El futuro de desastre y fuego de la guerra robótica
70 aviones no tripulados caídos y el nuevo modo
de guerra estadounidense
Nick Turse Tom Dispatch 19 de enero de 2012
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
Cazabombarderos jet estadounidenses pasaron aullando sobre el campo iraquí
dirigiéndose hacia el avión no tripulados Predator MQ-1, mientras su
‘tripulación’ en California observaba impotente. Lo que había comenzado como una
misión de reconocimiento común estaba evolucionando de una forma dramática. En
un instante, los jets atacaron y todo había pasado. El Predator, uno de los
infatigables robots cazadores / asesinos de la Fuerza Aérea había sido
aniquilado.
Un informe sobre el fin espectacular del avión no tripulados de casi 4
millones de dólares en noviembre 2007 está contenido en una colección de
documentos de investigación de accidentes de la Fuerza Aérea recientemente
examinados por TomDispatch. Catalogan más de 70 catastróficos desastres
de aviones no tripulados de la Fuerza Aérea desde el año 2000, y cada uno
resultó en la pérdida de un avión o daños a la propiedad de 2 millones de
dólares o más.
Esos informes oficiales, obtenidos en algunos casos por TomDispatch
mediante la Ley de Libertad de la Información, ofrecen nuevas perspectivas de un
programa de guerra, asesinato y espionaje –en gran parte clandestino, pero muy
elogiado– que involucra robots armados, que son mucho menos fiables de lo que ha
sido reconocido previamente. Esos aviones, la última en la serie de las últimas
armas maravilla en el arsenal militar de EE.UU., son ensayados, lanzados, y
piloteados desde una tenebrosa red de más de 60 bases repartidas por todo el
globo, a menudo como apoyo para equipos de elite de fuerzas de operaciones
especiales. Colectivamente, los documentos de la Fuerza Aérea presentan un
notable retrato de la guerra moderna de aviones no tripulados, pocas veces
hallado en una década de informes periodísticos generalmente triunfalistas o
impresionados que pocas veces mencionan las limitaciones de los aviones no
tripulados, y menos todavía sus misiones fracasadas.
Los desastres aéreos descritos llaman la atención no solo a las limitaciones
técnicas de la guerra de aviones no tripulados, sino a mayores defectos
conceptuales en semejantes operaciones. Lanzados y aterrizados por tripulaciones
cercanas a los campos de batalla en sitios como Afganistán, los aviones no
tripulados son controlados durante sus misiones por pilotos y operadores de
sensores –a menudo múltiples equipos durante muchas horas– desde bases en sitios
como Nevada y Dakota del Norte. Son a veces monitoreados por “vigilantes” de
contratistas privados de seguridad en bases en EE.UU. como Hurlburt Field en
Florida. (Un reciente informe de McClatchy informó que se necesitan casi
170 personas para mantener en vuelo un solo Predator durante 24 horas.)
En otras palabras, las misiones de aviones no tripulados, como los propios
robots, tienen muchas partes en movimiento y mucho, resulta, puede salir y sale
mal. En ese incidente del Predator en noviembre de 2007 en Irak, por ejemplo,
una falla electrónica hizo que el avión activara su mecanismo de autodestrucción
y se estrellara, después de lo cual jets estadounidenses destruyeron los restos
para impedir que cayeran en manos enemigas. En otros casos, aviones no
tripulados –conocidos oficialmente como aviones de pilotaje remoto, o RPAs– se
descompusieron, escaparon al control y a la supervisión humana, o se
autodestruyeron por motivos que van de error del piloto y mal tiempo a fallas
mecánicas en Afganistán, Yibuti, el Golfo de Adén, Irak, Kuwait, y varios otros
sitios no especificados o clasificados, así como en EE.UU.
En 2001, los aviones no tripulados Predator de la Fuerza Aérea volaron 7.500
horas. A fines del año pasado, esa cifra fue superior a 70.000. Mientras el
ritmo de las operaciones robóticas aéreas ha aumentado continuamente, no es
sorprendente que las caídas también sean más frecuentes. En 2001, solo dos
aviones no tripulados de la Fuerza Aérea fueron destruidos en accidentes. En
2008, ocho aviones no tripulados cayeron a tierra. El año pasado, la cantidad
llegó a 13. (Las tasas de accidentes, sin embargo, están disminuyendo según un
informe de la Fuerza Aérea basado en cifras de 2009.)
