La moral del derecho al aborto... y la
inmoralidad de los que lo atacan
Revolución #223 23 de enero
de 2011
El 22 de enero se cumple el 38 aniversario del histórico fallo de la Suprema
Corte de 1973, Roe v. Wade, que despenalizó el aborto en todo el país.
Antes de Roe v. Wade, cada año en este país miles de mujeres resultaron
lesionadas o muertas debido a abortos ilegales y peligrosos. Un sinnúmero de
mujeres más fueron obligadas a dar a luz hijos que no querían. Con la
despenalización del aborto, por primera vez la mujer podía decidir si quería
tener hijos y cuándo. Ello era y es un elemento central de la emancipación de la
mujer.
No obstante, inmediatamente después y de manera escalonada durante décadas,
ese derecho ha estado bajo un implacable asedio. Nuevas leyes han restringido el
acceso al aborto tardío para las mujeres jóvenes y han sometido a las mujeres
que piden abortos a peroratas sesgadas y no científicas. Casi están prohibidas
en la cultura las presentaciones positivas del aborto. En el frente político, no
es aceptable en el discurso común defender sin arrepentimientos el derecho de la
mujer a decidir si tener un hijo o no.
Fuerzas de la clase dominante han dado un apoyo fuerte a los fascistas
cristianos y los han azuzado en nombre de los “valores de la familia” para
perseguir y hostigar a las mujeres que pedían abortos. Estos fascistas
cristianos han ido al extremo de bombardear clínicas y hasta asesinar a médicos,
por ejemplo, el asesinato del 31 de mayo de 2009 del Dr. George Tiller, uno de
los poquísimos médicos en el país que practican abortos tardíos.
Las fuerzas antiaborto han fomentado la vergüenza e ignorancia de la
“abstinencia exclusivamente” en las escuelas públicas y en toda la sociedad.
Mientras tanto, el mensaje de Barack Obama de “terminar el tendencioso debate
sobre el aborto” representa un llamado a conciliar dos posiciones
irreconciliables, que solo puede llevar a claudicar y ceder más terreno a los
ataques de los fascistas cristianos contra el aborto. No existe ninguna manera
de conciliar el derecho fundamental de la mujer al aborto con los ataques en el
realidad representan quitar este derecho, especialmente en el caso de que estos
ataques tienen por objeto eliminar de plano este derecho.
La combinación de todos esos factores ha generado un ambiente de ignorancia,
confusión y desorientación general sobre la cuestión básica del bien y el mal en
consideración.
Lo siguiente, retomado y actualizado de un artículo que salió originalmente
en Revolución en 2006, habla de esos temas de la moral del aborto y de
la inmoralidad de oponérsele.
¿Es la imposición de la dominación masculina algo
“moral”?
Las fuerzas que impulsan el embate contra el derecho al aborto en su
abrumadora mayoría también se oponen al control de la natalidad. Un
examen del porqué de esta situación arroja mucha luz sobre la agenda esencial
del llamado movimiento “pro vida”. Ninguna organización “pro vida” apoya el
control de la natalidad. La mayor organización educativa “pro vida” (American
Life League, ALL) dice en la declaración de su misión: “Los métodos artificiales
de control de la natalidad no son morales y exhortamos a cada individuo a tener
fe en Dios, a someterse a Su voluntad y a aceptar a los niños”.
La “Enciclopedia de militantes pro vida” justifica así la campaña para
prohibir los anticonceptivos:
“Los anticonceptivos no se pueden separar del aborto. De hecho, los que
participan en debates sobre el aborto inevitablemente tendrán que debatir el
tema de los anticonceptivos una y otra vez, especialmente en la época post Roe
de activismo pro vida… ¿Cómo llevan los anticonceptivos al aborto? Simplemente
son casi indistinguibles en el sentido psicológico, físico y jurídico…
los individuos que utilizan anticonceptivos artificiales dan el paso crítico de
separar las relaciones sexuales de la procreación. Los anticonceptivos, y no
el aborto, son el primer paso hacia la perdición”1.
