La edad dorada de las operaciones clandestin
Nick Turse
TomDispatch
26 de enero de 2015
Traducido del inglés para Rebelión por Carlos Riba García
Una guerra en las sombras librada en 150 países
Introducción de Tom Engelhardt
Desde el punto de vista de los militares estadounidenses y del estado nacional de
seguridad, el periodo que va desde el 12 de septiembre de 2001 hasta anoche
podría resumirse con una sola palabra: más. Lo que Washington financió con los dólares de vuestra tributación
fiscal ha sido una bacanal de expansión hecha con el propósito, como se ha
repetido sin cesar, de mantener “a salvo” a Estados Unidos. Pero he aquí lo
extraño del asunto: en la medida que la estructura de lo que siempre se ha
llamado “seguridad” se ha construido para invadir nuestro mundo y nuestra vida
cada día un poco más, ese mundo se ha convertido en uno más inseguro. Más
extraño aún, ese “más” raramente es el centro de la atención de los medios, a
pesar de que su realidad salta a la vista. Los detalles pueden conseguir alguna
cobertura, pero la realidad más amplia –la cosa que se crea en Washington– parece ser algo muy poco interesante.
Es por esto que los sitios web como TomDispatch son importantes. Muestran la imagen ampliada de un mundo que se está construyendo
ante nuestros ojos pero en realidad raramente es visto, es decir, tomado de una
manera significativa. Las fuerzas estadounidenses de Operaciones Especiales son
un sorprendente ejemplo de este fenómeno. En estos momentos, el “comando”, es
decir, el integrante de estas fuerzas, es un héroe de la cultura nacional, el
tipo que se interpone entre el Infierno y nosotros. Pero todo –y cuando digo
todo, estoy diciendo todo– lo que hacen las fuerzas de operaciones
especiales en todo el mundo parece no interesar especialmente a los
estadounidenses ni a los medios de la corriente dominante en particular. La
forma en que estas fuerzas de “elite” han adquirido popularidad a una velocidad
asombrosa, y qué significa en realidad ese crecimiento y las reacciones que
este conlleva en términos de, digamos, repercusiones... bueno, es algo de lo
que sencillamente no vais a leer demasiado, a menos que lo hagáis en un sitio
web como este.
De hecho, nos hemos centrado en el crecimiento espectacular de las fuerzas
especiales de este país, en la repercusión que este crecimiento tiene en el
mundo y en el ethos de estos grupos en los últimos
años. Es sobre todo Nick Turse quien, tanto en el pasado como también hoy, se
ha ocupado de informar y de analizar las operaciones de las formaciones
especiales, que deberían ser la moneda oficial pero en realidad no podrían ser
más raras en el mundo en que vivimos. Por ejemplo, si solo queréis saber en
cuántos países nuestras fuerzas especiales han puesto el pie entre 2011 y 2014
(150, en un planeta que apenas tiene 196 países), este es lugar que hay que
visitar, no los gigantescos medios que hacen estragos en la conciencia del
planeta Tierra.
* * *
En 2015, ya se han realizado operaciones especiales en 105 países
Al final de la noche subieron al avión V-22 de despegue vertical. Después de poner
pie a tierra en una región remota de uno de los países más volátiles del mundo,
asaltaron una aldea y pronto se vieron envueltos en un letal tiroteo. Era la
segunda vez en dos semanas que ese grupo de elite de SEAL de la marina de
Estados Unidos trataba de rescatar al fotógrafo y periodista estadounidense
Luke Somers. Y la segunda vez que fallaban.
El 6 de diciembre de 2014, un grupo de unos 36 comandos de EEUU fuertemente armados,
operando con información obtenida por satélite, drones y dispositivos de
escucha de última generación, equipados con gafas de visión nocturna y
respaldadas por tropas especiales de Yemen, se enfrentaron a tiros con una media
docena de militantes de al-Qaeda en la Península Arábiga. Cuando todo acabó,
Somers estaba muerto, lo mismo que Pierre Korkie, un maestro surafricano al que
planeaban dejar en libertad al día siguiente. Según informaciones locales, los
comandos también mataron a ocho civiles. La mayor parte de los militantes huyeron.
