Estas son las desgarradoras memorias de un torturador
Un relato sobre cómo el hombre se convirtió en bestia en Abu Ghraib, contado en
primera persona
Margaryta Yakovenko
PlayGround
8 de abril de 2016
Abu Ghaib
Imágenes de Billie Grace Lynn
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"Yo fui un interrogador en Abu Ghraib. Yo torturé".
Con estas palabras, Eric Fair describe su trabajo en Irak en un artículo publicado en The New York Times.
Fair fue enviado en 2004 a la cárcel de Abu Ghraib como interrogador civil. Ese
mismo año, las infames fotografías de las torturas de los prisioneros de esa
cárcel salían a la luz.
Una pirámide de hombres desnudos, un hombre con la cabeza
tapada de pie en posición de crucifixión, un hombre cubierto de excrementos de perro...
Todo eso se convirtió en una oscura parte de la Historia de Estados Unidos. Todo eso
es ahora la recurrente pesadilla de Eric Fair.
Fair denunció varias veces lo que presenció en Irak en medios estadounidenses pero ahora ha decidido contar toda la historia en un libro que ha titulado Consecuencia.
"A pesar de mis esfuerzos, no puedo ignorar los errores que he cometido en los
interrogatorios de Fallujah. Fallé al no desobedecer una orden sin mérito,
fallé en no proteger a un prisionero bajo mi custodia, fallé en no cumplir con
las normas de decencia humana", escribe Fair en un artículo de The Washington Post.
"En cambio, intimidé. degradé y humillé a un hombre
que no podía defenderse a sí mismo. Puse en compromiso mis valores. Nunca me
perdonaré a mí mismo".
Fair creció en una comunidad fuertemente presbiteriana que valoraba la fe por encima
de todas las cosas. En 1995 se alistó en el ejército, en un programa
lingüístico. Se convirtió en experto de la lingüística árabe.
En 2002 le diagnosticaron problemas cardíacos; ya no podía continuar su carrera militar.
Cuando comenzó la guerra de Irak del 2003, Fair se alistó en el CACI, una agencia de
información estadounidense para la que no se requerían exámenes médicos.
Fue enviado a Irak, a la cárcel de Abu Ghraib. Su trabajo
consistía en interrogar a los prisioneros, de los que por cierto, se disponía
de muy poca información.
Algunos eran culpables, otros no. Todos estaban encarcelados en condiciones
intolerables. Todos sufrieron vejaciones.
La Cruz Roja estimó que entre un 70% y un 90% de los encarcelados habían sido detenidos por error.
"He visto cómo los detenidos fueron obligados a permanecer desnudos toda la noche,
temblando en sus celdas frías, pidiéndonos ayuda. Otros sufrieron largos
períodos de aislamiento en habitaciones pintadas enteras de negro. La falta de
sueño y comida era muy común junto a los abusos físicos, las patadas y los
golpes", relata Fair en Consecuencia.
En el 2007, el interrogador no lo soportó más. Lo confesó
todo a un abogado del Departamento de Justicia y a dos agentes del Comando de
Investigación Criminal del Ejército.
Proporcionó imágenes, cartas, nombres, cuentas de primera mano, los lugares y las técnicas usadas.
No fue procesado.
"Torturamos a la gente de la manera correcta",
relata en su libro. "Seguimos los procedimientos adecuados y las técnicas
aprobadas".
El informe publicado por el Comité de Inteligencia del Senado en diciembre de 2014
dio a conocer que la CIA no rendía cuentas ante los organismos de EEUU y
proporcionó información falsa y engañosa al Congreso y a la Casa Blanca.
El informe indicó que al menos 26 personas fueron detenidas injustamente y sin
cumplir las normas del gobierno para la detención.
Fair no participó en las detenciones, su trabajo
consistía en interrogar. Para ello usó, al igual que todos los demás
trabajadores, técnicas agresivas que incluían dejar sin sueño una semana a los
detenidos, aislarlos, manipular sus comidas u obligarlos a permanecer en
posiciones dolorosas durante horas.
Ahora la culpa le corroe.
Actualmente, Fair imparte clases de escritura en la Universidad de Lehigh pero no consigue
olvidar lo que pasó en Irak.
Él, que ahora corrige textos de sus alumnos, él torturó.
Cada noche tiene pesadillas en las que hay charcos de sangre que tiemblan, rostros
sin nombre que le piden clemencia.
Su matrimonio se desmorona. Sus problemas con la bebida pueden acabar con su
corazón más pronto que tarde.
Constantemente escucha sonidos en su cabeza que le
suplican, que lloran, que gritan. Oye como la cabeza de uno de los detenidos
choca contra la pared, como sus huesos se quiebran y crujen. Oye los sonidos de la muerte.
Escribir su libro le ha ayudado a sacar esa confesión agonizante de la crueldad que
anidaba en su corazón. A exponer uno de los episodios más oscuros de la guerra
de George Bush.
Para Fair, este episodio no debe quedar olvidado, debe ser parte de la Historia
turbia de los EEUU, debe estar presente cada vez que se quiera iniciar una
guerra por "los valores de la democracia".
Su libro es en el fondo un relato valiente que cuestiona
a todo un país, que cuestiona a todos los seres humanos.
Sin embargo, él seguirá viviendo con estas visiones para
siempre. Con los sonidos agónicos. "Así es como debería ser",
confiesa el hombre que torturó.
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