Trump amenaza con un apocalipsis afgano
Los “planes” estadounidenses para la guerra en
Afganistán son un crimen contra la humanidad
Nick Turse
TomDispatch.com
10 de enero de 2020
Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
El 4 de febrero de 2002, un avión Predator no
tripulado sobrevoló la provincia de Paktia, Afganistán, cerca de la ciudad de
Khost. Allá abajo se encontraba el fundador de al-Qaeda, Osama bin Laden -o al
menos alguien de la CIA así lo creía- y quedó marcado para morir. Según expresó más
tarde el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, con aire torpe y abúlico: “Se
había tomado la decisión de disparar el misil Hellfire. Y se disparó”. Ese
misil tierra-aire guiado por láser -diseñado para destruir tanques, bunkers,
helicópteros y personas- hizo exactamente lo que tenía que hacer.
Sin embargo, lo que sucedió (y tampoco
por primera vez en su historia) fue que la CIA se equivocó. No
fue Osama bin Laden el receptor de ese ataque, ni un miembro de al-Qaida, ni
siquiera de los talibán. Los muertos, informaron testigos locales, eran civiles
que recogían chatarra, personas comunes que realizaban su trabajo diario tal
como lo habían estado haciendo miles de estadounidenses en el World Trade
Center solo unos meses antes cuando el terror les golpeó desde los cielos.
En los años posteriores, a esos recolectores de chatarra afganos se les
unieron más de 157.000
muertos de guerra en esa tierra en conflicto. Esa es una cifra muy
elevada, pero representa solo una fracción del recuento de víctimas mortales de
las guerras estadounidenses posteriores al 11 de septiembre. Según un estudio
realizado por el Proyecto Costs of War del Instituto Watson de la Universidad
Brown, en esos conflictos han muerto unas 801.000
personas, combatientes y no combatientes. Esa es una cifra
asombrosa, el equivalente al genocidio de Ruanda en 1994. Pero si tenemos que creer
al presidente Donald Trump, Estados Unidos tiene ciertos “planes” que podrían
enterrar ese sombrío recuento bajo una cifra escandalosa de muertos. El “método
de guerra” que sugirió iba a emplear podría provocar más de 20
veces ese número en un solo país: aproximadamente 20 millones o más de afganos,
casi todos civiles.
Es un hecho extraño de nuestra época que el presidente Trump haya afirmado
tener “planes” (o “un método”) para aniquilar a millones de personas inocentes,
posiblemente la mayoría de la población de Afganistán. Sin embargo, esos
comentarios suyos apenas llegaron a las noticias y desaparecieron en cuestión
de días. Incluso para un presidente que amenazó con desatar “fuego
y furia” contra Corea del Norte y marcar el comienzo del “fin”
de Irán, insinuar la posibilidad de eliminar a la mayoría de la población civil
de un aliado representaba algo nuevo.
Después de todo, el comandante en jefe de Estados Unidos tiene autoridad,
que puede utilizar a su única discreción, para ordenar el lanzamiento de armas
del vasto arsenal nuclear de Estados Unidos. Así que no fue cosa menor que el
año pasado el presidente Trump sugiriera que podría desatar un “método
de guerra” que iba a matar al menos al 54% de los aproximadamente
37 millones de habitantes de Afganistán.
Y sin embargo, casi nadie, en Washington o en Kabul, quiso aludir a esos
comentarios presidenciales. La Casa Blanca, el Pentágono y el Departamento de
Estado no tuvieron nada que objetar. Lo mismo hizo el portavoz principal del
presidente afgano, Ashraf Ghani. Un funcionario afgano de alto rango se
disculpó conmigo por no poder responder honestamente a los comentarios del
presidente Trump. Un funcionario estadounidense activo en estos momentos
expresó su preocupación ante el hecho de que si reaccionaba contra las amenazas
afganas del presidente podría provocar una tormenta
de tuits presidenciales contra él, por lo que se negó a comentar
nada sobre la cuestión.
