Hace trece años, tres hombres
murieron en Guantánamo, víctimas el brutal régimen del desorden que se
encuentra fundamentalmente sin alteraciones hasta el día de hoy
9 de junio de 2019
Andy
Worthington
Traducido del inglés para El
Mundo no Puede Esperar 12 de junio de 2019
Yasser al-Zahrani y Ali al-Salami, dos de los tres
hombres que murieron en Guantánamo en la noche del 9 de junio del 2006, en
circunstancias que siguen siendo profundamente contenciosas. Las autoridades
estadounidenses insisten que se suicidaron, pero algunas otras historias han
cuestionado robustamente esa conclusión. No existe una fotografía pública del
tercer hombre, Mani- al-Utaybi.
En la noche del 9 de junio del 2006, tres prisioneros
en Guantánamo murieron. Sus muertes, descritas intense e impactantemente por el
comandante de la prisión en ese momento, Adm. Harry Harry Jr. como un “acto de
guerra asimétrica hacia nosotros”.
Los tres hombres eran: Yasser al-Zahrani, un saudí que
tenía solo 17 años cuando fue arrestado en Afganistán en diciembre del 2001,
Mani al-Utaybi, también saudí y Ali al-Salami, yemení. Todos eran prominentes
huelguistas de hambre.
Al-Zahrani, hijo de un prominente oficial de gobierno
saudí, fue un sobreviviente de la masacre de Qala-i-Janghi, la cual también
sobrevivió John Walker Lindh, el “talibán americano”, recientemente
liberado después de 17 años encarcelado. Más de 400 luchadores, apoyando a
los talibanes, habían sido informados que, si se rendían, serían liberados,
pero fue una traición. Fueron llevados al fuerte Qala-i-Janghi, dirigido por el
General Rashid Dostum, uno de los líderes de la Alianza del Norte, grupo anti talibán, en donde algunos hombres,
temiendo ser asesinados, comenzaron a levantarse con armas que tenían
escondidas. A lo largo de una semana, los prisioneros fueron bombardeados,
incendiados y finalmente, inundados, para sacarlos del sótano. Cuando
finalmente emergieron, solamente 86 habían sobrevivido.
En Guantánamo, era recordado con cariño por sus
compañeros, pero las autoridades cuentan la historia de cómo era “desobediente
y hostil con los guardias y el staff”. De cualquier manera, era reconocido por
tener información de muy poco valor y su archivo
militar clasificado, datado en marzo del 2006 y publicado por Wikileaks
en el 2011, mencionaba que “Si se puede llegar a un acuerdo satisfactorio que
garantice la detención continua y el acceso al detenido o a la explotación de
información, el detenido podrá ser Transferido Fuera del Control” de las
autoridades de Guantánamo de regreso a Arabia Saudita (que, en realidad,
significaba que sería repatriado y sometido a un programa saudí de
rehabilitación para yihadistas, como muchos de los prisioneros saudís).
Mani al-Utaybi, que tenía alrededor de 30 años cuando murió, había estado
en Paquistán como misionero con Talbighi Jamaat, una organización proselitista,
y no existe evidencia alguna de que estuviera cerca de los campos de batalla en
Afganistán. Fue arrestado en enero del 2002, cerca de la frontera junto con
otros cuatro hombres, todos usando burkas, que parecían haber intentado entrar
a Afganistán en un intento absurdo y frustrado para asistir a la resistencia
contra la ocupación estadounidense.
Descrito
por las autoridades estadounidenses como “beligerante, argumentativo,
acosador y muy agresivo”, tampoco tenía valor alguno desde el punto de vista de
información y en junio del 2005, había sido declarado “libre para ser
transferido a otro país para continuar su detención” (que, como con al-Qahtani,
significaba ser enviado al programa de rehabilitación saudí).
El tercer hombre, Ali al-Salami, de 23 años de edad al momento de
su captura, también fue descrito como “agresivo” en Guantánamo, pero igualmente
declarado como insignificante en términos del valor de inteligencia por las
autoridades estadounidenses, como un “vendedor callejero que vendía ropa” que
“iba a viajar a Pakistán para recibir educación religiosa después de un llamado
de dios”. Como con al-Utaybi, no había ninguna prueba de que estuviera cerca de
los campos de batalla en Afganistán. Había estado estudiando en la Universidad
de Jamea Salafia en Faisalabad, una escuela religiosa madraza, pero su
habitación, supuestamente, estaba conectada con Abu Zubaydah.
