Los discursos de Obama en West Point y Oslo: Más
tropas en Afganistán y conservando el dominio nuclear estadounidense… ¿Es éste
el camino hacia la eliminación de los horrores de la guerra? Parte 2
Larry Everest Revolución en línea 29 de
diciembre de 2009
“Pero no ha habido ninguna Tercera Guerra Mundial”
Vale, podría sostener alguna gente, los Estados Unidos ha hecho cosas malas,
pero lo que dijo Obama es cierto: “no ha habido ninguna Tercera Guerra Mundial”.
¿No es eso una buena razón para confiar en los gobernantes estadounidenses y
creer que son la mejor opción para conservar la paz?
He aquí la realidad: es cierto que no ha habido ninguna Tercera Guerra
Mundial. Pero eso no se debía a que Estados Unidos no se preparara para la
posibilidad de librar una tercera guerra mundial, a que los gobernantes jamás
corrieran el riesgo de librar una guerra nuclear y a que los imperialistas
creyeran que fuera tan horroroso contemplar la guerra nuclear y que no debiera
considerarse en ninguna circunstancia.
Al intensificarse su rivalidad con la Unión Soviética en los años 1970-80,
los gobernantes estadounidenses y su aparato militar se preparaban en serio para
la posibilidad de una guerra nuclear: debatían las ventajas y desventajas,
integraban la doctrina de combatir una guerra nuclear en su estrategia y
despliegue de fuerzas y construían nuevos sistemas de armamento, y en general
trabajaban para obtener superioridad nuclear contra los soviéticos. Sobre los
fines de los años 80 e inicios de los 70, Zbigniew Brzezinski escribió: “Por
primera vez, los Estados Unidos pretendía para sí mismo la capacidad de manejar
un conflicto nuclear prolongado”.
En lugar de ser un tabú absoluto, la guerra nuclear era algo del que los
gobernantes estadounidenses hacían bromas, siendo la más infame cuando Ronald
Reagan “bromeaba” que “empezaremos a bombardear en cinco minutos”. Y durante los
años 80, fuera la situación de Irán o el derribo del vuelo 07 de Korean Air
Lines (KAL) por los soviéticos el 1º de septiembre de 1983, los imperialistas
yanquis estaban dispuestos a intensificar las tensiones a fin de debilitar a los
soviéticos y/u obligarlos a dar marcha atrás, sin ninguna garantía de lo que
ocurriera y plenamente conscientes de la posibilidad de que la marcha de los
acontecimientos podría salirse de control y provocar catástrofes para el
planeta.
En una palabra, la dinámica subyacente del sistema capitalista imperialista
que representan y sirven los gobernantes los obligó a buscar el poder y
supremacía global, que es un elemento fundamental y decisivo para el
funcionamiento y continuación de su sistema. En relación a esas consideraciones,
los intereses de la humanidad y la vida de miles de millones de personas quedan
en segundo plano.
Al final de cuentas, la Tercera Guerra Mundial no ocurrió principalmente
porque la Unión Soviética bajo Gorbachov “pestañeó” primero, retrocedió en las
negociaciones sobre armas nucleares en 1986, y al final por que se derrumbó (en
gran medida debido a las tensiones que el imperio soviético sufría debido a las
“vigorosas presiones” de Estados Unidos y sus amenazas de guerra nuclear.
¿Cuándo cambió de posición Estados Unidos sobre las armas
nucleares: cuando terminó la guerra fría… o cuando Obama entró en
funciones?
Con el fin de la guerra fría en 1991, no se operó ningún cambio fundamental,
mucho menos dejaron de confiar los imperialistas estadounidenses en las armas
nucleares. Eso tampoco ocurrió con la elección de Obama.
Hoy, Estados Unidos (además de Rusia) sigue manteniendo uno de los dos
arsenales nucleares más grandes y más mortíferos del mundo: se estima que tiene
9.960 ojivas nucleares, de las cuales 5.735 son funcionales y 3.696 son
estratégicas (de largo alcance).
