El incremento de aviones no tripulados
Hoy, mañana y en 2047
Nick Turse TomDispatch.com 29 de enero de 2010
Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
Introducción de Tom Engelhardt
Hay algo vírico respecto al nuevo y asombroso armamento que el sistema bélico
industrial está fabricando como churros. En la I Guerra Mundial, por ejemplo,
cuando ese sistema se preparó por vez primera para planificar y producir nuevas
armas por generación, esas creaciones –gas venenoso, los primeros aviones, los
tanques- apenas tocaban el campo de batalla cuando ya el enemigo estaba
desarrollando contramedidas y redoblando esfuerzos en su propia producción para
crear algo similar. Y ese proceso no se ha detenido nunca.
El arma que en estos momentos resulta más asombrosa es el vehículo aéreo no
tripulado armado con misiles, al que ahora se dedica a hacer nuestro trabajo
sucio: una serie inacabable de asesinatos selectivos en las fronteras entre
Afganistán y Pakistán.
Esas armas llegan siempre con proclamas maravillosas. Aquí va una muy típica
sacada de un reciente editorial del Wall Street Journal: “Nunca antes en
la historia de la guerra aérea habíamos sido capaces de distinguir de esa manera
entre combatientes y civiles como podemos hacerlo con los aviones no
tripulados”. En lo que a la guerra se refiere, desconfíen de cualquier frase que
empiece con un “nunca antes”, así como de las proclamas de futuros avances o
victorias que suelen acompañarlas.
Por supuesto que para los escritores del editorial del Journal es
fácil exponer tan seguros sentimientos a miles de kilómetros de la zona de
guerra. Sin duda alguna, se sentirían de forma muy distinta si sus pueblos
natales y sus barriadas fueran los objetivos de ese armamento tan “preciso” y
que, sin embargo, ha conseguido asesinar a cientos de civiles.
Los aviones no tripulados, por supuesto, hacen justo aquello para lo que se
crearon, como seguramente hicieron también los gases venenosos, los aviones y
los tanques a principios del siglo pasado: matar. Eso es indiscutible, pero los
“grandes avances” prometidos, ya tengan como objetivo destruir las
fortificaciones enemigas, las redes del enemigo o la voluntad del enemigo, rara
vez son tan fiables. Y, sin embargo, una vez que el asombro se apaga y las
sobreexcitadas proclamas con él, esas armas tan maravillosas se quedan en
nuestro mundo y (aquí es donde entra en escena la parte vírica) empiezan a
extenderse.
No hay pruebas de que en nuestras lejanas guerras los aviones no tripulados
estén acabando ni con los talibanes (afganos o pakistaníes) ni con al-Qaida,
pero nos sobran pruebas de que sí están ayudando a desestabilizar Pakistán y a
crear allí intensos sentimientos anti-estadounidenses. Como el Secretario de
Defensa Robert Gates indicó la pasada semana al llegar a Pakistán, ahora estamos
pensando en darles a los pakistaníes nuestros propios aviones no tripulados,
aunque desarmados, para labores de vigilancia, mientras que de Irán a China, de
Israel a Rusia, las potencias de todas partes se apresuran a entrar a nuestro
lado, o justo por detrás de nosotros, en la era de los incesantes asesinatos
robóticos. Podrían pensar que esto daría una pausa al Pentágono, pero la
perspectiva de una carrera de armamento hace que la sangre se eche a hervir, y
cuando se trata de la guerra estilo Terminator, como Nick Turse les
referirá a continuación, la Fuerza Aérea de EEUU tiene planes. ¡Chico, no sé
cómo… pero siempre pasa lo mismo!
* * *
En una reciente mañana en la provincia de Helmand, en Afganistán, de repente,
en cuestión de segundos, irrumpía por el cielo el zumbido de un motor. Y un
momento después, un misil impactaba contra una casa matando a trece personas.
Días después, el mismo y cada vez más familiar aullido mecánico precedió a una
salva de dos misiles que impactaron sobre un recinto en el pueblo de Degan, en
el distrito tribal del Norte de Waziristán, en Pakistán, matando a tres
personas.
