“La interminable vergüenza de la bahía de Guantánamo”: Los co fundadores de Close Guantánamo y yo fuimos
perfilados en un artículo de The New Republic
20.7.22
Andy Worthington
Traducido por El Mundo no Puede Esperar 2 de agosto de 2022
Una toma de pantalla de un video de Tom Wilner y Andy Worthington discutiendo
el cierre de Guantánamo en el centro de estudios de The New America en
Washington, D.C. el 11 de enero del 2013.
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Nos sentimos honrados de que la revista The New Republic nos haya
perfilado a Tom Wilner y a mí, como los cofundadores de la campaña Close
Guantánamo en su última publicación, en un artículo titulado “The Endless Shame of Guantánamo Bay” seguido por entrevistas
con Tom y yo que fueron conducidas por el reportero Jordan Michael Smith.
Cuando Smith se nos acercó, declaró que la intención del artículo sería “enfocarse en gente haciendo la solitaria campaña para
cerrar Guantánamo, cuando tantos americanos se han olvidado de la prisión” y el
artículo terminado efectivamente teje nuestras recolecciones y reflexiones en
una línea de tiempo de la imperdonable larga historia de la prisión — 20 años y
medio y contando.
Es bastante desesperanzador, por ponerlo de una
manera, que Tom ha pasado más de 20 años intentando llevar justicia a Guantánamo
y para lograr su cierre y que, aunque yo llegué tarde al llamado, comenzando a
trabajar de tiempo completo en eso hasta el 2006, ya son 16 años y, como
resultado de eso, ambos hemos dedicado un considerable pedazo de nuestras vidas
a un objetivo que, incomprensiblemente, pocas veces ha surgido como un tema de
preocupación para la mayoría de los americanos: cerrar un lugar en donde la ley
fue enviada a morir, en donde, por más de 20 años, los hombres han estado
detenidos indefinidamente sin cargos ni juicio, en desafío de todas las leyes
domésticas e internacionales y tratados en relación a las circunstancias en las
que la gente puede ser privada de su libertad.
Smith no está del todo en lo correcto al decir que el
esfuerzo para cerrar la prisión “ha quedado en” nosotros dos, ya que cientos de
personas — abogados y activistas de derechos humanos — continúan para hacer un
llamado al cierre de la prisión y para intentar trabajar a través de los
tribunales y de las campañas, pero existe un patetismo depresivo de la
descripción de Tom de cómo un editor del Washington Post le dijo hace poco que
el periódico tiene “fatiga de Guantánamo”, incluso cuando la línea de tiempo de
Smith presenta cómo eso en realidad no debería prevenir la cobertura de la
injustificable existencia de la prisión.
Podrá haber sólo 36 hombres en
la prisión, de los 779 que han estado detenidos ahí por el ejército
estadounidense desde la apertura de la prisión el 11 de enero del 2002, pero la
verdad contundente es que sólo pocos han sido liberados por la aplicación de la
ley. En lugar de eso, en los últimos 20 años han fracasado persistentemente por
administraciones sucesivas, el congreso y los tribunales, por los medios y el
pueblo americano. El recordatorio de The New Republic de esto es ser
bienvenidos, pero de manera más importante, como explicamos Tom y yo, si el
presidente Biden tiene algún tipo de respeto por la justicia y la ley, debe ser
el presidente que finalmente cierre Guantánamo de una vez por todas.
Vamos a publicar “The Endless Shame of Guantánamo Bay”
abajo, para llegar a ustedes, lectores y seguidores, directamente, pero, por
favor, siéntanse libres de comprar una copia de la revista si estás en los Estados
Unidos, para agradecerle a The New Republic por acordarse de Guantánamo cuando tantos medios
parecen haberse olvidado.
La interminable vergüenza de la bahía de Guantánamo
Por Jordan Michael Smith, The New Republic, 6 de julio, 2022
Thomas Wilner y Andy Worthington han pasado dos décadas intentando
cerrar la prisión. ¿Podrá Joe Biden finalmente hacer que eso suceda?
Thomas Wilner es como cualquier otra persona semi
retirada viviendo en Florida entre palmeras. Un abogado en la firma gigante,
Shearman & Sterling, regresa a Washington, D.C. una vez al mes por unos
días para visitar la oficina. Pero ya no trabaja en casos internacionales
grandes de los que alguna vez fue especialista — litigación o cambio y
actividades políticas para gobiernos extranjeros como Kuwait and México. A los
77 años de edad, ahora pasa mucho tiempo caminando, andando en bici y, a veces,
jugando golf. Su nieta acaba de cumplir 18 años y está emocionado por verla ir
a la universidad el próximo año.
La única diferencia entre Wilner y los otros
septuagenarios que han migrado al sur para sus años de oro es que él invierte
energía en trabajar pro bono en la causa legal en la que ha estado
activo por dos décadas: cerrar la prisión militar en la bahía de Guantánamo.