Las armas nucleares siguen siendo un elemento fundamental de la estrategia
militar estadounidense. En 2002 bajo George W. Bush, Estados Unidos efectuó
cambios ominosos de estrategia nuclear, como abandonar tratados de control de
armamento nuclear, desarrollar una nueva generación de armas nucleares,
incluidas ojivas nucleares tácticas más “utilizables”, integrar las armas
nucleares más plenamente en sus estrategias para librar guerras y hacer planes
para posiblemente utilizar armas nucleares de manera preventiva. Por primera
vez, dijo que contemplaría el lanzamiento de ataques nucleares contra potencias
sin armas nucleares, lo que en efecto socava el Tratado de No Proliferación de
Armas Nucleares.
En diciembre de 2002, se emitió una nueva “Estrategia Nacional para Combatir
Contra Armas de Destrucción Masiva” que amenazaba con atacar primero,
posiblemente con armas nucleares, a países que consideraba que desarrollaban
armas nucleares, biológicas o químicas.
Algo que no es muy conocido es que durante la invasión de Irak de 2003, la
administración de Bush nunca retiró de sus consideraciones la opción nuclear.
Dos meses después de la guerra, el Los Angeles Times informó que el
Pentágono “se preparaba calladamente para posiblemente utilizar armas nucleares
en una guerra contra Irak… incluso posiblemente utilizar las llamadas armas
nucleares rompe-búnker contra blancos militares profundamente subterráneos”
(Paul Richter, “U.S. Weighs Tactical Nuclear Strike on Iraq”, Los Angeles
Times, 25 de enero de 2003).
Durante su mandato, Obama ha dicho que un elemento central de su política
exterior es el de reducir la cantidad de armas nucleares, lo que incluye
acuerdos entre Estados Unidos y Rusia y en general habla de trabajar por un
mundo sin armas nucleares. Hace poco, Estados Unidos y Rusia se suscribieron un
convenio para recortar sus arsenales de ojivas nucleares estratégicas en activo
en una cuarta parte, a 1.600 ojivas cada uno. Eso no incluye los miles de ojivas
estratégicas almacenadas y armas nucleares tácticas de ambos bandos y éstos
todavía se quedan con arsenales capaces de asestar una destrucción inimaginable
sobre todo el plantea (New York Times, 18 y 19 de diciembre de
2009).
No existe evidencia de que Obama haya cambiado en lo fundamental la
estrategia nuclear estadounidense, dado marcha atrás con las decisiones de los
años de Bush ni tenido un plan serio de eliminar en los hechos el arsenal
nuclear estadounidense.
Por otro lado, existe evidencia de que Obama siga actualizando y modernizando
las armas nucleares estadounidenses. Democracy Now! (1º de octubre de
2009) informó que la administración de Obama “continúa un programa de la
administración de Bush para aumentar la producción de armas nucleares… La
administración propone construir nuevos detonadores de plutonio en el
laboratorio de Los Álamos, Nuevo México y expandir el procesamiento de uranio
enriquecido en la planta Y-12 en Oak Ridge, Tennessee” (vea Matthew Cardinale,
“Nukes Agency Pushes New Bomb Production”, Inter Press Service, 30 de septiembre
de 2009).
Como se discute abajo, el verdadero propósito y efecto de la retórica y
medidas diplomáticas de Obama no es el de eliminar armas nucleares sino de poner
a Estados Unidos en una posición más fuerte para conservar su propio arsenal, a
la vez que impone sus propios dictados sobre aquellos a que pretende impedir que
tengan armas nucleares. En una palabra, conservar el monopolio de armas
nucleares principalmente en las manos de Estados Unidos y sus aliados.
“Que unos cuantos hombres… asesinen a inocentes a una
escala horrorosa”
En Oslo, Obama condenó a los fundamentalistas islámicos por su desprecio
gratuito para la vida humana: “El terrorismo no es una táctica nueva, pero la
tecnología moderna permite que unos cuantos hombres insignificantes con enorme
ira asesinen a inocentes a una escala horrorosa”.
