Defiende a Julian Assange y a WikiLeaks: la libertad de prensa depende de eso
16 de abril de 2019
Andy Worthington
Traducido del inglés para El Mundo no Puede Esperar 23 de abril de 2019
Julian Assange, fotografiado después de su arresto en la embajada ecuatoriana en
Londres el pasado jueves 10 de abril del 2019 (Foto: Henry Nicholls/Reuters). |
La semana pasada, cuando Julian Assange, el fundador de WikiLeaks, fue
arrastrado afuera de la embajada ecuatoriana en Londres, después de que el
gobierno de Ecuador retirara el asilo que le habían concedido cuando buscó
refugio ahí en el 2012, estaba a punto de irme de vacaciones un fin de semana,
sin acceso a la computadora y solo tuve tiempo de escribir unos párrafos acerca
del significado de este caso en Facebook.
Comenté que su arresto “sería motivo de gran preocupación para quien
valorara la habilidad de los medios, en países occidentales que dicen respetar
la libertad de prensa, en publicar información acerca de lo malo que hacen los
gobiernos antes de preferir mantenerlo escondido”. También expliqué que
“quienes filtran información, como Chelsea Manning, que lo hizo con cientos de
miles de documentos clasificados del gobierno estadounidense a WikiLeaks, y que
se encuentra en prisión porque se negó a testificar en un caso de Gran Jurado
contra WikiLeaks, necesitan protección y también quienes lo hacen disponible
para el público; Julian Assange y WikiLeaks y quienes han colaborado en la
publicación de esos documentos, como el New York Times, el Guardian, por ejemplo.
También agregué que trabajé con WikiLeaks en la
publicación de los the Guantánamo files en abril del 2011, junto con periodistas del Washington
Post, McClatchy, del Daily Telegraph y otros periódicos europeos, junto con la
publicación de un link en el sitio de WikiLeaks que mostraba todos los medios informativos incluido
yo que habían colaborado con ellos a través de los años, resaltando que “todos
quienes han colaborado con WikiLeaks necesitan asegurarse que están luchando
tenazmente para evitar que Julian Assange sea extraditados a los Estados
Unidos”.
Esos archivos, archivos clasificados del ejército estadounidense acerca de Guantánamo, fueron
de gran ayuda, ya que revelaron hasta qué punto la llamada evidencia en contra
de prisioneros consistía en declaraciones poco fidedignas hechas por otros
prisioneros, mencionados en los documentos, pero que nunca habían sido
mencionados en ningún otro documento relacionado con Guantánamo que haya
publicado de manera obligada el gobierno a través de los años vía la
legislación de libertad de información. Mi dictamen, de un millón de palabras,
acerca de esos archivos: aquí.
Concluí mi publicación en Facebook con “si EE. UU tiene éxito en derrotar
a Julian Assange, ningún periodista, ningún periódico, ninguna publicación
estará a salvo y podríamos, genuinamente, ver el final de la libertad de
prensa, con todas sus ramificaciones que tendría para nuestra habilidad, en el
occidente, de desafiar lo que, de lo contrario, sería un autoritarismo
alarmante y despótico por parte de nuestros gobiernos”.
La acusación
Desde que salieron las primeras noticias del arresto de Assange, las intenciones detrás del mismo se han hecho
más claras. El Departamento de Justicia de Estados Unidos liberó la acusación
en su contra, como mencionó Trevor Timm, el director ejecutivo de la Fundación
de Libertad de Prensa en un artículo para el Guardian, incluye solo “un cargo de conspiración para violar la ley criminal en
computadora cuando supuestamente le ofreció ayuda a Chelsea Manning para romper
una clave de acceso en el 2010”. Como lo explica Timm, “la acusación no alega
que lo hayan logrado ni que Assange haya ayudado a Manning a obtener alguno de
los documentos”.
Como puntualizaron Jameel Jaffer y Ben Wizner para Just Security,
“hackear las bases de datos del gobierno no está protegido por la Primera
Enmienda y no es parte legítima del periodismo investigativo. Pero la acusación es perturbadora, de cualquier
manera. Caracteriza como parte de una conspiración criminal la actividad
periodística que no solamente es legal sino esencial para la libertad de
prensa”.
Estos comentadores, y muchos otros, estaban alarmados de manera
correcta, como lo puso Trevor Timm, porque estaba claro que el Departamento de
Justicia estaba “usando el cargo de conspiración como pretexto para atacar a
Assange y potencialmente criminalizar las prácticas importantes y comunes del
periodismo al mismo tiempo”, principalmente, como lo describió, “usando la
encriptación y la protección de fuentes anónimas” que son “requerimientos
virtuales en la era en donde las filtraciones son comunes”.
El miedo, entonces, es que el único cargo contra Assange será seguido
por más cargos si termina en territorio estadounidense. Cargos que podrían
incluir el espionaje. Como explican Jameel Jaffer y Ben Wizner “mientras
Assange no era acusado bajo la Ley de Espionaje, la ley de la era de la Primera
Guerra criminaliza la diseminación sin autorización de “información de defensa
nacional”, el cargo estipula que el propósito de la conspiración por la cual
fue acusado era violar la ley de espionaje. Esto levanta la pregunta acerca de
si la acusación es una salva que apunta a facilitar el camino para la
extradición con cargos más sustanciales en un futuro”. Promoviendo estas
sospechas, una
affidávit fue emitida fue liberada el lunes en donde se le más información
acerca del caso contra Assange.