No obstante, los expertos no tuvieron reparos en sopesar qué significarían
realmente esos “planes” si fueran reales y llegaran a utilizarse. Emplear tal
método (por usar el término del presidente), dicen, constituiría un crimen de
guerra, un crimen contra la humanidad y posiblemente un genocidio.
Un crimen de Trump contra la humanidad
“Numerosas fuerzas militares soviéticas han invadido la pequeña nación
soberana no alineada de Afganistán”, anunció el presidente Jimmy Carter el 4 de
enero de 1980. “50.000 soldados soviéticos fuertemente armados han cruzado la
frontera y están ahora dispersos por todo Afganistán tratando de conquistar al
pueblo musulmán, ferozmente independiente, de ese país”. Nueve años después, el
Ejército Rojo saldría finalmente de esa tierra tras una guerra que mató a
unos 90.000
combatientes muyahaidin, 18.000 soldados afganos y 14.500
soldados soviéticos. Sin embargo, como ha sido la norma en los
conflictos desde la Primera
Guerra Mundial, fueron los civiles quienes sufrieron el mayor
número de víctimas. Se estima que murieron asesinados alrededor de un millón.
En los más de 18 años desde que las fuerzas estadounidenses invadieron ese
mismo país en octubre de 2001, el número de muertos ha sido mucho más bajo.
Alrededor de 7.300 militares estadounidenses, contratistas y fuerzas
extranjeras aliadas han muerto allí, así como 64.000
afganos que eran aliados estadounidenses, 42.000 combatientes de
la oposición y 43.000 civiles, según el Proyecto Costs of War. Sin embargo, si
se debe creer al presidente Trump, que este recuento de víctimas sea bajo se
debe únicamente a la contención estadounidense.
“Tengo planes para Afganistán que, si quisiera ganar esa guerra, ese país
quedaría borrado de la faz de la Tierra. Desaparecería”, comentó el presidente
antes de una reunión de julio de 2019 con el primer ministro paquistaní Imran
Khan. “Si quisiéramos librar una guerra en Afganistán, y ganarla, podría
lograrlo en una semana. Pero sucede que no quiero matar a diez millones de
personas”. En septiembre, aumentó aún más la retórica y el número de muertos.
“Hemos sido muy eficaces en Afganistán”, dijo. “Y si quisiéramos hacer uso de
determinado método de guerra, ganaríamos muy rápidamente, pero muchas,
realmente muchas personas, decenas de millones morirían asesinadas”.
Si creemos al comandante en jefe de Estados Unidos, ya existen planes y
métodos para un asesinato en masa cuyo número de muertos podría, como mínimo,
superar a los del Holocausto,
el genocidio
camboyano, el genocidio de Ruanda,
la guerra de Vietnam, la guerra de Corea, la Guerra de los Cien Años y la
Revolución Americana, en su conjunto, y eso en un país donde el Pentágono cree
que solo hay entre 40.000
y 80.000 combatientes talibán y menos
de 2.000 militantes del Dáesh.
El presidente Trump afirma que preferiría no usar tales métodos, pero si lo
hiciera, dicen los expertos, su juicio para el impeachment en
el Senado podría ir seguido, teóricamente, de otro más consecuente frente a un
tribunal internacional. “Por supuesto, cualquier 'método de guerra' que matara
a '10 millones de personas' o a 'decenas de millones' de personas en un país
donde la fuerza de combate consta de 40.000 a 80.000 luchadores sería una
violación flagrante de las leyes de la guerra y convertiría al presidente Trump
en un criminal de guerra”, dijo a TomDispatch Daphne Eviatar,
directora del programa de Seguridad con Derechos Humanos de Amnistía
Internacional, EE.UU.
