La validez e importancia continua del “análisis
de la pirámide”
Bob Avakian
Revolución
#217, 21 de noviembre de 2010
Nota de la redacción: Lo siguiente es una
entrega del texto de una charla que dio Bob Avakian en el otoño de 2009, que se
publicó por partes en Revolución. Si bien se pronunció el año pasado,
antes de las recientes elecciones intermedias, sigue siendo muy pertinente hoy.
El texto completo está en línea en revcom.us/avakian/driving/driving_toc-es.html.
Este “análisis de la pirámide” fue presentado por primera vez hace más de
cinco años en la sesión de preguntas y respuestas de la charla “Revolución”
(Revolución: por qué es necesaria, por qué es posible, qué es)1. Para
resumir brevemente, lo importante es que se pueden concebir las estructuras
políticas y la manera en la cual se relacionan con la sociedad más amplia en
Estados Unidos como una especie de pirámide: en la cima están las fuerzas de la
clase dominante que, hablando a grandes rasgos y para fines generales, están
divididas entre el Partido Republicano por un lado y por el otro el Partido
Demócrata y entre lo que representan estos partidos en términos del
“conservadurismo” y del “liberalismo” (sobre los cuales voy a hablar más en
adelante); y luego, continuando con la metáfora de la pirámide, las líneas se
extienden (o salen en una pendiente) desde la cima de la pirámide, donde se
sienta la clase dominante con sus dos alas básicas, hacia las bases sociales de
abajo a las cuales piden apoyo estas alas diferentes de la burguesía de la cima
de la pirámide: en un lado la “derecha” y en el otro la “izquierda” en los
términos que por lo común se usan en el marco de la política burguesa. Estas dos
fuerzas de la clase dominante y los partidos políticos que en general las
representan pretenden atraer a la gente en los dos lados de esta pirámide
pidiendo su voto y también, al menos a veces, llamándola a participar
políticamente — pero siempre lo hacen en el marco del sistema capitalista
dominante y según los términos que corresponden a los intereses de la clase
capitalista dominante, de la cual estos dos partidos políticos son
representantes.
Lo que también se ha señalado en cuanto a esta pirámide no solamente es que
en líneas generales se puede concebir la política dominante o “establecida” en
términos de este tipo de división, sino también que en un lado de la pirámide —o
sea el lado abiertamente derechista— los políticos de la clase dominante que
están en la cúpula de ese lado de la pirámide están totalmente dispuestos a
movilizar a una base social “en su lado de la pirámide” —las fuerzas derechistas
y de hecho fascistas— y a menudo lo hacen, y lo que vemos hoy en el contexto de
lo que está pasando con la presidencia de Obama en particular. Estos políticos
derechistas (en general agrupados en el Partido Republicano) pueden movilizar,
movilizarán y sí movilizan enérgicamente a esta base social esencialmente
fascista (y aunque la mantienen sujeta con una especie de correa, es una correa
larga) pero, por otro lado, los sectores de la clase dominante que en general
representa el Partido Demócrata están muy renuentes a movilizar y en efecto se
resisten a movilizar a su base social, si se quiere expresarlo así — la base de
personas cuyo voto y apoyo en la arena política burguesa quieren ganar los
demócratas. Este lado (el Partido Demócrata) de la clase dominante generalmente
no quiere movilizar a esa base en las calles y de hecho rehuye a la idea de
llamar a esa base a las calles, a movilizarla para oponerse a las fuerzas
opuestas en la clase dominante y su base social, o en general para luchar por
los programas que el mismo Partido Demócrata dice que representa y que en cierta
medida trata de implementar.
Así que en un lado (el lado “izquierdo”, si me permiten usar ese término)
existe una cantidad significativa de parálisis, mediante la cual el objetivo
concreto de los políticos de la clase dominante es pacificar y
desmovilizar a la misma gente a la cual procuran atraer para que vote por ellos
(su “base social” en ese sentido), mientras que en el otro lado se tiene una
orientación muy activa a desatar, azuzar y movilizar de una manera muy
apasionada y enérgica a la base social fascista que la parte republicana y
derechista de la clase dominante considera su base social o como una fuerza en
la cual se apoya en la población. Esto no quiere decir que las personas en los
lados y en la base de la pirámide, por así decirlo (las personas en las capas
medias, ni hablar de los y las de abajo de la sociedad), jueguen cualquier papel
decisivo para determinar cuáles serán las políticas y las acciones de aquellos
que están en la cima de la sociedad; pero son fuerzas que —en el caso de los
políticos derechistas y el Partido Republicano— tienen mucho afán de movilizar;
mientras que en el caso del otro lado, las personas en la cima de la pirámide
están muy deseosas de no movilizar en la calle a las personas a las
cuales piden que les apoyen en las elecciones. Les interesa mucho tener a esta
“base social” desmovilizada y paralizada políticamente pero que actúe, si
bien muy pasivamente, en el marco político dominante y siempre sobre la base de
buscar la conciliación y la acomodación con las fuerzas abiertamente derechistas
en la clase dominante y la base fascista a que éstas piden apoyo.