Mucho después de que los estadounidenses se olvidaran acerca de su actual
existencia, Wilner sigue trabajando para eliminar lo que llama “el hervor
cancerígeno en la piel de nuestra nación que debe ser removido”. Teme que la
prisión viva más que él. “No sé cuándo voy a morir”, dijo, “pero no quiero
morir con esto todavía aquí”.
Además de trabajar a través de los tribunales, Wilner
opera el sitio web closeguantanamo.org
con Andy Worthington, un periodista de investigación británico de 59 año. “No
puedo recordar de quién fue la idea de la campaña de ‘Close Guantánamo’”, dijo
Worthington. “Entre nosotros pasó de cualquier manera”. El sitio, que comenzó
en el 2012, tiene artículos de los detenidos actuales y pasados, entrevistas y
fotografías, incluye actualizaciones y sugerencias para que los lectores puedan
involucrarse en activismo. Wilner y Worthington continúan a abogar por estos 37
(ahora 36) presos
restantes que siguen en la prisión que cumplirá su deprimente aniversario de 7,500 días de operación en
julio. Participaron en un evento
en línea en el centro de estudios New America de D.C en enero, marcando el
veinteavo aniversario de Guantánamo y envían un boletín una o dos veces al mes.
Pero, para decir la verdad, es más difícil lograr una
audiencia con el público de lo que era antes. “Había una época en 2003, 2004
hasta el 2008, probablemente tuve 15-20 artículos publicados en The [Washington] Post, The [New York] Times, The Wall Street Journal, the Los Angeles Times”, recuerda Wilner. “Ya no puedo lograr que publiquen
nada ahora”. Recientemente, un editor para el Post le dijo a Wilner, de manera franca que el
periódico sufre de “fatiga de Guantánamo”. Podría haber estado hablando de la
mayoría de los medios, que han omitido a la base naval estadounidense de sus
áreas de cobertura preferidas. Existen excepciones importantes, de manera más
notable el The New York Times, en donde la periodista Carol Rosenberg reporta los procedimientos en los
tribunales, acontecimientos del personal de la prisión y cambios de política.
Pero la catástrofe de libertades civiles actuales que es Guantánamo es poco
importante para los editores y productores que toman las decisiones para los
noticieros, televisión y estudios de radio alrededor del país.
Para ser honesto, su apatía refleja el sentimiento del
público estadounidense. Los ciudadanos ponen virtualmente ningún tipo de
presión sobre los oficiales electos para cerrar la prisión y liberar a sus
presos. Aquellos presionando por disculpas oficiales y repatriaciones de
gobiernos federales por sus veinte años de violaciones son cada vez menos.
Incluso cuando la campaña para cerrar Guantánamo fue más popular, nunca
recibió un apoyo mayoritario en los Estados Unidos. Por lo menos fue un
tema de discusión. Ahora el esfuerzo para terminar con el campo “Kafkquesco”
que está a 500 millas al sur de Florida ha quedado en manos de Wilner y
Worthington, dos hombres que jamás quisieron ese trabajo.
Los hombres detenidos en la prisión en 2002 eran llamados
los “peores de los peores”, por el ex secretario de la defensa Donald Rumsfeld.
Pero, de hecho, un memo
desclasificado que Rumsfeld escribió mostró que él sabía que los detenidos
que estaban llenando la prisión de Guantánamo, como lo puso, eran “combatientes
de bajo nivel”. El memo decía que el campo funcionaba como “una prisión para Afganistán”.
En esta prisión, la tortura desenfrenada, con las
identidades y número de individuos mantenidos secretos. Los abogados de la
administración de George W. Bush han declarado que el campo está fuera de la jurisdicción legal de
Estados Unidos ya que está en territorio cubano. Esa fue su racionalización al
insistir que los derechos que disfrutan los presos en territorio estadounidense
— como un juicio justo — no aplican necesariamente en Guantánamo. El
Departamento de Justicia también determinó que los detenidos no
tenían derecho a los derechos contenidos en la Convención de Ginebra, designándolos
“combatientes ilegales”. El equipo de Buch declaró esencialmente que los
hombres bajo su custodia son “no personas”.