Estos sangrientos episodios fueron, dependiendo de vuestro punto de vista, un final
de año de ignominia para unas fuerzas de operaciones especiales de EEUU
desplegada a niveles cercanos al récord o un comienzo de año poco auspicioso,
un nuevo año que ya está en camino de alcanzar marcas similares, o incluso superarlas.
Durante al año fiscal que terminó el 30 de septiembre de 2014, las fuerzas de
operaciones especiales (SOF, por sus siglas en inglés) se desplegaron en 133
países –más o menos el 70 por ciento de las naciones del mundo–, según el
teniente coronel Robert Bockholt, oficial de asuntos públicos del Comando de
Operaciones Espaciales de Estados Unidos (SOCOM, por sus siglas en inglés). Esto
remató un periodo en el que las fuerzas más selectas del país estuvieron
activas en más de 150 países del orbe, realizando misiones que iban desde la
muerte o captura en asaltos nocturnos a ejercicios de adiestramiento. 2015
puede ser un año en el que se rompan récords. Apenas un día después del fallido
asalto que acabó con la vida de Luke Somers –cuando habían pasado solo 66 días
del año fiscal 2015– las fuerzas más selectas de EEUU habían pisado el suelo de
105 países, aproximadamente un 80 por ciento del total de 2014.
A pesar de esta escala y este ámbito tan vastos, esta guerra secreta que se combate en
casi todo el planeta es desconocida para la mayoría de los estadounidenses. A
diferencia del desastre de diciembre en Yemen, la gran mayoría de las operaciones
especiales permanecen completamente en la sombra, ocultas a toda supervisión
externa o al escrutinio de los medios. De hecho, aparte de la escasa
información revelada por la muy selectiva cobertura de los medios militares,
las filtraciones oficiales de la Casa Blanca, el propio SEAL cuando quiere
vender algo y unos pocos periodistas cuidadosamente escogidos que informan
sobre temas escogidos con sumo e igual cuidado, la mayor parte de lo que hacen
estos grupos especiales nunca se somete a un examen importante, lo que no hace
más que aumentar las posibilidades de repercusiones imprevistas y consecuencias catastróficas.
La edad dorada
“El Comando está en su absoluto apogeo. Ciertamente, esta es la edad dorada de las
operaciones especiales.” Estas palabras las dijo el general Joseph Votell III,
graduado en West Point y “ranger” del ejército, en el momento de asumir la
jefatura del SOCOM el pasado agosto.
Su retórica quizá fuera de alto vuelo, pero de ningún modo hiperbólica. Desde el
11 de septiembre de 2001, las fuerzas de operaciones especiales de Estados
Unidos han crecido en todos los aspectos concebibles, incluso el número de
integrantes, su presupuesto, su peso en Washington y su lugar en el imaginario
de la población del país. Por ejemplo, SOCOM ha más que duplicado su personal,
desde los aproximadamente 33.000 en 2001 a los cerca de 70.000 de hoy en día,
incluyendo un salto de unos 8.000 hombres durante los tres años de la
titularidad del recientemente retirado jefe de SOCOM, el almirante William McRaven.
Estos números, impresionantes como son, no dan una idea cabal de la naturaleza de la
expansión y crecimiento del alcance mundial de las fuerzas más selectas de
Estados Unidos en estos años. Para esto, lo más apropiado es un resumen de la
estructura de SOCOM y su siempre creciente comando de operaciones especiales.
La parte del león de las tropas que forman SOCOM son los Rangers, los Boinas Rojas
y otros soldados del ejército, seguidos de los comandos de la Fuerza Aérea, los
SEAL, las tripulaciones de combate de embarcaciones navales especiales de la
Marina, lo mismo que un contingente más pequeño de infantes de marina
(marines). Pero solo es posible tener una noción de la capacidad expansiva del
comando cuando se considera el alcance completo de los “comandos
sub-unificados” en que están divididas esas tropas de operaciones especiales:
el nombre de SOCAFRICA se explica por sí mismo; SOCEUR, el contingente de
ámbito europeo; SOCKOR, dedicado exclusivamente a Corea; SOCPAC, que cubre el
resto de la región asiática y el Pacífico: SOCSOUTH, que realiza misiones en
Centroamérica, Suramérica y el Caribe; SOCCENT, el comando sub-unificado del
CENTCOM (comando central de EEUU en Oriente Medio); SOCNORTH, que está dedicado
a la “defensa interior”; y JSOC, el trotamundos comando de operaciones
especiales conjuntas: un sub-comando encubierto (encabezado antes por McRaven y
después por Votel) compuesto por personal proveniente de cada rama de las
fuerzas armadas, incluyendo SEAL, soldados especiales tácticos de la Fuerza
Aérea y otros de la fuerza Delta, del Ejército, especializados en el rastreo y
asesinato de sospechosos de ser terroristas.