Max Pensky, codirector del Instituto para el Genocidio y la Prevención de
Atrocidades Masivas de la Universidad Estatal de Nueva York en Binghamton,
estuvo de acuerdo. “Llevar a cabo tal plan sería sin duda un crimen de guerra
debido al contexto del conflicto armado en Afganistán”, dijo. “Y sería
absolutamente un crimen contra la humanidad”. Señaló que también podría
constituir un genocidio dependiendo de la intención detrás del mismo.
Por supuesto, Estados Unidos ha sido pionero en lo que respecta tanto a la
dirección como a la restricción de guerra. Por ejemplo, las “Órdenes generales
No. 100: Instrucciones para el gobierno de los ejércitos de Estados Unidos
sobre el terreno”, emitidas por el presidente Abraham Lincoln el 24 de abril de
1863, representan la primera codificación moderna de las leyes de la guerra.
“Se ha reconocido cada vez más el principio de que hay que preservar al
ciudadano desarmado en su persona, propiedad y honor todo lo que permitan las
exigencias de la guerra”, dice el código, que tiene 157 años. “Toda violencia
sin sentido cometida contra las personas en el país invadido, toda destrucción
de propiedades no ordenada por el oficial autorizado, todo robo, todo pillaje o
saqueo, incluso después de tomar un lugar por la fuerza principal, todas las
violaciones, heridas, mutilaciones o asesinatos de esos habitantes están
prohibidos bajo pena de muerte u otros castigos severos que puedan parecer
adecuados a la gravedad del delito”.
Sin embargo, más recientemente, Estados Unidos ha establecido las reglas de
conducta cuando se trata de asesinatos sin fronteras. Al afirmar el derecho del
ejército y de la CIA de usar drones armados para matar personas desde Pakistán
hasta el Yemen, Somalia y Libia, mediante procedimientos opacos y casi
secretos, ignorando las normas estadounidenses anteriores contra los “asesinatos
selectivos”, las cuestiones sobre la soberanía
nacional y el derecho
internacional existente, Estados Unidos ha creado un marco listo
para que otras naciones lo imiten. En octubre de 2019, por ejemplo, el presidente
de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, insinuó que asesinaría a Mazloum
Kobani, el jefe de las Fuerzas Democráticas Sirias y un aliado
clave de Estados Unidos en la lucha contra el Dáesh en Siria. “Algunos
países eliminan
a los terroristas a quienes consideran una amenaza para su
seguridad nacional, donde quiera que estén”, dijo Erdogan. “Por lo tanto, esto
significa que esos países aceptan que Turquía tiene ese mismo derecho”.
Históricamente, Estados Unidos también ha sido pionero en el uso de armas
de destrucción masiva. Aunque un portavoz de la Casa Blanca no abordó la
cuestión de si el presidente Trump aludía al uso de armas nucleares
cuando afirmó que
“Afganistán sería borrado de la faz de la Tierra”, es importante que Estados
Unidos sea el único país que ha usado ese armamento en una guerra real.
El primer ataque nuclear, el ataque estadounidense sobre Hiroshima,
Japón, el 6 de agosto de 1945, dejó a esa ciudad “devastada de manera uniforme
y extensa”, según un estudio realizado
a raíz de los ataques por la Strategic Bombing Survey de EE.UU. “El factor
sorpresa, el colapso de muchos edificios y la conflagración contribuyeron a una
tasa de víctimas sin precedentes”. Entre 60.000
y 80.000 personas murieron instantáneamente. La cifra final de
muertos, incluidos los que luego perecieron por los efectos a largo plazo de
las enfermedades provocadas por la radiación, se estimó entre 135.000 y 150.000. Se
calculó que el ataque atómico contra Nagasaki, llevado a cabo tres días
después, mató a otras 50.000a 75.000personas.
Crímenes teóricos de guerra y muertes civiles reales
Apenas unos días antes de mencionar la posibilidad de aniquilar a decenas de
millones de afganos, el presidente Trump reprochó a los talibán que
hubieran matado con
un coche-bomba a 12 personas, incluidos 10 civiles afganos y un soldado estadounidense,
mientras se iniciaban conversaciones de paz con el grupo militante. En ese
momento, tuiteó: “¿Qué tipo de gente mataría a tantas personas para fortalecer
aparentemente su posición de negociación?” Semanas después, él absolvería a
tres miembros del servicio militar de crímenes de guerra, uno de ellos
condenado por asesinar a dos civiles afganos y otro acusado del asesinato de un
hombre afgano.
