NO TENGO PERDÓN POR ABU GHRAIB
Eric Fair
New
York Times
13 de diciembre de 2014
Pasé este semestre enseñando escritura creativa en la Universidad de Lehigh. He sido
soldado, oficial de policía, e interrogador. Así que oír a los estudiantes
llamarme “Profesor” y asignar tareas fue un cambio de rutina significativo.
Pero el nombre del curso, Escribiendo Guerra, no permitió que me alejara mucho de
los recuerdos que me acosan desde hace diez años. Estoy agradecido con Lehigh
por la oportunidad de dictar el curso. La voluntad que tuvo la universidad de
ubicar a un veterano de guerra en el aula de clase es precisamente lo que este
país tiene que hacer para procesar de manera colectiva lo que han forjado los últimos
13 años de guerra.
Pero yo no soy profesor universitario. Fui interrogador en Abu Ghraib. Torturé.
Abu Ghraib domina cada minuto de cada día para mí. A principios del 2004, obreros
dentro de Abu Ghraib se afanaban por cubrir los murales de Saddam Hussein
con una capa de pintura amarillosa. Accidentalmente me
recosté contra una de esas paredes. Aún me pongo aquella chaqueta con la mancha
descolorida. Aún huelo la pintura. Aún oigo los ruidos. Aún veo a los hombres a
quienes llamábamos detenidos.
Mis estudiantes de Lehigh leyeron “Las cosas que cargaron”, por Tim O’Brien.
En clase hablé sobre los objetos que los soldados americanos cargaban en
Irak. Yo llevé a clase una caja de puros llena de los objetos que compré a
vendedores iraquíes en el aeropuerto internacional de Bagdad. Llevé la chaqueta negra.
Cuando pedí a los a estudiantes que compartieran sus recuerdos de aquel día en 2004
cuando se revelaron las fotos que mostraban el abuso a los detenidos, me
miraron como cuando estudiantes piensan que deberían saber algo y les da vergüenza
admitir que no lo saben. La mayoría evitó mirarme a los ojos, algunos hicieron
gestos evasivos, otros optaron por la honestidad.
Fue mi primer encuentro con una generación que no considera que la revelación de las
fotos de Abu Ghraib fue un momento crítico en sus vidas. No los culpo. Estaban
en primaria en ese tiempo. Es algo para los libros de historia. Es algo que
discuten sus padres.
Mientras miraba sus caras inexpresivas, me di cuenta de que era posible sentir una
poderosa sensación de alivio. Abu Ghraib se desvanecerá. Mis transgresiones serán
olvidadas. Pero solo si lo permito.
He publicado artículos en periódicos detallando el trato abusivo contra los
detenidos iraquíes. He concedido entrevistas a medios de radio y televisión. He
hablado con grupos de Amnistía Internacional, y he confesado todo ante un
abogado del Departamento de Justicia y dos agentes del Comando Criminal
Investigativo del Ejército. He dicho todo lo que hay por decir. No es difícil
imaginar que lo mejor es dejarlo todo atrás.
Me postré ante la clase ese día tentado a permitir que la apatía suavizara las
dolorosas verdades de la historia. Ya no tenía que asumir el papel de exinterrogador
de Abu Ghraib. Era profesor en la Universidad de Lehigh. Podía corregir
escritos y decir cosas inteligentes en clase. Mi hijo podía tomar el bus para
ir al colegio y hablar con sus amigos sobre el trabajo de su padre. Yo era
alguien de quien podría enorgullecerse.
Pero no lo soy. Fui interrogador en Abu Ghraib. Torturé.
Eventualmente motivé a los estudiantes para que buscaran las fotos de Abu Ghraib y
escribieran ensayos creativos para grabar sus reacciones. Pasamos tiempo
discutiendo los abusos que sucedieron e incluso expuse algunos de mis propios
escritos. Aún me llamaban “Profesor”, pero sospecho que ya no me ven como tal.
Hoy el Senado reveló su informe de tortura. El contenido sorprendió a muchas personas:
informes de submarino o “waterboarding” mucho más frecuentes de lo que había
sido reportado previamente, privación de sueño hasta por una semana, un
procedimiento horrible y humillante llamado “rehidratación rectal”. No me
sorprende. Les aseguro que hay más; mucho permanece censurado.
En algún aula universitaria del futuro, un profesor le pedirá a sus estudiantes que lean
sobre las cosas que este país hizo en la primera parte del siglo XXI. Asignará
porciones del informe de tortura del Senado. Habrá miradas inexpresivas y
bostezos apáticos. Habrá ensayos y escritos asignados. Los estudiantes llegarán
a conocer que este país no siempre es motivo de orgullo.
* Veterano de la Armada, fue interrogador en Irak en 2004.
Fuente: http://www.elcolombiano.com/no-tengo-perdon-por-abu-ghraib-EH889341
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