Hay que considerar que los más de 70 accidentes registrados en esos
documentos de la Fuerza Aérea reflejan solo caídas de aviones no tripulados
registradas por la Fuerza Aérea siguiendo un conjunto rígido de reglas. Muchos
otros accidentes de aviones no tripulados no han sido incluidos en las
estadísticas de la Fuerza Aérea. Los ejemplos incluyen un avión no tripulados
MP-9 Reaper fuera de control que tuvo que ser derribado de los cielos afganos
por un caza en 2009, un helicóptero a control remoto de la Armada que cayó en
Libia en junio pasado, un vehículo aéreo sin tripulación cuya cámara fue
aparentemente capturada por insurgentes afganos después de una caída en agosto
de 2011, un Sentinel RQ-170 avanzado perdido durante una misión de espionaje en
Irán en diciembre pasado, y la reciente caída de un Reaper MQ-9 en las Islas
Seychelles.
No precisa de un meteorólogo… ¿Verdad?
En los informes desclasificados queda en claro cómo se realizan las misiones
–y a veces fracasan– incluyendo uno suministrado por la Fuerza Aérea a
TomDispatch que detalla una caída de junio de 2011. A fines de ese mes,
un avión no tripulados Predator despegó de la Base Aérea Jalalabad en Afganistán
para realizar una misión de vigilancia en apoyo a fuerzas terrestres. Piloteado
por un miembro del Ala Aérea Expedicionaria 432 desde la Base Whiteman de la
Fuerza Aérea en Missouri, la nave robótica encontró mal tiempo, lo que llevó al
piloto a pedir permiso para abandonar a las tropas en tierra.
Su comandante nunca llegó a tener la oportunidad de responder. A falta de
equipamiento de elusión del tiempo, que se encuentra en aviones más sofisticados
o de sensores a bordo que orienten al piloto ante condiciones meteorológicas en
rápido deterioro, y con una tormenta de arena que interfirió con el radar de
tierra, los “severos efectos climáticos” superaron al Predator. En un instante
se cortó el vínculo entre piloto y avión. Cuando volvió a la vida por un
momento, el personal pudo ver que el avión no tripulados iba en una extrema
caída en picado. Luego perdieron durante un segundo el enlace de datos y fue el
fin. Unos pocos minutos después, las tropas en tierra enviaron un radio para
decir que el avión no tripulados de 4 millones de dólares había caído cerca de
ellos.
Un mes después, un avión no tripulados Predator despegó de la pequeña nación
africana de Yibuti en apoyo a la Operación Libertad Duradera, que incluye
operaciones en Afganistán y en Yemen, Yibuti y Somalia, entre otras naciones.
Según documentos obtenidos mediante la Ley de Libertad de la Información,
después de unas ocho horas de vuelo, el personal de la misión notó una lenta
pérdida de lubricante. Diez horas después, transfirieron el avion no tripulados
a un personal aéreo local cuya tarea era hacerlo aterrizar en el Aeropuerto
Ambouli de Yibuti, una instalación conjunta civil/militar adyacente al campo
Lemonier, una base de EE.UU. en el país.
El personal de esa misión –el piloto y el operador del sensor– había sido
enviado de la Base Creech de la Fuerza Aérea en Nevada, y había registrado en
conjunto 1.700 horas volando Predators. Era considerado “experimentado” por la
Fuerza Aérea. Ese día, sin embargo, los sensores electrónicos que medían la
altura de los aviones no tripulados eran inexactos, mientras nubes bajas y la
alta humedad afectaban a sus sensores infrarrojos y preparaban la escena para el
desastre.
Una investigación terminó por establecer que si el personal hubiera realizado
verificaciones adecuadas de los instrumentos, hubiera notado una discrepancia de
entre 100 y 130 metros en su altitud. En su lugar, el operador del sensor solo
se dio cuenta de lo cerca que estaba del suelo cuando el RPA salió de las nubes.
Seis segundos después, el avión no tripulados se estrelló en tierra y se
destruyó junto con uno de sus misiles Hellfire.
Tormentas, nubes, humedad, y error humano no son los únicos peligros
naturales para aviones no tripulados. En un incidente de noviembre de 2008, el
personal de una misión en el Aeropuerto de Kandahar lanzó un Predator en un día
azotado por el viento. Después de un vuelo de solo cinco minutos, mientras el
avión todavía estaba sobre la amplia megabase estadounidense, el piloto se dio
cuenta de que el avión ya se había desviado de la ruta programada. Para realizar
una corrección, inició un giro que –debido a la naturaleza agresiva de la
maniobra, las condiciones de viento, el diseño del avión no tripulados, y el
peso desequilibrado de un misil en solo un ala – se inició una voltereta del
avión. A pesar de todos los esfuerzos del piloto, la nave comenzó a caer, se
estrelló sobre la base, y estalló en llamas.