Sin embargo, tampoco penséis que ya lo sabéis todo. Como resultado del impulso dado
por McRaven para la creación de “una red global de fuerzas de operaciones
especiales de aliados y socios a agencias con ideas afines”, oficiales de
enlace de operaciones especiales (SOLO, por sus siglas en inglés), están hoy
“incrustados” en 14 embajadas clave de Estados Unidos para asesorar las fuerzas
especiales de varios países aliados. Si bien ya están trabajando en Australia,
Brasil, Canadá, Colombia, El Salvador, Francia, Israel, Italia, Jordania,
Kenya, Polonia, Perú, Turquía y Reino Unido, el programa SOLO está preparado,
según Votel, para llegar a 20 países hacia 2019. SOCOM, y sobre todo JSOC,
también han establecido estrechos vínculos con la CIA, el FBI y la NSA, entre
otras agencias.
Operaciones en la sombra
El ámbito global del comando de operaciones especiales se extiende aún más gracias
a unidades más pequeñas que operan en la sombra desde bases en Estados Unidos
para ser enviadas a zonas remotas del sudeste asiático, puestos de avanzada en
Oriente Medio o sencillos campos en África. Desde 2002, SOCM está autorizado a
crear sus propias fuerzas de tareas conjuntas, una prerrogativa normalmente
reservada a comandos de combate como CENTCOM. Por ejemplo, la fuerza de tareas
conjunta para operaciones especiales Filipinas (JSOTF-P), que, en su momento de
máximo esplendor, tuvo una plantilla de unos 600 estadounidenses para ayudar en
operaciones de contrainsurgencia de sus aliados filipinos contra grupos
sediciosos como Abu Sayyaf. Después de más de una década combatiendo contra ese
grupo, el número de integrantes ha ido disminuyendo, pero continúa activo,
mientras que la violencia en la región se mantiene prácticamente igual.
En realidad, en junio de 2014 se anunció una retirada paulatina de esta fuerza de
tareas. “JSOTF-P será desactivada y la operación OEF-P [operación libertad
duradera-Filipinas] terminará en el año fiscal 2015”, lo dijo Votel a la
Comisión de la Fuerzas Armadas del Senado un mes después. “Un contingente más
reducido de personal militar estadounidense que operará formando parte de un
PACOM [comando EEUU del Pacífico] continuará mejorando la capacidad de las
fuerzas especiales de Filipinas (PSF, por sus siglas en inglés) para realizar
sus propias misiones contra el terrorismo...”. No obstante, meses más tarde, la
fuerza de tareas conjunta de operaciones especiales Filipinas continúa viva y
funcionando. “JSOTF-P sigue activa, aunque el personal asignado a ella ha sido
reducido” le dijo la portavoz del ejército Kari McEwen al reportero Joseph
Trevithick, de War is Boring.
Otra unidad, la fuerza de tareas conjunta para operaciones especiales Bragg, durante
años permaneció en las sombras antes de su primera mención oficial realizada
por el Pentágono al principio de 2014. Su misión, según Bockholt, de SOCOM, es
“adiestrar y equipar los servicios estadounidenses miembros que se preparan
para un despliegue en Afganistán para ayudar a la fuerza de tareas conjunta
para operaciones especiales Afganistán”. Esta última fuerza, a su vez, dedicó
más una década realizando operaciones encubiertas o “negras” para “impedir
actividades que amenazaban la autoridad y soberanía” del gobierno afgano. Esto
implicaba asaltos nocturnos y misiones de captura y/o asesinato –frecuentemente
concertadas con las fuerzas afganas– que condujeron a la muerte de un número
indeterminado de combatientes y civiles. En 2013, para responder a la
indignación popular contra los asaltos, el presidente afgano Hamid Karsai los prohibió.