Prohibir el control de la natalidad ha sido el blanco de los fascistas
cristianos. Ya han aprobado leyes en Dakota del Sur, Arkansas y Misisipí que
permiten que los farmacéuticos se nieguen a llenar recetas de anticonceptivos
por razones morales y religiosas. Acabar con los anticonceptivos es un nuevo
requisito para los que quieren postularse a puestos políticos con el apoyo de
los fascistas cristianos. En estados como Kentucky, los candidatos que buscan la
aprobación del movimiento “pro vida” ahora tienen que oponerse a los métodos de
control de la natalidad (y no solo a la píldora del día siguiente)2.
Se trata de una doctrina religiosa reaccionaria al servicio de una moral que
quiere arrastrar a la sociedad hacia el pasado. En 2002, Bill Napoli, un
legislador estatal de Dakota del Sur que hablaba a favor de la prohibición del
aborto en ese estado, lo explicó así: “De niño aquí en el Oeste, si un joven
dejaba embarazada a una muchacha, los dos se casaban y todo el pueblo iba al
matrimonio. Es decir, querían que el niño creciera en un hogar con padre y
madre. Y resulta que yo creo que eso puede ocurrir otra vez… No creo que nos
hayamos apartado tanto de esto que sea imposible regresar”3.
En el “mundo ideal” de Napoli, a los jóvenes los obligan a casarse
a la fuerza y la joven tiene que tener el hijo, quiéralo o no. Se
reafirma y refuerza el orden tradicional, donde el papel de la mujer es
someterse al esposo, procrear y ser la madre de los hijos de él, la norma es que
ella es de la propiedad de él y que viva bajo su control. Eso quiere decir
volver a una moral que impide que la mujer se desempeñe de lleno en la sociedad,
que contribuya a la sociedad lo que pueda, que tenga una vida plena como ser
humano productivo en todas las esferas independiente del hombre. Esa es la moral
tradicional bíblica que dice: “Las mujeres estén sujetas a sus maridos como al
Señor; pues el marido es cabeza de la mujer, como Cristo es cabeza de la
Iglesia” (Pablo, Carta a los Efesios 5:22-23). Esa gente quiere regresar a una
sociedad donde ESA norma determina las leyes. Eso sería un horror para la mujer
y terrible para toda la sociedad.
La disponibilidad generalizada de los métodos de control de la natalidad y
del aborto ha minado la doctrina religiosa y la moral tradicional que han
subordinado a la mujer por siglos. Aunque las relaciones sociales subyacentes
del capitalismo siguen oprimiendo a la mujer, el control de la natalidad y el
aborto le permitieron participar mucho más plenamente en todas las esferas
sociales. Es algo que después de casi 40 años damos por sentado, pero en
realidad es una idea relativamente nueva y frágil en la historia de la sociedad
humana. ¡Y ahora esa gente quiere acabarla!
La moral y terminar un embarazo no
deseado
Decenas de millones de personas se rebelaron en los años 60 y 70 contra la
moralidad tradicional. El movimiento de liberación de la mujer que surgió en esa
época popularizó y aceptó la idea del aborto a solicitud. Esa postura
de no pedir disculpas cambió la cultura nacional, la manera de pensar y la
calidad de las emociones. Cambió el punto de vista de millones de personas sobre
los derechos reproductivos y la igualdad sexual; allanó el camino para el fallo
Roe v Wade y la despenalización del aborto en 1973. Fue algo muy
positivo para emancipar el pleno potencial de la mujer y benefició a la
sociedad.