Para el Guardian,
Nathan Robinson, editor de Asuntos actuales, apostó en contra de los periodistas mainstream que peligrosamente
sugieren que el trabajo de Assange y el de WiliLeaks no es periodismo, sino
“activismo”. Basándose en la columna de Frida Ghitis, que trabajó para CNN,
fungiendo como productora, correspondiente y columnista de asuntos internacionales,
que dijo que “contribuye frecuentemente con opiniones a CNN y el Washinton Post y como columnista para
World Politics Review”.
Ghitis escribió que Assange “no es un periodista, así que no tiene
derecho a las protecciones que la ley y la democracia, demandan para
periodistas legítimos”. Como lo explica Robinson, “esta es una posición
peligrosa. Generalmente, la ley, de hecho, no distingue entre “periodistas” y
“no periodistas”, proporcionándole a todos, la misma protección. Esto es porque
si esta distinción se hace legalmente relevante, significaría que el gobierno
está empoderado para decidir quiénes son periodistas de verdad”.
Robinson también le recordó a los lectores que “la administración de
Obama, pescó
por años para encontrar un cargo que pudiera ser para Assange pero que
ultimadamente no encontró una manera de perseguirlo que no fuera criminalizando
los actos ordinarios del periodismo. El gobierno de Donald Trump es menos escrupuloso”.
O, como Trevor Timm lo pone, “a pesar de los registros extremadamente
decepcionantes de Barack Obama sobre libertad de prensa, su Departamento de
Justicia ultimadamente terminó haciendo el llamado correcto cuando decidió que
era demasiado peligroso acusar a WikiLeaks sin poner en riesgo a organizaciones
periodísticas como el New York Times o el Guardian”.
Crítica legítima a Assange
Ninguna de las razones mencionadas arriba para defender a Assange en
contra del alcance de Estados Unidos, está para defenderlo en contra de otros
motivos. Assange buscó asilo en Ecuador en el 2012 para evitar una potencial
extradición a Suecia para enfrentar acusaciones de violación y agresión sexual.
Si todavía existe un caso en Suecia, debería de ser enviado a ese país para
enfrentar esas acusaciones.
También alejó a varios seguidores durante la elección presidencial
estadounidense del 2016 con las filtraciones de dañaron a Hillary Clinton, que
terminaron ayudando a Donald Trump.
También es cierto que, a través de los años, Assange ha mostrado una
perturbadora negación a contemplar la censura de documentos que ha publicado. El
domingo, el Observer
publicó un editorial que lo describe como “que actuó de manera inmoral
e irresponsable” cuando WikiLeaks “publicó miles de cables diplomáticos
secretos sin redactarse primero, potencialmente exponiendo a peligros graves, a
los individuos mencionados en los documentos”.
Quinta Jurecic de Lawfare mencionó
cómo Nick Davies del Guardian, quien
trabajara con Assange para la publicación de los registros de guerra de
Afganistán e Irak en el 2010, hasta que la relación entre ellos y Assange se
amargó, “describió la respuesta arrogante de Assange a las preocupaciones de
los periodistas acerca de la publicación de cierta información que pudiera
poner en peligro la vida de civiles afganos que le habían dado información a
las fuerzas de coalición”. Jureic mencionó que Davies le dijo a Alex Gibney, quien
dirigió una película acerca de Assange, que el fundador de WikiLeaks dijo que
“si un civil afgano le ayuda a la coalición, entonces merece morir”.
Yo también presencié esta insistencia simplista acerca de que toda la información debe ser
libre en relación a los archivos de Guantánamo y la amenaza a un ex detenido si
su archivo completo era publicado sin redacción y me acuerdo de su poca
flexibilidad y de la dificultad razonar con él.
De cualquier manera, mientras que estas teorías y otras confirman la
difícil ingenuidad y la intransigencia en relación a la transparencia, así como
la personalidad que regularmente está en conflicto con otras personas, nada de
esto detracta fundamentalmente el derecho que Assange tiene de no ser
descartado como periodista y ser tratado como algún tipo de terrorista, como
quiere Donald Trump que sea. Como explica Trevor Timm en su artículo, aunque
“Assange disgusta en el mundo del periodismo y círculos políticos que muchos
reporteros y políticos liberales públicamente aplauden”, cuando la
administración de Trump libera su acusación en contra, es una trampa. Justamente
lo que la administración de Trump está esperando, mientras el DOJ se mueve
hacia pasos más peligrosos en su guerra contra el periodismo y la libertad de prensa”.
Como Timm procede a explicar: “¿Cuál es el camino más efectivo para
cercenar los derechos de la gente? Primero, ir tras el impopular, la persona
que es despreciada por la sociedad y que tendrá pocos defensores. Assange
encaja en este perfil. Ya que exista una ley en los libros que diga “este aspecto
del periodismo es ilegal”, será mucho más fácil para el DOJ poder establecer
otros casos contra críticos mainstream del gobierno y será más difícil para los
jueces descartarlos inmediatamente”.
¿Su conclusión? “En lugar de pensar “Odio a Julian Assange y me da mucho
gusto que vaya a ser castigado”, pregúntate esto: ¿Confías en el DOJ de Trump
para proteger la libertad de prensa?”.
Si tu respuesta es no, deberías preguntarte por qué deberías confiar en
el departamento de un gobierno que ya tiene una inaceptable historia de
persecución en contra de los “whistleblowers” bajo Barack Obama, mucho antes que Trump saliera a la vista, con terribles
creencias acerca del periodismo que a él no le gusta. Como dijo Timm: “Donald
Trump ha estado
furioso con quienes filtran y con las organizaciones de prensa que publican
esto desde que él tomó poder. Se queja constantemente de esto en sus tweets.
Repetidamente ha instruido al Departamento de Justicia detener las filtraciones
e incluso le pidió al ex director del FBI, James Comey, si podría
encerrar a los periodistas”.
Un presidente que piensa de esa manera, no debería de ser gratificado.
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