Pero ¿quién fue el que segó la vida de millones y millones de vidas, en su
abrumadora mayoría civiles, de manera repetida y gratuita y en masa durante los
más de 60 años después de la Segunda Guerra Mundial, y a menudo lo hizo para
sembrar terror y aplastar a poblaciones enteras? Nadie menos que los Estados
Unidos de América de Barack Obama: fuera la matanza la de unos tres millones de
personas con armas convencionales en el sudeste de Asia durante la guerra de
Vietnam, la de más de 500 mil con su respaldo y organización de los escuadrones
de la muerte en América Central en los años 80 o la de más de medio millón de
iraquíes, principalmente niños, durante los años 90 mediante la imposición de
sanciones económicas agobiantes.
Los gobernantes estadounidenses tuvieron muy en claro lo que hacían, y en
ocasiones dejaron salir una parte de la verdad. En 1996, en una entrevista de
60 Minutos de la CBS, Leslie Stahl le preguntó a la entonces secretaria
de Estado Madeleine Albright acerca del efecto de las sanciones contra Irak:
“Tenemos entendido que han muerto medio millón de niños iraquíes. Más bien han
muerto más niños que en Hiroshima. Y me pregunto, ¿vale la pena?” Albright
respondió: “Creo que es una elección muy difícil, pero creemos que vale la
pena”.
El principal habilitador nuclear del mundo
El 5 de abril de 2009, en un discurso en Praga, Obama dijo que respecto a las
armas nucleares: “Las normas deben ser vinculantes. Las violaciones deben ser
castigadas. Las palabras deben significar algo”.
En el mismo discurso, concentró en el Tratado de No Proliferación de Armas
Nucleares (NPT), “La base de negociación es estrecha: Los países con armas
nucleares se moverán hacia el desarme, los países sin armas nucleares no las
adquirirán y todos los países podrán tener acceso a la energía nuclear con fines
pacíficos”.
Luego, en Oslo, Obama insistió que “también nos incumbe a todos insistir en
que países como Irán y Corea del Norte no jueguen con el sistema”.
Estas palabras encierran tantas mentiras e hipocresía que cuesta trabajo
saber dónde empezar.
Primero, se firmó en NPT en 1968. Desde ese entonces las principales
potencias nucleares, sobre todo Estados Unidos y Rusia, han rechazado “trabajar
para el desarme” de una manera seria sino al contrario, como hemos descrito, han
mantenido enormes existencias de armas devastadoras con el potencial de
aniquilar el planeta, aunque la cantidad de dichas armas haya variado, y han
seguido teniendo de rehén a la humanidad y ha seguido amenazando con utilizar
armas nucleares, siendo el incidente más reciente las amenazas estadounidenses
contra Irak en 2003 y las recientes amenazas israelíes contra Irán.
Segundo, Estados Unidos ha estado “jugando con el sistema” desde el
principio. Cuando lo ha cuadrado con sus intereses imperialistas, ha ayudado y
alentado, y se ha aliado con los países que han rechazado siquiera firmar el NPT
y que al contrario han desarrollado armas nucleares, los cuales son
reaccionarios países que representan amenazas nucleares graves para el pueblo:
Israel, India y Pakistán. Mientras tanto, ha amenazado con sanciones e incluso
guerras contra países como Irán por pretender desarrollar energía nuclear, que
es un derecho bajo el NPT. (Es posible que Irán realmente pretenda armas
nucleares o la capacidad de fabricarlas, pero no se ha confirmado eso y de todos
modos Estados Unidos ha dejado en claro que considera que incluso el dominio de
Irán del ciclo de enriquecimiento que se requiere para procesar uranio para
energía nuclear es intolerable).
Israel, el perro de ataque de Estados Unidos con armas
nucleares en el Medio Oriente
Compare la actitud estadounidense hacia Irán, un país sin armas nucleares que
se ha suscrito el NPT, con su actitud hacia Israel, un país con existencias de
150 a 200 armas nucleares, que no se ha suscrito el NPT, que nunca permite la
inspección de sus instalaciones, que ha librado una tras otra guerra contra sus
vecinos y que comete crímenes de guerra y de lesa humanidad contra el pueblo
palestino como parte de su campaña de limpieza étnica.
Su arsenal nuclear recibe un trato de intocable, aunque Israel ha amenazado
en repetidas ocasiones con atacar a Irán (y a otros países). No se oyen llamados
de figuras políticas de la estructura de poder estadounidense, ni demócratas ni
republicanas, a que Israel firme el NPT o acepte inspecciones
internacionales.