Terminar un embarazo no deseado o sacar del cuerpo de una mujer un grupo de
células que todavía no se han desarrollado para ser un ser humano viable no
tiene nada de inmoral. Un feto no es un niño. Si una mujer no quiere
continuar un embarazo (por la razón que sea), debe tener la libertad de
terminarlo, sin peligro ni dificultades. Eso no es nada trágico. De hecho, la
verdadera tragedia es que la vida de tantas mujeres se ha limitado, truncado o
hasta acabado porque les tocó tener hijos no deseados. Es una tragedia que se
repite millones de veces al día sobre el planeta, con la complicidad y el apoyo
del gobierno estadounidense.
La vida de una mujer que se ve obligada a continuar un embarazo no deseado
está en peligro. Del peligro de un aborto clandestino a la falta de respeto por
su propia vida, sufre y se disminuye como ser humano. Obligar a una mujer a
tener un hijo que no quiere o que no puede cuidar es una de las tragedias
milenarias que la sociedad impone que ya no tiene que existir hoy. Pero si no se
permite que una mujer controle su propio cuerpo, su propia reproducción, si no
se le permite decidir si ser madre y cuándo, no tiene más libertad que un
esclavo. Es por la salud y el bienestar de la mujer, cuya vida se debe valorar
más que la existencia de un feto parcialmente formado. Y por el bien de la
humanidad: ¿pues, no queremos una sociedad donde se hayan eliminado todas
las formas de esclavitud?
La moral que se debe apoyar y defender valora los derechos de la
mujer a llevar una vida social plena. Apoya las relaciones sociales e íntimas de
respeto mutuo que permiten florecer a las dos partes juntas, y no donde la mujer
es “sometida” al esposo por orden de un “Dios”. Esta moral valora a los niños
como una alegría y como una responsabilidad básica de toda la sociedad, y no
obliga a nadie a tener hijos en contra de su voluntad. A diferencia de los
teócratas, NO le canta salmos a un grupo de células que podrían llegar a ser un
niño y, simultáneamente, defiende con ahínco la matanza de niños en la guerra
estadounidense contra Afganistán y, con una supuesta superior moral, condena a
literalmente millones de niños más, aquí mismo en los Estados Unidos, a una vida
de privaciones y castigo, a nombre de esos mismos valores tradicionales.
En realidad, echar abajo la penalización del aborto, la cual condenó a miles
de mujeres al año a la muerte o horrorosa mutilación y millones más a la
humillación y opresión, ¡fue algo profundamente moral! Era y es parte de una
moral que corresponde a los intereses fundamentales de la gran mayoría de esta
sociedad y del mundo entero. Esos valores también concuerdan con la moral
comunista, que además de la emancipación de la mujer tiene como meta la
eliminación de todas las relaciones de explotación y opresión, y el
establecimiento de una comunidad de seres humanos en libre asociación. A la vez,
fuera de los comunistas, hay muchísima gente que anhela y trata de vivir según
los valores que fomentan y celebran la igualdad de la mujer y el hombre, y entre
pueblos y naciones; que valoran la diversidad y la comunidad; que ponen la
cooperación por encima de la competencia despiadada y las necesidades del pueblo
por encima de la acumulación de riquezas; que se oponen a la dominación
imperialista; y que celebran y promueven el pensamiento crítico.
¿Por qué debería haber alguien en el mundo que se ponga a la defensiva sobre
tal moral? ¿Por qué no deberíamos proclamar esa moral y tales valores con
orgullo, esforzarnos para vivir según ellos y ponerlos en práctica y llevar a
millones de personas más a que los adopten? En verdad eso es lo que deberíamos
hacer y tenemos que hacer; y eso es absolutamente crucial y necesario para parar
esta reaccionaria ofensiva fascista.
