La victoria talibán en Afganistán
no debe prevenir el cierre de Guantánamo
30 de agosto de 2021
Andy Worthington
Traducido del inglés para El Mundo no Puede Esperar 14 de septiembre de 2021
Asadullah
Haroon Gul y Muhammad Rahim, los últimos dos afganos en Guantánamo. Después de
la victoria talibana en Afganistán, en la que se ha revelado que dos ex
detenidos de Guantánamo tienen posiciones de liderazgo con los talibanes,
algunos comentaristas de derechas están insinuando que Guantánamo debería de
permanecer abierta. Sin embargo, ni Gul ni Rahim, ni ninguno de los otros 37
hombres todavía detenidos ahí fueron miembros de los talibanes y, como
“detenidos siempre” detenidos sin cargos ni juicio, los dos afganos están entre
los 17 de los 39 prisioneros que, como se conoce ampliamente en círculos
estadounidenses, deben ser liberados si no son acusados de algún delito.
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Mientras las últimas tropas estadounidenses dejaban
Afganistán hace dos semanas y los talibanes llegaban a Kabul, tomando el
palacio presidencial el 15 de agosto después de que escapara el presidente
Ashraf Ghani, la presencia de un miembro talibán en especial — Mullah Abdul
Qayyum Zakir — atrapó la atención de los medios occidentales, cuando declaró
que había estado detenido en Guantánamo por ocho años.
Guantánamo: la pura mención de la palabra, de la boca
de un conquistador talibán, de pie en el mismo lugar que recientemente ocupó el
presidente que apoyaron los Estados Unidos, revigoró a los de derechas en el
congreso y en la prensa estadounidense, que ha estado preocupada de que
finalmente Biden cierre su querido gulag de una vez por todas.
Hace una vez, la sola mención de Guantánamo, resumía
imágenes de sanguinarios terroristas, inclinados hacia la destrucción de
América que habían ayudado a mantener dóciles a los americanos ordinarios y en
un estado de miedo. Sin embargo, al pasar de los años, mientras se filtraban
los horrores de Guantánamo al mundo, revelando el uso de tortura y de otras
formas de abuso contra los prisioneros, quienes, en su mayoría, no estuvieron
involucrados en ningún tipo de terrorismo, defender su propia existencia se
hizo más difícil. En su segundo mandato, George W. Bush ya estaba consciente
que era una vergüenza y dejó el poder habiendo liberado 532 de los 779 hombres
que había encarcelado ahí.
Cuando el presidente Obama intentó cerrarlo, sin
embargo, se enfrentó a la intensa resistencia de los republicanos que
retrasaron las liberaciones de prisioneros y exitosamente evitaron que el
cierre se convirtiera en una realidad. No obstante, Obama liberó casi 200
hombres en sus ocho años en el poder y para cuando Donald Trump tomó el
control, sólo 41 seguían ahí. Etiquetándolos todos como terroristas, Trump
rechazó liberar a ninguno (con la excepción de un saudí que había llegado a un
acuerdo en su juicio de comisión militar para ser enviado de vuelta a Arabia
Saudita para continuar encarcelado).
Cuando Biden se convirtió en presidente, sin embargo,
hubo un renovado rayo de esperanza del cierre de la prisión. Hubo
reconocimiento esparcido, finalmente, de que el encarcelamiento indefinido sin
cargos ni juicio, por casi veinte años, estaba mal y críticos — incluyendo Senadores
y miembros de La Cámara de Representantes — le pidieron
que cerrara Guantánamo. Un proceso de revisión para valorar si es o no seguro
aprobar la liberación de algunos de los “prisioneros siempre” autorizaron la
libertad de cinco hombres
y el mes pasado Biden liberó al prisionero que vivía en solitario — Abdul Latif
Nasser, enviado de vuelta a su familia en Marruecos.
Mullah Abdul Qayyum Zakir
Pero después vino la declaración de Mullah Abdul Qayyum Zakir desde el palacio
presidencial y, de repente, todo ese progreso ha comenzado a verse claramente
inestable. Buscando municiones con las cuales socavar el objetivo del
presidente Biden de cerrar Guantánamo, trucos
desesperados saquearon su expediente militar clasificado, que fue publicado
en el 2011 por WikiLeaks y descubrieron que, en Guantánamo, en donde se había
identificado a sí mismo como Abdullah Ghulam Rasoul, había dicho que era un
“simple zapatero” y que “quería regresar a Afganistán para ayudar a su padre
enfermo con el negocio”. Las autoridades estadounidenses también se dieron
cuenta de que, sin embargo, en una ocasión, en abril del 2005, amenazó a un
guardia diciéndole “te vamos a atrapar allá afuera”.