Naves descontroladas
Ocasionalmente, los RPA simplemente han escapado del control humano. Durante
ocho horas, tarde en un día de febrero en 2009, por ejemplo, cinco equipos
diferentes transfirieron los controles de un avion no tripulados Predator, de
uno al otro, mientras volaba sobre Irán. Repentinamente, sin advertencia, el
último de ellos, miembros de la Guardia Nacional Aérea de Dakota del Norte en el
Aeropuerto Internacional Hector en Fargo, perdió comunicación con el avión. En
ese momento nadie –ni el piloto ni el operador de los sensores, ni un personal
local de misión– sabían dónde estaba el avión no tripulados o lo que estaba
haciendo. Sin transmitir ni recibir órdenes o datos, había efectivamente,
perdido el control. Solo después se determinó que una falla del enlace de datos
había activado el mecanismo de autodestrucción del avión no tripulados,
lanzándolo a una caída en picado irrecuperable que lo hizo estrellar dentro de
10 minutos después de escapar al control humano.
En noviembre de 2009, un Predator lanzado desde el Aeropuerto Kandahar en
Afganistán perdió contacto con sus manipuladores humanos 20 minutos después del
despegue y simplemente desapareció. Cuando el personal de la misión no pudo
controlar el avión no tripulados, convocó a especialistas en enlace de datos
pero no lograron encontrar el avión errante. Mientras tanto, los controladores
del tráfico aéreo, que habían perdido el avión en el radar, ni siquiera podían
ubicar la señal de su transpondedor. Fracasaron numerosos esfuerzos por hacer
contacto. Dos días después, cuando al avión no tripulados se le habría acabado
el combustible, la Fuerza Aérea dio por “perdido” al Predator. Tardó ocho días
antes que encontraran los restos.
Curso de caídas
A mediados de agosto de 2004, mientras las operaciones de aviones no
tripulados en el área de responsabilidad del Comando Central (CENTCOM)
funcionaban a un ritmo muy intenso, el personal de una misión de Predator
comenzó a oír una cascada de alarmas de advertencia que indicaban fallas de
motor y alternador, así como un posible fuego en el motor. Cuando el operador de
los sensores utilizó su cámara para escanear el avión, el problema fue
identificado rápidamente. Su cola había estallado en llamas. Poco después, se
descontroló y se estrelló.
En enero de 2007, un avión no tripulados Predator volaba en algún sitio de la
región del CENTCOM (sobre uno de los 20 países del Gran Medio Oriente). Después
de 14 horas de una misión de 20 horas, el avión comenzó a fallar. Su motor falló
durante 15 minutos, pero la información que transmitía se mantenía dentro de
parámetros normales, por lo tanto el personal de la misión no se dio cuenta.
Solo en el último minuto se dieron cuenta de que su avion no tripulados estaba
sucumbiendo. Como determinó una investigación posterior, una grieta expandida en
el cigüeñal del avión no tripulados hizo que el motor se paralizara. El piloto
hizo planear el avión hacia un área deshabitada. Los niveles superiores lo
instruyeron entonces para que lo estrellara intencionalmente, ya que no podría
llegar rápidamente una fuerza de reacción rápida y llevaba dos misiles Hellfire
así como “equipamiento clasificado” no especificado. Días después, recuperaron
sus restos.
El futuro de desastre y fuego de la guerra robótica
A pesar de todas las limitaciones técnicas de la guerra a control remoto
descritas en los archivos de investigación de la Fuerza Aérea, EE.UU. está
doblando sus apuestas sobre aviones no tripulados. Bajo la nueva estrategia
militar del presidente, se proyecta que la Fuerza Aérea aumente su parte de la
torta presupuestaria y se espera que los robots volantes constituyan una parte
importante de esa expansión.
Contando los miles de pequeños aviones no tripulados del ejército, uno de
cada tres aviones militares –cerca de 7.500 máquinas– ya son robots. Según
cifras oficiales suministradas a TomDispatch, cerca de 285 de ellos son
aviones no tripulados Predator, Reaper, o Global Hawk de la Fuerza Aérea. El
arsenal de la Fuerza Aérea también incluye más avanzados Sentinels, Avengers y
otros aviones clasificados sin tripulación. Un informe publicado el año pasado
por la Oficina del Presupuesto del Congreso reveló que “el Departamento de
Defensa planifica comprar cerca de 730 nuevos sistemas aéreos de mediano y gran
tamaño sin tripulación” durante los próximos 10 años.