Al contrario, como escribió hace poco Noam Chomsky, en las semanas antes del
discurso de Obama en Oslo: “En pleno furor sobre la doblez iraní, la IAEA aprobó
una resolución en que exhortaba a Israel a suscribir el Tratado de No
Proliferación de Armas Nucleares y a abrir sus instalaciones nucleares a los
inspectores. Los Estados Unidos y Europa intentaron bloquear la resolución, pero
de todos modos ésta salió adelante. Los medios de comunicación obviaron en la
práctica el acontecimiento. Los Estados Unidos aseguraron a Israel su apoyo al
rechazo israelí de la resolución, reiterando un acuerdo secreto que ha permitido
a Israel mantener su arsenal nuclear a resguardo de las inspecciones
internacionales, según funcionarios conocedores de esos arreglos. De nuevo los
medios de comunicación permanecieron en silencio” (Noam Chomsky, “Guerra, paz y
el Nóbel de Obama”, Red Voltaire, 16 de noviembre de 2009).
Israel también ha propagado armas nucleares ayudando al régimen racista del
apartheid en Sudáfrica a obtener armas nucleares en los años 70.
Así que hoy, uno de los mayores peligros de un ataque nuclear, un conflicto
que podría englobar al Medio Oriente entero y extenderse al mundo entero, no
proviene de Irán, sino de Estados Unidos e Israel y sus actividades de conservar
su monopolio nuclear en el Medio Oriente e impedir que Irán siquiera adquiera
los conocimiento para enriquecer el uranio.
¿Por qué existe un peligro nuclear en Pakistán? ¿Quién
sigue alimentándolo?
La primera pregunta es: ¿por qué tiene siquiera Pakistán armas nucleares en
primer lugar, de las que podrían apoderarse los islamistas? El programa nuclear
paquistaní tiene sus orígenes en sus más de 60 años de rivalidad con India, pero
también en el apoyo de los Estados Unidos a los gobernantes reaccionarios
paquistaníes y su tácito apoyo al programa nuclear paquistaní. Los grandes
capitalistas y terratenientes gobiernan a Pakistán y el país tiene una de las
mayores brechas en el mundo entre pobres y ricos. Lo han gobernando juntas
militares durante una buena parte de su existencia, las que alentaron el
islamización como base de su legitimidad, una herramienta del estado y mecanismo
para sofocar a las masas.
Durante décadas, Estados Unidos apoyaba a Pakistán como contrapeso en la
región a India, que en esos años se había aliado con la Unión Soviética, a pesar
de la negativa de Pakistán de firmar el NPT. La ayuda constaba de miles de
millones de dólares de asistencia militar y estrecha colaboración militar. India
ensayó su primera arma nuclear en 1974. Dos años después, Pakistán decidió
iniciar su propio programa nuclear. En 1986, ya tenía la capacidad de montar una
bomba nuclear y en 1998 llevó a cabo sus primeras pruebas de armas
nucleares.
En varias ocasiones, Estados Unidos ha reprendido a Pakistán por haber
desarrollado armas nucleares y le ha impuesto temporalmente sanciones y
recortado ayuda. Pero los recortes han sido de corta vida y nunca han eclipsado
los objetivos estratégicos estadounidenses en la región. Por ejemplo, en 1979
Estados Unidos suspendió la ayuda militar debido a su preocupación de que el
programa nuclear de Pakistán no fuera estrictamente pacífico. Pero en cuanto la
Unión Soviética invadiera a Afganistán, Estados Unidos le prometió a éste ayuda
militar y económica y en 1982 ya había levantado el embargo y reanudado su ayuda
económica y militar. Específicamente, la administración de Reagan hizo de la
vista gorda ante las actividades paquistaníes de desarrollar armas
nucleares.