Llevado en el primer vuelo a la prisión, llegando el
11 de enero del 2002, el día de la apertura, Zakir fue detenido por casi seis
años (no ocho, como dice haberlo estado), pero liberado bajo Bush en diciembre
del 2007, aunque no quedó claro el por qué, como expliqué cuando escribí
el resumen de su caso en el 2011, porque fue secuestrado en un coche con
dos comandantes talibanes (Mullah Norullah Noori and Mullah Mohammed Fazl) después
de la caída de la ciudad de Kunduz, el último fuerte de los talibanes en el
norte de Afganistán, en noviembre del 2001 y, como lo mencionó el grupo
operativo de Guantánamo, era “era muy poco probable que el detenido, que
supuestamente estaba con otros soldados talibanes, hubiera sido seleccionado
por los soldados del General Dostum para subirse con Noori y Faze al vehículo
en el que fue arrestado, a menos que fuera de importancia para sus captores”.
Después de su liberación, se convirtió en un temible
comandante, como
ha sido conocido desde el 2010 y ahora ha sido designado como el ministro
de defensa de los talibanes, pero cualquiera buscando resaltar su liberación en
2007 para revivir el temor acerca de Guantánamo tiene que recordar que fue
George W. Bush quien lo dejó ir y que lo hizo por los fracasos que emanaron de
su desprecio por las leyes establecidas y los tratados que gobernaban la
detención de prisioneros en tiempos de guerra.
Hasta la “guerra contra el terror”, los Estados Unidos
habían tenido juicios competentes, cerca de lugar y el momento de la captura si
es que había alguna duda del status de quienes habían sido detenidos. Los
civiles atrapados por error eran liberados, mientras que quienes eran
considerados combatientes podían estar legítimamente sin molestar hasta el fin
de las hostilidades. En la primera Guerra del Golfo, en 1991, como expliqué en
un artículo para Al-Jazeera en 2013, “Soldados estadounidenses capturaron
a 1,196 hombres de proveniencia desconocida, organizaron juicios competentes y
concluyeron que en 886 casos, civiles habían sido detenidos por error – una
taza de error del 74%”.
El rechazo a llevar a cabo juicios eficientes en Afganistán no solo llevó a que la
prisión tuviera civiles detenidos por error, provocó una situación caótica en
donde, en muchos casos, las autoridades estadounidenses no sabían para nada a
quién tenían en custodia.
Khairullah Khairkhwa
Más indignación de derechas fue provocada con la
noticia de que otro ex detenido de Guantánamo Khairullah Khairkhwa, el ex gobernador de Herāt y ministro de Interior
talibán del 97-98 fue uno de los líderes de los talibanes que resurgieron en
Kabul. Khairkhwa había sido detenido en Chaman, Pakistán, en febrero del 2002,
después de huir de Afganistán el año anterior y en donde también, según los
Estados Unidos, “llamó a Wali Karzai, el hermano de Hamid Karzai, para negociar
la rendición e integración del nuevo gobierno”. En lugar de eso, las fuerzas
armadas paquistanís lo secuestraron y transfirieron a custodia estadounidense,
terminando en Guantánamo por doce años.
Khairkhwa fue uno de los líderes talibanes enviados a
Qatar en junio del 2014 por el ex presidente Obama en un intercambio de
prisioneros por el soldado estadounidense Bowe Bergdahl y su regreso a
Afganistán ha sido el foco de atención de más críticas, esta vez hacia Obama,
por ser el responsable del intercambio.
El intercambio de prisioneros fue la única vez en la
que puedo recordar histeria de la derecha acerca de Guantánamo y los talibanes,
porque, como mencioné anteriormente, generalmente la histeria ha estado
exclusivamente enfocada en Guantánamo y al-Qaeda. Sin embargo, en el 2014 el
punto que pasó desapercibido fue que Estados Unidos ya estaba buscando salirse
del atolladero de Afganistán y que los hombres transferidos a Qatar podrían
haber sido parte de las negociaciones de paz entre EE.UU., el gobierno afgano y
los talibanes, en donde Khairkhwa, conocido como un moderador, podría ser útil.