Durante la última década, EE.UU. se ha vuelto crecientemente hacia los
aviones no tripulados en un esfuerzo por ganar sus guerras. Los archivos de
investigación de la Fuerza Aérea examinados por TomDispatch sugieren un
uso más extensivo de aviones no tripulados en Irak de lo que se había informado
anteriormente. Pero en Irak, como en Afganistán, el arma maravilla preeminente
de EE.UU. no ayudó en nada a lograr la victoria. Efectiva como punta de lanza de
un programa para incapacitar a al Qaida en Pakistán, la guerra de aviones no
tripulados en las zonas tribales fronterizas de ese país también ha alienado a
casi toda la población de 190 millones. En otras palabras, murieron unos 2.000
presuntos o identificados guerrilleros (así como una cifra desconocida de
civiles). La población de un aliado clave de EE.UU. aumentó se hizo cada vez más
hostil y nadie sabe cuántos nuevos combatientes en busca de venganza han sido
creados por los ataques de aviones no tripulados, aunque se cree que la cantidad
es significativa.
A pesar de una década de refinamientos y mejoras tecnológicas, tácticas y
estratégicas, el personal de la Fuerza Aérea y aliados de la CIA que observan
los monitores de ordenadores en localidades distantes no han logrado discriminar
entre combatientes armados y civiles inocentes y, como resultado, el programa de
asesinatos en los que los aviones no tripulados hacen de jueces, jurados y
verdugos es considerado ampliamente como opuesto al derecho internacional.
Además, la guerra de aviones no tripulados parece estar creando un siniestro
sistema de incentivos económicos empotrados que pueden llevar a cada vez más
bajas en el terreno. “En algunos programas de ataque, los miembros del personal
tienen cuotas de revisión – es decir, que deben revisar una cierta cantidad de
posibles objetivos por una cierta cantidad de tiempo,” escribió recientemente
Joshua Foust de The Atlantic sobre los contratistas privados involucrados
en el proceso. “Porque son contratistas”, explica, “su continuo empleo depende
de su capacidad de satisfacer las mediciones de rendimiento declaradas. Por lo
tanto tienen un incentivo financiero para tomar decisiones de vida o muerte
sobre posibles objetivos de asesinato solo para conservar sus empleos. Debiera
ser una situación intolerable, pero como el sistema carece de transparencia o de
estudio externo es casi imposible controlarlo o alterarlo.”
A medida que las horas de vuelto aumentan de año en año, esos severos
defectos son complicados por una serie de fallas imprevistas y vulnerabilidades
técnicas que saltan a la vista con cada vez más regularidad. Incluyen:
insurgentes iraquíes que piratean señales de video de aviones no tripulados, un
virulento virus informático que infecta la flota sin tripulación de la Fuerza
Aérea, grandes porcentajes de pilotos de aviones no tripulados que sufren de
“elevado estrés operacional”, un incidente de fuego amigo en el cual operadores
de avión no tripulados mataron a dos miembros del personal militar de EE.UU.,
crecientes cantidades de caídas, y la posibilidad del secuestro de un avión no
tripulados por los iraníes así como los más de 70 incidentes catastróficos en
los documentos de investigación de accidentes de la Fuerza Aérea.
Durante la última década, la mentalidad de más-es-mejor ha llevado a más
aviones no tripulados, bases de aviones no tripulados, pilotos de aviones no
tripulados, y víctimas de aviones no tripulados, pero no a mucho más que eso.
Los aviones no tripulados podrán ser efectivos en términos de generar recuentos
de cuerpos, pero parecen tener aún más éxito en la generación de animosidad y la
creación de enemigos.
Los informes sobre accidentes de la Fuerza Aérea están repletos de evidencia
sobre los defectos inherentes en la tecnología de aviones no tripulados, y puede
caber poca duda de que en el futuro aparecerán muchos más. Una década de
futilidad sugiere que la propia guerra de aviones no tripulados puede estarse
estrellando y quemando, pero parece ser inevitable que los cielos se llenen de
aviones no tripulados y que el futuro traiga más de lo mismo.
…………
Nick Turse es historiador, ensayista, periodista de investigación, editor
asociado de Tomdispatch.com y actualmente es también profesor en el
Instituto Radcliffe de la Universidad de Harvard. Su libro más reciente es:
The Case for Withdrawal from Afghanistan (Verso Books). Tambien es autor
de The Complex: How the Military Invades Our Everyday Lives. Puede
seguirlo em Twitter @NickTurse, en Tumblr, y en Facebook. Su sitio en la web es
NickTurse.com.
Copyright 2012 Nick Turse
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Fuente: http://www.tomdispatch.com/blog/175489/
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