En dos ocasiones, India y Pakistán casi han llegado al borde de entablar una
guerra total, con el potencial de utilizar armas nucleares, siendo el caso más
reciente el de 2002. Además de ayudar a Pakistán a desarrollar armas nucleares,
las acciones estadounidenses en la región han contribuido a azuzar la rivalidad
entre India y Pakistán y así han echado leña a este fuego nuclear potencial. Por
ejemplo, después del derrumbe de la Unión Soviética, Estados Unidos empezó a
cultivar a India como principal aliado de la región (y hace poco aceptó ayudar
el programa nuclear indio). En 2001, derrocó al Talibán pro-paquistaní en
Afganistán y así abrió a este país a más influencia india. (Estados Unidos se ha
negado a trabajar por una justa resolución del problema de Cachemira, que es una
importante grieta entre India y Pakistán.) Todo eso ha azuzado la rivalidad
regional entre India y Pakistán y es una razón por la que Pakistán ha seguido
apoyando al Talibán en Afganistán, y ha aumentado el peligro de una guerra entre
estos dos estados reaccionarios con armas nucleares.
Al contribuir a amontonar leña nuclear en el sur de Asia, los imperialistas
estadounidenses también han alentado el fundamentalista islámico reaccionario y
de esta manera también han contribuido a la posibilidad de que los
fundamentalistas obtengan la bomba. Estados Unidos ha avivado las llamas del
fundamentalismo, entre otras cosas, apoyando a los gobernantes militares
reaccionarios y cuasi-fundamentalistas de Pakistán, armando y adiestrando a los
jihadíes en Pakistán y Afganistán en los años 80, expulsando de Afganistán al
Talibán y a otros islamistas hacia Pakistán a raíz de su invasión y ocupación de
2001 y luego arrojando gasolina sobre esta leña en Afganistán así como Pakistán
mediante bombardeos en masa de civiles y la brutalidad general de su ocupación,
con la detención, encarcelamiento y tortura de paquistaníes así como de
afganis.
Todo eso ha engendrado una enorme furia, tensiones e inestabilidad en
Pakistán. El último aumento de tropas de Obama, que incluye ataques con aviones
no tripulados y otras operaciones militares en Pakistán (lo que, se informa,
incluyen a importantes ciudades), bien podrían intensificar estos odios y
aumentar la fragilidad del estado paquistaní.
Obama, al igual que sus predecesores en la Casa Blanca, justifica las
acciones estadounidenses diciendo que “dios” está del lado de Estados Unidos:
“Gracias, que Dios los bendiga, que Dios bendiga a Estados Unidos de
Norteamérica”, dijo al final de su discurso en West Point, después de anunciar
la intensificación de la guerra en Afganistán y el despliegue de 30 mil tropas
más.
¿A dónde conduce este choque entre el imperialismo y el fundamentalismo
islámico, en ambos casos fuerzas sociales “anticuadas” y reaccionarias? En
Forjar otro camino, Bob Avakian escribe: “He señalado que si la
situación no cambia, y en particular si los ‘dos sectores históricamente
anticuados’ siguen al timón de la dinámica de la situación y siguen reforzándose
mutuamente al mismo tiempo que se oponen, podría suceder que unas fuerzas
fundamentalistas islámicas obtengan armas de destrucción masiva, y quizás armas
nucleares, y en tal caso sí habrá un lío de alturas completamente nuevas” (pp.
23-24).
Esta posibilidad se perfila mucho más hoy en Pakistán.
Las realidades que es necesario reconocer, las elecciones
que enfrentamos
Por ende, cualquier resumen sincero de la historia de las acciones
estadounidenses alrededor del mundo en los últimos 60 años, y hoy, muestra un
desprecio gratuito a la vida humana, el afán de una clase dominante de matar
repetidamente a millones de personas y a correr el riesgo de aún más matanzas,
cuyas acciones no sólo han causado enorme sufrimiento sino también rivalidades
agudizadas, han acelerado la carrera de armamento nuclear y han alentado el
fundamentalismo islámico.
Así que, en vista de todo eso, no se puede argumentar con sinceridad que los
gobernantes estadounidenses se guíen más por su preocupación por la humanidad,
de evitar la muerte de civiles y proteger el planeta contra un holocausto
nuclear que los fundamentalistas islámicos que condenan. De hecho, los
imperialistas son los autores primordiales de estos horrores con muchísimo más
poderío para causar daño que los islamistas.