En 2014, las fuerzas estadounidenses de operaciones especiales pasaron a
desempeñar tareas de apoyo, permitiendo así que unidades de elite afganas se
hicieran cargo de las misiones. “Estamos tratando de que ellos se ocupen del
espectáculo”, le dijo el coronel Patrick Robertson, de la fuerza de tareas
Afganistán, a USA Today. Pero según LaDonna Davis, un portavoz que acompaña a esa fuerza, integrantes
estadounidenses todavía estaban realizando especiales el año pasado. La fuerza
se niega a informar sobre cuántas misiones fueron comandadas por oficiales
estadounidenses como tampoco en cuántas operaciones estuvieron implicados sus
comandos aunque, según informaciones de las fuerzas afganas de operaciones
especiales, estas llevaron a cabo al menos 150 misiones por mes en 2014. “No
estoy en condiciones de referirme al número específico de operaciones
realizadas”, le dijo el mayor Loren Bymer, de la fuerza de tareas conjunta para
operaciones especiales Afganistán, a TomDispatch. “Sin embargo, hoy
día los afganos comandan el 90 por ciento de las operaciones especiales, y
nosotros continuamos adiestrando, asesorando y ayudando a nuestros socios para
asegurar sus éxitos.”
No vayáis a pensar que con esto se acaba el diagrama organizativo de las fuerzas
especiales: la fuerza de tareas conjunta para operaciones especiales en
Afganistán tiene cinco grupos asesores cuya tarea consiste en “aconsejar y
asesorar las ASSF [fuerzas especiales de seguridad de Afganistán] de nuestros
socios para garantizar que las ASSF continúen la lucha contra nuestros
enemigos; las fuerzas de operaciones especiales de EEUU deben estar dispuestas
a continuar haciendo algún asesoramiento en relación con los aspectos tácticos
más allá de 2014 con unidades escogidas en sitios escogidos”, según dijo Votel
a la comisión de las fuerzas armadas del Senado. Ciertamente, el pasado
noviembre, el sucesor de Karsai, Ashraf Ghani levantó muy discretamente la
prohibición de los asaltos nocturnos, dejando así la puerta abierta para el
regreso de los asesores estadounidenses a las operaciones especiales en 2015.
Sin embargo, para entonces habrá pocas tropas de operaciones especiales disponibles
para hacerse cargo de misiones tácticas. Según palabras del ahora vicealmirante
Sean Pybus, subcomandante de SOCOM, alrededor de la mitad de los grupos SEAL
desplegados en Afganistán estaban a punto de ser retirados y enviados a ayudar
en “el giro en Asia o a trabajar en el Mediterráneo o en el golfo de Guinea o
en el Golfo Pérsico”. Aun así, el coronel Christopher Riga, comandante del 7º
grupo de fuerzas especiales, cuyos hombres sirvieron el año pasado en la fuerza
de tareas conjunta para operaciones especiales combinadas Afganistán cerca de
Kandahar, prometió que “seguiría al pie del cañón”: “Todavía hay mucha pelea en
Afganistán, y va a continuar”, dijo en una ceremonia de entrega de
condecoraciones a finales del año pasado. “Continuaremos matando enemigos hasta
que nos ordenen que dejemos de hacerlo.”
A las fuerzas ya enumeradas, agregad las unidades del comando de avanzada de
operaciones especiales (SOC FWD, por sus siglas en inglés), pequeños grupos
que, según los militares, “diseñan y coordinan operaciones especiales para
cooperar con las fuerzas de seguridad, y se implican en el apoyo de diversas
operaciones especiales en cualquier teatro de operaciones y ámbito geográfico”.
SOCOM rehusó confirmar la existencia de grupos SOC FWD; aunque ha habido
abundante evidencia oficial sobre la cuestión, no se brinda información que dé
cuenta del número de estos grupos desplegados en el mundo. Pero aquellos que
son conocidos están empeñados en operaciones clandestinas de tipo violento,
entre ellos, SOC FWD Pakistán, SOC FWD Yemen y SOC FWD Líbano, como también SOC
FWD África oriental, SOC FWD África central y SOC FWD África occidental.
De hecho, África se ha convertido en el principal escenario de acciones
clandestinas de las unidades especiales de Estados Unidos. “Este unidad en
particular ha hecho cosas admirables. Ya fuera en Europa o en África, se ha
hecho cargo de una variedad de situaciones; todos habéis contribuido muy
significativamente”, dijo el comandante de SOCOM, general Votel, a los
integrantes del 352º grupo de operaciones especiales en su base en Inglaterra
el pasado otoño.
