Revolución #99,
26 de agosto de 2007
Katrina: Dos años después
A dos años del huracán Katrina, gran parte de Nueva Orleáns sigue siendo un
terreno baldío.
En la zona conocida como el Lower 9th Ward, un barrio negro pobre, solo el
20% de los vecinos han regresado a sus hogares y, por lo general, la comunidad
sigue en ruinas. La alcaldía tiene planeado demoler buena parte de la comunidad,
a pesar de que un estudio reciente realizado por una universidad señala que los
cimientos y las paredes del 80% de los edificios son sólidos.
En agosto del 2005, la población de Nueva Orleáns era más de 450,000
habitantes. Hoy solo tiene 250,000.
En la costa del golfo de México, decenas de miles de familias siguen vivendo
en tráilers de 240 pies cuadrados (la mayoría con por lo menos tres adultos).
Según la agencia noticiosa AP, 45,000 familias viven en tráilers en Louisiana,
20,000 en Mississippi, 17,000 en Texas y 400 en Alabama.
Por lo general, los tráilers están en zonas remotas lejos de los servicios
que necesitan y de muchos de los trabajos que podrían pagarles lo que necesitan
para regresar a Nueva Orleáns. Por ejemplo, el parque de tráilers Sugar Hill
está en medio de un cañaveral cerca de Convent, entre Nueva Orleáns y Baton
Rouge, y 20 millas del mercado más cercano. Hay un solo camión que sale a las
9:00 a.m. y regresa a las 4:00 p.m.
Con frecuencia, los habitantes de las comunidades cercanas tienen desdén por
la gente que vive en estos tráilers, y las alcaldías aprueban reglamentos de
vivienda que solo permiten estacionar los tráilers en zonas remotas o los
prohíben por completo. Además, a veces deciden darles apenas unas horas para
mudarse. Además, hay un ambiente hostil para hacerles saber a los pobres y
negros que no son bienvenidos. En un suburbio de Nueva Orleáns, un sheriff le
dijo a la prensa que iba a proteger a su jurisdicción de los “hampones” y
“basura” de los multifamiliares de la ciudad. Dijo que quienquiera que tenga
estilo de cabello “dreadlocks o chewee” podría esperar que lo detengan las
autoridades.
Tráilers tóxicos
Hace poco, en testimonio ante el Congreso, se descubrió que buena cantidad de
los tráilers aportados por FEMA tienen altos niveles de formaldehído. Los
habitantes se han quejado de que con frecuencia los químicos causan hemorragia
nasal, dificultades respiratorias y misteriosos tumores orales y nasales. Cuando
FEMA empezó a recibir las quejas sobre los tráilers, no hizo nada. Después de
varios meses, en marzo del 2006, examinó varios tráilers y determinó que el
nivel de contaminación de formaldehído era 75 veces mayor de lo que el gobierno
recomienda en sitios de trabajo. A pesar de eso, FEMA anunció: “Tenemos plena
confianza de que no hay riesgos”.
Mary C. DeVany, una ingeniera de seguridad y salud y asesora al Sierra Club,
dijo en testimonio que la “mala aplicación y la presentación de manera sesgada
de los resultados científicos por FEMA es, en el mejor de los casos, poco ético
y tergiversa y busca minimizar los efectos perjudiciales que viven miles de
residentes de los tráilers”. El Sierra Club informó que encontró niveles
peligrosos de formaldehído en 30 de los 32 tráilers que examinó en la costa el
Golfo.
La destrucción de la vivienda pública
Antes del huracán Katrina, unas 5,000 familias, casi todas afroamericanas,
vivían en las viviendas públicas de Nueva Orleáns. Unas 2,000 viviendas eran
inservibles o desocupadas. Había 8,250 personas en la lista de espera. Dos años
después, la mayor parte de las viviendas están cerradas y cercadas por alambre
de púas. Según las estadísticas del Departamento de Vivienda y Desarrollo
Urbano, 1,400 unidades están ocupadas. El plan es demoler los multifamiliares y
reemplazarlos con “construcciones para habitantes de ingresos mixtos”. Eso
quiere decir que no volverán a reconstruir las viviendas para los pobres en la
cantidad que necesitan o que existían antes de Katrina.