Lo que fueron una vez asesinatos selectivos no reconocidos y relativamente
infrecuentes de supuestos terroristas o militantes durante los años de Bush, se
ha convertido en algo habitual bajo la administración Obama. Y desde el
devastador ataque-suicida del 30 de diciembre por parte de un doble agente
jordano contra una base avanzada de operaciones de la CIA en Afganistán, los
aviones no tripulados han estado cazando humanos a un ritmo de record en la zona
de guerra de Af-Pak. En Pakistán, una “cifra sin precedentes” de ataques –que
han matado tanto a guerrillas armadas como a civiles- han provocado mucho más
temor, rabia y odio en las zonas tribales, mientras la CIA, con ayuda de la
Fuerza Aérea de EEUU, emprende la guerra “secreta” más pública de los tiempos
modernos.
En el vecino Afganistán, cada vez se utiliza más la aviación no tripulada
-que fue escasa durante años y a la que fundamentalmente se encargaba de
misiones de vigilancia- para asesinar a supuestos militantes como parte de un
incremento aéreo que ha sobrepasado significativamente el tan publicitado
“incremento” de fuerzas terrestres actualmente en marcha. Y sin embargo, aunque
no tenga precedentes en tamaño y alcance, la aceleración actual de la guerra con
aviones no tripulados es sólo la salva de apertura de un planeado incremento del
Pentágono de cuarenta años de duración que creará flotas de sistemas aéreos no
tripulados hipersónicos, ultra-avanzados, fuertemente armados, omnipresentes y
cada vez más autónomos (UAS, por sus siglas en inglés).
El incremento actual
Los aviones no tripulados son las armas calientes del momento, y el próximo
Quadrennial Defense Review [Revista de Defensa Cuatrienal] –un esquema de
cuatro años, que se publicará muy pronto, de las estrategias, capacidades y
prioridades del Departamento de Defensa para combatir las guerras actuales y
contrarrestar futuras amenazas- refleja ya tal enfoque. Como informaba
recientemente el Washington Post: “Los aviones sin piloto utilizados en
misiones de vigilancia y ataque en Afganistán y Pakistán son una prioridad, y
hay que acelerar la compra de nuevos aviones teledirigidos Reaper y
ampliar los vuelos con aviones teledirigidos Reaper y Predator por
todo 2013”.
El Predator MQ-1 –utilizado por primera vez en Bosnia y Kosovo en la
década de 1990- y sus más modernos, más grandes y más letales primos, los
Reaper MQ-9, están ahora lanzando proyectiles y arrojando bombas a un
ritmo sin precedentes. En 2008, según se ha informado, hubo entre 27 y 36
ataques con aviones teledirigidos estadounidenses formando parte de la guerra
secreta de la CIA en Pakistán. En 2009, hubo entre 45 a 53 de esos ataques. En
los primeros dieciocho días de enero de 2010, ha habido ya once de ellos.
Mientras tanto, en Afganistán, la Fuerza Aérea de EEUU ha instituido una muy
publicitada disminución de ataques con aviones pilotados con objeto de reducir
las víctimas civiles como parte de la estrategia de contrainsurgencia de la
guerra afgana del General Stanley McChristal. Sin embargo, al mismo tiempo, los
ataques con UAS han aumentado a niveles de record.
