Majid Khan describe años de tortura
y abuso en los “sitios negros” de la CIA y en Guantánamo en su declaración de
sentencia (parte uno)
9 de noviembre de 2021
Andy Worthington
Traducido del inglés para El Mundo no Puede Esperar 3 de diciembre de 2021
Majid Khan, ex víctima de tortura de “sitio negro”
de la CIA y prisionero de Guantánamo fotografiado de estudiante antes de su
captura y poco después de su llegada a Guantánamo en septiembre del 2006,
evidentemente habiendo sufrido tortura por tres años.
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Han sido casi dos semanas desde que a Majid Khan, detenido por más de
tres años en “sitios negros” de la CIA antes de ser transferido a Guantánamo en
donde ha estado detenido desde septiembre del 2006, le permitieron leer en voz
alta una detallada declaración en su audiencia de sentencia, llevada a cabo
casi diez años después de que se declarara culpable en un trato ante su
comisión militar, en la que, a cambio de su asistencia en algunos casos, tanto
en Guantánamo como en otros lugares, le fue prometida su eventual libertad.
Escribí acerca de su sentencia y su declaración la semana pasada en un artículo
titulado ¿Es esto justicia? Después de 18 años de tortura, aislamiento y una
cooperación sin precedente, el prisionero de la CIA y Guantánamo Majid Khan
debería ser liberado en febrero del 2022 ¿Es esto justicia? Después de 18 años de tortura,
aislamiento y una cooperación sin precedentes, el prisionero de la CIA y de
Guantánamo Majid Khan debe ser liberado en febrero del 2022.
La declaración de Majid combinó un recuento de su vida temprana, incluyendo
su vida en Estados Unidos como adolescente y hombre joven, con un recuento
gráfico de su tortura y abuso con disculpas efusivas por haber sido reclutado
por al-Qaeda cuando estaba en un momento particular de su vida, angustiado por
la muerte de su madre y fue notorio que, en su audiencia de condena, siete de
los ocho jurados militares firmaron una carta a mano a la autoridad convocada
pidiendo clemencia, denunciando la tortura a la que fue sujeto, que compararon
con la “tortura ejecutada por la mayoría de los regímenes más abusivos de la
historia moderna” y claramente expresaron desprecio por cómo fue tratado
cuando, a través de su largo encarcelamiento, ha dejado claro que está
cooperando en todo lo posible.
En el interés de mantener en la mirada pública el testimonio de Majid —
para exponer las depravaciones del programa de tortura y en la manera en la que
mucho de su enfoque es para su propio interés en lugar de cualquier
consecuencia práctica y en contraste con la propia conformidad de Majid, por lo
cual no parece haber sido adecuadamente recompensado — adjunto su declaración
complete en dos artículos, este y uno después.
La declaración está disponible como PDF a través del
Centro de Derechos Constitucionales (CCR por sus siglas en inglés), que lo
representa y también vía el New York Times vía
el New York Times ser útil ponerlo en texto en el sitio en lugar de en PDF.
Me tomó varias horas poder hacer esto, ya que el documento del CCR no se podía
copiar y la versión del Times estaba copiada y pegada de manera incomplete y
descontextualizó las palabras de Majid, pero espero que el esfuerzo haya valido
la pena y que ayude a que sus palabras sigan vivas, y poniéndole énfasis a la
importancia de lo que describe como “una historia que esperé poder contar por
casi dos décadas”.
Aquí la primera parte. La segunda parte, mañana.
La declaración no jurada de Majid Khan (primera parte)
Empiezo en nombre de dios.
Mi nombre es Majid Khan y por los últimos 15 años he estado encarcelado
en la Estación Naval de la Bahía de Guantánamo (GTMO). Nací en Arabia Saudita,
pero viví la mayor parte de mi infancia en Pakistán antes de migrar a los
Estados Unidos (EE.UU.) cuando tenía 16 años. Me gradué de la Owings Mills High
School en las afueras de Baltimore, Maryland. En 2002 regresé a Paquistán y
quince meses después fui capturado en Karachi. Pasé los siguientes tres años de
mi vida en instalaciones de detención en el extranjero en donde fui brutalmente
torturado y detenido en condiciones de vida inhabitables antes de ser
transferido a GTMO en el 2006. Después de ser traído aquí, me negaron acceso a
un abogado por más de un año. En 2012 me declaré culpable a varios cargos y los
últimos nueve años he estado cooperando y ayudando al gobierno estadounidense
con casos criminales y civiles. He sido honesto y nunca he faltado a mi acuerdo
de cooperación. Tengo una historia que contar y he esperado casi dos décadas
para hacerlo, así que quiero comenzar agradeciéndolos por tomarse el tiempo
para escuchar mi declaración.
He pasado tantos años pensando acerca de mi vida y de las decisiones que
tomé que llevaron a este momento. Hoy, estoy ante ustedes, sumiso y humilde,
pidiéndoles que escuchen mi historia con oídos sensibles y compasivos. De
frente les digo: hice todas las cosas descritas en la estipulación de hechos.
Quiero explicar mis errores, el juicio pobre que he mostrado en varias
encrucijadas en mi vida, el precio que he pagado y el impacto que mis
decisiones han tenido sobre otros, particularmente sobre mi familia, pagando en
mente, cuerpo y alma. Quiero agradecerle a Allah el omnipotente y omnisapiente
por darme la oportunidad de hablar con ustedes el día de hoy. Quiero ser claro
con que mi intención hoy es sencilla. Tengo un propósito; contarles mi historia
con la esperanza de que puedan entender mejor quién era y en quién me convertí.
Quiero que sepan lo que hice, lo que me sucedió y lo que espero para mi futuro.
Creo que fue Nelson Mandela quien dijo que “el resentimiento es como
tomar veneno y esperar que mate a tus enemigos”. Para mí la paz verdadera
vendrá cuando pueda perdonarme y perdonar a otros por sus transgresiones hacia
mí. A aquellos que me torturaron, los perdono — a todos ustedes. Espero que el día
del juicio Allah haga lo mismo para ustedes y para mí. Pido el perdón de
quienes lastimé. No pasa un sólo día en el que no haga una reflexión acerca de
lo que hice y busque el perdón. Siento mucho mis acciones y siento mucho estar
haciendo que mi familia sufra tanto. Cada día intento expiar, por lo cual jamás
he mirado hacia atrás y he cooperado en cada oportunidad con el gobierno estadounidense.