Aplacar y retirarse: La estrategia perdedora
mortal de los demócratas
Pero hoy los principales defensores del derecho a decidir esquivan el tema de
la moral. Aceptan que el aborto se debe reducir y prevenir. En 2006, después del
ataque frontal contra Roe v Wade en Dakota del Sur, la organización
nacional NARAL [Liga Nacional de Acción a Favor del Aborto] exhortó a “los
legisladores responsables a promulgar leyes basadas en el sentido común para
impedir embarazos no planeados”. Además, NARAL sacó un desplegado en el
periódico conservador Weekly Standard que pidió a los oponentes del
aborto que “nos ayuden, por favor, a prevenir abortos”. El desplegado les
recomendaba apoyar un proyecto de ley del senador Harry Reid, el entonces líder
de la minoría demócrata en el Senado, cuya posición es: “el aborto debería ser
legal únicamente cuando el embarazo es el resultado del incesto o la violación o
cuando la vida de la mujer corre peligro”.
La lucha del momento es por los anticonceptivos, cuyo terreno se achica a
diario. Esta batalla se perderá si no se lucha desde la perspectiva de que es
moral defender el derecho de la mujer a controlar su propia reproducción, y que
el aborto es un elemento indispensable de esto. Una vez más se puede ver adónde
lleva esa lógica: los Democrats for Life of America, un grupo anti-aborto, están
proponiendo el plan “95-10”, que dicen que reduciría los abortos en un 95% en
los próximos diez años con un programa que ni siquiera menciona el control
de la natalidad.
¿Cómo llegamos a una situación en que el “diálogo nacional” sobre el aborto
dice que es trágico, terrible y malo? ¿En que el aborto es un estigma moral y
causa de vergüenza, en que un embarazo no planeado es señal de irresponsabilidad
o hasta de “pecado”? ¿Y hoy hasta sacrifican el derecho al aborto con el
pretexto de defender el control de la natalidad, el cual también se está
sacrificando paso a paso? Unas claudicaciones morales y las retiradas
políticas están allanando el camino hacia este infierno.
Las raíces de todo esto son muy profundas y antiguas, pero en un sentido una
buena parte de lo que nos ha conducido a este momento está concentrado en los
años de la presidencia de Bill Clinton. Aunque hoy se dice que esa presidencia
defendió el derecho al aborto, de hecho fue una época de fuertes ataques y una
campaña política e ideológica oficial de parte del gobierno de Clinton de
conciliarse con la renaciente moral tradicional. Clinton le cedió mucho terreno
moral y político a los oponentes del aborto. Firmó la “Ley de defensa del
matrimonio” (una ley contra los gays) y declaró que el aborto debe ser
“higiénico y legal, pero poco común”. Lo principal de eso es que el aborto debe
ser poco común y que en el mejor de los casos, hay que verlo como un
mal necesario. Hillary Clinton fue más allá y dijo que el aborto es “una
decisión triste y hasta trágica para muchas, muchísimas mujeres”. El
movimiento de defensa del aborto siguió la pauta y más que nunca se definió como
pro derecho a decidir contra pro aborto; y rechazó por “extremista” el lema
“aborto a solicitud y sin tener que pedir disculpas” (un lema muy razonable que
permite bregar sobre las verdaderas cuestiones morales de esta
batalla).
Decir que el aborto es un mal necesario ha estigmatizado a los médicos que lo
practican y a las mujeres que abortan. Ha llevado a aceptar la premisa de que el
aborto no es moral. Los esfuerzos de “los pro derecho a decidir” para acomodarse
con el movimiento “pro vida” no han logrado proteger el derecho al aborto, pero
sí le ha cedido terreno científico y moral a la derecha cristiana. “Buscar
puntos en común” ha llevado a cambiar la manera en que se enseña a la gente a
pensar y ha manipulado las emociones de las personas y las ha convertido en
vergüenza y arrepentimiento.
Hoy, a las mujeres que abortaron las están reeducando para que piensen
principalmente en lo difícil que fue la decisión y para que le resten valor a
las buenas decisiones que tal vez hayan tomado sobre los momentos en que
decidieron de manera consciente sobre la planificación de la familia y de su
futuro. Hoy las mujeres jóvenes crecen en una cultura que dice que el aborto es
un mal moral, que es matar a bebés. Incluso cuando una joven decide, a pesar de
las enormes presiones sociales y judiciales, terminar un embarazo, la
estigmatizan con culpa y vergüenza.
