Nunca olvides: La “temporada de
muerte” en Guantánamo
10 de junio de 2020
Andy
Worthington
Traducido del inglés por El Mundo No Puede Esperar 22 de junio de 2020
Cuatro de los cinco prisioneros que murieron en
Guantánamo entre mayo 30 y junio 9 del 2006, 2007 y 2009, por eso mi descripción
de eso como “temporada de muerte”. La fila superior muestra Yasser al-Zahrani y
Ali al-Salami, dos de los tres hombres que murieron la noche del 9 de junio del
2006. No existen fotografías del tercer hombre, Mani al-Utaybi. La fila
inferior muestra la única foto de Abdul Rahman al-Amri, quien murió el 30 de
mayo del 2007 y Mohammed al-Hanashi (Muhammad Salih), quien murió el 1 de junio
del 2009. Todas las muertes fueron descritas por las autoridades como
suicidios, pero esto ha sido disputado.
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Hay días en tu vida en ocurren eventos y todos
recuerdan en dónde estuvieron. Los ataques terroristas del 11 de septiembre del
2001 es un ejemplo y, dependiendo de tu edad, otros podrían ser el asesinato de
John F. Kennedy, el aterrizaje en la luna, la caída del muro de Berlín, Nelson
Mandela liberado de prisión y el “shock y asombro” de la primera noche de la
invasión ilegal de Irak.
Una de esas ocasiones para mí es el 10 de junio del
2006 cuando se reportó que tres prisioneros en Guantánamo habían muerto, supuestamente
por suicidio. Dos saudís, Yasser al-Zahrani, que tenía solo 18 años y Mani
al-Utaybi y un yemení, Ali al-Salami. La respuesta de las autoridades fue
sorprendentemente insensible con el contra almirante Harry Harris, comandante
de la prisión, declarando “Esto no fue un acto de desesperación, sino de guerra
asimétrica cometida en contra nuestra”.
Mientras que continúa siento profundamente impactante
para mí, 14 años y contando, que el suicidio pudiera ser descrito como un acto
de guerra, este no era el único problema con la respuesta de las autoridades a
las muertes. La maquinaria de relaciones públicas del Pentágono rápidamente ridiculizó
a los hombres como terroristas peligrosos a pesar de que ninguno había sido
acusado de ningún tipo de ofensa. De hecho, uno de ellos, Mani al-Utaybi, había
sido autorizado para ser transferido de regreso a su país, aunque las
autoridades no supieron decir si le habían informado de esto o no antes de que muriera.
Más aun, como pude establecer de mi investigación al
momento para mi libro The Guantánamo Files,
los alegatos no tenían fundamento.
Yasser al-Zahrani, como explico en mi libro, “fue acusado de ser un guerrero talibán que ´facilitó la compra de armas’, pero era
aparente que, teniendo solo 17 años al momento de su captura, era poco probable
que eso fuera cierto”. En el caso de Mani al-Utaybi, mientras tanto, “la única
‘evidencia’ de que era un ‘enemigo combatiente’ fue su participación con Jamaat-al-Tablighi,
la organización misionaria conocida global cuya supuesta conexión con el
terrorismo fue debidamente exagerada por el Pentágono, que tuvo el descaro de
describirla como ‘una organización de reclutamiento de segundo nivel de al-Qaeda”.
El tercer hombre, Ali al-Salami, fue acusado de ser lo
que el Pentágono describe como “operador de mediano-alto nivel de al-Qaeda que
tenía conexiones clave con los facilitadores principales y miembros senior del
grupo”, aunque estos alegatos fueron hechos por individuos no identificados,
incluyendo algunos que evidentemente habían sido sujetos de tortura por parte
de la CIA en “sitios negros” y cuyos testimonios eran extremadamente difíciles de creer.
Lo que parecían aparentes para quienes escarbaron un poquito
más profundo en la historia, era que los tres hombres fueron huelguistas de
hambre de largo plazo y como tales, fueron una espina para las autoridades.
Describiéndolos, el ex prisionero Ahmed Errachidi, un chef marroquí bipolar residente británico, quien fuera liberado en el 2007, en
sus memorias The General:
The Ordinary Man who Became One of the Bravest Prisoners in Guantánamo
publicadas en el 2013: “aquellos tres habían sido de
los mejores. Siempre estaban listos para ayudar a sus compañeros y también eran
valientes. Fueron hombres con la moral más alta: ante cada protesta nunca se
rindieron a la desesperación.De hecho, continuaban
sonriendo en las circunstancias más difíciles”.
Añadió que, aunque las autoridades dijeron que habían
“encontrado a los tres colgados en sus celdas” a la 1am el 10 de junio del
2006, “nosotros los prisioneros nos negamos a aceptar que los tres se habían
matado. No podíamos entender cómo era posible que eso sucediera dado que cuatro
soldados supuestamente patrullan cada bloque y nos monitorean…creemos que sus
muertes fueron un resultado directo de tortura y nos llenamos de coraje cuando
la administración dijo que se suicidaron como parte de una guerra contra
Estados Unidos, que una vez más hizo quedar a América como una víctima y a
nosotros como los agresores”.