La Fuerza Aérea ha creado un sistema de mando y control global interconectado
para llevar a cabo su guerra robótica en Afganistán (y como Noah Shachtman, del
blog Wired’s Danger Room ha informado, para ayudar también a la CIA en
sus ataques con aviones teledirigidos en Afganistán). Se pueden encontrar
pruebas de todo esto en las bases de alta tecnología que EEUU tiene por todo el
mundo, donde los pilotos [en tierra] de los aviones no tripulados y otro
personal controlan los aviones mismos y los datos que provienen de ellos. Esos
lugares incluyen un almacén médico convertido en la Base Aérea Al-Udeid, una
instalación por valor de miles de millones de dólares ubicada en el Golfo
Pérsico, en la nación de Qatar, donde la Fuerza Aérea supervisa secretamente sus
continuas guerras con aviones teledirigidos; los Campos Aéreos de Kandahar y
Jalalabad en Afganistán, donde los aviones teledirigidos tienen sus bases
físicas; el centro de operaciones globales en la Base Aérea de Creech en Nevada,
donde los “pilotos” de la Fuerza Aérea pilotan aviones por control remoto desde
miles de kilómetros; y –quizás la más importante- la Base de la Fuerza Aérea en
Wright-Patterson, una instalación de unos 18 kilómetros cuadrados en Dayton,
Ohio, llamada así después de que dos hermanos de la localidad inventaran en 1903
los vuelos propulsados. Ahí es donde vencen las facturas del actual incremento
de aviones teledirigidos –así como de las cifras limitadas de ataques en Yemen y
Somalia-, y donde son, literalmente, pagadas.
De hecho, en los últimos días de diciembre de 2009, el Pentágono cortó dos
cheques inmensos para asegurarse de que las operaciones no tripuladas con el
Predator MQ-1 y al Reaper MQ-9 continúen a toda velocidad en 2010.
El 703º Escuadrón de Sistemas Aeronáuticos, con base en Wright-Patterson, firmó
un contrato por 38 millones de dólares con el gigante Raytheon para que
proporcionara apoyo logístico a los sistemas de los programas de ambos aviones
teledirigidos. Al mismo tiempo, el escuadrón firmó un acuerdo por valor de 266
millones de dólares con la megacontratista de defensa General Atomics,
que fabrica los teledirigidos Reaper y Predator, para que
proporcione servicios de gestión, apoyo logístico, reparaciones, mantenimiento
del software y otras funciones en ambos aviones. Esos acuerdos aseguran
esencialmente que en años venideros continuará el impresionante aumento de las
operaciones con teledirigidos.
Sin embargo, esos contratos son tan sólo los pagos iniciales de un duradero
incremento de teledirigidos diseñado para desplegar, en última instancia,
durante décadas las operaciones aéreas no tripuladas estadounidenses.
El incremento de aviones teledirigidos: enfoque a largo plazo
Volvamos a 2004, la Fuerza Aérea podía enviar al mismo tiempo por los cielos
un total de tan sólo cinco patrullas aéreas de combate con aviones teledirigidos
(CAPs, por sus siglas en inglés) –cada una consistente en cuatro aviones- sobre
las zonas de guerra de EEUU. En 2009, esa cifra era de 38, un aumento de un 660%
según la Fuerza Aérea. De forma similar, entre 2001 y 2008, las horas de
cobertura de la vigilancia para el Mando Central estadounidense, abarcando tanto
las zonas de guerra iraquíes como afganas, así como las de Pakistán y el Yemen,
mostraron un aumento masivo de un 1.431%.
Mientras tanto, las horas de vuelo han traspasado el tejado alcanzando las
nubes. En 2004, por ejemplo, los Reapers empezaron tan sólo a elevarse y
volaron un total de 71 horas, según documentos de la Fuerza Aérea; en 2006, esa
cifra había aumentado a 3.123 horas; y el año pasado a 25.391 horas. Este año,
la Fuerza Aérea proyecta que las horas de vuelo combinadas de todos sus
teledirigidos –Predator, Reaper y los Global Hawks RQ/4-
excedan de las 250.000 horas, alrededor del total de horas voladas por todos los
teledirigidos de la Fuerza Aérea desde 1995 a 2007. En 2011, se espera cruzar
por vez primera la barrera de las 300.000 horas de vuelo, y después de eso, el
límite lo pone el cielo.
