “puntos en común” son un terreno
mortal
Así que a un año de empezar el “nuevo día” de Obama el Congreso de mayoría
demócrata ha llevado a cabo un revés más decisivo contra los derechos del aborto
que todo lo que el Partido Republicano o la Corte Suprema de Roberts hayan
logrado hasta ahora. Y lo que en efecto ha confundido e inmovilizado a la
oposición ha sido la retórica y el método de “buscar puntos en común”.
Simplemente escuchen a Nancy Pelosi misma acerca de por qué permitió esta
enmienda en la ley:
“Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes: Hemos buscado en el
curso del desarrollo de este proyecto de ley puntos en común en muchas esferas,
siendo ésta una de ellas. Todavía no hemos encontrados los puntos en común que
esperamos lograr; por tanto, tuvimos una enmienda en la cámara. Continuaremos
buscando los puntos en común” (de una trascripción de “Democracy Now”, 9 de
noviembre de 2009).
Encontrar puntos en común con los que condenarían a las mujeres al parto
forzado ha sido la mantra de la Casa Blanca de Obama. Él mismo predicó esto
durante su campaña y en un discurso importante en la Universidad Notre Dame.2 Pero como señaló Revolución en ese momento, cuando Obama
habla de puntos en común, no se basa en ningún terreno neutral. Obama ha hecho
aún más para legitimar lo que plantea el movimiento fascista cristiano como
“puntos aceptables para la discusión” y para recalcar esos planteamientos en el
marco político del Partido Demócrata. (En esto Obama continúa y profundiza la
fea tradición de los Clinton y Al Gore.)
Esto da la apariencia de tener una posición racional a la vez que adopta y
legitima un punto de vista arcaico bíblico y patriarcal acerca de las mujeres,
lo que ha llevado las reglas políticas y morales en la sociedad aún más hacia la
derecha y ha cimentado la moral y el programa político de los fascistas
cristianos más seguramente en las tradiciones de la vida política, ideológica y
moral de Estados Unidos… y hoy están incorporando todo eso en una ley de muy
gran alcance.
Una moral arcaica y depravada
Estos puntos en común no terminan por ser imparciales ni tolerantes sino que
imponen la “moral” totalmente depravada de los que forzarían a las mujeres a
tener hijos en contra de su voluntad y que en beneficio de esa compulsión cada
día más ejercen el poder y la política del estado.
La intervención de los obispos católicos en la manera de fraguar este
“compromiso” es muy importante. Cabildearon activamente y ejercieron una presión
significativa, hasta argumentar que no se permitiera que asistiera a misa y que
quedaran excomulgados los demócratas que no se opongan al aborto.
Esto es parte de una ofensiva más grande. En noviembre los obispos católicos
van a publicar una nueva carta pastoral sobre el matrimonio — una que tiene como
prioridad tratar los cuatro desafíos principales contra el matrimonio: el
control de la natalidad, las uniones del mismo sexo, el divorcio y la
cohabitación. El borrador de la carta pastoral cita al difunto papa Juan Pablo
II en la introducción: que hoy “la familia es el blanco de varias fuerzas que
quieren destruirla o de alguna manera deformarla”. Esta forma revanchista de la
moral tradicional considera que cualquier afirmación de independencia de parte
de una mujer contra su marido y la iglesia es una amenaza existencial. Por
ejemplo, la carta pastoral cita la contracepción como “una acción
intrínsecamente mala”. ¡Piense en eso un minuto! Y esta es la forma de
contrarrevolución en la esfera de asuntos sociales y la moral que las fuerzas
políticas organizadas en torno a este proyecto de ley de salud quieren imponer
sobre la sociedad en conjunto.