Los comandos aéreos raramente están solos en sus hazañas en África. En los últimos
años, por ejemplo, los SEAL realizaron una exitosa misión de rescate de rehenes
en Somalia y una incursión de secuestro allí que salió mal. En Libia, los
comandos de la fuerza Delta tuvieron éxito en la captura de un militante de
al-Qaeda en un asalto ejecutado temprano por la mañana, mientras los SEAL
requisaron un petrolero que transportaba crudo desde Libia y el débil gobierno
respaldado por Estados Unidos tenía por robado. Además, los SEAL se encargaron
de una misión de evacuación en Sudán del Sur; la misión fracasó debido a que
los integrantes del grupo resultaron heridos cuando el avión que los transportaba
fue alcanzado por fuego de fusilería. Mientras tanto, una fuerza especial de
respuesta rápida conocida como unidad especial 10 de guerra naval (NSWU-10, por
sus siglas en inglés) llevó a cabo misiones en “países estratégicos”, como
Uganda, Somalia y Nigeria.
Una misión clandestina de adiestramiento de las fuerzas de operaciones especiales
en Libia acabó en fracaso cuando una milicia o “grupo terrorista” asaltó dos
veces su campo, que estaba custodiado por soldados libios, y se apropió de
equipos estadounidenses de última generación y cientos de armas –incluyendo
pistolas Glock y rifles M4–, como también dispositivos para visión nocturna y
de rayos láser que solo pueden ser visto con un dispositivo como el mencionado
antes. Como resultado de esto, la misión fue suspendida y el campo fue
abandonado. La información dice que la milicia se ha apoderado del lugar.
En febrero del año pasado, tropas de elite se trasladaron a Nigeria para
participar en una instrucción militar de tres semanas que forman parte de Flintlock
2014, un ejercicio de operaciones especiales contra el terrorismo de
periodicidad anual que reúne las fuerzas del país anfitrión con las de Canadá,
Chad, Francia, Mauritania, Holanda, Nigeria Senegal, Reino Unido y Burkina
Faso. Varios meses después, un oficial de Burkina Faso, que en 2012 había
recibido entrenamiento contraterrorista en EEUU con los auspicios de la
universidad de operaciones especiales conjuntas de SOCOM se hizo con el poder
mediante un golpe militar. Sin embargo, las fuerzas de operaciones especiales
en Burkina Faso permanecieron impertérritas. A finales del año pasado, por
ejemplo, auspiciados por SOC FWD África occidental, miembros de 5º batallón del
19º grupo de fuerzas especiales, junto con tropas de elite marroquíes, se adiestraron
en una base en las afueras de Marrakech.
Un mundo de oportunidades
No obstante, los despliegues en países africanos no eran más que una parte del
rápido crecimiento del comando de operaciones especiales en ultramar. Al final
de la presidencia de Bush, cuando el almirante Eric Olson era el jefe de SOCOM,
las fuerzas de operaciones especiales estaban desplegadas en unos 60 países de
todo el mundo. Para 2010, ese número había llegado a 75, según Karen DeYoung y
Greg Jaffe, periodistas del Washington Post. En 2011, el
coronel Tim Nye, portavoz de SOCOM le dijo a TomDispatch que
el total llegaría a 120 hacia el final de ese año. En 2013, con el almirante
McRaven al mando de SOCOM, el entonces mayor Robert Bockholt le dijo a TomDispatch que
ese número había saltado a 134. Bajo el comando de McRaven y Votel en 2014,
según palabras de Bockholt, el total casi no varió: 133. Sin embargo, el
secretario de defensa saliente Chuck Hagel anotó que bajo el comando de McRaven
–desde agosto de 2011 hasta agosto de 2014– las fuerzas de operaciones
especiales operaban en más 150 países. “De hecho, SOCOM y la totalidad de las
fuerzas armadas de Estados Unidos están más comprometidos que nunca en el
ámbito internacional; en más sitios y con una variedad mayor de misiones”, dijo
en un discurso en agosto de 2014.
No estaba bromeando. Pasados solo dos meses del año fiscal 2015, el número de
países donde se han realizado operaciones especiales ya llegaba a 105, según Bockholt.