Daphne Eviatar, de Amnistía, cree que el “desprecio del presidente hacia la
vida de los civiles” puede haber provocado ataques estadounidenses menos
precisos en los últimos años. “Hemos sido testigos de un aumento dramático en
las víctimas civiles de las operaciones militares de EE. UU. desde que Trump
asumió el cargo, incluido Afganistán”, declaró a TomDispatch.
Un informe
de octubre de la Misión de Asistencia de las Naciones Unidas en
Afganistán (UNAMA, por sus siglas en inglés), que analizó la marcha de la
guerra desde julio hasta finales de septiembre de 2019, documentó el mayor
número de víctimas civiles que se había registrado en un solo trimestre desde
que comenzó a hacerlo sistemáticamente en 2009. De hecho, durante los primeros
nueve meses del año pasado, la UNAMA registró la muerte de 2.563 civiles y más
de 5.676 heridos, la mayoría por fuerzas “antigubernamentales”, incluidos los
talibán y el Dáesh. Sin embargo, la UNAMA descubrió que las “fuerzas
progubernamentales”, incluido el ejército de los EE.UU., habían matado a 1.149
personas y herido a 1.199 en ese período, un incremento del 26% sobre el mismo
período de 2018.
Desde luego, esas cifras se considerarían insignificantes si Donald Trump
decidiera “ganar” la guerra de Afganistán de la manera que insinuó el año
pasado en dos ocasiones, incluso cuando las conversaciones de paz con los
talibán estaban en marcha. Johnny Walsh, destacado experto en Afganistán del
Institute of Peace estadounidense y exasesor principal del Departamento de
Estado sobre el proceso de paz afgano, calificó los supuestos planes de Trump
de “floritura retórica” y duda de que realmente existan. “No estoy al tanto de
ningún plan para intensificar el conflicto o usar armas nucleares”, dijo
a TomDispatch.
Sean o no reales esos planes, las bajas civiles en Afganistán continúan
aumentando, lo que lleva a los expertos a pedir un escrutinio adicional de las
operaciones militares de EE.UU. “Es tentador descartar algunas de las
declaraciones más provocativas del presidente”, dijo Daphne Eviatar de
Amnistía, “pero debemos tomar muy en serio el aumento exponencial de víctimas
civiles de las operaciones militares de EE.UU. desde 2017 y asegurarnos de que
cada una de ellas sea investigada de manera exhaustiva e independiente,
haciendo públicos los resultados, para que podamos saber si son la consecuencia
de una política o práctica ilegal de la administración Trump”.
Cuando comienza 2020, con la guerra afgana de Estados Unidos en su
decimonoveno año y el “progreso”
tan inexistente como siempre, un presidente asediado continúa reflexionando
sobre cómo poner fin a las “guerras
interminables” de Estados Unidos (aunque lo que realmente hace
es expandirlas aún
más). Dadas las circunstancias, ¿quién sabe qué podría pasar en Afganistán?
¿Será 2020 el año de paz o del apocalipsis allí, o simplemente traerá más de lo
mismo? Con un presidente para quien los “planes” pueden ser más figurativos que
literales, todo esto y el destino de quizás 20 millones o más de afganos
permanecen entre las grandes “incógnitas
desconocidas” de nuestro tiempo.
Nick Turse es editor gerente de TomDispatch y miembro del Type
Media Center. Ha escrito recientemente Next Time They’ll Come to Count the Dead: War and Survival in
South Sudan y el bestseller Kill Anything That Moves.
Fuente:
http://www.tomdispatch.com/post/176646/tomgram%3A_nick_turse%2C_america%27s
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