Eso es en realidad la esencia de una anticuada moral de la edad de las
tinieblas que se enarbola y se impone: una que ve como una amenaza a la familia
tradicional el control de la natalidad, el aborto y el matrimonio que no se den
entre un hombre y una mujer con el propósito de procrear. La familia tradicional
y la institución del matrimonio surgieron al inicio no como emparejamiento
romántico sino unidades económicas y sociales: células básicas de la
organización social que cimentaron relaciones de riqueza y poder dentro de la
sociedad en la cual pasaba por el varón el linaje de herencia que mantenía la
propiedad y el poder de una generación a la siguiente. Ha sido un período muy
corto de tiempo humano en el cual las mujeres y los y las niños/as no han sido
por ley la propiedad de su esposo o padre, y no solo existen sino que predominan
las costumbres y las ideas que surgieron de este arreglo legal y económico
básico y que propiciaron la reproducción de estas relaciones sociales.
La decisión de cómo y cuándo tener hijos, de ver el amor y la sexualidad como
una expresión de cariño y un vínculo entre iguales, para tener la libertad para
dejar o terminar el matrimonio, especialmente por parte de la mujer, para hacer
pareja con alguien del mismo sexo — todo eso son relaciones sociales
relativamente nuevas entre las personas. Aunque surgen de las relaciones
sociales tradicionales, estas nuevas formas se les oponen y las rebasan.
Desde los años 60, millones de mujeres han creído que la igualdad se volvería
gradualmente más la norma — y millones de jóvenes de hoy en día ven la lucha por
el matrimonio gay como parte de esa progresión natural. Pero esto está
colisionando con algo muy diferente que se está imponiendo desde la parte
superior de la sociedad. Las instituciones religiosas están realizando una
activa “contrarrevolución”, bajo la égida de la clase dominante de este país —y
como se desprende de estos acontecimientos en torno al proyecto de ley de
atención de salud— están agresiva y brutalmente reestableciendo las formas
tradicionales de moral, y lo hacen de esta manera movilizando activamente y
desencadenando a sectores atrasados, racistas y reaccionarios de las masas que
se han visto arrojados a un futuro incierto como consecuencia de grandes cambios
en la economía mundial y la profundización de la crisis económica.
Bob Avakian resume las razones para esto en Predicando desde un púlpito
de huesos, lo cual brevemente citamos aquí, pero que merece una lectura y
estudio más completo. Avakian señala:
A la vez, muchos de esos mismos factores, junto con la lucha que ha librado
el movimiento de la mujer, han llevado a una situación en la que gran cantidad
de mujeres no solo tienen la necesidad sino la posibilidad de trabajar fuera de
la casa. A todo eso le ha acompañado una gran cantidad de trastorno y conmoción;
y una de sus más importantes consecuencias es una erosión significativa, desde
muchos ángulos y entre diversos sectores de la población en los Estados Unidos,
de la base de la familia tradicional patriarcal y los “valores familiares
tradicionales” con ella asociados. Sin embargo, todos esos cambios se están
dando dentro de los límites del mismo sistema, sobre la misma base de las
relaciones económicas capitalistas.
Esa contradicción podría ser muy explosiva, y en muchos aspectos ya está
estallando. Para aquellos que gobiernan este sistema es muy importante
“contener” esta contradicción y no dejar que lleve a una polarización social que
amenace fracturarla. En particular, tienen que evitar aislar fundamentalmente a
gran cantidad de mujeres, como profesionales y otras de la clase media, y evitar
empujarlas a posiciones radicales opuestas al sistema. Al mismo tiempo, para los
guardianes del orden establecido es indispensable reforzar las relaciones
patriarcales, y a la vez ajustarlas a la realidad de la situación concreta.
Una expresión concentrada de eso es la polarización y dura lucha en torno al
derecho al aborto. Es claro que la esencia del “movimiento” contra el aborto,
que desde el inicio ha sido dirigido y manejado desde “arriba” (y me refiero al
papel de poderosos individuos de la clase dominante y no a la inspiración de
dios que le imputan), ha sido reforzar el control patriarcal sobre la mujer y el
papel de la mujer como incubadora. Los soldados fundamentalistas de ese
“movimiento” dejan eso en claro.