Desde entonces, defensores de libertades civiles han
trabajado para oponerse a GTMO, como se le ha llamado. Pero Wilner no estaba
dentro de los críticos originales. Un “Washingtoniano” de mucho tiempo, vio
fotos de hombres en monos naranjas que salpicaron las páginas de periódicos en
enero del 2002 y estaba agradecido de que los terroristas del 11/9 habían sido
atrapados. Pero en marzo de ese año un “cazatalentos”
trabajando para familias kuwaitís preguntó si él los representaría. Sus hijos
estaban desaparecidos y pensaron que Wilner podría ayudar a determinar si
Estados Unidos los tenía detenidos. Las familias insistieron en pagarle, así
que su despacho legal donó las ganancias a una beneficencia del 11/9. También
hicieron un acuerdo — si alguno de los hombres resultaba ser un terrorista,
Wilner dejaría el caso. “No soy un tipo que defiende a cualquiera — no
defendería a Khalid Sheikh Mohammed (líder senior de al-Qaeda). No quiero usar
mis talentos para lograr un acuerdo para alguien que es verdaderamente
culpable”, me dijo en abril, hablando en Zoom desde Florida.
Wilner conoció a las familias en Kuwait, visitó a Amnistía Internacional y “descubrí más información que esta gente podría no ser
la correcta”, como lo planteó después. Descubrió que se ofrecieron recompensas
en países árabes y musulmanes para quien entregara a estos individuos a los
Estados Unidos, incluso si no había evidencia de algo malo. Dicho proceso fue
la receta de abuso. Wilner y su equipo presentaron una demanda exigiendo los
derechos de proceso legal fundamental para sus clientes. El derecho a tener
abogados, a tener la evidencia en su contra escuchada y poder retarla, tener
contacto con su familia, tener una audiencia justa — estos derechos humanos
elementales fueron negados a casi 800 individuos en total que fueron llevados a
GTMO en un momento u otro.
Wilner se obsesionó con el caso, la naturaleza no estadounidense
fundamental de la prisión y de la conformidad del público, si no del apoyo
total. En junio del 2004, la Suprema Corte de Estados Unidos decidió que los
clientes de Wilner tenían derechos de proceso legal
debido. “Pensé que habíamos ganado, todos pensamos que habíamos ganado”,
recuerda. Asumió que todos en GTMO tendrían, finalmente, su audiencia justa,
incluso si significaba que algunos detenidos permanecerían ahí porque eran
terroristas. Pero el gobierno argumentó que los prisioneros no tenían derecho a
protecciones constitucionales porque eran extranjeros fuera de Estados Unidos.
Wilner regresó a los tribunales para argumentar que los derechos
constitucionales no eran necesarios para meritar el proceso legal debido.
Mientras tanto, en el 2006, una demanda exitosa presentada por Associated Press descubrió
miles de páginas de documentos gubernamentales relacionados con GTMO. Andy
Worthington era, en ese momento, un freelancer
en Londres, escribiendo libros acerca de Stonehenge y protestas en los
monumentos antiguos. Su trabajo lo familiarizó con los tribunales y el sistema
judicial. Cuando AP publicó los documentos, Worthington se dio cuenta que
periodistas de un prominente periódico estadounidense los utilizaría para
identificar las identidades de los detenidos. Pero eso no sucedió y se dio
cuenta de que él sabía cómo hacerlo. Se acercó a un editor de izquierdas en el
Reino Unido y pasó los siguientes 14 meses estableciendo quién exactamente era
quién en GTMO. “Pude concluir que nadie, de hecho, fue capturado en el campo de
batalla”, dijo. La mayoría de los detenidos sólo estaban escapando del caos que
era Afganistán a finales del 2001 y a principios del 2002. Algunos eran malos
tipos, pero pocos eran terroristas de alto nivel.
El libro de Worthington, del 2007, The Guantánamo Files, fue el primero
en nombrar todos los nombres. Comenzó a trabajar en un documental acerca de
GTMO y Wilner fue uno de sus entrevistados. Se convirtieron en amigos
velozmente. Ambos se emocionaron cuando Barack Obama ganó las elecciones
presidenciales en el 2008, que vino con el fallo de la Suprema Corte en apoyo
al caso de Wilner de que los detenidos tenían el derecho constitucional de
retar su status en tribunales estadounidenses. “Se había convertido algo
políticamente tóxico al momento del reto Obama-McCain. Estaba de verdad en las
noticias”, recuerda Worthington. Como lo puso Wilner, “Criticar Guantánamo se
convirtió en una cosa chic”. Thomas Friedman del The New York Times llamó a GTMO “la
anti Estatua de la Libertad.”
Wilner dijo que se reunió con los consejeros de Obama y utilizó su oficina en el senado como un lugar de reunión para pensar en
estrategias para presionar al congreso de revertir la legislación hostil a los
detenidos. Obama hizo una campaña audaz para el cierre de la base. Incluso el
nominado presidencial republicano John McCain apoyaba el cierre
de GTMO en su momento, pero perdió ante su rival todavía más anti GTMO.
Bush liberó
a 533 prisioneros durante su mandato y acerca de 240 quedaban cuando Obama tomó
el poder. Dentro de sus primeras acciones
ejecutivas como presidente estuvo la prohibición de la tortura y
ordenó el cierre de GTMO en un lapso de un año. Wilner se animó con sus éxitos
— todos los kuwaitíes fueron liberados, así que tomó otros miembros de GTMO
como clientes. El fin parecía estar cerca. “Pensé que lo habíamos cerrado”,
dijo Wilner.