Más horas de vuelo van a significar, indudablemente, más asesinatos. Según
Peter Bergen y Katherine Tiedemann, del think tank con sede en Washington
la New America Foundation, en los años de Bush, desde 2006 a 2009, hubo
41 ataques con teledirigidos en Pakistán que mataron a 454 personas entre
combatientes y civiles. El pasado año, bajo la administración Obama, hubo 42
ataques que causaron 453 muertos. Un informe reciente del Instituto de Pakistán
de Estudios para la Paz, una organización de investigación independiente con
sede en Islamabad que le sigue la pista a cuestiones de seguridad, afirmó que
incluso una cifra aún mayor, 667 personas –en su mayoría civiles- murieron
asesinadas el pasado año por los aviones teledirigidos estadounidenses.
La Fuerza Aérea, aunque ayuda en las operaciones de la CIA con aviones
teledirigidos en las fronteras tribales pakistaníes, ha estado aumentando sus
propias misiones aéreas de caza y asesinato con aviones no tripulados. En 2007 y
2008, por ejemplo los Predator y los Reaper de la Fuerza Aérea
arrojaron misiles durante 244 misiones en Iraq y Afganistán. En realidad, aunque
todos los servicios armados estadounidenses han desplegado misiones de guerra
aérea con aviones no tripulados, la Fuerza Aérea ha superado a todos y cada uno
de ellos.
Desde 2001, cuando empezaron las operaciones con teledirigidos armados, hasta
la primavera de 2009, la Fuerza Aérea disparó 703 misiles Hellfire y
arrojó 132 GBU-12 (bombas guiadas por láser de unos 230 kilos de peso cada una)
en operaciones de combate. El ejército, en comparación, lanzó sólo dos misiles
Hellfire y dos bombas más pequeñas, las GBU-44 Viper Strike, en el
mismo período de tiempo. La disparidad debería seguir creciendo, ya que los
teledirigidos del ejército siguen llevando a cabo sobre todo pequeñas misiones
aéreas de vigilancia, mientras que en 2009, la Fuerza Aérea cambió todas las
órdenes pendientes para el avión de tamaño medio Predator por el incluso
más formidable Reaper, que no sólo es dos veces más rápido sino que tiene
un 600% más de capacidad de carga explosiva, lo que significa más espacio para
bombas y misiles.
Además, los Reaper, dotados de mucho más armamento, que pueden ahora
merodear sobre una zona entre diez a catorce horas sin reabastecerse de fuel,
podrán descubrir y rastrear más objetivos aún mediante un sistema de control por
video cada vez más sofisticado. Según el Teniente General de la Fuerza Aérea
David Deptula, Jefe Adjunto del Estado Mayor de Inteligencia, Vigilancia y
Reconocimiento, los primeros “módulos espaciales Gorgon Stare” –nuevos
sensores para zonas amplias que proporcionan capacidades de vigilancia sobre
enormes franjas de territorio- se instalarán esta primavera en los Reaper
que operan en Afganistán.
Los Gorgon Stare, una tecnología de la que los viejos Predator
no pueden disponer, permitirán que diez operadores vean diez señales de video
desde un único teledirigido al mismo tiempo. Desde una base lejana, un “piloto”
mirará una pantalla mosaico con un cuadro compuesto del video del campo de
batalla transmitido en tiempo real, que permitirá también que los comandantes de
campo analizan una parte de la foto digital, haciendo barridos, zoom y
desplazando la imagen para satisfacer sus necesidades.
Una serie más avanzada de “sensores”, que está programado que se desplieguen
por vez primera este próximo otoño, permitirá que 30 operadores vean a la vez 30
imágenes de video simultáneamente. Es decir, a través de las tomas de video de
un solo teledirigido Reaper, los operadores podrían, teóricamente, seguir
a 30 personas diferentes que van en 30 direcciones desde un único recinto
afgano. La generación de sensores que se espera pueda conectarse a Internet a
finales de 2011, promete 65 de ese tipo de tomas, según documentos de la Fuerza
Aérea, un aumento de más del 6.000% en eficacia sobre el sistema de video de los
Predator. Sin embargo, la Fuerza Aérea se siente abrumada ya por los
videos que los teledirigidos están enviando desde las zonas de guerra y, en años
venideros hay riesgo de que “nos ahoguemos en datos”, según Deptula.