Esta oración en una manifestación de la “Operación Rescate”, que citó la
revista Life (julio 1992), es típica: “Te ruego, señor, por favor rompe
la maldición del corazón de las mujeres que dicen que no necesitamos a nuestros
hombres. Rompe esa independencia”. [Bob Avakian, “Predicando desde un púlpito de
huesos: Necesitamos la moral, pero no la moral tradicional”, Obrero
Revolucionario (ahora Revolución #19, 23 de octubre de
2005).
Si el Senado aprueba un proyecto de ley de salud que efectivamente prohíbe el
aborto, las mujeres serán arrojadas de vuelta a los días en que sólo las muy
ricas podían determinar el curso del resto de sus vidas. Aunque el control de la
natalidad y el aborto por sí mismos no han liberado a las mujeres, han
posibilitado enormes cambios en la participación de la mujer en muchos aspectos
y ámbitos de la sociedad de los cuales previamente estaban excluidas. Han
cambiado la vida moderna, hasta el punto de que ahora la mayoría de las personas
empleadas son mujeres. A su vez, eso también ha traído consigo cambios
tumultuosos en las familias, en la visión de las mujeres sobre sí mismas y su
relativa independencia respecto a los hombres. Esa simple medida de control
—para millones y millones de mujeres de dejar para el futuro la maternidad y de
recibir una educación, comenzar una carrera o simplemente descubrir y
experimentar la vida antes de tener que subordinar todo su ser a las necesidades
de un marido e hijos— ha sido un cambio sísmico de gran parte de la humanidad. Y
ha socavado la base en la que se apoyaban miles de años de tradición.
No ha cambiado el hecho de que las mujeres tienen la responsabilidad
primordial de la vida doméstica y ciertamente no ha cambiado la realidad de que
las mujeres siguen siendo juzgadas y evaluadas por sus beneficios para los
hombres, como madres, esposas y objetos de gratificación sexual. Pero ha lanzado
siglos de tradición al aire.
El movimiento de mujeres llevó a millones a repudiar la obediencia al marido,
la servidumbre doméstica dócil y los embarazos no planeados. El tejido social
que depende de que el “lugar de la mujer está en el hogar” se ha tensado y ya se
está deshilachándose. La pregunta es, parafraseando a Avakian, ¿resultará todo
esto en una resolución radical reaccionaria en que las mujeres sean puestas en
su lugar a la fuerza, o habrá una resolución radical revolucionaria que
finalmente pueda liberar a las mujeres?
Para cualquier persona que valora a las mujeres —no sólo como madres— sino
como seres humanos completos, de veras se presenta una cuestión moral global.
Las mujeres deben ser libres de determinar sus vidas, incluida la posibilidad de
tener hijos y cómo y cuándo, y si en todo caso, tendrán hijos. Para que las
mujeres sean liberadas, este es un derecho fundacional y fundamental. Ninguna
mujer debería tener que vivir con el temor de que no baje la regla. Ninguna
mujer debería tener que pasar por lo que las mujeres en el 87% de los condados
en los EE.UU. viven ahora — en que el aborto no está disponible. Ninguna mujer
debería tener que viajar cientos de kilómetros y luego tener que soportar
tiempos de espera, que a veces incluyen una serie de viles consultas
obligatorias diseñadas para hacerles sentir culpa. A ninguna mujer se le debe
negar un aborto — por las escrituras religiosas, por las necesidades del mercado
capitalista o por las instituciones del estado. Y ninguna mujer debería tener
que sentir ningún tipo de remordimiento o culpa, porque elija tomar decisiones
conscientes sobre el resto de su vida.