Mi historia comienza en Arabia Saudita cuando nací. Cuando era un bebé,
me mudé a Pakistán con mi familia. Tengo tres hermanos y cuatro hermanas, yo
soy el hijo más chico de mis padres. Mis hermanos, hermanas, sobrinas y
sobrinos, muchos de los cuales no conozco, se han convertido en ciudadanos estadounidenses.
En una familia grande, tienes que competir por la atención. Yo no era tan
inteligente como algunos de mis hermanos, sólo un niño promedio con
calificaciones promedio. En Pakistán disfrutaba jugar cricket en la calle y
volar papalotes con los vecinos y mis amigos. Nunca fui a Madraza para realizar
estudios religiosos pero mi hermana más grande me enseñó a leer el Corán en
árabe. Ese es, probablemente, mi recuerdo de religión más viejo. La primera vez
que leí el Corán con verdadero significado fue después de haber sido capturado
y estaba encarcelado.
Aunque mi familia inmediata no era particularmente religiosa, nos
considerábamos seguidores del islam. Cuando era más joven, recuerdo haber
pasado tiempo con mi familia extendida en Paquistán — del lado de la esposa de
mi abuelo en particular — y haber aprendido más acerca de sus vidas como
musulmanes devotos. Miembros de mi familia extendida habían sido parte del Muyahidin
antes de que yo naciera y nos contaban historias de sus combates, luchando
contra los rusos en Afganistán, frecuentemente utilizando el vernáculo del islam.
Términos como “yihad” eran usando frecuentemente en estas historias. En ese
momento yo no tenía un buen entendimiento de historia o de estos conceptos. No
fue sino hasta mucho tiempo después en mi vida que llegué a enfrentar estos
conceptos en el mundo real. Siento que mi educación religiosa temprana fue muy
fragmentada e incompleta.
En 1996 mi familia huyó de Pakistán y, en 1998, nos fue otorgado asilo
en los Estados Unidos. Mi familia llegó poco a poco al país. Mi padre fue el
primero en mi familia en llegar y poco después adquirió una gasolinera cerca de
Baltimore, MD. Yo tenía 16 años cuando llegué y recuerdo haber pasado los
primeros seis meses más o menos trabajando ahí. Aprendí a hablar inglés trabajando
en la gasolinera. Como adolescente, quería de verdad integrarme en la cultura
americana. Mis hermanos y yo incluso adoptamos nombres estadounidenses. Yo era “Bobby”
y mis hermanos “Ricky” y “Sunny”. Durante este tiempo, estudié en Owings Mills
High School, en las afueras de Baltimore y me gradué en 1999. Mi tiempo en
la preparatoria me introdujo a tantas cosas: disfrutaba practicar break
dance y pasar incontables horas jugando con equipo de producción de música
en mi sótano con aspiraciones de convertirme en un DJ. Era gregario y
extrovertido y en general un adolescente estadounidense normal; fumaba
marihuana en ocasiones y tuve varias novias, cosa que escondía de mi madre.
Pero, para que quede registrado, mantuve mi virginidad hasta que me case.
Recuerdo lo orgullosa que estaba mi familia cuando me gradué de la
preparatoria. No era fácil ser un inmigrante y vivir en un lugar extranjero,
pero con el apoyo de mi familia, creía que podía lograr lo que fuera. Después
de graduarme quería lograr algo más grande que yo y, por algún tiempo, incluso
consideré enlistarme en la marina estadounidense.
La persona más importante en mi vida era mi madre. Era una figura ponderosa
y una presencia en mi familia. Ella era muy protectora con todos sus hijos;
como una madre gallina cuidando a sus pollitos, manteniéndonos a salvo bajo sus
alas. Se aseguraba que todos estuviéramos cuidados y, hasta su muerte, cuando
yo tenía 21 años, todos vivimos en la misma casa en Maryland. Mis hermanas no
manejaban autos y como resultado de eso, era mi obligación, como era con el
hijo de una familia tradicional paquistaní, llevarlas a donde quisieran.
Ninguno de mis hermanos fue a la universidad, pero mis hermanas sí. Mis
hermanos y yo trabajamos y ganábamos dinero y pagábamos nuestras cuentas
mientras mis hermanas se hacían cargo de labores del hogar e iban a clases.
Nunca le levantamos nuestros ojos ni nuestras voces a nuestros padres o
hermanos más grandes.
Después de haberme graduado de la prepa, recuerdo querer hacer algo
significativo con mi vida, sin embargo, podríamos decir que batallé con una
crisis de identidad. Dudé si yo era una buena persona, buen musulmán,
paquistaní, estadounidense…y si yo podía ser todo eso al mismo tiempo. De
verdad no sabía en dónde pertenecía. Me sentía culpable acerca de mis
decisiones de vida, como fumar marihuana de vez en cuando y tener novias y más
adelante comencé a ir a la mezquita, específicamente a la Sociedad Islámica de
Baltimore (ISB por sus siglas en inglés). Casi todos mis amigos de la prepa
fueron a la universidad, pero decidí tomar un atajo. A través del ISB me
conectaron con un programa local que da entrenamiento para trabajar con bases
de datos de computadora y me certifiqué en línea con Oracle. Este programa de
entrenamiento llevó a que me contrataran para un trabajo en el Departamento de
Planeación de Maryland (MDP) en el 2000.
En ese tiempo, mi padre se endeudó. Yo no estaba ganando mucho dinero
trabajando en el MDP, pero, como es esperado de parte de un buen hijo
paquistaní, era mi responsabilidad ayudarle a pagar. Dejé mi trabajo en el MDP
y fui contratado en Electronic Data Systems (EDS) para sustentar un contrato
que manejara las bases de datos de WorldCom en el sistema de telefonía del
Pentágono. Cuando obtuve ese trabajo con EDS, que era en Virginia del Norte,
recuerdo vívidamente que mi madre no quería que me mudara de la casa, decidí
viajar de Baltimore a Virginia diariamente. Pero este trabajo pagaba casi
$80,000 dólares anuales, recuerdo trabajar duro por muchos meses, enseñando
computación y ayudando a mi familia a administrar la gasolinera como un segundo
trabajo, para ayudar a pagar los casi $40,000 dólares que mi padre debía.