El plan para 40 años
En lo que se refiere al incremento de aviones teledirigidos, los años
2011-2013 son sólo el horizonte cercano. Aunque, al igual que el Ejército, la
Marina está trabajando en su propia capacidad bélica futura con teledirigidos
–en el aire así como también bajo el agua-, la Fuerza Aérea se ha implicado en
niveles asombrosos de planes futuristas de guerra robótica. Se prevé un futuro
imaginado anteriormente sólo en las películas de ciencia ficción como las series
Terminator.
Para empezar, la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada de la Defensa
o DARPA (por sus siglas en inglés), el equipo del Pentágono que investiga los
cielos, está tratando ya de mejorar radicalmente el Gorgon Stare con un
“Sistema Autónomo de Vigilancia Omnipresente del Terreno por Infrarrojos en
Tiempo Real (ARGUS-IR, por sus siglas en inglés)”. En el obtuso lenguaje de la
investigación y desarrollo militar, eso proporcionará, según DARPA, “una
persistente capacidad de vigilancia por video de alta resolución, a tiempo real
y sobre amplias áreas que permita que fuerzas conjuntas mantengan áreas de
interés bajo constante vigilancia con un grado alto de precisión en la detección
de objetivos”, a través de hasta “130 flujos manejables de videos ‘estilo
Predator’ que permitan el seguimiento y control en tiempo real y mejoren
el conocimiento de la situación durante las horas nocturnas”.
Traduciendo, eso significa que la Fuerza Aérea se verá literalmente inundada
con información por video de futuros campos de batalla; y cada “avance” de este
tipo significa que aumentará el volumen de la red global de instalaciones,
sistemas y personal capaz de recibir, controlar e interpretar el flujo de datos
que entra desde distantes ojos digitales. Todo ello, por supuesto, está
específicamente dirigido a “localizar objetivos”, es decir, señalar a una serie
de personas en una parte del mundo para que los estadounidenses del otro lado
puedan observar, seguirles la pista y, en muchos casos, matarles.
Además de mejorar los sistemas y sensores como con el ARGUS-IR, la Fuerza
Aérea tiene una visión a largo plazo de la guerra con aviones teledirigidos que
apenas está empezando a hacerse realidad. A los Predator y Reaper
se ha unido en Afganistán un teledirigido nuevo que antes era secreto, un
“sistema de aeronaves no tripuladas apenas observable” que se detectó por vez
primera en 2007 y se denominó la “Bestia de Kandahar” antes de que los
observadores estuvieran seguros de lo que era. Ahora se le conoce como el
RQ-170, vehículo aéreo no tripulado fabricado por la Lockheed
Martin, del que la Fuerza Aérea indica suavemente que se diseñó para “apoyar
directamente las necesidades de los comandantes de combate en cuanto a la
inteligencia, vigilancia y reconocimiento para localizar objetivos”. Según
fuentes militares, el elegante y sigiloso avión de vigilancia se diseñó para
sustituir al antiguo avión espía Lockheed U-2, que ha estado en uso desde
los años de la década de 1950.
Se ha programado para los próximos años que al RQ-170 se le unan, en
los cielos de las “próximas guerras” de EEUU, toda una flota de aviones
teledirigidos con cada vez más sofisticadas capacidades y destructivos poderes.
Mirando hacia el futuro posterior a 2011, Deptula considera como la necesidad
más esencial, según un informe de Aviation Week, “los ataques de
precisión [y reconocimiento] de largo alcance”, es decir, más ojos por cielos
remotos y más letalidad. Añadió: “No podemos avanzar hacia el futuro sin una
plataforma que nos permita proyectar poder a más larga distancia y enfrentar
amenazas avanzadas de forma que nos proporcione ventajas que ninguna otra nación
tenga”.
Esto significa teledirigidos más veloces, más grandes y más letales –armados
hasta los dientes- con sistemas de sensores que permitan controlar amplias
franjas de territorio y capacidad para merodear desde lo alto durante varios
días seguidos en espera de que aparezcan objetivos humanos y, a su debido
tiempo, desintegrarlos con potente munición. Es un futuro construido a partir de
tecnologías avanzadas diseñadas para perpetrar asesinatos selectivos –asesinatos
por control remoto- cada vez con menos esfuerzo.