SOCOM se negó a hacer comentarios tanto sobre la naturaleza de sus misiones como
acerca de los beneficios de actuar en tantos países. El comando ni siquiera ha
dado el nombre de un solo país en el que hayan intervenido fuerzas de
operaciones especiales estadounidenses en los últimos tres años. No obstante, un
vistazo sobre algunas de las operaciones, ejercicios y otras actividades que
han salido a la luz pinta un cuadro de un comando trotamundos en constante
movimiento con alianzas en todos los rincones de la Tierra.
Por ejemplo, en enero y febrero [de 2014], integrantes del 7º grupo de las fuerzas
de operaciones especiales y el 160º regimiento de operaciones aéreas especiales
realizaron un intercambio de instrucción en acciones conjuntas combinadas
(JCET, por sus siglas en inglés) con fuerzas de Trinidad y Tobago, al mismo
tiempo que el 353º grupo de operaciones especiales se reunía con miembros de la
real fuerza aérea de Thailandia para realizar los ejercicios Teak Torch en Udon
Thani, Thailandia. En febrero y marzo, en el marco de las JCET, los Boinas Rojas
del 20º grupo de fuerzas especiales se adiestró con tropas de elite de la
república Dominicana.
En marzo, miembros del comando de operaciones especiales de la armada y la unidad
especial 1 de guerra naval se embarcaron en el crucero portamisiles USS Cowpens para
participar en maniobras en el marco del programa Multi-Sail 2014, unos
ejercicios anuales diseñados para defender la “seguridad y estabilidad en la
región India-Asia-Pacífico”. También en marzo, soldados, marineros, infantes de
marina y aviadores de elite participaron en un ejercicio de adiestramiento
(cuyo nombre clave era Fused Response) con integrantes de las fuerzas armadas
de Belice. “Ejercicios como este crean entendimiento y vínculos entre las
fuerzas de EEUU y de Belice”, dijo el teniente general de la fuerza aérea
Herbert Toro, perteneciente al comando sur de operaciones especiales.
En abril, soldados del 7º grupo de fuerzas especiales se unieron a fuerzas
aerotransportadas de Honduras para adiestrase en salto con paracaídas,
lanzándose sobre la base aérea de Soto Cano de ese país. Soldados de la misma
unidad, junto con la fuerza de tareas de Afganistán, realizaron también
operaciones encubiertas en el sur del país en la primavera de 2014. En junio,
miembros de grupo 19º de fuerzas especiales efectuaron unas JCET en Albania, al
mismo tiempo que hombres de la fuerza Delta participaban en la misión de
rescate de sargento Bowe Bergdahl en Afganistan, También en junio, comandos de
la fuerza Delta ayudaron en el secuestro de Ahmed Abu Khattala, sospechoso de
ser el responsable de los ataques terroristas de 2012 en Benghazi, Libia, que
mataron a cuatro estadounidenses, mientras los Boinas Rojas se trasladaban a
Irak para asesorar en la lucha contra el Estado Islámico.
En junio y julio, 26 miembros del escuadrón 522º de operaciones especiales
llevaron a cabo una misión de 45.000 kilómetros que los llevó a Sri Lanka,
Tanzania y Japón, entre otras naciones, para proteger “tres aviones monomotor
[del comando de operaciones especiales de la fuerza aérea] destinados al área
de responsabilidad del Pacífico”. En julio, fuerzas de operaciones especiales
de EEUU viajaron a Tolemaida, Colombia, para competir contra otras tropas de
elite llegadas de 16 países –en actividades como tiro de precisión en
distancias largas (especialidad de los francotiradores), tiro al blanco,
carreras con obstáculos– en la competencia anual llamada Fuerzas Comando.
En agosto, soldados del grupo 20º de las fuerzas especiales realizaron una JCET
con unidades de elite de Surinam. “Juntos, hemos progresado mucho en un mes. Si
hemos de operar juntos alguna vez en el futuro, ya sabemos que tenemos
compañeros y amigos en los que podemos confiar”, dijo un suboficial de esa
unidad. En Iráq, en ese mismo mes, los Boinas Rojas cumplieron una misión de
reconocimiento en el monte Sinjar como parte de las tareas de protección de la
etnia yazadí asediada por militantes del Estado Islámico, mientras comandos de
la fuerza Delta incursionaban en una refinería de petróleo en el norte de Siria
en una tentativa de salvar al periodista estadounidense James Foley y otros
rehenes en manos del mismo grupo. Esta misión fue un desastre, y Foley fue
brutalmente asesinado poco tiempo después.