Como amplificación del punto básico en consideración, es importante reconocer
lo siguiente: en el marco del sistema capitalista imperialista y con la dinámica
subyacente de este sistema que en lo fundamental determinan las pautas y los
límites de la política “oficial” y “aceptable”, el fascismo —o sea, la
imposición de una forma de dictadura que se basa abiertamente en la
violencia y el terror para mantener el gobierno y los imperativos del sistema
capitalista imperialista— es una posible resolución de las
contradicciones que enfrenta este sistema, una resolución que en cierto momento
podría corresponder más o menos a las necesidades imperiosas de este sistema y
su clase dominante — mientras que la revolución y el auténtico socialismo
que se proponen alcanzar el objetivo final del comunismo por todo el
mundo también constituyen una posible resolución de estas contradicciones, ¡pero
es una que muy claramente no será aceptable para la clase dominante
capitalista imperialista ni compatible con los imperativos de este sistema!
Todo esto es la razón fundamental de por qué, como señaló el observador
progresista y crítico de los medios establecidos Jeff Cohen, no es solamente
concebible sino de hecho es muy común en estos días tener a comentaristas
“respetados” en los medios establecidos cuya posición fue sintetizada por el
recién difunto Robert Novak, quien una vez le dijo a Cohen que en los años 1950
él (Novak) era un republicano tipo Eisenhower y que todos los días desde ese
entonces se ha pasado más a la derecha; mientras que, Cohen recalcó, ¡es
inconcebible que podría haber uno de esos acostumbrados comentaristas que se
considera una voz sensata y respetada quien, desde el otro lado del espectro
político, podría decir: A principios de los años 1960 yo era un demócrata tipo
Kennedy y todos los días desde ese entonces he ido más a la izquierda!
Para ilustrar más lo que concentra el “análisis de la pirámide”, tomemos un
ejemplo de la política contemporánea, la política del último par de
presidencias. Todo el mundo recuerda o debería recordar que en 2000 las
elecciones presidenciales fueron las más reñidas al menos en la historia
reciente o moderna de Estados Unidos. No se resolvió el conflicto el día que
tuvieron lugar las elecciones (ni en la madrugada del día siguiente) sino que se
alargó y se volvió muy intenso durante las semanas posteriores con argumentos en
los tribunales y contenciosas batallas acerca de si Bush o Gore era el ganador
legítimo de las elecciones en Florida y por ende en todo el país — todo lo que
por fin se resolvió mediante una decisión de 5 contra 4 en la Corte Suprema
federal.
Lo que es importante y revelador en términos de lo que estoy señalando aquí
—y lo que mucha gente sin duda ya ha olvidado, como sucede con tanta frecuencia
en la política estadounidense— es que en 2000 los comentaristas de la
televisión, los expertos, etc., creían de manera uniforme o al menos la
abrumadora mayoría de éstos creían que dado el hecho de que estas elecciones
fueron tan reñidas y que concluyeron con una decisión muy controvertida de una
Corte Suprema muy dividida; y es más, dado que Bush ni siquiera ganó el voto
popular pero que Gore sí lo ganó, Bush tendría que “gobernar por consenso” y
pasarse “hacia el centro” en cuanto a su manera de gobernar. No, en absoluto. Lo
que pasó era exactamente lo opuesto. Bush asumió una línea durísima, movilizó a
una fuerza a ultranza de sus seguidores en la clase dominante y llamó, cuando
consideraba que tuviera que hacerlo, a una base social derechista a ultranza y
básicamente fascista para que lo respaldara. Y la noción general de acomodarse
con las otras fuerzas entre los gobernantes y en particular aquellos agrupados
en el Partido Demócrata (“tenderle la mano al otro lado”, como les gusta decir)
no fue en absoluto la manera en que Bush abordaba la situación, incluso antes de
las elecciones de 2004 cuando fue “re”-elegido y dijo que había ganado “capital
político” considerable mediante esas elecciones. Pero a lo largo de ese período
hasta esas elecciones de 2004 eso para nada era cierto, al contrario de lo que
era la opinión común dicha vez tras vez, que después de todo Bush tendría que
gobernar por consenso y pasarse hacia el centro.