Como
expliqué al momento del intercambio de prisioneros, con referencia a
Khairkhwa, “En febrero del 2011 el presidente Karzai específicamente solicitó su
liberación y en marzo Hekmat Karzai, el director del Centro de Estudios de
Conflicto y Paz (Center for Conflict and Peace Studies), organización de
investigación y defensa, le dijo
a Al-Jazeera que “su liberación influirá en el proceso de paz”, añadiendo
que “el Sr. Khairkhwa es muy respetado entre los talibanes y era considerado un
moderador por quienes lo conocían”.
El trato para la liberación de “los Cinco Talibanes”,
como son conocidos, había sido negociado dos años antes de suceder, en Qatar,
como mencionó el Miami Herald en marzo del 2012, explicando que oficiales
afganos habían dicho que los cinco hombres “le dijeron a la delegación afgana
de visita que habían acordado a una transferencia propuesta” a Qatar “que
abriría la puerta para una posible movida destinada a llevar a los talibanes a
pláticas de paz”. Reuters explicó que el principal asesor del presidente
Karzai, Ibrahim Spinzada, había viajado personalmente a Guantánamo para
asegurar la aprobación de los hombres para el trato.
En Qatar, los hombres se convirtieron en parte de la
Oficina Talibana de Política, que había sido oficialmente establecida un año
antes, en una villa en las faldas de Doha como un punto focal para los que, en
ese momento, eran más de veinte miembros talibanes de alto mando que se habían
reubicado en Qatar con sus familias. Cuando “los Cinco Talibanes” se les unieron,
Khairkhwa fue “escogido para negociar por parte de los talibanes para un
acuerdo de paz con los afganos”, como explicó el New Yorker en un artículo en
marzo de este año y continuó a estar involucrado mientras el bastón de poder
pasaba de Obama a Donald Trump, que socavó las posiciones tanto del gobierno
estadounidense como el afgano.
Los fracasos de Donald Trump
Como explicó el New Yorker, Trump “estaba claramente
desesperado por hacer un trato que le permitiera decir que él había terminado
la guerra” y “cuando los talibanes se reusaron a incluir al gobierno afgano en
las pláticas, EE.UU. no insistió” en continuar involucrado. Mientras
progresaban las pláticas “Trump repetidamente anunció el retiro de tropas,
despojando a sus negociadores de ventaja”. Un oficial senior de EE.UU. le dijo
a Dexter Filkins, el autor del artículo, “él estaba constantemente
debilitándonos. El problema con los talibanes era que lo estaban recibiendo
gratis”. Como describió Filkins, “al final, ambos lados acordaron no atacarse
entre ellos y los estadounidenses a retirarse”.
Como también expliqué, “los talibanes tenían una lista
de condiciones que cumplir, incluyendo evitar que terroristas operaran fuera de
Afganistán y la abstención de ataques al gobierno y ejército locales”, pero
claramente sintieron que habían ganado. Filkins declaró que Khairkhwa le
sugirió que “el tratado de paz del 2020 con los Estados Unidos había
establecido que los talibanes eran los ganadores del conflicto”, declarando que
“les ganamos a los estadounidenses en el campo de batalla”. Flinkins continuó
explicando que “Hafiz Mansoor, un ex ministro del gobierno afgano, culpó a los
americanos p or darles a los talibanes la impresión de que habían ganado la
guerra”. Como dijo Hafiz “al hacer el trato, los Estados Unidos los
legitimaron”. Además, Sadat Naderi, uno de los negociadores dijo: “pensaron que
estaban ahí solo para discutir los términos de la rendición. Ellos dijeron ‘no
necesitamos hablar con ustedes. Podemos solo tomar el mando’”.
Al final, por supuesto, eso fue lo que sucedió cuando
el presidente Biden fue obligado a cumplir con los términos del acuerdo
unilateral de Trump a favor de los talibanes. Y mientras quedaban preguntas
acerca de qué tan bien se había manejado el retiro, es deshonesto por parte de
los comentaristas intentar reclamar que la liberación de Khairkhwa por parte de
Obama — y el resto de los “Cinco Talibanes” — fue un error. Las negociaciones
de paz requieren negociar con el enemigo y es Trump, no Obama, quien debe
cargar con la considerable culpa de haberse rendido a las exigencias de los
talibanes, abandonando al gobierno afgano y cediendo a la salida de EE.UU. de
Afganistán con cero medidas en lugar para intentar y asegurar algún tipo de
compromiso entre todas las partes involucradas.