Abu Zubaydah,
ell facilitador de Khaldan, un campo independiente de entrenamiento,
arregló las llegadas y salidas de quienes buscaban entrenamiento militar en
Afganistán, pero la CIA erróneamente lo consideró el tercero de Al-Qaeda,
ignorando al FBI, que sabía que no solo no era el número tres, sino que ni
siquiera era un miembro de al-Qaeda. Fue transferido más adelante a un “sitio
obscuro” secreto de la CIA en Tailandia, en donde se convirtió en la primera
víctima del programa de tortura de la CIA post 11/9 y fue sometido al “waterboarding”
83 veces por separado. Fue movido a distintos otros “sitios obscuros” en Europa
del este antes de ser enviado a Guantánamo junto con otros 13 supuestos
detenidos de “alto valor” que también estaban en esos “sitios obscuros” de la
CIA, en septiembre del 2006 en donde ha permanecido incomunicado desde entonces.
El dormitorio, conocido como la casa huésped de Crescent Mill, fue
redado la misma noche en la que fue redada la casa en donde vivía Abu Zubaydah,
cuando al-Salami y otros quince hombres fueron arrestados, pero aun cuando las
autoridades estadounidenses intentaron ligarlos a al-Qaeda, fue un intento
fallido y todos han sido ya liberados, excepto por él, claramente. Para un
devastador análisis, por un juez americano, acerca de la escasez de pruebas por
parte de los Estados Unidos de los detenidos en la casa de huéspedes, lee mis
artículos del 2009 Judge Condemns
‘Mosaic’ Of Guantánamo Intelligence, And Unreliable Witnesses y Guantánamo: A
Prison Built On Lies.
Investigando las muertes
Las autoridades estadounidenses siempre se han apegado
a su recuento de las muertes de estos hombres, aunque otros han cuestionado si
se suicidaron o si fueron, de hecho, asesinados por agentes del gobierno
estadounidense o matados accidentalmente como resultado de una sesión de
tortura que llegó muy lejos.
El disidente más prominente de la línea oficial es el ex Staff Sgt. Joe
Hickman, quien estaba a cargo de la vigilancia de las torres en la noche de las
muertes. El recuento de Hickman acerca de las muertes, que mantuvo secreto
hasta que Barack Obama fue presidente, pensando que podría llevar a la verdad
cuando lo expusiera, fue publicado por primera vez en Harper’s Magazine en un artículo titulado “Los “suicidios” de Guantánamo”, por el abogado y periodista Scott Horton en enero del 2010.
En él, se dijo que Hickman declaró que actividad frenética en respuesta
a las muertes de los hombres fue seguida por un movimiento de vehículos desde y
a la instalación sombría que él y otros se referían como “Camp No”, porque
cuando preguntaban acerca de ésta, recibían como respuesta que no existía. Fue
Hickman quien sugirió que, en la noche de las muertes, los hombres habían sido
o asesinados a propósito o accidentalmente en esta instalación lejos de la base
principal.
De cualquier manera, las esperanzas de que la historia de Hickman
llevara a una investigación honesta e imparcial, fueron precipitadas. El
Departamento de Justicia, que inicialmente expresó interés, descartó la
investigación antes de que el artículo de Harper’s fuera publicado.
Hickman escribió un libro acerca de los supuestos suicidios titulado Murder At Camp Delta
que fue publicado en enero del 2015. Él fue el investigador principal en un reporte del 2013 titulado “Uncovering the
Cover-Ups”, de The Center For Policy and Research de la
Universidad de Derecho de Seton Hall, cuyo director, Mark Denbeaux, fue la
primera llamada de Hickman cuando decidió hacerse público. El reporte, desde el
punto de vista forense, pasó por la documentación publicada después de un reporte
acerca de las muertes por parte de la NCIS (Servicio de Investigación Criminal
Naval) que encontró que la historia tenía deslumbradores faltantes.
Para un artículo detallado de seguimiento de todo lo mencionado
previamente, por favor revisa el “To Live and Die in Gitmo”, publicado en Newsweek para coincidir con la publicación del libro de
Hickman escrito por Alexander Nazaryan.
Como resultado de la negativa de las autoridades de revisar los
supuestos suicidios, los eventos del 9-10 de junio del 2006 continúan siendo
profundamente contenciosos, aunque el “Camp No” se haya convertido en un centro
de atención focalizado, ha sido revelado que existían dos instalaciones fuera del
control del ejército en Guantánamo: Strawberry Fields y Penny Lane,
nombres de dos canciones famosas de los Beatles.