Hoy Obama argumenta y exige que se fortalezca a esta misma clase dominante y
que se obedezca a la misma. En Oslo, su discurso no fue simplemente ni siquiera
principalmente hipócrita en líneas generales (Guerra = Paz). La realidad más
profunda es que aprovechaba la plataforma del premio Nóbel de la Paz para
promover y legitimar la agenda imperialista estadounidense de intensificar la
guerra, intimidación y derramamiento de sangre. En particular, el objetivo de
sus palabras acerca de un mundo sin armas nucleares es legitimar el que Estados
Unidos siga teniendo (y que posiblemente utilice) armas nucleares y su papel de
vigilar quiénes las tienen y quiénes no, y el que utilice su poderío militar
(incluso armas nucleares) en su caso, en beneficio de sus propios intereses,
como si eso fuera de algún modo parte de un plan para eliminar las armas
nucleares.
En una palabra, ahora que han engendrado un infierno explosivo y pesadillesco
en la tierra con el potencial de englobar a grandes regiones y el planeta entero
en las guerras que ya están en marcha y en una posible guerra nuclear, los
imperialistas exigen que sean los únicos con permiso para solucionar la crisis,
con los mismos medios que han contribuido a engendrarla en primer lugar, y
cuando la historia ya ha demostrado que sus “soluciones” sólo allanan el camino
y sientan las bases para el siguiente horror y la siguiente emergencia.
Al nivel más profundo, el capitalismo es un sistema social y económico cuya
naturaleza y funcionamiento fundamental descansa sobre la despiadada competencia
económica, política y militar entre potencias rivales y bloques de capitales.
Esto se manifiesta en rivalidades militares, choques y horrorosas guerras para
dominar vastas regiones de la tierra y actividades de impedir que otras
potencias hagan lo mismo. Y quiere decir que estas potencias jamás cederán sus
fuerzas y ventajas militares, incluso sus armas nucleares.
En resumen, Obama exige que protejamos y conservemos este sistema y la
dinámica mortífera que engendra para nuestra “seguridad”. Lo único que estos
imperialistas se interesan en mantener “seguro” es su derecho y capacidad de
dominar, explotar y amenazar al planeta. Ésta es una elección que cualquiera que
reconozca la realidad y tenga conciencia debería rechazar con vehemencia.
Él nos dice que deberíamos desconocer todo lo que Estados Unidos le ha hecho
a la gente del mundo, desconocer la manera en que el 80 por ciento de la
población del mundo tiene que vivir y las amenazas y muerte que soporta a manos
de Estados Unidos, y que deberíamos dedicarnos únicamente a “nosotros” y al
posible peligro para “nosotros”, y darles a los gobernantes estadounidenses
carta blanca para seguir haciendo lo que harán para defender los intereses de su
imperio. En una palabra, que maten o torturen a la cantidad de personas que sea
en beneficio de nuestra “seguridad” y el estilo de vida en Estados Unidos.
Apoyar a Obama y las guerras de Afganistán y Pakistán quiere decir aceptar
TODO eso, y eso da asco y es inaceptable para cualquiera que tenga una pizca de
moral básica e interés en la humanidad.
Y deberíamos rechazar con vehemencia su sistema entero. ¿Puede haber una
locura tan monumental y criminal como la de poner en peligro repetidamente la
vida de todos los seres humanos del planeta en beneficio de los intereses
estratégicos de un puñado de explotadores y opresores? ¿Puede haber algo tan
monstruoso como las repetidas masacres de cientos de miles e incluso millones de
personas en las guerras horrorosas que libran, sean con armas nucleares o
convencionales? ¿Puede haber algo tan perverso como la pose de garante de la
“paz” de los mayores practicantes del terror nuclear, de correr peligros y de
matar en masa?
Y la lista de crímenes continúa. Estos mismos monstruos también estaban
sumiendo al planeta en una catástrofe ecológica (en el mismo momento en que
arrestaban y golpeaban a aquellos que se manifestaban en nombre del planeta en
Copenhague en diciembre de 2009) y asignando a miles de millones de dólares a un
“estilo de vida” que, como dicen el Manifiesto, El comunismo: El comienzo de
una nueva etapa, “agota —o en un instante destruye— la vida para la gran
mayoría de la humanidad”.
