El famoso escritor John Grisham
reclama la libertad de los presos sin causa de Guantánamo
Silvia Arana
Rebelión
12 de agosto de 2013
El escritor y activista estadounidense John Grisham publicó un desgarrador artículo en The New York Times sobre
la situación de los detenidos en Guantánamo.
John Grisham según datos de Publishers Weekly [1], es el autor que más
novelas vendió durante la década de 1990 en EE.UU. Entre los libros de ficción
legal figuran: Tiempo de matar, El informe Pelícano, El cliente, Causa Justa; varios de los cuales fueron
adaptados al cine. El proyecto Williamson, es una novela basada en una historia real, un hombre acusado de
un crimen que no cometió.
El interés del autor por la injusticia en el sistema judicial de EE.UU. trasciende la
literatura. Grisham es miembro del Consejo Directivo del Proyecto Inocencia,
cuyo objetivo es conseguir la libertad -mediante la prueba de ADN- de personas
injustamente acusadas. El Proyecto Inocencia sostiene que las convicciones
equivocadas no son errores aislados sino que son el producto de un sistema con
fallas. Por ello, otro de los objetivos del Proyecto Inocencia es la reforma
del sistema judicial para prevenir injusticias[2].
El activismo de Grisham en defensa de los encarcelados injustamente por el sistema judicial de
EE.UU. se ha extendido a los presos extranjeros confinados en Guantánamo. En la
nota dice que hace dos meses se enteró de que algunos de sus libros habían sido
pedidos por los presos a sus abogados, y que cuando estos se los llevaron,
fueron prohibidos por las autoridades de la prisión de Guantánamo. Sintió
curiosidad por saber quiénes eran esos presos que querían leer sus libros, y se
interesó, en particular por uno de ellos, Nabil Hadjarab. Supo que Nabil nació
en Argelia pero se crió en Francia, que su primer idioma es el francés, y que
también habla árabe e inglés. Nabil vivía en Lyon. Viajó a Kabul, Afganistán,
donde residía en una pensión de argelinos cuando ocurrió la invasión
estadounidense -posterior a los ataques del 11 de septiembre de 2001. Dice:
Ante rumores de que las fuerzas invasoras de EE.UU. hacían redadas y asesinaban a cualquier
extranjero árabe que encontraran, Nabil como tantos otros, intentó huir hacia
Pakistán. Dice que fue herido por un ataque aéreo, y que despertó en un
hospital. En ese momento, EE.UU. ofrecía recompensas por la entrega de árabes
extranjeros. Nabil fue vendido por cinco mil dólares. Lo llevaron a una prisión
subterránea en Kabul, donde fue sometido a sesiones de tortura por primera vez.
Luego fue llevado a la recién inaugurada prisión improvisada por EE.UU. en la
Base Aérea de Bagram, Afganistán. En esa época, enero de 2002, los prisioneros
no estaban en celdas sino en jaulas de alambre de púa. [...] Nabil fue golpeado
por soldados estadounidenses. Algunos prisioneros murieron por los golpes.
Después de Bagram, Nabil fue transferido a una prisión en Kandahar, donde los
abusos continuaron.
Durante el tiempo en prisión en Afganistán, Nabil negó enérgicamente toda conexión con Al Qaeda,
Talibán o cualquier otra organización que tuviera el más mínimo vínculo con los
ataques del 11 de septiembre de 2001. EE.UU. no tenía ninguna prueba, fuera de
denuncias extraídas mediante tortura en las cámaras de tormento de Kabul.
Varios investigadores llegaron a la conclusión de que era un caso de
identificación errónea. Sin embargo, Nabil fue enviado a Guantánamo, con grilletes,
esposado y encapuchado el 15 de febrero de 2002.
