Un Llamado para Cerrar Guantánamo en el 10°
Aniversario de la Guerra en Afganistán
Andy Worthington 14 de
octubre de 2011
Traducido del inglés por El Mundo No Puede Esperar 17 de noviembre de
2011
Mientras la guerra en Afganistán comienza su segunda década, las razones para
que esto acabe cobran cada vez más urgencia —el costo financiero en destrucción
(460 billones de dólares americanos y cada
vez más), el costo en vidas humanas (sobre los 1400 dólares americanos en muertes militares y decenas
de miles de civiles afganos asesinados)
y la inutilidad absoluta de la ocupación misma. Después de haber sacado a la
fuerza a al-Qaeda y a los talibanes a los pocos meses del comienzo de la
invasión, los militares estadounidenses han estado, durante más de diez años,
atascados combatiendo a algunos talibanes reagrupados y a una secuencia de otros
afganos “rebeldes”, que combaten para liberar a su país de la ocupación
extranjera.
Una cuarta razón, no muy conocida, es que la guerra afgana llevó a la
creación de Guantánamo, una prisión anunciada por la administración de Bush como
una dependencia tipo calabozo “el peor de los peores”, pero que en realidad es
un brutal y fallido experimento, que nunca mantuvo más que un
pequeño número de genuinos sospechosos terroristas, pero, que, no obstante,
ha probado que resiste ante los llamados de clausura.
Alrededor de tres cuartas partes de los
779 prisioneros que tienen en Guantánamo fueron aprehendidos como resultado
de la invasión y ocupación de Afganistán, ya sea en Afganistán mismo o después
de cruzar de Afganistán a Pakistán después de la invasión conducida por los
estadounidenses, donde las autoridades (hasta e incluso el Presidente Pervez
Musharraf) estuvieron en particular interesadas en los pagos generosos ofrecidos
por los militares estadounidenses por al-Qaeda y los sospechosos talibanes. Tal
como lo admitió el presidente Musharraf en su autobiografía, In
the Line of Fire, a cambio de poner en las manos de los estadounidenses
más de 369 sospechosos terroristas, “Hemos ganado pagos generosos alcanzando
millones de dólares”.
A causa de la arrogancia e incompetencia de la administración de Bush, que
incluso involucró un rechazo a investigar a los prisioneros para cerciorarse si
eran realmente combatientes o no, muchas personas completamente inocentes
terminaron en Guantánamo, como lo hicieron cientos de soldados de infantería de
los talibanes —ya sea voluntarios o conscriptos— que fueron disfrazados como
parte de una “amenaza terrorista,” privados de sus derechos y sujetos a
detenciones abusivas y arbitrarias, aun cuando debieron haber sido capturados
como prisioneros de guerra, protegidos de tortura y abusos por la Convención de
Ginebra.
171 prisioneros aún están en ese lugar y sólo unas cuantas docenas de ellos
están realmente acusados de estar involucradas en terrorismo. Las
irregularidades de lo que ocurre con los prisioneros se dan de la siguiente
manera:
- 30 de los reclusos aún se encuentran en aquella prisión porque está aprobada
su libertad (“aprobados para ser transferidos” como lo llaman en Guantánamo)
pero no pueden regresar de manera segura a sus países de orígenes ni a otros
países —incluyendo los estadounidenses— se dice que de alguna manera los
llevarán.
- 58 de los reclusos aún se encuentran en aquella prisión porque son
yemenitas, cuya transferencia fue aprobada por un grupo operativo presidencial,
pero luego bloqueada
a causa de los miedos por la situación de seguridad en Yemen.
- Otros 46 están en prisión porque se consideran una amenaza pero la evidencia
en contra de ellos es demasiado comprometedora para ser usada en un juicio (en
otras palabras, la supuesta evidencia es poco
confiable y está manchada con tortura o abuso).
- Otros 36 fueron recomendados por el grupo operativo de revisión de
Guantánamo del presidente para hacerles un juicio y tres de ellos han sido enjuiciados
y alcanzaron
un
acuerdo mediante súplica (un prisionero más fue enjuiciado
y sentenciado bajo la administración de George W. Bush).