Honestamente no recuerdo mucho haber tenido tiempo para mí durante este tiempo.
Trabajé duro en cada oportunidad de pago. También me compré y mantuve una casa
propia y pagué muchos impuestos cada mes. Todavía estoy orgulloso al día de hoy
que fui capaz de ayudar a mi familia y de haber sido un buen hijo durante estos
tiempos complicados.
Estaba en un muy buen camino: pude ser un buen hijo, sostener a mi
familia y progresar profesionalmente. Finalmente estaba encontrando mi lugar,
pero poco tiempo después de haber comenzado a trabajar en EDS, mi madre se
enfermó. Fue diagnosticada con hepatitis B y murió rápidamente, en abril del
2001. Yo estaba junto a ella en el hospital y fui la última persona en verla
con vida. Mientras viví en Baltimore, visité su tumba cada viernes. Estuve
triste muchos meses y sé que mi familia no fue la misma después de su muerte.
Esto es muy difícil de describir, pero los que han perdido un padre, una madre
o un ser querido saben lo que sentí. No puedo explicar o enfatizar lo
suficiente lo traumatizante que fue la muerte de mi madre para mí. Era muy
cercano a ella y su muerte me lanzó al caos y crisis.
Más tarde ese año, trabajando en EDS en Tysons Corner, VA, recuerdo el
11/9. Honestamente, en las semanas posteriores a los ataques, recuerdo pensar
que los reportes no podían ser verdad. No pensaba que los musulmanes fueran
capaces de hacer algo así. Todavía estaba dolido por la muerte de mi mama, pero
recuerdo haber pensado que esta era otra manera en la que el universo me estaba
pateando mientras yo estaba abajo, haciéndome cuestionar mi fe en el islam.
Estaba deprimido y busqué una explicación en donde no había respuestas.
Después de la muerte de mi mamá pasé mucho tiempo pensando acerca de mi
vida y su propósito. Estaba perdido, deprimido y miserable y me volqué a la
religión para encontrar respuestas y guía. Pensé acerca del islam y los pecados
que había cometido en mi vida. Como mencioné, hasta que murió mi madre, mi
familia no había sido muy religiosa. Después de su muerte, a través de la
Sociedad Islámica de Baltimore, fui introducido a Tablighi Jamaat, una secta
evangelista del islam. Ellos enfatizan lo fundamental del islam, la importancia
de rezar cinco veces al día de manera regular para evitar cualquier tipo de
tentaciones, encontrar una esposa y vivir en un país islámico. Sus enseñanzas
me convencieron de que lo que sentía en mi corazón era verdadero; que era
imposible practicar islam en un país occidental por todas las tentaciones del
estilo de vida ahí. Déjame decir que ya no pienso eso. No creo que ser un buen
musulmán y vivir en un país occidental son incompatibles. Los musulmanes son
una parte integral de todas las sociedades, incluyendo los Estados Unidos.
Una de las grandes esperanzas de mi madre para sus hijos era el matrimonio
y el inicio de una familia para ellos mismos. Mis padres no fueron sólo paquistaníes
tradicionales que querían que me casara con paquistaní, sino que eran de una
tribu. Esto significaba que tenía que casarme dentro de la tribu de la cual
proviene mi familia. El matrimonio de mis hermanas grandes ya había sido
arreglado al momento de la muerte de mi madre, pero el mío no había sido determinado.
“Un momento decisive en mi vida”
Esto fue lo que me llevó de regreso a Paquistán en 2002 y fue un momento
decisivo en mi vida. Era el lugar y el momento en el que estaba sucediendo
mucho en el mundo y conmigo. Estaba intentando entender mi identidad religiosa
y al mismo tiempo encontrar una esposa que hubiera hecho orgullosa a mi madre.
Reflexioné por muchos años las encrucijadas y decisiones que había tomado y
sentí que los asuntos con los que luchaba en ese momento en mi vida habían
tenido un efecto duradero en mí. Seguido pienso acerca de la vida que pude
haber tenido si no hubiera cometido los errores serios y lamentables que se
desenvolvieron poco tiempo después.
En enero del 2002, viajé a Pakistán con mi familia para ir a la boda de
mi hermana. También quería buscar una esposa para mí y casarme.
Como parte de la búsqueda de una esposa, mi padre discutió distintos
arreglos y posibles parejas con miembros de mi familia y una red extendida de
conocidos. No sabía qué esperar porque era un extraño en una tierra extraña.
Aunque Pakistán ere donde había vivido la mayor parte de mi niñez, Estados
Unidos era donde crecí y maduré. Regresar a Paquistán como adulto fue una
experiencia nueva y estaba rápidamente sobre mi cabeza.
Como expliqué después, tengo una familia extendida grande y en ese
momento cuando fui a Paquistán para la boda de mi hermana y me casé a principios
del 2002 me volví muy cercano a mi primo. No lo conocía antes de regresar a Pakistán,
pero pasamos mucho tiempo juntos porque teníamos edades parecidas y al poco
tiempo me di cuenta de que era un “mandamás” ahí. Estaba involucrado con
al-Qaeda. Mi tío también y otros miembros de mi familia extendida y muchos de
los viejos Muyahidin. Estaban conectados con al-Qaeda. Identificaron el
hecho de que yo estaba perdido y vulnerable y fuero detrás de mí. Me reclutaron
enseñándome videos de propaganda de GTMO, y es irónico que eventualmente
terminara en ese lugar. No recuerdo haber pensado mucho en eso en ese momento,
pero me llevaron por un camino y voluntariamente fui a al-Qaeda. Si quieres
saber cómo un niño de Baltimore se involucra en al-Qaeda, así es:
Me dijeron que olvidara Tablighi Jamaat. Dijeron que si quería seguir el
verdadero camino islámico, ese era al-Qaeda. Era estúpido, tan increíblemente
estúpido, pero prometieron liberarme de mi dolor y purificar mis pecados. Me
prometieron redención y les creí. Explotaron mis vulnerabilidades y retorcieron
mi pensamiento. Es vergonzoso y de pena para mí decir esas cosas ahora, pero es
la verdad. Así me involucré con al-Qaeda y por qué hice todas esas cosas malas en
la estipulación de hechos. Hice todo. Y le pido una disculpa a todos los que he
lastimado. También he tenido mucho tiempo desde entonces para pensar en lo que
hice y en lo que creo ahora. Rechazo violencia y odio. También he tratado
compensar las cosas malas que hice. Por eso me declare culpable y he estado
cooperando con el gobierno estadounidense. Saben, intenté hacer enmiendas desde
el momento que llegué a GTMO y pude reunirme con mis abogados. Y nunca he dado
vuelta atrás en esa decisión. Nunca. Incluso a pesar de lo que me pasó. Pero
creo que es importante que entiendan lo que me sucedió.