Pero pasó el primer año de Obama y Guantánamo permaneció abierto. El presidente había planeado mover
detenidos a prisiones máxima seguridad y sostener juicios en tribunales civiles, pero Fox News centrifugó
su máquina de indignación. Pronto, incluso algunos demócratas se resistieron a
las ideas de que los detenidos fueran movidos a las prisiones en sus estados y
el congreso pasó una ley prohibiendo la transferencia de prisioneros al
territorio estadounidense. Dentro del año siguiente, Obama y el fiscal general
Eric Holder velozmente renunciaron al plan.
“Arrastró sus tacones enormemente en ese primer año porque de verdad no quería liberar a nadie”, recuerda Worthington. Obama tenía
una lista de gente que Bush había programado para ser liberada, pero presentó
un nuevo
proceso de revisión de alto nivel y retrasó su liberación. “Él (Obama)
personalmente aprobó el encarcelamiento de 48 hombres sin cargos ni juicio. Fue
él, — no Bush”, dijo Worthington. En el 2012 él y Wilner comenzaron la campaña
“Close Guantánamo” y el sitio web para generar interés mediático y público
vinculado con el décimo aniversario de la prisión”.
Pero en sus primeros seis años, Obama no hizo nada para reducir de manera significativa la población de la prisión. Fue un golpe
aplastante. “No quería expandir el capital político, así que no lo hizo”, dijo
Worthington. Wilner se dio cuenta gradualmente que el presidente no iba a
cumplir su promesa de campaña porque los prisioneros no tenían a votantes
exigiendo el cierre de la prisión — sólo a una pequeña población de activistas
de libertades civiles les importaba y ellos jamás iban a ser una fuerza
política grande.
En los últimos dos años de Obama, liberó
a algunos prisioneros de GTMO pero
no llegó cerrar la prisión en su totalidad. En total liberó 197 detenidos,
dejando 41 encarcelados. La victoria de Donald Trump revertió el escaso
progreso — firmó una orden ejecutiva ordenando que el campo permaneciera
abierto y liberó únicamente a un reo durante toda su presidencia. Obama
comentó después que se arrepintió
de no cerrar Guantánamo en su primer día en el poder. “La política de esto se
puso dura y la gente se asustó por la retórica a su alrededor”, dijo,
admitiendo que “el camino de menos resistencia era dejarla abierta”.
Ese camino sigue siendo atractivo. Durante la contienda presidencial del 2020, GTMO apenas fue un asunto. Pero el presidente
Joe Biden dijo que quiere cerrar
la prisión al final de su presidencia. Habiendo sido repetidamente
decepcionados, sin embargo, a Wilner y Worthington les cuesta trabajo ser
optimistas acerca del nuevo gobierno. Biden ha aprobado la liberación de más de
una docena de detenidos, pero hasta ahora sólo
tres han dejado Cuba desde que reemplazó a Trump. De los 37 (36) todavía
detenidos en la prisión, cinco jamás han sido acusados de algún crimen y no han
sido recomendados para ser liberados. Worthington está motivado por las cartas
firmadas por 75 miembros de la Casa y 24 senadores pidiéndole
a Biden que cierre Guantánamo. Pero no es una prioridad para el equipo de Biden
más de lo que era para el de Obama.
Sin embargo, Worthington y Wilner todavía tienen esperanza. “Con Biden, es nuevamente posible” hablar de cerrar GTMO, dijo Worthington.
Más individuos por lo menos serán liberados. Pero incluso eso requiere presión
significative. “Es como exprimir sangre de una piedra particularmente dura”,
bromeó Worthington. E incluso si cada detenido fuera acusado y/o liberado,
todavía existiría el asunto de pagar reparaciones a cientos de inocentes
individuos que fueron injustamente detenidos en condiciones espantosas por
años. La justicia parece muy lejana. “No estoy del todo convencido en este
momento de que el arco de la historia no esté llevando en otra dirección que
una muy obscura, para ser honesto”, dijo Worthington.
Incluso para el activista más positivo, pasar dos décadas en una campaña impopular para cerrar una abominación brutal de derechos
humanos puede ser difícil. “I do get tired”, admitió Worthington. Wilner se ha
preguntado en algunas ocasiones por qué continúa con sus esfuerzos cuando
podría estar disfrutando Florida sin molestarse en ayudar a gente que la
mayoría del país ignora o detesta. “Esto es horrible, es una gran injusticia”,
dijo Wilner. Su enojo lo incentiva para continuar la campaña para cerrar
Guantánamo, incluso si otros seguidores has seguido adelante. “No puedo dejarlo ir”.
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