Las continuas víctimas civiles en Afganistán multiplican la rabia contra
EEUU
Jason Motlagh Rawa.org 23 de mayo de 2010
Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
Nazir Ahmad relata que en las primeras horas del viernes [14 de mayo] escuchó
ruido de disparos que parecían salir de una garita de vigilancia situada en el
exterior de un gran recinto de adobe que comparte con otras nueve familias.
Pensando que eran ladrones que intentaban entrar, él y varios hombres más
corrieron hacia el patio, sumido a esa hora en una total oscuridad, donde
cayeron abatidos por fuego de disparos y explosiones de granada. “Estaban
disparando con l á ser”, dice Ahmad, de 35 años, confundiendo las luces de l
láser de las armas de los asaltantes con las balas. La metralla se le incrustó
en el pecho, alcanzando también en la espalda a su hija, de 18 meses de edad.
Una familia vecina salió peor parada aún: en cuestión de segundos, un padre y
sus cuatro hijos yacían asesinados.
Sayid Rahim (izquierda), un campesino de 60 años asesinado
por la OTAN el 14 de mayo de 2010 en Surkh Rod junto a sus cuatro
hijos: Mohammad Safi (32 años), Shams ul Rahman (25), Zakiruddin (22) y Rasul
Khan (18)
(Foto: RAWA) |
Los testigos locales entrevistados por Time contaron que la noche del
ataque las fuerzas estadounidenses asesinaron a ocho vecinos de ese pueblo
campesino calcinado por el sol a l este de Afganistán. El ejército de EEUU
insiste en que la operación de Koshkaky, a unos 14 kilómetros al oeste de
Jalalabad, tenía como objetivo atacar a los insurgentes que pululan por la zona,
incluido un sub-comandante talibán al que mataron. También hirieron, con
ametralladoras y el “equipo de comunicaciones”, a dos combatientes más, según
dijo el ejército a través de un comunicado, sin ofrecer cifras de víctimas (La
policía afgana está realizando ahora su propia investigación).
Pero los afganos normales y corrientes se inclinan más a creer lo peor. En
cuanto se extendió la noticia del incidente el viernes por la mañana, cientos de
personas se lanzaron a las calles para protestar, quemando neumáticos y lanzando
piedras mientras gritaban: “Muerte a EEUU”, “Larga vida a los talibanes” y otros
eslóganes contra el gobierno. Cuando la multitud trató de asaltar la comisaría
del distrito, los oficiales respondieron a tiros y mata ron al menos a uno de
los manifestantes.
Desde que el General Stanley McChrystal tomó el mando de las fuerzas
internacionales en Afganistán el pasado verano, las restricciones en los ataques
aéreos han reducido algo la incidencia de muertes civiles que tanto exacerba n
la indignación del pueblo y las fricciones entre el gobierno afgano y el de
EEUU. Sin embargo, los observadores señalan un aumento simultáneo en los ataques
nocturnos de las unidades de las Fuerzas Especiales. Según Naciones Unidas y las
estimaciones del gobierno afgano, los ataques nocturnos han provocado más de la
mitad de las 600 muertes de civiles infligidas por las fuerzas de la coalición
el pasado año. Tras una serie de percances, el General McChrystal emitió una
nueva directiva táctica a finales de enero para reducir las víctimas y parecer
menos invasivo. Ordenó que “siempre que fuera posible”, había que notificar con
antelación suficiente los ataques a las autoridades afganas y a los patriarcas
locales, y que las fuerzas de seguridad afganas se pusieran a la cabeza.
Pero, al parecer, las directrices de McChrystal se han aplicado más a las
unidades regulares de infantería que a las Fuerzas Especiales, cuyos oficiales
temen que sus misiones secretas se vean comprometidas por tales consultas. Ni
tampoco ha ayudado a que se reduzcan los errores fatales el hecho que de que las
tropas afganas se impliquen en las acciones. Por ejemplo, el 12 de febrero se
produjo un ataque de las Fuerzas Especiales en la provincia de Paktia,
irrumpiendo en una celebración familiar alrededor de un recién nacido, matando a
un oficial de la policía afgana, a su hermano, a dos mujeres embarazadas y a una
adolescente. La OTAN proclamó inicialmente que una operación conjunta de la
coalición y los afganos había descubierto los cuerpos de tres mujeres atados y
amordazados después de un tiroteo con los combatientes. Pero cada vez había más
pruebas que contradecían tal versión; algunos informes posteriores sugirieron
que habían enviado a un oficial estadounidense para pedir disculpas
personalmente por los disparos y ofrecer una compensación a los familiares de
los muertos.