Los prisioneros no fueron los únicos que dudaron de la
narrativa oficial. En el 2010 Harper’s Magazine publicó “Los
“suicidios” de Guantánamo”, un artículo detallado de Scott Horton basado en declaraciones realizadas por el
sargento Joe Hickman, quien había estado a cargo de las torres de vigilancia la
noche en que los hombres murieron, así como otros testimonios por parte de sus
colegas. Estudiando el movimiento de vehículos de esa noche, Hickman cree que
los hombres habían sido asesinados, ya sea por accidente o a propósito en un
lugar secreto en otra parte de la base, antes de ser llevados a la prisión
principal, pero aunque posteriormente escribió un libro llamado Murder at
Camp Delta, en el que dio más detalles acerca de las muertes de los hombres, se cerraron filas y
ninguna investigación formal jamás fue realizada.
Otras muertes
Los tres hombres mencionados anteriormente no fueron
los únicos en morir en esa época del año en Guantánamo bajo circunstancias
sospechosas, por eso mi descripción de la misma como “la temporada de muerte”.
La semana pasada publiqué
en Facebook la única foto conocida de Abdul Rahman al-Amri, un saudí que
murió el 30 de mayo del 2007, tomada de su archivo militar clasificado, que fue
publicado por Wikileaks en el 2011, en blanco y negro, que es bastante
perturbadora.
La muerte de Al-Amri catapultó mi carrera como un periodista independiente, porque yo había apenas terminado y entregado el
manuscrito para The Guantánamo Files a mi editor y cuando leí acerca de su muerte
contacté al Guardian para ver si les interesaba en que escribiera para
ellos algo acerca de él ya que había investigado su historia. Dijeron que no,
que iban a ir con lo que fuera que la Associated Press escribiera así que yo
publiqué un
artículo sobre la muerte de al-Amri en mi sitio web, el primero de más de 2,300 artículos que hasta la
fecha he publicado acerca de Guantánamo, seguido
por otro más dos días después.
Un soldado del ejército saudí por nueve años, al-Amri
había viajado a Afganistán para apoyar a los talibanes justo antes de los
ataques del 11/9 y estuvo detenido en el Campamento 5 en Guantánamo, lugar
reservado para los “menos obedientes y reos de ‘alto valor’” según el portavoz
del ejército estadounidense. No tenía abogado y se sabía muy poco de él, pero
el ex detenido Omar Deghayes después me dijo que era extremadamente devoto y
que había estado profundamente perturbado por las interrogaciones que
involucraban abuso sexual. Había sido, también, huelguista de hambre de largo
plazo cuyo peso había bajado a 90 libras (alrededor de 45kg) durante la huelga
de hambre global en el 2005 y aparentemente continuaba en huelga de hambre al
momento de su muerte.
Omar Deghayes no me dio alguna razón para pensar que
la muerte de al-Amri no fuera suicidio, pero en el 2012 el periodista
investigativo Jeffrey
Kaye escribió que “el reporte de la autopsia muestra que al-Amri fue
encontrado colgado con las manos amarradas atrás, lo que lleva a preguntarnos
si en realidad se mató” y en su libro Ahmed Errachidi escribió que al-Amri “era
uno de los veteranos de huelga de hambre en el Campamento 5” y duda también de
la historia de suicidio declarando que “mi experiencia del Campamento 5 me dice
que es imposible que alguno de ellos se hubiera ahorcado ahí. Las celdas están
diseñadas para prevenir suicidio o auto daño, las pareces son de concreto y no
existen argollas, ranuras o algo a lo cual el prisionero pueda amarrar algo”.
Desde entonces, Jeffrey ha escrito mucho acerca de la
muerte de al-Amri de la de Mohammad al-Hanashi (también conocido como Muhammad
Salih), el otro prisionero que murió durante la “temporada de la muerte” el 1
de junio del 2009. Otro huelguista de hambre de largo plazo con habilidades de
liderazgo, como los otros tres hombres que murieron en junio del 2009, había
sido puesto en la unidad “psiquiátrica”, la BHU (unidad de salud del
comportamiento, por sus siglas en inglés) antes de su muerte. Su amigo Binyam
Mohamed, residente británico liberado, explicó
después de su muerte: “La BHU fue construida como una unidad segura para
prevenir, entre otras cosas, intentos potenciales de suicidio. Todo lo que uno
pudiera utilizar para dañarse a sí mismo era retirado de las celdas y un
guardia vigilaba al prisionero las 24 horas del día, en persona y en vídeo. Sobre
esto, me sorprende que el gobierno estadounidense tenga la audacia de describir
su muerte como un “suicidio aparente”.
En los años desde que esto sucedió, Jeffrey ha realizado más investigación acerca
de estas dos muertes, culminando con su libro Cover-up at Guantanamo: The
NCIS Investigation into the ‘Suicides’ of Mohammed Al Hanashi and Abdul Rahman
Al Amri publicado en el 2016 que recomiendo para cualquiera que esté interesado en saber la
verdad acerca de la “temporada de muerte” en Guantánamo.
Catorce años después de la muerte de Yasser al-Zahrani, Mani al-Utaybi y Ali al-Salami recuerdo la pérdida de sus vidas,
así como las de Abdul Rahman al-Amri y Mohamed al-Hanashi y los otros cuatro hombres
que han muerto desde que la prisión abriera hace 18 años. También recuerdo cómo
el dolor y la indignación que sentí en ese momento ayudó a forjar el camino que
todavía sigo el día de hoy, el escribir sin cansancio acerca de Guantánamo
haciendo un llamado para el cierre de esta prisión, en donde todavía están
detenidos hombres sin cargos ni juicio y en donde la mancha de esta injusticia
no desaparecerá hasta que este terrible lugar sea cerrado para siempre.
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