La maternidad forzada no es “moral”; es un ultraje y debe ser una barbarie
del pasado. Ya no existe ninguna necesidad para que el papel de la mujer en la
sociedad sea dictado por su papel en la procreación biológica. Y no hay
necesidad de que la humanidad se retrase y sea cercada por las tradiciones
patriarcales y la moral religiosa opresiva. Hoy todo eso es tan cruel como es
innecesario. Por primera vez en la historia humana es posible no sólo teorizar y
soñar con ir más allá de los siglos en los que las mujeres sean sometidas — es
posible romper estas cadenas y superar la división opresiva del trabajo que
desperdicia las capacidades y aspiraciones de la mitad de la humanidad para
participar en la sociedad como seres humanos. De hecho es posible avanzar hacia
un futuro en el que las generaciones de hombres y mujeres sean criadas por igual
y en el que la sociedad en su conjunto se encargue cada vez más de una buena
parte de la esclavitud doméstica que ha sido de dominio exclusivo de las mujeres
durante miles de años.
Esto es un futuro que no es posible bajo las relaciones sociales definidas
por las formas de propiedad de un sistema capitalista. Este futuro se logra
haciendo la revolución y estableciendo un nuevo poder estatal que
conscientemente se encargue de la transformación de la sociedad para ir más allá
de la opresión y la desigualdad y la obsoleta división del trabajo — que
respalde a las mujeres para que puedan participar en todos los aspectos de la
sociedad como seres humanos completos. Una sociedad guiada por la moral
comunista. Como dice “Una
declaración: Por la liberación de la mujer y por la emancipación de toda la
humanidad” del Partido Comunista Revolucionario, Estados Unidos:
La mujer no es una reproductora. No es un ser de menos. No es un objeto
creado para el gozo sexual del hombre. La mujer es un ser humano capaz de
participar plena e igualmente en toda esfera de la actividad humana. Cuando a la
mujer se le restringe, eso frena el avance de la humanidad en conjunto. La mujer
tiene que conquistar la liberación y solamente se liberará por medio de la
transformación revolucionaria del mundo y la emancipación de toda la humanidad y
al ser una poderosa fuerza motriz en dicha revolución…
Zafándose del cerco
Hoy en día existe una lucha importante que librar. En nombre de encontrar
puntos en común, el proyecto de ley de salud se está convirtiendo en el
cementerio para la vida, los derechos y las aspiraciones de las mujeres a ser
tratadas como seres humanos.
Aquí estamos al borde de tener legislación que para efectos prácticos
revocaría lo que se ganó con el fallo Roe v. Wade, y lo más irritante
es que sólo los fascistas y los reaccionarios están llenos de pasión y se están
movilizando con mucha energía. Hace ya meses que se ha permitido que unos pocos
miles de individuos racistas del movimiento de los “tea baggers” establezcan el
marco y los términos de la discusión política y el debate. Mientras tanto, pese
a enfrentar un ataque real, ni un/a solo/a líder/esa a favor del
derecho a decidir sobre el aborto con recursos y medios está dispuesto/a a
llamar a las calles a los millones de personas indignadas y angustiadas por el
futuro del aborto. En su lugar tenemos el mismo cuento “hacerles pagar en las
urnas —elegir a más mujeres, ser realistas y no hacer demasiado ruido— no sean
histéricas, sean pacientes y esperen a otro día cuando podamos... ¿qué? Ah,
sí... elegir a aún más demócratas”. Algunos incluso dicen que quizá en el
segundo mandato de Obama éste se ponga en contacto con su fuerza interior
progresista...
Nosotros diríamos que continúen soñando si el hacerlo así no fuese tan dañino
para las personas en las generaciones venideras. Pero éste no es momento para la
cínica realpolitik, encogiéndose de hombros y retrocediendo aún más en la
pasividad. Todavía queda tiempo para movilizar a la gente, para montar una ola
de lucha que denuncia, se oponga y derrote a esta ley y para ello luche por
tomar la iniciativa de transformar los términos del debate — de poner la
liberación de la mujer en el centro de todo esto y hacer que eso sea el criterio
de opinión y el foco de discusión.
Revolución #184
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