Un niño afgano ante las tumbas recién cavadas en un cementerio cerca
del pueblo de Koshkaky en la provincia oriental de Nangarhar, en Afganistán,
escenario del mortífero ataque perpetrado de madrugada por las Fuerzas
Especiales de EEUU.
(Foto: Jason Motlagh para Time) |
Algunos afganos sugieren que los errados ataques pueden estar motivados por
la desinformación que se les pasa a los estadounidenses para acabar con los
feudos locales. Hace dos semanas, el 29 de abril, el cuñado de la diputada
afgana Safiya Sidiqi murió de un disparo en un ataque nocturno contra la casa de
su familia en el distrito Surkh Rod. Sidiqi dice que su hermano había llamado
poco antes diciendo que había ladrones fuera de la casa. Cuando ella contactó
con la policía, la informaron de que las fuerzas estadounidenses estaban
llevando a cabo una operación allí. El ejército de EEU U afirmó más tarde que la
víctima era un “facilitador talibán” que salió de la casa con una escopeta
exhibiendo intención de atacar y negándose a arrojar el arma. El teniente
coronel Joseph T. Bresseale, portavoz, rechazó la explicación de que las arma s
se blandía n como autodefensa contra posibles delincuentes, alegando que era la
típica excusa que utilizaban quien era blanca de los ataques nocturnos.
Pero los vecinos del pueblo de Koshkaky que presenciaron el más reciente de
los ataques estadounidenses mantienen a toda costa su versión. Mohammad Siddiq
Bismil dice que es normal que los campesinos que se encuentran aislados tengan
armas de su propiedad, y cuando oyeron los disparos, dice, varios hombres
cogieron sus rifles y dos Kalashnikovs –para los que tenían permisos- y
dispararon varios tiros al aire como advertencia. Segundos más tarde, algunos de
esos hombres recibían las balas de los soldados que habían escalado muros de
unos 4,5 metros de alto por varios lados, dinamitando una puerta oxidada. “En
lugar de anunciarse, primero disparan”, afirma Bismil. (El ejército
estadounidense dice que el fuego empezó una vez que los hombres se negar o n a
salir afuera).
Cuando el polvo se asentó, los campesinos dijeron que les retuvieron dentro
del recinto y que soldados afganos y estadounidenses les estuvieron interrogando
hasta después del amanecer. Sostuviero n que no tenían ni idea de quién era Qari
Shamshudin, el supuesto sub-comandante talibán. Afirmaron que les confiscaron
los rifles y los teléfonos móviles, y que se llevaron con ellos a dos hombres
heridos, dos tractoristas. Aunque no se permitió que ningún periodista entrara
en el recinto familiar para explorar el escenario de los disparos a causa del
duelo d e las mujeres en el patio, por el terreno exterior podían apreciarse
rastros secos de sangre y cristales rotos. Y también agujeros de bala en los
parabrisas de los coches.
Al poco rato de ir por la carretera de regreso a Jalalabad, en el horizonte
apareció un grupo de jóvenes reunidos en un cementerio alrededor de una de las
cinco recientes tumbas, con las palmas abiertas en señal de oración. Assadullah,
un estudiante de 18 años, enumeró los hombres de sus antiguos vecinos, el padre
y sus hijos: Sayid Rahim, Shafiullah, Shams, Zikruddin, Rasul Khan. “Eran
nuestros hermanos, no eran talibanes”, dice. “EEUU no para de contar mentiras.
Combatiremos a los talibanes y también a los estadounidenses, es o es lo que
pensamos hacer”.
(Esta historia ha podido investigarse y relatarse
gracias a l a beca concedida por el Pulitzer Center on Crisis
Reporting ) |
Fuente:
http://www.rawa.org/temp/runews/2010/05/17/civilian-casualties-raise-afghan-ire-at-u-s.html
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