No mucho después de haberme casado a principios del 2002 y estaba
recientemente involucrado con al-Qaeda, regresé a mi vida en Baltimore,
extrañaba a mi esposa que se había quedado en Pakistán y le dije a mi familia
que regresaría. Intentaron detenerme. Me suplicaron que no regresara porque
veían que me estaba juntando con la gente equivocada. Me lo advirtieron. Mi
padre incluso escondió mis documentos de viaje para intentar detenerme de
regresar. Pero le mentí. Le mentí a mi padre, que trató de salvarme y me rompe
el corazón admitirlo ahorita. Está hoy en el tribunal, puedo verlo y quiero
decirle Baba, lo siento mucho. Lo siento tanto. He intentado compensar por lo
que hice y parte de eso es compensar lo que te hice. Por mentirte y por no
escucharte cuando intentaste salvarme, amarme y protegerme. Quiero disculparme
por el dolor que te he causado a ti y a nuestra familia, mi esposa, mi hija que
no he conocido porque nació después de mi captura en 2003.
En las horas tempranas del 5 de marzo del 2003, estaba durmiendo en el
departamento de mi hermano en Karachi, Pakistán. Me despertó mi hermano al
escuchar un ruido. Escuchamos alguien en la puerta. Al principio pensamos que
eran intrusos y no sabía qué hacer después. Pero cuando escuché ruidos y gritos
y no tuve otra opción que abrir la puerta. Inmediatamente note hombres
apuntándome con pistolas en la frente. No me resistí cuando me empujaron al
piso y entraron al departamento. Continuaban gritando y preguntándome “¿Eres
Bob Desi?” Ese era mi correo electrónico y mi nombre escénico de cuando
practicaba para ser DJ en Estados Unidos. Tomaron todas mis posesiones —
dinero, ropa, computadora y mi reloj. Fui esposado con esposas de metal y me
jalaron el pelo de manera violenta hacia atrás. Mi recuerdo más intenso de esos
momentos eran los gritos “¡¿Quién eres?! ¡¿Eres Bob Desi?!” Dije “sí”, era Bob
Desi. A Mohammed y a mí nos encapucharon mientras el equipo de seguridad nos
llevaba por la escalera hacia la calle. Mi cuñada y su bebé fueron llevados con nosotros.
“Una prisión de un gobierno extranjero”
Después de estar en custodia, nos llevaron en auto por un rato hasta que
llegamos a una prisión de gobierno extranjero. A mi hermano y a mí nos llevaron
a un cuarto de interrogación. Inicialmente fui entrevistado por autoridades de
un gobierno extranjero y después por oficiales estadounidenses. Por varios días
fui interrogado por autoridades de un gobierno extranjero mientras miembros de
la CIA y el FBI observaban. Para la mayoría de las entrevistas e
interrogaciones, estaba encapuchado y no podía ver las caras del personal estadounidense.
Me movieron a otra instalación fuera del lugar en donde me interrogaron estadounidenses
y otros agentes de un gobierno extranjero. De nuevo cooperé y les dije lo que
querían saber. Después de haber sido detenido, le dije a mis captores acerca de
la gente que conocí, las cosas que me habían pedido que hiciera incluyendo las
cosas en la estipulación de hechos. Les dije todo lo que sabía acerca de todo
lo que preguntaron. Hice todo lo que pude por cooperar y esperaba que me
liberaran. Pero no lo hicieron. En lugar de eso, mientras más cooperaba, más me torturaron.
Alrededor de una semana después de haber sido capturado, me golpearon
agentes de un gobierno extranjero. Me obligaron a estar de pie, encapuchado y
encadenado. Hablaron de traer bates de baseball o cricket y usarlos para
golpearme. En lugar de eso me golpearon hasta que les supliqué que se
detuvieran. La peor parte es no saber cuándo o dónde serán los golpes. Después
de eso me llevaron al cuarto de interrogación con dos personas estadounidenses.
A pesar de la golpiza, actuaron calmados, indiferentes y frescos, mientras que
los guardias extranjeros que me habían cuidado resguardaban la puerta.
Durante estas interrogaciones, repetidamente pedí por un abogado e
intenté ejercitar mis derechos legales. Mis solicitudes siempre fueron
ignoradas o rechazadas. Frecuentemente me encapucharon y amarraron a unas botas
metálicas. Estas botas eran como las de esquiar y estaban atornilladas al piso,
haciendo imposible que moviera mis pies. Recuerdo haber pensado que, si me
caía, me iba a romper las piernas. Tenía tanto miedo de lo pasaría después.
Recuerdo a un hombre estadounidense mayor — un interrogador
estadounidense — que me decía que no se estaban “comprando mi historia…estás
haciéndote pipí en mis zapatos y diciéndome que está lloviendo”. Este hombre me
amenazaba con frecuencia, diciendo cosas como “hijo, nos vamos a hacer cargo de
ti. Vamos a enviarte a un lugar que no puedes imaginar. Te llevaremos a un
lugar y te haremos hablar. Amenazaba a mi familia y amenazaba con violar a mi
hermana. Decía que “tu familia en los Estados Unidos está hablando. Están en
problemas. Estamos hablando con tus hermanas, tu padre, tus hermanos”.