Están cambiando la demografía de Nueva Orleáns sistemáticamente y a la
fuerza. Antes del huracán, la ciudad era aproximadamente el 67% negro y el 28%
blanco, según las estadísticas del censo. Un estudio más reciente del Louisiana
Recovery Authority calcula que todavía tiene menos de la mitad de la población
de antes del huracán, y que el 47% son negros y el 43% blancos.
El sistema para inundaciones
Según un artículo del New York Times, después de dos años y después
de gastar más de mil millones de dólares para reconstruir el sistema de
protección de huracanes, si azotara la ciudad una de las inundaciones que se
presentan "cada 100 años”, en el barrio Gentilly es probable que el nivel de
agua se reduzca por solo 6 pulgadas. En cambio, en el barrio más acomodado de
Lakeview, han reducido el nivel de agua de una inundación por casi 5 pies y
medio.
El sistema para inundaciones provee menos protección de lo que Nueva Orleáns
necesita, y los diques y portones que el gobierno calificó de “un sistema solo
en nombre” sigue igual.
Servicios de salud inadecuados
Solo uno de los siete hospitales generales funciona al nivel de antes de
Katrina; dos están abiertos parte del tiempo y cuatro siguen cerrados. La
cantidad de camas en los hospitales ha bajado dos tercios. El hospital Charity,
a cargo de casi todos los servicios médicos para lo pobres, sigue cerrado y no
hay planes para volver a abrirlo.
Hay 16,800 menos empleos médicos que antes del huracán Katrina, una reducción
del 27%. Más de 4,486 médicos han perdido el trabajo en los tres distritos de
Nueva Orleáns, lo que ha creado una escasez que sigue siendo un problema para
muchos hospitales.
Donald Smithburg, el director ejecutivo de la División de Servicios de Salud
de la Universidad Estatal de Louisiana, dijo: “Si no tiene seguro y se fractura
un hueso y requiere cirugía, podría esperar meses y meses. Hay muy pocos
ortopedistas y menos que atiendan a los que no tienen seguro médico”.
Sistema educacional de dos niveles
Antes del huracán Katrina, Nueva Orleáns tenía 128 escuelas públicas, 4,000
maestros y 60,000 estudiantes. Un año después, solo cuatro escuelas estaban en
manos de la junta escolar local. Hoy, el 70% de las escuelas están en manos
privadas, lo que llaman “charter schools”.
A las escuelas públicas que tenían las mejores calificaciones y estaban menos
dañadas se las entregaron a compañías privadas para convertirlas en “charter
schools”, a las que asisten los estudiantes con las mejores calificaciones y
padres que pueden pagar. Los estudiantes con las calificaciones promedias, que
tienen impedimentos de aprendizaje o que son de familias con solo un padre,
tendrán que ir a escuelas públicas en decaimiento.
En la prepa John McDonough, que construyeron para reemplazar a cinco prepas
públicas, todavía hoy, meses después de que la inauguraron, hay escasez de
maestros, libros y materiales. Tiene 39 guardias de seguridad y tres policías,
pero solo 27 maestros.
Restauración del turismo
El gobierno invirtió millones de dólares para restaurar ciertas
propiedades.
FEMA contribuyó $116 millones para restaurar el estadio Superdome, $60
millones para el Centro de Convenciones y $37 millones para un muelle para
lanchas de lujo.
Hace unos meses, J. Stephen Perry, presidente de la agencia de turismo, dijo:
"Es casi una historia de dos ciudades. Hay unos barrios en la periferia
construidos después de la II Guerra Mundial que sufrieron daños increíbles. Pero
el centro de la ciudad donde vienen los turistas —el French Quarter, el Garden
District y el Arts District— sigue intacto y de hecho parece mejor que antes de
la tormenta”.
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