En septiembre, unos 1.200 integrantes de la fuerza de operaciones especiales de
EEUU y personal de apoyo se unieron con tropas de elite de Holanda, República
Checa, Finlandia, Gran Bretaña, Lituania, Noruega, Polonia, Suecia y Eslovenia
para participar en Jackal Stone, un ejercicio de adiestramiento centrado en
todo lo que tiene que ver con el combate en espacios cerrados, tácticas de
francotirador, operaciones con pequeñas embarcaciones y rescate de rehenes. En
septiembre y octubre, soldados del tercer batallón del 75º regimiento de
Rangers estuvieron en Corea del Sur para practicar en tácticas con pequeñas
unidades como neutralización de trincheras y destrucción de búnkeres. Durante
octubre, comandos de la Fuerza Aérea hicieron simulaciones de misiones de
rescate de rehenes en el campo de adiestramiento de Stanford cercano a Thetford,
Inglaterra. En el ínterin, en aguas internacionales frente a Chipre, un grupo
SEAL de la Armada confiscó un petrolero que llevaba crudo a un puerto en poder
de los rebeldes libios. En noviembre, comandos estadounidenses llevaron a
término una incursión en Yemen que liberó a ocho rehenes extranjeros. El mes
siguiente, una unidad SEAL realizó una sangrienta misión que dejó dos rehenes
–uno de ellos Luke Somers– y ocho civiles muertos. Estas, por supuesto, solo
son algunas de las misiones que consiguieron convertirse en noticia o, de algún
modo u otro, ser registrados.
Quieren estar en todas partes
Para los jefes de las operaciones clandestinas de Estados Unidos, el planeta Tierra
es tan inestable como interconectado. “Yo le garantizo que lo que ocurre en Latinoamérica
afecta a lo que sucede en el oeste de África, lo que a su vez afecta a lo que
ocurre en el sur de Europa, lo que a su vez afecta lo que sucede en el suroeste
de Asia”, dijo el año pasado McRaven en Geoint, un encuentro anual que reúne a
ejecutivos de la industria de la vigilancia y personal militar. ¿Qué proponen
para solucionar esta entrelazada inseguridad? Más misiones en más países –de
hecho, en más de las tres cuartas partes de de los países del mundo– durante el
ejercicio en el cargo de McRaven. Y el escenario parece dispuesto para todavía
más de lo mismo en los años por venir. “Nosotros queremos estar en todas
partes”, dijo Votel en Geoint. En 2015, las fuerzas a sus órdenes ya están
transitando ese camino.
“Nuestro país tiene grandes expectativas en relación con las fuerzas de operaciones
especiales”, les dijo el otoño pasado a operadores especiales en Inglaterra.
“Cuentan con nosotros para hacer las tareas más duras en las condiciones más
difíciles.” Sin embargo, la naturaleza y la localización de esas “duras tareas”
siguen siendo desconocidas para los estadounidenses. Y, aparentemente, Votel no
está interesado sacarlas a la luz. “Lo siento, pero no”, fue la respuesta de
SOCOM al pedido de TomDispatch de tener una entrevista con el jefe de
operaciones especiales sobre las misiones en curso y futuras. De hecho, el
comando se negó a que cualquier integrante de su personal estuviera disponible
para conversar acerca de qué está haciendo Estados Unidos con los dólares del
contribuyente y en su nombre. No es difícil adivinar el porqué.
Votel se sienta ahora sobre una de las leyendas más exitosas de la historia militar
estadounidense después del 11-S de 2001, una historia plena de guerras no
ganadas, intervenciones fracasadas, rampante actividad criminal, repetidas
filtraciones sobre secretos embarazosos y todo tipo de impresionantes
escándalos. Mediante una hábil combinación de bravuconería y secretismo,
filtraciones bien colocadas, acertada promoción comercial y trabajo de
relaciones públicas, el sagaz culto a la mística del superhombre (junto a una
buena dosis de retorcida fragilidad) y un extremadamente popular alto perfil y
el asesinato de precisión, las fuerzas de operaciones especiales se han
convertido en el niño mimado de la cultura popular estadounidense; al mismo
tiempo, el comando ha sido un constante ganador en las duras batallas por
presupuesto libradas en Washington a puñetazo limpio.