Después de haberme capturado, me movieron bastante y frecuentemente fui
abusado. Eventualmente me enteré por parte de los guardias, que mi cuñada y
sobrina habían sido liberadas.
Continuamente me interrogaban y torturaban. Me privaron de sueño por
tres días sin parar. Puede ser más tiempo, pero yo estaba desorientado. Los
guardias me enseñaron un martillo y otras herramientas y amenazaron con daño
físico. Estaba amarrado a una silla plegable muy incómoda sin abrazaderas y el
asiento duro. Mis brazos eran encadenados al frente a veces y otras atrás. Fui
sujeto a muchos turnos de interrogadores. No me dieron comida ni agua, pero
pude rezar sólo por mi fe compartida con los guardias. A cierto punto los
interrogadores estadounidenses se enojaron con los guardias y les dijeron “¡¿Por
qué lo dejaste rezar?!”
Repetidamente conté mi historia en esas interrogaciones, la misma
historia que le había dicho originalmente al gobierno extranjero, pero los
interrogadores estadounidenses siempre decían “No, hay más”. Era sometido a
abuso constante e intentaba contestar de manera honesta, pero me abusaban más.
Por ejemplo, me hicieron sentarme con las manos y piernas encadenadas
por 8 horas, pero no fui cuestionado por interrogadores estadounidenses. En
lugar de eso, los guardias del gobierno foráneo me quitaron la playera, me
hicieron sentarme en posiciones humillantes, sacaron palos, cinturones…y otros
implementos con los que me amenazaron. Eso lo hicieron para instilar miedo en
mí, mientras la CIA tomaba decisiones acerca de qué hacer conmigo. Esa noche ya
tarde o temprano al otro día me dijeron que me iría a casa, pero no fue así y
me pusieron en un coche y me llevaron al aeropuerto. Cuando me di cuenta de que
no me iban a liberar les pedí a los guardias que rezaran por mí. Estaba
impactado con lo que estaba por suceder.
Transferido a custodia de la CIA
En mayo del 2003 fui transferido de la detención del gobierno foráneo a la custodia de la CIA. Me volaron a un “sitio negro”. Me
refiero a este lugar como Prisión A, en donde estuve en custodia de otro
gobierno extranjero. El vuelo de rendición fue horrible. Antes de ser subido al
avión, me llevaron en un vehículo tipo cargo por al menos cuatro hombres estadounidenses,
uno de los cuales era médico, basándome en las preguntas que hacía y las
instrucciones que daba, y una mujer. Todos hablaban inglés. Cortaron mis ropas
y me desnudaron y detuvieron. Si trataba de resistirme, me apretaban más fuerte
y me detenían con más fuerza. Incluso ahora recuerdo todo lo que me sucedió tan claramente.
Después, los estadounidenses, me hicieron un enema a la fuerza. No sé por qué hicieron esto y el dolor fue terrible. Me
inspeccionaron el cuerpo con sus manos y me tomaron fotos desnudo. Yo tenía los
ojos tapados y tenía encadenadas manos y piernas con esposas de metal. Alguien
me puso un pañal y lo amarró con cinta de ducto. A través de todo eso, mis
lentes se rompieron y no me los regresaron. Pasarían casi tres años antes de
que me dieran unos nuevos. Estos estadounidenses me llevaron al avión. Mientras
me movían, me arrastraban contra el suelo causando abrasiones e
intencionalmente golpeaban mi cabeza contra la pared.
El avión voló directamente al país en donde la Prisión A se localizaba.
Llegué tarde en la noche. Al aterrizar en el aeropuerto, hombres estadounidenses
parecidos vestidos de negro me sacaron del avión. Me levantaron completamente
del piso y me llevaron de manera paralela al suelo. De nuevo, cuando me
movieron, mi cabeza golpeaba contra los muros y me arrastraron en el piso. Me
aventaron en un vehículo en espera y llevaron al Prisión A. El personal
estadounidense me aventó en una celda, me agarraron, desencadenaron y quitaron
la capucha. Una vez ya solo me pude quitar el pañal, pero quitarme la cinta de
ducto de los ojos fue especialmente doloroso porque me arrancó las cejas y las pestañas.
Estaba descalzo, sin mis lentes y sin comida o agua. No tenía acceso al baño o
a un contenedor así que tuve que hacer en la esquina del cuarto. No había luz o
electricidad así que tenía que sentir el cuarto para moverme.
Al siguiente día estaba esperando ansiosamente cuando personal
estadounidense en ropa negra y máscaras de esquiar entraron a la celda. Me
cortaron la ropa y revisaron todo el cuerpo y de nuevo me administraron un
enema a la fuerza. Mis piernas y manos fueron encadenadas y nuevamente me
pusieron un pañal, capucha y lentes con cinta de ducto alrededor de mis orejas.
Me llevaron y aventaron en la parte trasera de un vehículo grande. Una vez en
el vehículo otro estadounidense detuvo con su pie, presionando fuertemente en
la parte de atrás de mi cabeza y cuello. Lo único que me preguntó fue “¿Puedes
respirar?” Manejaron a otra instalación que llamo “Lugar estadounidense de tortura”.
Los guardias estadounidenses me arrastraron de manera que mi cara tocara
cada escalón de la escalera. Mis brazos estaban encadenados así que no podía
evitar que mi cara y mi cuerpo rebotaran contra el suelo. Tenía abrasiones en
mis rodillas, frente, nariz y brazos. Me llevaron encapuchado a un cuarto. Un guardia
estadounidense puso su pie en mi cuello y empecé a ahogarme. Un doctor estaba
presente y dijo “Escucha, soy doctor. ¿Puedes respirar?”. Dije la palabra “no”
y le dijo al guardia que quitara su pie.
El Lugar estadounidense de tortura era parecido a una casa portátil.