Bueno… ¿no justifica ese argumento la revolución? Y existe la posibilidad de
eliminar las raíces de estas guerras y conflictos mediante la revolución con la
finalidad de llegar a lo que el Manifiesto también plantea, “un modo de vida
completamente diferente… en que los seres humanos, como individuos y sobre todo
en su interacción mutua entre sí, en todas partes del mundo, pueden quitarse las
cadenas pesadas de la tradición y ponerse a su máxima altura y florecer de
formas nunca antes vividas o siquiera imaginadas en toda su extensión”.
Y cuando la revolución abarque la eliminación de los conflictos destructivos
entre países y de hecho la existencia de estados-naciones antagónicos que
oprimen a la gente y luchan entre sí, pues, ¿no valdrá eso echarle todas las
ganas que tenga uno para hacer que eso ocurra?
* * * * *
• Pasajes de Oil, Power & Empire: Iraq and the U.S. Global
Agenda sobre los cambios de la posición nuclear estadounidense
durante la administración de George W. Bush (Capítulo 1, pp. 22,
23)
También se vislumbran ominosos cambios en la estrategia nuclear
estadounidense. La última “Revisión de la Posición Nuclear” de Estados Unidos,
filtrada al Los Angeles Times en febrero de 2002, propone abandonar los
tratados de control de armamento, desarrollar una nueva generación de armas
nucleares, incluidas ojivas tácticas más “utilizables”, integrar más
completamente las armas nucleares en la estrategia de librar guerras de Estados
Unidos y hacer planes para posiblemente utilizar armas nucleares de manera
preventiva. Por vez primera, Estados Unidos dijo que contemplaría lanzar ataques
nucleares contra potencias sin armas nucleares, lo que socava en efecto el
Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares. El Los Angeles Times
informó:
La administración de Bush ha ordenado que las fuerzas armadas preparen planes
de contingencia para utilizar armas nucleares contra al menos siete países y
para fabricar armas nucleares pequeñas a utilizarse en ciertas situaciones de
campo de batalla, según un informe secreto del Pentágono obtenido por el Los
Angeles Times. Dicho informe, que se entregó al Congreso el 8 de enero de
2002, dice que el Pentágono tiene que estar preparado para utilizar armas
nucleares contra China, Rusia, Irak, Corea del Norte, Irán, Libia y Siria, y que
las armas podrían utilizarse en tres tipos de situación: contra blancos capaces
de resistir ataques no nucleares; en represalia por ataques con armas químicas,
biológicas o nucleares; o “en el caso de sucesos militares sorprendentes”1.
En septiembre de 2002, Bush firmó el Directivo Presidencial 17, un documento
secreto que dice: “Los Estados Unidos seguirá dejando en claro que se reserva el
derecho de responder con fuerza abrumadora, incluso con la posibilidad de armas
nucleares, al lanzamiento de [armas de destrucción masiva] contra los Estados
Unidos, nuestras fuerzas en el exterior, y amigos y aliados”2.
En diciembre de 2002, se emitió una nueva “Estrategia Nacional para Combatir
las Armas de Destrucción Masiva” que amenazaba con ataques ofensivos,
posiblemente con armas nucleares, contra los países que se creía que
desarrollaban armas nucleares, biológicas o químicas3.
Los altos funcionarios de Bush exuden, por decirlo así, un vil afán de
utilizar el poderío militar, incluso armas nucleares. Rumsfeld escribió en el
número de mayo y junio de 2002 de Foreign Affairs: “Que nada quede
fuera de consideración. El enemigo debe entender que nosotros utilizaremos todos
los medios a nuestro alcance para derrotarlos y que estamos preparados para
hacer los sacrificios que sean necesarios para obtener la victoria”4.
No es muy conocido el hecho de que la administración de Bush nunca retiró de
sus consideraciones la opción nuclear en Irak. Dos meses antes del inicio de la
guerra, el Los Angeles Times informó que el Pentágono “se preparaba
calladamente para posiblemente utilizar armas nucleares en una guerra contra
Irak… incluso posiblemente usar las llamadas armas nucleares rompe-búnker contra
blancos militares profundamente subterráneos”5.
Notas
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