Sobre el horizonte y en profundidad aparece lo que era, hasta hace bien poco,
sólo una fantasía de la pantalla de plata, la Fuerza Aérea prevé una amplia gama
de aviones no tripulados, desde robots tan diminutos como insectos hasta enormes
aviones teledirigidos del “tamaño de un petrolero”. Se programará cada uno para
que asuma funciones específicas de hacer la guerra (o eso es lo que imaginan los
soñadores de las Fuerzas Aéreas). Esos aviones no tripulados de tamaño
nanométrico, se especializarán, por ejemplo, en reconocimiento de interiores
–son lo suficientemente pequeños como para volar a través de ventanas o
introducirse por los huecos de ventilación- y llevar a cabo ataques letales,
emprender ataques cibernéticos que inutilicen ordenadores, y pulular, como haría
un grupo de abejas cabreadas, por voluntad propia. Se supone que los Sistemas
Tácticos de Aviación No Tripulados de Tamaño Pequeño (STUAS, por sus siglas en
inglés), ligeramente más grandes que los anteriores, actuarán como
“transformadores”, alterando su estructura de forma que les permita asumir
capacidades de vuelo, de avance lento, pasando desapercibidos visualmente.
Podrían desempeñar papeles de centinela, de misiones contra aviones no
tripulados, de vigilancia y ataques letales.
Además, la Fuerza Aérea prevé también aviones no tripulados de combate de
tamaño pequeño y mediano con capacidades letales de combate que podrían hacer
que la actual flota aérea de UAS se avergonzara. Los actuales Reaper de
tamaño medio serán sustituidos por la próxima generación de teledirigidos
MQ-Ma, que “se conectarán a una red, tendrán posibilidades de autonomía
parcial, en cualquier situación climatológica, compuesto de módulos y con
capacidades para apoyar una plataforma de misiones de guerra electrónica (EW,
por sus siglas en inglés), CAS [siglas en inglés de apoyo aéreo directo],
ataque, multi-INT [multi-inteligencia] y ISR [inteligencia, vigilancia y
reconocimiento]”.
Puede que el lenguaje no sea elegante y mucho menos comprensible, pero si
esos futuros aviones de combate pueden conectarse a internet, no sólo enviarán a
los grandes pilotos de combate de ahora al retiro, sino que puede que incluso
marginen a los operadores humanos de los teledirigidos del mañana, quienes, si
todo marcha como se ha planeado, tendrán cada vez menos tareas. A diferencia de
los aviones no tripulados actuales que deben despegar y aterrizar guiados por
humanos, los MQ-Ma serán automatizados y los operadores de los teledirigidos
estarán simplemente allí para monitorizar el avión.
Lo siguiente será el MQ-Mb, teóricamente capaz de asumir más aún los roles
que anteriormente se asignaban a los aviones-espías y a los bombarderos de
combate, incluyendo la supresión de las defensas aéreas del enemigo, el
bombardeo y ametrallamiento de objetivos terrestres y misiones de vigilancia.
Estos aviones se diseñarán para que vuelen con una autonomía mayor y puedan
vincularse mejor con otras “plataformas” de teledirigidos para misiones de
cooperación que impliquen a muchos aviones bajo el mando de un único “piloto”.
Imaginen, por ejemplo, un operador supervisando un único avión no tripulado de
mando que tiene el dominio sobre un pequeño escuadrón de teledirigidos autónomos
que llevan a cabo un ataque aéreo coordinado sobre grupos de personas en alguna
tierra lejana, incinerándoles en pequeños grupos por toda una aldea, pueblo o
ciudad.