Ahora comparamos eso con la situación actual. Obama no llegó a ser presidente
como resultado de unas elecciones muy reñidas en que algunas personas
cuestionaran el resultado. El resultado fue claro y su victoria fue decisiva
según las normas de la política electoral burguesa establecida en Estados
Unidos. No cabe duda acerca del resultado —la victoria electoral de Obama ya
quedaba claro muy entrada la noche de las elecciones— y no hubo ninguna
controversia acerca de quién había ganado. Además, Obama cuenta con una amplia
mayoría de parte de su partido en el Senado y en la Cámara de Representantes. En
otras palabras, en el Congreso los demócratas tienen una amplia mayoría que
complementa la victoria decisiva de Obama en las elecciones presidenciales2. Sin
embargo, vez tras vez, se insiste que Obama tendrá que buscar el consenso,
“tenderle la mano al otro lado”, no llegar a aislarse de aquellos que no lo
apoyaron, no alienar al Partido Republicano, etcétera — y vez tras vez Obama
actúa de acuerdo con eso. De hecho, cada vez que Obama lleve a cabo las acciones
que su papel como ejecutivo en jefe del imperialismo estadounidense y comandante
en jefe de las fuerzas armadas imperialistas de Estados Unidos lo obliga a
llevar a cabo, la justificación que se da a veces con frecuencia y a veces todo
el tiempo, en particular a aquellos que votaron por él pero que están
desilusionados por estas acciones, es que Obama, después de todo, tiene que
acomodarse, tiene que “tenderle la mano al otro lado”, tiene que gobernar por
consenso, etcétera, etcétera.
¿Por qué es que, al mirar estos dos ejemplos que están en marcado contraste
entre sí, la lógica aparentemente indicaría que Obama debiera tener la
oportunidad de gobernar sin obstáculos y entrar al ruedo peleando y no tener que
acomodarse con las fuerzas de oposición en las estructuras gobernantes, pero en
la realidad constantemente se está acomodando con éstas y repetidamente se
insiste que él debe hacerlo; mientras que Bush, según la “opinión común”, debía
haber estado acomodándose y “buscando consensos”, pero se negó a hacer eso y en
los hechos tuvo más o menos el camino despejado para actuar de una forma que no
pretendiera acomodarse ni forjar consensos?
A veces se argumenta que Obama no tiene una “cancha sin
obstáculos” para ejecutar las medidas que le gustaría hacer porque en su propio
partido hay “demócratas conservadores” con los cuales tiene que acomodarse
respecto a varios asuntos. Pero esto es otro argumento basado en la lógica
burguesa — en la lógica de la política burguesa y la dinámica de la economía
capitalista que fija las pautas y determina los límites de esa política. Y el
hecho es que los dirigentes del Partido Demócrata mismo decidieron apoyar con su
peso y plata a estos “demócratas conservadores” a fin de asegurar su elección.
Si se argumentara que tenían que hacerlo a fin de tener una mayoría de
demócratas en ambas cámaras del Congreso, pues eso es otra expresión de la misma
forma de lógica burguesa y a un nivel más profundo es un argumento viciado: en
realidad los demócratas nunca trataron de vencer a los republicanos
confrontándolos con agresividad sobre los asuntos en torno a los cuales éstos
tienen mucha vulnerabilidad pero en cambio, por las razones mencionadas aquí, se
han conciliado y acomodado con ellos, cediéndoles más y más terreno — y luego
dicen que no pueden vencer a los republicanos salvo cediéndoles aún más terreno.
La cuestión crucial del aborto ilustra esto nítidamente — constantemente los
demócratas han cedido terreno a los republicanos en el frente político y les han
cedido la “iniciativa moral”, dejando que éstos definan el asunto como uno del
“derecho a la vida” o con aún más crudeza “matar bebés”, en lugar de lo que está
en juego en esencia y en realidad: el derecho fundamental de la mujer a la
libertad reproductiva. Además, está la cuestión de la evolución y más
ampliamente el método y enfoque científico hacia la realidad, en contraposición
a la negación de la realidad de la evolución y en general la irracionalidad
flagrante que en un grado muy importante caracteriza el pensamiento y el enfoque
del Partido Republicano: en lugar de confrontar vigorosamente a los republicanos
acerca de eso —en lugar de recalcar el punto básico de que cualquiera que
estuviera tan mal informado y/o fuera tan irracional de modo que negara algo tan
básico como la evolución y todo lo que eso encierra en cuanto a un enfoque
racional hacia la realidad (o a cualquiera que alentara o complaciera a las
personas con semejante mentalidad y no se esforzara para educarlos sobre tales
asuntos decisivos) no le debería dejar acercarse a las palancas del poder, sobre
todo en un país con armas nucleares como Estados Unidos— en lugar de esa forma
de enfoque, los demócratas han procurado evitar confrontaciones o hasta
controversias reales acerca de tales asuntos. Además, existe el racismo
innegable y a menudo abierto que es claramente una de las cosas que distingue al
Partido Republicano y la movilización de su base. ¿Por qué el Partido Demócrata
y su dirigencia, incluso Obama, no denuncian eso claramente por lo que es y por
qué no libran una lucha sin tregua en su contra? Una vez más, esto se debe a lo
que se concentra en el “análisis de la pirámide”. [regresa]
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