Tenía agua corriente y todo lo demás parecía funcionar. Había música tipo tecno
a todo volumen que ponían desde afuera del cuarto. Las ventanas estaban tapadas
con tela para que nadie pudiera ver hacia afuera y desde afuera no se pudiera
ver lo que sucedía en el cuarto. Un interrogador con máscara negra trajo una
silla y me amarraron a ésta. A través de mi capucha podía sólo distinguir
figuras de personas, pero había en total 5 ó 6 figuras obscuras. Mientras el
interrogador líder me interrogaba recuerdo que los otros amarraban cadenas
alrededor de mi cuerpo, manos y pies a la silla, apretando y apretando. El
interrogador comenzó a preguntar sobre mis conexiones con al-Qaeda. Recuerdo
haberle dicho que yo era de al-Qaeda porque sabía que las peores cosas iban a
suceder si no contestaba o si le decía que no era parte de. Fui sujeto a más de
una hora de preguntas acerca de a quién conocía en Estados Unidos y lo que
había acerca de distintos planes de al-Qaeda y ataques terroristas planeados.
El interrogador quería saber cuándo fui al aeropuerto de Heathrow en Londres,
pero yo no había estado ahí. Finalmente, el interrogador dijo “Te voy a
preguntar por última vez” y comenzó a contar con sus diez dedos hacia cero.
Una viga grande de madera corrió a través del centro del cuarto. Cuando
el interrogador llegó a cero, uno de los guardias me agarró por atrás y jaló
las cadenas que habían amarrado a mi cuerpo y las puso sobre la viga. Con
movimientos bruscos los guardias izaron las cadenas de mis manos y las jalaron.
Después de unos jalones más, estaba colgando con mis manos y pies apenas
tocando el piso. Los interrogadores salieron del cuarto mientras yo gritaba de
dolor y trataba de aguantar mi propio peso.
Después de un rato, regresaron. Me preguntaron lo mismo de antes, acerca
del aeropuerto de Heathrow y cualquier ataque terrorista planeado. De nuevo, no
sabía nada y les supliqué. El interrogador volvió a contar desde 10.
Insatisfecho con mis respuestas, el interrogador les instruyó a los otros que
cortaran mis ropas, dejándome desnudo pero todavía encapuchado. A través de la
tela podía ver el cuarto, su diseño y los individuos en él.
Tortura con agua
Me bajaron de la biga después de un periodo de tiempo y arrastrado al baño de cerámica del Lugar estadounidense de tortura. Ahí había
una tina llena de agua helada. El interrogador estadounidense me puso con los
pies primero en el agua helada y luego empujó mi cuerpo hasta el fondo. Todavía
estaba usando la capota de tela delgada. Mientras que otros interrogadores
estadounidenses detenían mi cuerpo debajo del agua, el líder empujó mi cabeza
por debajo mientras yo luchaba contra ahogarme. Comencé a tragar agua y los
interrogadores salir a la superficie, pero no dejaban de agarrarme. Mientras
jadeaba por aire, los interrogadores exigían respuestas a preguntas: “¡Dinos de
Londres! ¡Dinos acerca de miembros de al-Qaeda en Estados Unidos!” Cuando mi
cabeza estaba por arriba del agua, otros interrogadores me echaban agua helada
sobre la cabeza y la cara. Estaba aterrorizado y no podía respirar. Me
sumergieron repetidamente. Cuando podía tomar aire, les suplicaba que pararan y
juraba que no sabía nada. Si hubiera tenido información que darles, se las
hubiera dicho, pero no tenía nada.
Esta tortura con agua duró casi media hora. Por todo eso, la capota de tela delgada se volvió lo suficientemente traslúcida para que
pudiera ver algunos de los individuos en el cuarto. Además de los
interrogadores con máscara negra, había una mujer con una mascada en la cabeza
que observaba la interrogación tortuosa. Después, me arrastraron al mismo
cuarto con la viga y me colgaron de nuevo. Mis brazos fueron ligeramente
doblados y mis pies podían tocar el piso. No podía recargar mis piernas o sentarme
por lo cortas que estaban las cadenas. Lo más difícil y doloroso fue que los
guardias estadounidenses entraban al cuarto y me aventaban agua helada sobre mi
cuerpo desnudo cada hora o dos y ponían un ventilador directamente sobre mí.
Así era como me mantenían despierto y temblando. Me dejaron solo, encadenado,
encapuchado y desnudo.
Este fue el primer día de tres días sin cesar de interrogación en el
Lugar estadounidense de tortura. Después de dos días colgado, privado e sueño y
sujeto a temperaturas heladas, perdí el sentido de la realidad. Recuerdo alucinar,
ver una vaca y un lagarto enorme. Trataba de patear las alucinaciones, pero me
resbalaba en el piso mojado. Todo mi peso de repente se transfería a mis
muñecas encadenadas amarradas a la viga arriba. Esto enviaba un dolor punzante
a través de mi cuerpo. Parte de mi mano quedó adormecida por completo por
aproximadamente seis semanas después del incidente.
No me dieron tiempo para rezar durante estos tres días. No me dieron
comida, pero recibí una escasa cantidad de agua de los guardias. Las esposas de
mis tobillos estaban muy apretadas y los guardias ignoraron mis súplicas. Me
dejaron solo, colgando, desnudo y temblando en el Lugar estadounidense de
tortura. Me obligaron a orinar en un cuenco. Las esposas de mis tobillos
cortaban mi piel. Mis pies y tobillos se hinchaban de manera espantosa mientras
colgaba, que causaba que las esposas arrancaran mi piel todavía más. Tengo
cicatrices hoy en mis tobillos para enseñarles. Pensé que iba a morir. La experiencia
de estar colgando fue una de las cosas más dolorosas y tortuosas que me han
hecho. Sentí mucha humillación personal y vergüenza por mi tortura y maltrato.
No podía creer que me estuvieran haciendo esto y la presencia de por lo menos
una mujer mientras todo esto pasaba aumentó todos estos sentimientos.
Mientras estuve colgado estos tres días, recuerdo un momento en el que
vi a un guardia o la cara de un interrogador. Este hombre me atacó sexualmente
mientras estaba colgado desnudo. Tocó mis partes privadas cuando estábamos
solos. Le dije a este hombre que se detuviera y que quería ver a un abogado.
Respondió “¿Estás bromeando, un abogado? Estás en la tierra de nadie. Nadie
sabe ni siquiera en dónde estás”. Estaba horrorizado y constantemente asustado.