Finalmente, quizá en unos 30 ó 40 años, el teledirigido MQ-Mc incorporará
todos los avances de la línea MQ-M y estará capacitado para hacer de todo, desde
azuzar a perros hasta defender misiles. Desde luego, con una tecnología de ese
calibre, llegarán nuevas políticas y nuevas doctrinas. En años futuros, la
Fuerza Aérea intentará tomar decisiones políticas sobre los teledirigidos en
todos los aspectos, desde las estipulaciones de un tratado hasta comprometer
objetivos automáticos y los asesinatos mediante robot sin que intervenga para
nada un ser humano. Este último desarrollo, extremadamente controvertido, se
considera ya como una realidad posible de 2025 en adelante.
2047: Lo viejo es nuevo otra vez
El año 2047 es la fecha fijada para el Santo Grial de la Fuerza Aérea, el
broche final de su plan a largo plazo para transformar los cielos a partir de
aviones no tripulados de combate. En 2047, la Fuerza Aérea tratará de dominar
los cielos con teledirigidos MQ-Mc y teledirigidos hipersónicos de “especial”
velocidad punta, para los cuales no existe aún ni la tecnología necesaria ni
ningún enemigo con ningún programa o capacidad comparable. A pesar de ello, la
Fuerza Aérea tiene la intención de convertir en realidad esos sistemas para
cazar y matar de rapidez inmensa. “Es probable que se tarde veinte años en
desarrollar la tecnología propulsora y los materiales que puedan resistir el
probable calor extremo. Esta tecnología será la siguiente generación que
supondrá un revulsivo en toda la caza aérea. Por tanto, no debería esperarse
para priorizar la financiación para el desarrollo tecnológico específico hasta
la aparición de una necesidad crítica de COCOM [mando combatiente]”, según se
expresa en el “Plan de Vuelo” para UAS de la Fuerza Aérea para 2009-2047.
Si llegara a materializarse algo parecido a los sueños de la Fuerza Aérea,
cambiaría radicalmente todos los sistemas de “caza”. Para 2047, no hay forma de
saber cuántos teledirigidos estarán dando vueltas sobre cuántas cabezas en
cuántos lugares por todo el planeta. No hay forma de saber tampoco cuántos
millones o miles de millones de horas de vuelo se habrán volado, o cuantas
personas, en cuántos países habrán sido asesinadas por sistemas de aviones no
tripulados accionados por control remoto que arrojan bombas, disparan misiles y
se han abrogado el derecho a ser juez, jurado y verdugo.
Sólo hay algo que es obvio. Si EEUU existiera aún en su forma actual, si
todavía fuera solvente y tuviera todavía un Pentágono en funcionamiento con su
actual estructura, habrá ya en camino un nuevo plan para crear las tecnología
bélicas de 2087. Para entonces, en cada vez más lugares, la gente vivirá con la
modalidad de guerra con teledirigidos que ahora sólo causa preocupación y temor
en lugares como el pueblo de Degan. Cada vez más gente sabrá que hay sistemas
aéreos no tripulados dotados con misiles y bombas que están merodeando por sus
cielos. Para entonces, indudablemente, ya no habrá siquiera ese sonido parecido
al motor de una cortadora de césped que avisa que un misil puede pronto
estrellarse contra la casa de tu vecino.
Para la Fuerza Aérea, esa perspectiva es el material del que están hecho los
sueños, un futuro brillante para la letalidad hipersónica no tripulada; para el
resto del planeta, es una potencial pesadilla de la que no habrá forma de
despertar.
Nick Turse es editor asociado de TomDispatch.com y ganador del Premio
Ridenhour 2009 a la Distinción Informativa, así como el Premio James Aronson
para el Periodismo de Justicia Social. Sus trabajos se publican en Los
Angeles Times, The Nation, In These Times y, regularmente, en TomDispatch.
Turse es actualmente miembro del Center for the United States and the Cold
War de la Universidad de Nueva York. Es autor de “The Complex: How the
Military Invades Our Everyday Lives”, (Metropolitan Books). Su página en
Internet es: NickTurse.com
Fuente: http://www.tomdispatch.com/post/175195/tomgram:_nick_turse,_the_forty-year_drone_war_/
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