Strawberry
Fields fue un “sitio negro” de la CIA del otoño del 2003 hasta la primavera del 2004, cuando fue movido
porque las autoridades reconocieron que un juez estadounidense estaba por conceder
derechos de habeas corpus a los prisioneros, permitiendo el acceso de
abogados a la prisión, perforando el velo secreto requerido para que la
brutalidad en Guantánamo siguiera pasando desapercibida.
Penny Lane
era el lugar en donde se arreglaban los agentes dobles de la población
de la prisión o, como lo describió Alexander Nazaryan, “el objetivo era
convertir a los detenidos en aliados de la CIA que pudieran infiltrarse en las
redes yihadistas”. Añadió que “aparentemente fue cerrado por cuatro meses
después de que los hombres murieran”.
De acuerdo con la valoración de Joe Hickman, fue en esta instalación en
la que, en la noche de las muertes de estos hombres, fueron sometidos a una
sesión de tortura que involucraba lo que se ha venido a conocer como “dry
boarding”, que consiste en meterles trapos en la garganta. Eso ciertamente
explicaría lo que sigue siendo uno de los grandes tropiezos en el
reconocimiento de la historia de las autoridades estadounidenses acerca de las
muertes: cómo, parafraseando a Alexander Nazaryan, lograron los tres hombres
meterse trapos en sus propias gargantas, amarrarse los pies, las manos, crear
un lazo, subirse al lavabo de la celda, amarrarse el lazo en el cuello y
brincar con la suficiente fuerza para morir de estrangulación auto infringida,
todo esto escondiéndose de los guardias, quienes, supuestamente vigilaban
persistentemente las celdas.
En los años desde que Joe Hickman surgiera con su historia, ésta y la
del artículo de Scott Horton en Harper’s, han sido criticadas por algunos comentadores y, en general, descartadas por los
representantes del gobierno estadounidense. Sin embargo, releyendo el artículo
de Alexander Nazaryan, me sorprendió el siguiente párrafo: “una fuente muy bien
posicionada en el Departamento de Defensa, que trabaja con los asuntos de los
detenidos, y quien pidió quedar en el anonimato porque no tiene permitido
hablar con la prensa sin autorización previa, me escribió en un correo
electrónico: “después de revisar la información en relación a las tres muertes
de Camp Delta el 9 de junio del 2006, es dolorosamente evidente que el
personal involucrado creó una ilusión de una investigación. Cuando tomas en
cuenta los documentos que no están, la falta de entrevistas claves y la
evidencia cuestionable que se encontró en los cuerpos, es descaradamente
evidente que hubo algo que sucedió esa noche que no está documentado”.
La dañada conclusión
A 13 años de las muertes, mientras realizo mi esfuerzo anual por no
dejar que sean olvidadas, el aspecto depresivo que me golpea más de este
episodio triste sin resolver de la larga historia depresiva de Guantánamo es
cómo tres hombres, ninguno con algún tipo de valor en cuanto a información,
murieron en Guantánamo, sea por accidente o por diseño, no por lo que hayan
hecho antes de su captura, sino porque habían respondido con resistencia a la
pésima manera con la que se les trataba después de su captura.
Piensa en eso: tres hombres mueren en Guantánamo, no por lo que hicieron
antes, sino porque, en la brutalidad sin motivos de la existencia diaria y sin
espíritu de Guantánamo, se habían suicidado en la desesperanza de lo lejos que
habían terminado de cualquier noción de justicia o, peor, porque al resistirse
a la injusticia sin fin, habían hecho enojar a las autoridades de tal manera
que fueron asesinados.
Recuerda, también, que 40 hombres siguen detenidos en
Guantánamo y que, aunque algunos siguen siendo considerados importantes
sospechosos de terrorismo, otros siguen detenidos porque ellos también, al
igual que los hombres que murieron el 9 de junio del 2006, se negaron a aceptar
de manera pasiva la injusticia de Guantánamo, llevando a cabo huelgas de hambre
e inconformes, aunque ellos tampoco eran algo más que, a lo mucho, soldados
insignificantes de una guerra ya olvidada, sin valor en cuanto a información y
sin tener razón alguna para su continua detención, aparentemente por el resto
de sus vidas, sin cargos ni juicio.
Nota: oficialmente, son nueve las
muertes en Guantánamo desde que la prisión abrió el 11 de enero del 2002 y
algunas de esas otras muertes, también de huelguistas de hambre, son
sospechosas. Para más información, por favor ve los links en mi
artículo acerca de las muertes del pasado junio y un
informe detallado de este año acerca de Haji Naseem, quien murió en el
2011, escrito por Jeffrey Kaye, un reportero investigativo y psicólogo jubilado
que ha sido extraordinariamente tenaz en su búsqueda de la verdad acerca de
varias muertes en Guantánamo.
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