Estaba perdiendo la cabeza.
Quiero parar aquí y decir que el Resumen ejecutivo del Reporte del SSCI describe
exactamente mi trato durante este periodo de tiempo. El reporte del SSCI dice
que “Después de haber sido rendido a la custodia de la CIA, Majid Kahn fue
sujeto por parte de la CIA a privación del sueño, desnudez, manipulación
alimenticia y pudo haber sido víctima de baño helado”. Puedo decir con
seguridad que fui sujeto a tortura con agua que indujo el sentimiento de
ahogamiento varias veces. Es difícil describir, o poner en palabras, cómo se
siente el waterboarding. Con una capucha alrededor de mi cara y agua siendo vertida en mi garganta, tosí,
amordazado, grité y no podía respirar. Sentí que iba a morir.
Después, me regresaron a la Prisión A. A los tres días de colgarme e
interrogarme recuerdo estar sin moverme en el piso mucho tiempo. Los guardias
extranjeros se dieron cuenta de que no me podía mover y acercaron la comida. Me
tomó de 24 a 36 horas para poder recuperar movilidad.
A finales de junio del 2003, cerca de 3 semanas después de haber sido
torturado por tres días, me reuní con un equipo de interrogación de la CIA. Algunos
de estos oficiales de la CIA me dijeron que eran parte del equipo de
interrogación que me había colgado por tres días. Estaba seguro, por el sonido
de su voz, de que uno fue el que contaba de diez y me hundía la cabeza en el
agua. Los oficiales de la CIA me presionaron para que me “sincerara” y
cooperara. Estaba viviendo con miedo y cada día, a la misma hora, podía ver a
otros detenidos siendo golpeados y me preocupaba que llegara mi momento.
El “sito negro” / Salt Pit / COBALT
En julio del 2003 fui transferido a una diferente locación a la que me
refiero como “Prisión B”. Los guardias extranjeros de la Prisión A me llevaron
después de la cena a un cuarto de interrogación. Una vez ahí, había cinco
estadounidenses esperándome. Fui sujeto a los mismos protocolos duros y
degradantes de transferencia que antes. Los guardias me quitaron la ropa,
revisaron mi cuerpo desnudo, instalaron cadenas en manos y piernas y me
encapucharon, con lentes fijados a mi cabeza con cinta de ducto. Los estadounidenses
me arrastraron a través del piso y escaleras a un coche en espera. Manejaron a
lo que llamo Prisión B — una prisión obscura subterránea. Para eso, los
interrogadores estadounidenses usaban lámparas de cabeza en la obscuridad total.
La Prisión B era el CENTRO DE DETENCIÓN COBALTO. Esta locación está
descrita en el Resumen ejecutivo del Reporte del SSCI como “Las ventanas en el
CENTRO DE DETENCIÓN COBALTO fueron obscurecidas y los detenidos mantenidos en
total obscuridad. Los guardias monitorearon a los detenidos utilizando lámparas
de cabeza y música en alto volumen era tocada constantemente en la instalación.
Mientras estaban en sus celdas, los detenidos eran encadenados a las paredes y
les daban cubetas para desechos humanos. Cuatro de veinte celdas ahí incluían
una barra en la parte alta. Reportes posteriores describen que los detenidos
fueron encadenados a esa barra con sus manos arriba de sus cabezas, forzándolos
a estar de pie y, por lo tanto, evitando que los detenidos durmieran”.
Inmediatamente me llevaron a un cuarto y me colgaron con cadenas de una
barra de metal por aproximadamente 7 días. Los guardias me quitaron con fuerza
la ropa con tijeras, dejándome con frío y desnudo. No me encapucharon. No me
dieron comida y me daba miedo tomar del agua que la CIA me daba. Como antes, me
echaron agua periódica y repetidamente. La única diferencia era que no había un
ventilador puesto directamente hacia mí sobre mi cuerpo desnudo. El cuarto era
negro, pero podía sentir pequeños insectos, más chicos que los mosquitos,
mordiéndome repetidamente hasta que sangraba. Con mis manos encadenadas, no
podía ahuyentar a los bichos o rascarme los piquetes que sentía. También había
música contantemente a niveles ensordecedores. Recuerdo pensar que el cuarto
estaba temblando. Estaba colgado a una altura a la que tenía que doblar mis
piernas ligeramente pero no me podía sentar o hincar. Recuerdo el inmenso sentimiento
de incertidumbre que sentí, era aterrorizante. Tenía tanto miedo. No tenía otra
opción más que orinarme encima y en el piso. Sentía tanto terror que tuve
diarrea. Mi espalda y todo mi cuerpo estaban en un constate estado de dolor
insoportable en parte porque yo tenía problemas de espalda preexistentes. Me
dejaron por días con el olor a orina y heces que se habían acumulado en mi cuerpo.
Además de los estadounidenses que me llevaron comida y me mojaron con
agua, otra persona vino a mi celda durante ese tiempo. Un doctor estadounidense
mayor venía una vez al día a revisarme. Este hombre — siempre el mismo, yo lo llamaba
el “doctor tortura” — me monitoreaba los signos vitales. Revisaba mis ojos con
luz. Yo le decía que tenía miedo y que no podía respirar o que mi corazón
estaba palpitando fuerte. Él siempre me decía “estás bien” y se iba.
Después de días de estar colgado en la obscuridad total din descanso,
los guardias llegaron y me llevaron a otro cuarto. Ahí fui sumergido en una
tina de hielo y agua. Esta tina estaba forrada con plástico. Me encadenaron las
manos detrás de la espalda y los guardias estadounidenses me forzaron a estar
de espaldas sobre mis manos. La orilla de la tina golpeó mi espalda y los estadounidenses
forzaron mi cabeza a inclinarse en cierto ángulo. Otros interrogadores
estadounidenses tenían cubetas de agua y hielo y vertieron el contenido en mi
cuerpo y cara. No podía respirar y jadeaba por aire mientras tragaba agua. Los
interrogadores me giraron en múltiples ocasiones y repetidamente forzaron mi
cabeza hacia el agua fría.