Desde entonces, ha sido sometido a todos los horrores del manual de Guantánamo: privación de sueño
y de estímulos sensoriales, temperaturas extremas, aislamiento prolongado,
falta de luz solar, casi sin recreación y con atención médica limitada. En 11
años no se le permitió la visita de ningún familiar. [...] Su abogado cree que
nunca fue sometido al submarino (waterboarding) porque no posee ninguna
información que pueda ser extraída mediante tortura.
El gobierno de
EE.UU. dice otra cosa. Los fiscales militares dicen que estaba en una
residencia conectada a Al Qaeda, y que estaba vinculado con terroristas. Sin
embargo, Nabil no fue acusado de ningún delito. En efecto, en dos ocasiones, se
recomendó que fuera liberado. En 2007, un comité nombrado por el presidente
George W. Bush recomendó que fuera liberado. No sucedió. En 2009, otro comité
nombrado por Obama hizo la misma recomendación. Tampoco sucedió[3].
De hecho, Nabil no
es la excepción, todo lo contrario, más de la mitad de los prisioneros de
Guantánamo han sido clasificados como aptos para ser liberados y sin embargo,
continúan encarcelados por el mismo gobierno cuyos comités de evaluación
recomendaron la liberación. Ese fue el caso específico de Shaker Aamer,
ciudadano británico sobre el cual no pesa ningún cargo. Dos comités diferentes
-uno durante el gobierno de Bush y otro del gobierno de Obama- recomendaron su
liberación. El gobierno británico ha declarado que permitirá su ingreso en su
país y sin embargo, Aamer continúa agonizando en Guantánamo por voluntad
expresa del gobierno de Obama. En respuesta a esta situación desesperante,
cientos de presos iniciaron una huelga de hambre de largo plazo. Más de cien
detenidos continúan la huelga de hambre después de 6 meses. Al menos 45 de
ellos son brutalmente alimentados a la fuerza con tubos dos veces por día. El
procedimiento es de una violencia marcada, incluso para un sitio inhumano como
Guantánamo. El detenido es atado a una silla, mientras que se le introduce un
tubo por la nariz, hacia la garganta y el esófago, hasta que el alimento llega
al estómago puede tomar horas -todo ese tiempo la persona permanece fuertemente
amarrada a la silla. Esta práctica ha sido catalogada como tortura por la
Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas, y prohibida por la Asociación
Médica Mundial[4].
Sobre el caso de Nabil, dice Grisham:
Deprimido y desesperado, Nabil se unió a la huelga de hambre en febrero. Esta no fue la
primera huelga de hambre en Guantánamo, pero fue la que más llamó la atención.
A medida que la huelga ganó momentum, y a medida que Nabil y sus compañeros de
cárcel estaban más y más enfermos, el gobierno de Obama se halló arrinconado.
El presidente fue duramente criticado por el incumplimiento de sus alardes de
campaña prometiendo que iba a cerrar Guantánamo. De pronto, afrontaba el lúgubre prospecto de que los presos cayeran
muertos de hambre ante la mirada del mundo. En lugar de liberar a Nabil y otros
prisioneros que habían sido clasificados como personas que no representan una
amenaza para EE.UU., el gobierno decidió alimentar a la fuerza a los
huelguistas para que no murieran.
Nabil no ha sido el único "error" en la guerra contra el terrorismo. Cientos de árabes
están encerrados en Guantánamo, aplastados por el sistema, nunca se les
presentan cargos hasta que en algún punto son transferidos a sus países de
origen (de manera secreta). No se presentan disculpas, ni comunicados oficiales
reconociendo que fueron detenidos erróneamente, ni se les da ninguna
compensación. EE.UU. cometió errores graves pero nadie lo admite...
A pesar de sus promesas electorales Obama no ha dado un paso para cerrar Guantánamo. El abuso
diario de los prisioneros continúa, incluso acrecentado con el objetivo de
romper la huelga de hambre. ¿Hasta cuándo será tolerada la tortura cometida en
nombre de la seguridad nacional de EE.UU.?
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