No existen talibanes en Guantánamo — y miedos fuera de lugar acerca de Afganistán
convirtiéndose el lugar de creación de terroristas
Los reportes cínicos acerca de los talibanes y Guantánamo fracasaron en tomar en cuenta que, de 39 hombres
todavía detenidos en Guantánamo sólo dos son
afganos y ninguno era miembro de los talibanes. Uno de ellos, Asadullah
Haroon Gul, debería haber sido liberado después de que el trato de paz fue
acordado en el 2016, entre el gobierno afgano y HIG (Hezb-e-Islami Gulbuddin),
un grupo de milicia encabezado por Gulbuddin Hekmatyar, que había sido
prominente en la campaña contra la ocupación soviética en los ochentas. Sin
embargo, el Departamento de Justicia continúa diciendo que pueden seguir
deteniéndolo porque es sospechoso de estar conectado con al-Qaeda.
El segundo afgano todavía encarcelado es Muhammad Rahim, que supuestamente trabajó con al-Qaeda, aunque él, como Gul, nunca ha
sido acusado de algún crimen. La histeria actual está sin dudas enfocada en
fomentar la renovada oposición para liberar prisioneros de Guantánamo, ya sean
afganos o no, pero el presidente Biden necesita tener una postura firme cuando
se trata de un reconocimiento en crecimiento, a través del establecimiento
estadounidense, que es inaceptable, con el veinteavo aniversario de la apertura
de Guantánamo cerca y ahora con el fin de la presencia de EE.UU. en Afganistán,
para continuar deteniendo para siempre a hombres que no han estado ni estarán
acusados de haber cometido un crimen.
Antes que nada, sin embargo, la retórica alarmista acerca de Afganistán y Guantánamo está destinada a remover miedos que han
estado por tiempo dormidos acerca del Afganistán manejado por talibanes siendo
hogar de terroristas internacionales, como sucedió antes de los ataques del
11/9. Desde el inicio, estos miedos fracasaron en tomar en cuenta las
divisiones entre liderazgo talibán en relación a los ataques del 11/9 y las
subsecuentes represalias estadounidenses que destruyeron el mandato talibán por
veinte años y estaba en posibilidades de su interés general, no en el
terrorismo internacional, pero en una preocupación mucho más regional con
Afganistán.
Sin embargo, hasta el ataque suicida en el aeropuerto de Kabul representando ISIS-K, la ramificación afgana de ISIS (Estado Islámico)
revela que los talibanes que resurgen en 2021 podrían enfrentar amenazas de
parte de organizaciones terroristas en lugar de tolerar o apoyarlos como lo
hacían antes del 11/9. ISIS-K (la “K” es por “Khorasan”, que históricamente
cubría partes de Afganistán y Pakistán en la era moderna) no solo abraza la
violencia fundamentalista de ISIS, originaria en Siria e Irak, sino que ha
atraído antiguos seguidores talibanes que creen que el liderazgo talibán
actual, con muchos de habiendo vivido lujosamente por varios años en Qatar, los
ha reblandecido y no son suficientemente extremos.
Cómo saldrá todo esto todavía está por verse, poro por
el momento es importante que todos los esfuerzos cínicos para renovar los
miedos acerca de los prisioneros en Guantánamo y el terrorismo sean resistidos.
La semana pasada, bajo el titular “El levantamiento talibán está complicando
los esfuerzos de Biden para cerrar la prisión de Guantánamo”, NRP
habló con abogados que temían complicaciones, pero que estaban firmes en
que ninguna lógica existe para que se levanten serios obstáculos que retrasen o
eviten el cierre de la prisión.
Alka Pradhan, parte del equipo de defensa para los prisioneros del juicio del 11/9 que ha sido largamente postpuesto representó a
otros prisioneros como parte de Reprieve dijo “Cada hombre que he
representado solo quiere estar lo más lejos posible del alcance Estados Unidos.
Quieren alejarse, vivir silenciosamente. Jamás quieren volver a estar
encarcelados. Así que la idea de dejar Guantánamo después de veinte años y
querer irse a Afganistán a ese tipo de caos, no es psicológicamente en donde
ninguno de ellos está”.
Y Candace Gorman, que representa uno de los hombres
detenidos ahí, dijo que Biden “si está firme acerca de que su retirada de
Afganistán fue lo correcto, debería de estar firme acerca de que cerrar
Guantánamo también es la cosa adecuada”.
No podría estar más de acuerdo.
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