El proceso continuó por alrededor de 15 minutos más mientras los
interrogadores exigían respuestas a las preguntas. No recuerdo sus preguntas,
pero me maldecían mientras yo suplicaba por clemencia.
Después de esta sesión de tortura con agua, recuerdo haber sido llevado
a otro cuarto de interrogación para una sesión de 15 minutos grabada en vídeo. Fui
arrastrado, esposado y sentado en una caja de madera. Recuerdo haber sido
colocado en frente de luces muy brillantes y una cámara de video estaba cerca
en un tripié. Había estado en obscuridad total por casi una semana así que la
luz era muy dolorosa. Los oficiales de la CIA. Algunas de las personas que
querían que fuera “honesto” en junio, exigieron que escribiera una confesión
firmada. No recuerdo lo que escribí, pero hice lo que ellos me pidieron.
Después de esta interrogación, personal estadounidense instruyó a los guardias que me encadenaran a la pared. Esta
locación se convertiría en mi celda permanente en la Prisión B. Estuve
encadenado con cadenas cortas a un aro en la pared 18-24 pulgadas arriba, lo
que evitaba que pudiera descansar o dormir. Me dejaban solo por algunas horas. No
me daban comida y estaba desnudo. No podía pararme o moverme a mi otro lado porque
las cadenas eran cortas. No podía quitarme del piso frío o lejos de la pared. Temblaba
fuerte sin ropa. Estaba exhausto y delirante en la obscuridad total con la
música estallando a un volumen tremendo.
Cuando el “doctor tortura” vino a examinarme, supliqué por ayuda. En respuesta el médico le dijo a los guardias extranjeros
que me llevaran de vuelta al cuarto de interrogación con la barra de metal y me
colgaran de nuevo. El mismo doctor apuntó con sus pulgares hacia afuera e hizo
el gesto de colgar con sus brazos para instruir a los guardias con gestos.
Supliqué clemencia, pero fui ignorado. Después de otras 24 horas colgado, me
reuní con más oficiales de la CIA. Habían revisado mi confesión y querían más
detalles. Pidieron que escribiera más, diciéndome que podría descansar después.
Escribí tal vez tres hojas, las cuales leyeron e hicieron más preguntas
esclarecedoras. No recuerdo si firmé el documento. Después de una segunda
confesión firmada regresé a mi celda en la Prisión B. En julio del 2003,
oficiales de la CIA me dijeron “ahora estás cooperando. Puedes tener tu ropa de
regreso y un tapete sobre el cual dormir”. Recuerdo haber pensado “gracias,
dios, por lo menos no me van a volver a colgar”. Después de que me quitaron las
cadenas, mis piernas estaban hinchadas, tomó semanas curarme y cuando
eventualmente se curaron mi piel se cayó como la de un reptil.
Permanecí confinado en la Prisión B hasta alrededor de septiembre del
2003. Calculé que habían pasado cerca de 60 días desde que había llegado a la Prisión
B antes de ser movido de regreso a la Prisión A. Los mismos procedimientos de
movimiento fueron seguidos. Era degradante y humillante mientras era
desvestido, revisado y encapuchado con lentes amarrados fuertemente con cinta
de ducto y encadenado con esposas muy apretadas en manos y pies que me cortaban
la piel. Les puedo mostrar las cicatrices.
De vuelta en Prisión A, estuve casi siempre solo. Me quedé ahí casi
hasta abril del 2004. Personal de la CIA a veces visitaba, pero siempre eran
visitas cortas. Fue en este momento en el que comencé a hacer huelga de hambre.
Estaba protestando en contra de mi trato duro y la continua negación para ver a
un abogado. Recuerdo que de verdad quería tener libros y material de lectura,
cualquier cosa que mantuviera mi mente ocupada durante esos días eternos. No
tenía con quién hablar y los días eran tan vacíos. Sólo quería estimular mi
mente. A este punto me di cuenta que jamás me iban a liberar.
Durante este periodo de 7 meses detenido en la Prisión B, me reuní con
más gente de la CIA incluyendo doctores y otros especialistas médicos. Me
preguntaron varias cosas relacionadas con salud: cómo me sentía, qué me
molestaba, como si trataran de hacer un diagnóstico. Me preguntaron si quería
lastimarme o suicidarme. La respuesta — sí. Tomaron notas y mem dieron algo de
material de lectura. Estaba hambriento por atención. Recuerdo haberme sentido
agradecido de que pasaran tiempo conmigo, pero ahora entiendo que sólo estaban
haciendo su trabajo. Las visitas sólo duraban poco mientras que la CIA trataba
de acabar con mi huelga de hambre. Una vez que las visitas terminaron y era
ignorado regresé a protestar, gritar, patear puertas y continué a decirles a
mis captores que me iba a lastimar. Quería respuestas. Quería saber por qué no
podía ver a un abogado. Quería saber por qué estaba detenido. Les había dado
toda la información que tenía. Pedí y supliqué por información y estimulación
mental pero mis esfuerzos cayeron en oídos sordos. Las huelgas de hambre eran la
única manera con la que podía tener la atención de mis captores.
Mirando atrás ahora, mi tiempo en la Prisión A y B fue uno de los peores
en trato que soporté. El Sr. José Rodríguez, jefe del Centro de Contra
Terrorismo (CTC) en la CIA del 2002-2004 explicó años después que el problema
que tuvimos con el Salt Pit era que estábamos tan ocupados en perseguir
al-Qaeda y los talibanes “que la CIA tenía una persona muy joven a cargo de la
instalación…la estación de la CIA soltó el balón y alguien se congeló hasta la
muerte ahí”, “la interrogación no era nuestra especialidad, errores se
cometieron. Personalmente confirmo esas declaraciones. Di la mayor parte de la
información desde el primer día de mi captura. Nada de lo que los
interrogadores estaban haciendo era efectivo. Sentí que me estaban tratando
como un saco de boxeo. Mis captores se estaban desquitando conmigo e intentaban
técnicas que jamás podían haber sido efectivas. Cuando me torturaban yo les decía
lo que pensaba que querían escuchar. Mentí sólo para que el abuso parara. Tenía
tanto miedo y apenas podía mantener un pensamiento en mi cabeza.
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