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Shaker Aamer y otros prisioneros de Guantánamo llaman tortura a la alimentación forzosa y apelan ante los tribunales en petición de ayuda

Andy Worthington
Andyworthington.co.uk
9 de agosto de 2013

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández

El 30 de junio, como ya informé aquí, los abogados de cuatro de los prisioneros de Guantánamo –Shaker Aamer, el último residente británico en la prisión, Nabil Hadjarab y Ahmed Belbacha, ambos argelinos, y Abu Wa’el Dhiab, sirio- interpusieron un recurso ante la Corte de Distrito en Washington DC, pidiendo que el juez emitiera un dictamen que obligara al gobierno a poner fin a “la alimentación forzada en la prisión y dejara de medicar a la fuerza a los prisioneros, especialmente con Reglan, una droga utilizada por EEUU en los procesos de alimentación a la fuerza que, cuando se usa durante largos períodos de tiempo, puede causar graves desórdenes neurológicos, incluyendo uno parecido a la enfermedad de Parkinson”, como Reprieve, la organización para la acción jurídica con sede en Londres cuyos abogados interpusieron el recurso, junto con Jon B. Eisenberg en EEUU, habían expuesto en un comunicado de prensa.

Esos hombres figuran entre los 86 prisioneros (de los 166 hombres que allí continúan), que el Grupo de Trabajo interinstitucional para la Supervisión de Guantánamo, establecido por el Presidente Obama cuando asumió el poder en 2009, autorizó que se pusieran en libertad. Además, todos ellos se han involucrado en la extendida huelga de hambre que empezó hace seis meses, y tanto Nabil Hadjarab como Ahmed Belbacha se encuentran entre los 41 prisioneros alimentados a la fuerza.

Aunque los presos presentaron un argumento convincente acerca de la necesidad de intervenir, la juez Gladys Kessler, encargada de supervisar el caso de Abu Wa’el Dhiab, no pudo conceder la petición debido al precedente legal de febrero de 2009, cuando, en el caso de Mohammed al-Adahi, un yemení que intentaba poner fin a la alimentación forzada a que era sometido, un tribunal dictaminó que “ningún tribunal, ningún juez tendrá jurisdicción para oír o considerar cualquier otra acción contra los EEUU o sus agentes en relación a cualquier aspecto de la detención, traslado, tratamiento, juicio o condiciones de confinamiento de un extranjero que esté, o hubiera estado, detenido por EEUU y al que EEUU haya correctamente definido y detenido como combatiente enemigo”.

Sin embargo, la juez Kessler mostró compasión por la dura situación de los presos, señalando explícitamente que Abu Wa’el Dhiab había “establecido con todo detalle en su escrito el consenso existente de que la alimentación forzosa de los prisioneros viola el Artículo 7 del Pacto Internacional sobre los Derechos Políticos y Civiles, que prohíbe la tortura o el trato cruel, inhumano y degradante”, y también explicó que “el Presidente de EEUU, como comandante-en-jefe, tiene autoridad –y poder- para abordar directamente el problema de la alimentación forzosa de los detenidos de la Bahía de Guantánamo”.

La juez encargada del recurso presentado por los otros tres prisioneros –Rosemary Collyer- fue menos compasiva, pero compasiva o no, la negativa a conceder la petición de los hombres deja solo dos opciones: recurrir o no, y en estos momentos, los abogados de Reprieve y Jon Eisenberg, presentaron una apelación en nombre de Shaker Aamer, Ahmed Belbacha y Nabil Hadjarab, pidiendo al tribunal de apelación en Washington DC (el Tribunal de Circuito de DC) que reconsiderara su sentencia.

En una reciente llamada a Cori Crider, la directora de estrategia de Reprieve, Ahmed Belbacha describía lo horrenda que era la alimentación forzosa:

Decía:

“Siguen alimentándome a la fuerza, una vez cada noche, y la forma en que lo hacen durante el tiempo de Ramadan nos deja a todos agotados. Hay dos turnos: el primer grupo a las 20,00 horas, y el segundo más tarde. En teoría, a las 22,00 horas, pero algunas veces es a las 23,00 horas, a medianoche o incluso después. Es terriblemente agotador.

El otro problema que he tenido desde que empezó el Ramadán es la nueva solución que utilizan para alimentarnos, llamada Jevity, que es muy fuerte. Antes me sentía mal, pero esto es aún peor. La he vomitado en varias ocasiones. Pero no parecen tenerlo en cuenta. Nunca me han alimentado dos veces en una noche. Supongo que es porque no he vomitado hasta que he regresado a mi celda. Ahora peso 125 libras [56 kilos] y me siento muy débil.

Si alguien tiene un problema de nariz, pueden estar un tiempo muy largo intentando insertarle el tubo una y otra vez. Mucha gente tiene problema con eso. Sigo llorando en ocasiones, a causa del tubo. Es muy doloroso.

Un preso rompió la huelga de hambre porque la inserción del tubo era algo demasiado penoso. Les costaba mucho tiempo meterle el tubo. Era una tortura horrible en cada ocasión y finalmente tuvo que ceder.