Diez años allí desde el comienzo de la guerra afgana, aquellas personas
privadas de libertad en Guantánamo han sido ampliamente olvidadas, mientras el
Presidente Obama incurrió en contra de la oposición rígida del Congreso tras su
promesa de cerrar la prisión para enero de 2010, y luego fracasó en mantenerse
firme, permitiendo que intervinieran legisladores sinvergüenzas. El año pasado,
los legisladores incluyeron
adquisiciones escandalosas en muchos aspectos de su legislación privando el
uso de fondos para comprar una prisión de reemplazo en los EE.UU., privando a
cualquier prisionero de ser llevado a los EE.UU por cualquier razón y privando
al presidente de liberar a cualquiera sin escrutinio del Congreso.
Ponerle fin a la ocupación de tierras afganas no garantizará la clausura
inmediata de Guantánamo. Tampoco les proveerá hogar a estos 30 refugiados (en
los EE.UU, si es que no se encuentra otro país), o llevará a la liberación de
los yemenitas, o a la liberación de estos prisioneros a pesar de la falta de
evidencia en contra de ellos. Que, según parece, sólo sucederá cuando haya
voluntad política suficiente, tanto en Afganistán como en el extranjero, para
imponer presión sobre el presidente para contraatacar sus críticas y para que
haga lo que prometió en su segundo día de mandato —cerrar Guantánamo y acabar
con este capítulo sórdido de la historia estadounidense moderna.
*****
A pesar de estos obstáculos considerables para la justicia, que aún presentan
el mayor desafío para el pueblo norteamericano, el fin de la guerra afgana
sería, aunque no sea para otra cosa, minar las bases en donde se encuentran
recluidos los 171 hombres en Guantánamo —la Autorización
para el Uso de la Fuerza Militar (AUMF). El documento que estableció la
“guerra en el terror” pasó por el Congreso la semana posterior a los ataques del
9/11, la AUMF la autorizó y aún la autoriza el presidente “para usar toda la
fuerza necesaria y adecuada en contra de aquellas naciones, organizaciones o
personas que él considere que planificaron, autorizaron, se comprometieron o que
ayudaron en los ataque terroristas que ocurrieron en 11 de septiembre de 2011”,
o a aquellos que los refugiaron.
La cuestión de fondo de la ocupación de Afganistán, de intervenir las líneas
telefónicas sin la debida autorización y del supuesto derecho de asesinar
a los ciudadanos estadounidenses en el exterior, sin ningún tipo de proceso
debido, la AUMF también ha sido usada específicamente para justificar la
detención en la “guerra en el terror” desde junio de 2004, cuando lo regulaba la
Corte Suprema, en Hamdi v.
Rumsfeld, es que el “Congreso clara e inequívocamente ha autorizado la
detención” de individuos con el respaldo de la AUMF.
He escrito sobre la AUMF de manera extensiva —lo más reciente hace un mes, en
mi artículo, “Después
de Diez Años de la ‘Guerra en el Terror’ es Hora de Descartar la Autorización
para el Uso de la Fuerza Militar” —en donde señalé que Rep. Barbara Lee, que
fue el único miembro del Congreso en oponerse a la AUMF en septiembre de 2001,
se opone a esto nuevamente, tratando de persuadir a sus legisladores más jóvenes
de descartar esto.
Esta puede ser una causa perdida, pero a medida que el 10° aniversario del
inicio de la guerra afgana pasa y el interminable ciclo de noticias se vuelve a
repetir, buscando de forma despiadada entregarnos todo el síndrome de déficit de
atención, los que queremos ver el cierre de Guantánamo —y que también queremos
el fin de la guerra— necesitamos seguir presionando para que esta parte
peligrosa e indefinida de la legislación sea abolida.
Como ultimo recordatorio de la importancia de esta causa en particular,
recuerden que cuando pensamos en Guantánamo y cuando pensamos en todas las
permutaciones de las acutales guerras de los EE.UU —la “guerra en el terror”, la
“guerra larga”, la guerra en Afganistán, las detenciones en Bagram y otros
sitios, las guerras no declaradas en otros países y los ataques en avión a
Pakistán, Yemen y otros lugares — todos se amparan en la existencia de la
Autorización para el Uso de la Fuerza Militar.
Andy Worthington es el autor de The Guantánamo Files: The Stories of the 774 Detainees in
America’s Illegal Prison (publicada por Pluto Press, distribuida
por Macmillan en los EE.UU y disponible desde Amazon —haz click en los
siguientes links para US y UK.
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