Esto es especialmente impactante cuando se contrasta con lo en ocurre realmente en el
terreno: en África, el haber armado, adiestrado y equipado a quienes realizan
luego un golpe de estado; en Irak, las fuerzas especiales más escogidas
implicadas en la tortura, la destrucción de viviendas y el asesinato de
inocentes que estaban heridos; en Afganistán, la historia es similar, con
frecuentes informaciones de civiles asesinados; entretanto, en Yemen, Pakistán
y Somalia, ha habido más de lo mismo. Y esto es solo lo más superficial de los
errores de las fuerzas de operaciones especiales.
En 2001, antes de que las operaciones “negras” de Estados Unidos empezaran su vasta guerra clandestina contra el
terror, la plantilla del comando de operaciones especiales tenía unos 33.000
integrantes, de los cuales unos 1.800 eran la elite de la elite, es decir, el
comando conjunto de operaciones especiales (JSOC). En ese momento, también
había 23 grupos terroristas –desde Hamas al IRA irlandés– reconocidos por el
Departamento de Estado; entre ellos, al-Qaeda, cuya membresía se estimaba en un
número de ente 200 y 1.000 militantes. Este grupo estaba principalmente
establecido en Afganistán y Pakistán; a pesar de ello, pequeñas células suyas
habían actuado en unos cuantos países, incluyendo Alemania y Estados Unidos.
Después de más de una década de enfrentamientos secretos, vigilancia generalizada,
incontables asaltos nocturnos, detenciones y asesinatos, por no mencionar los
miles y miles de millones de dólares gastados, los resultados hablan por ellos
mismos. SOCOM ha más que duplicado su tamaño y el secretísimo JSOC puede haber alcanzado
el tamaño que SOCOM tenía en 2001. Desde septiembre de ese año, han surgido 36
nuevas organizaciones terroristas, entre ellas una multiplicidad de
franquicias, desprendimientos y aliados de al-Qaeda. Hoy día, estos grupos
continúan operando en Afganistán y Pakistán –en este último país, hay 11 grupos
reconocidamente afiliados de al-Qaeda y cinco en el primero de ellos–, pero
también en Mali y Túnez, en Libia y Marruecos, en Nigeria y Somalia, en Líbano
y Yemen, entre otros países. Una filial de al-Qaeda nació de la invasión
estadounidense de Irak y se crió en un campo de concentración de EEUU; hoy, con
el nombre de Estado Islámico, controla una amplia porción de ese país y de la
vecina Siria, un protocalifato en el corazón de Oriente Medio que en 2001 no
era más que una ensoñación yihadista. Esta organización, solo ella, tiene un
efectivo estimado de unos 30.000 hombres y se las ha arreglado para apoderarse
de un importante territorio que incluye la segunda ciudad de Irak (Mosul), a
pesar de que en su infancia fue implacablemente atacado por los JSOC.
“Necesitamos seguir armonizando el despliegue de fuerzas de operaciones especiales en todo
el orbe”, dice Votel. “Todos nosotros debemos estar sincronizados, coordinados
y preparados en todos los aspectos del comando.” Dejados fuera de esa
sincronización, los estadounidenses han sido mantenidos sistemáticamente en la
oscuridad acerca de los encargados de las operaciones especiales de EEUU y no
saben qué están haciendo ni dónde lo están haciendo, menos aún los accidentados
resultados y las repercusiones de lo que han hecho. Pero si la historia sirve
para algo, la oscuridad que envuelve a las operaciones especiales ayuda a
garantizar que esta siga siendo la “edad dorada” del Comando de Operaciones Especiales.
Nick Turse es editor ejecutivo de TomDispatch.com e integrante del
Nation Institute. En 2014, ganó el premio Izzy. Ha informado regularmente desde
Oriente Medio, el sureste de Asia y África; sus notas han sido publicadas por New
York Times, Los Angeles Times, Nation y TomDispatch. Su éxito de
ventas Kill Anything That Moves: The Real American War in Vietnam mereció
el premio American Book de 2014.
Fuente: http://www.tomdispatch.com/blog/175945/
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