Los soldados están siempre intentando que dejemos la huelga. Hace muy poco, el doctor nos reunió y nos dijo que querían que la dejáramos, y los oficiales nos dijeron al comienzo del Ramadán que si no la dejábamos nos meterían en celdas de aislamiento.”

En respuesta a las quejas de Ahmed Belbacha, Cori Crider dijo: “Como ha señalado la juez federal, el Presidente Obama tiene poder para resolver la situación, pero nunca lo ha hecho. Podría poner fin a esta crisis dejando que los prisioneros, cuya puesta en libertad ha autorizado su propio gobierno y que en este momento son mayoría, se vayan a casa”.

Solo puedo estar de acuerdo. Hace ya 73 días desde que el Presidente pronunció un importante discurso sobre la seguridad nacional en el que prometió seguir liberando a los prisioneros, pero ni uno solo de los 86 ha podido salir. El Congreso ha puesto serios obstáculos, requiriendo que la administración certifique los prisioneros liberados no podrán, después de su liberación, levantarse en armas contra EEUU, pero el Presidente Obama tiene que superar esos cínicos obstáculos si no quiere que le juzguen como el Presidente cuyas buenas palabras y promesas no iban acompañadas de las correspondientes acciones. Y si es necesario, puede utilizar una exención en la legislación que le permite eludir al Congreso.

La pasada semana, la Casa Blanca anunció que el Departamento de Defensa había “certificado ante el Congreso que intentaba repatriar a otros dos detenidos a Argelia”, añadiendo: “Estamos dando este paso en consultas con el Congreso y de forma responsable para proteger nuestra seguridad nacional”.

Hay que elogiar a la administración por dar los pasos necesarios para liberar a esos dos hombres, que aún no han identificado públicamente pero están entre los cinco argelinos aún retenidos pendientes de liberar. Sin embargo, por desgracia, serán los primeros prisioneros en ser liberados como consecuencia de las determinaciones del grupo de trabajo –y por el liderazgo, o la ausencia del mismo, del Presidente Obama- desde septiembre de 2010, porque, en los últimos tres años, los únicos hombres liberados –solo cinco en total- o han sido liberados por los tribunales o ha sido como resultado de acuerdos negociados de culpabilidad en sus juicios ante las comisiones militares.

A esos dos hombres tienen que seguirles, tan rápidamente como sea posible, los otro 84 prisioneros pendientes de liberación, 56 de los cuales son yemeníes, cuya liberación no solo fue obstaculizada por el Congreso sino también por una vergonzosa prohibición impuesta por el Presidente Obama en enero de 2010, después de se descubriera que un atentado fallido el día de Navidad de 2009 se había incubado en el Yemen. En su discurso del mes de mayo de este año, el Presidente Obama afirmó: “Estoy levantando la moratoria sobre el traslado de los detenidos a Yemen, para que podamos revisar caso por caso”, pero aunque se reunión con el Presidente yemení Hadi la pasada semana, los dos hombres no llegaron a un acuerdo específico sobre la repatriación de los hombres.

Otros necesitan que haya terceros países dispuestos a proporcionarles un nuevo hogar, porque su repatriación podría ponerles en peligro, pero otros, como Shaker Aamer, podría ser devuelto de inmediato a su familia en el Reino Unidos si Washington tuviera voluntad de hacerlo, y si el gobierno británico lo convirtiera en una prioridad. La reciente noticia de que P.J. Harvey ha grabado una canción sobre Shaker sin duda arrojará nuevo interés por su caso en el Reino Unido, y puede que logre aumentar las presiones sobre David Cameron y William Hague para que insistan en su inmediato retorno a Gran Bretaña, pero la clave de su liberación y de la de otros prisioneros pendientes de liberación, como reconoció la juez Kessler el pasado mes, es el Presidente Obama.

En su discurso del 23 de mayo, el Presidente Obama dijo: “Contemplen la situación actual, en que estamos alimentando a la fuerza a los detenidos en huelga de hambre”, y preguntó: “¿Es eso en lo que nos hemos convertido? ¿Era eso lo que querían nuestros padres fundadores? ¿Son esos los EEUU que queremos dejar a nuestros hijos?”. La respuesta es NO, pero solo hay una forma para poner fin a la alimentación forzada de los presos en huelga de hambre, y es que el Presidente Obama libere a los presos pendientes de tal liberación y que se inicien urgentemente revisiones objetivas de los casos del resto de los hombres, para establecer si hay que juzgarles o no. Si resulta que no elementos para poder juzgarlos, habrá que liberarlos también.

Andy Wortington es escritor, periodista de investigación, cineasta y fotógrafo. Es autor de The Guantánamo Files: The Stories of the 774 Detainees in America’s Illegal Prison (publicado por Pluto Press, disponible en Amazon) y de otros dos libros: Stonehenge: Celebration and Subversión y The Battle of the Beanfield. Es también codirector (junto a Polly Nash) del documental “Outside the Law: Stories from Guantánamo” (disponible en DVD aquí). Ha puesto en marcha una campaña para cerrar Guantánamo (apoyos aquí).

Fuente: http://www.andyworthington.co.uk/2013/08/05/shaker-aamer-and-other-guantanamo-prisoners-call-force-feeding-torture-ask-appeals-court-for-help/


 

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