En esencia, eso es claudicar ante la moral del control religioso y patriarcal
sobre la mujer y sobre quienes en general se esfuerzan por alcanzar un mundo
donde los seres humanos sean iguales. ¡ESO es inaceptable e inmoral!
Hay que tener en mente que los peces gordos demócratas tienen intereses que
no concuerdan con la emancipación de la mujer. Ante todo, son representantes
políticos de la clase dominante, y eso tiene consecuencias concretas: significa
que ponen la capacidad de Estados Unidos de mantener su imperio por encima de
todo. Coinciden con los republicanos en que hay que eliminar el cuestionamiento
generalizado de la moral tradicional, entre otras cosas, que caracterizó tanto a
los años 60 y 70, y que la gente tiene que aceptar la moral de “Dios, patria y
familia”, que se desprende de todo el sistema de opresión y lo refuerza. Los
demócratas tienen divergencias con los republicanos sobre cómo hacerlo, y en
ciertas circunstancias ésas podrían llegar a ser explosivas, pero hasta la fecha
y en general, principalmente han allanado el camino a favor del dominio de los
fascistas teocráticos sobre el tema del aborto. Defienden “el derecho a
decidir”, pero solo en el contexto de que el aborto sea una experiencia poco
común, difícil, humillante y vergonzosa. Esa postura de “los pro derecho a
decidir” acepta la moral subyacente de los patriarcas odia-mujer. En un plano
moral es inaceptable.
Adónde lleva… y qué tenemos que
hacer
Por lo que se refiere al “debate” entre la posición anti-aborto y anti-mujer
de los fascistas cristianos, de un lado, y del otro, las personas con la
posición acomodaticia de que el aborto debería ser “legal pero poco común”, nos
augura unas tinieblas muy fuertes, en general y en particular respecto a la
mujer. No se trata de “volver al futuro” de los años 50, por fea que fuera esa
época. Si anulan el fallo Roe v Wade y penalizan el aborto, castigarán
con más severidad a los médicos que en los años 50 (cuando normalmente solo
castigaban a un médico si se le moría una paciente). En un mundo posterior a
Roe v Wade, se permitiría procesar a los médicos por homicidio del
feto. En 38 estados hay leyes sobre “Víctimas no nacidas de la violencia” y de
protección del feto. En 21 estados hay leyes sobre el homicidio de un feto que
se aplican “desde la fertilización hasta el nacimiento”.
En 2005 en Texas, Erica Bastoria, de 17 años de edad, le pidió información
sobre el aborto a su ginecólogo y él le dijo que no podía abortar. Desesperada,
le pidió a su novio Geraldo Flores, 19, que se le parara sobre el estómago y al
final, abortó. Como el aborto todavía es legal en Texas, no levantaron cargos
contra Erica. Pero condenaron al novio de homicidio y lo sentenciaron a cadena
perpetua bajo la Ley sobre las Víctimas No Nacidas de la Violencia.
Se necesita un movimiento que no sacrifique la moral del aborto y que
defienda audazmente los hechos y los principios. Se necesita un movimiento que
defienda con audacia y sin pena la moral de la igualdad, y el conocimiento
científico y crítico del mundo y de la reproducción humana. Si forjamos tal
movimiento, descubriremos que mucha gente está dispuesta a escuchar y que espera
que alguien diga ¡BASTA YA de estas tonterías! Si la gente defiende la verdad,
será posible ganar a otra concepción del mundo a las personas que están
confundidas por la constante propaganda que promueve la ignorancia e
intolerancia.
Y nos toca a nosotros, a todos nosotros, en el sentido más amplio, forjar y
ser tal movimiento.
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