Trump, el presidente de la guerra, deja un rastro de civiles muertos en el Yemen
Murtaza Hussain
The Intercept
04 de noviembre de 2020
Foto de Portada: Edificios destruidos en una zona residencial civil de Saná, Yemen, tras los ataques aéreos de la coalición
liderada por Arabia Saudí el 7 de marzo de 2018. (Foto: Mohammed Hamoud/Getty)
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Traducido del inglés para Rebelión
por Sinfo Fernández
A finales de enero de 2017, pocas semanas después de que Donald Trump asumiera el cargo de comandante en
jefe, las tropas estadounidenses llevaron a cabo una incursión en la aldea de al-Ghayil, en el suroeste de
Yemen, marcando así el inicio de su presidencia con un derramamiento de sangre.
La incursión, liderada por decenas de tropas de las fuerzas especiales
estadounidenses respaldadas por helicópteros, tenía supuestamente la intención
de atacar a los operativos de Al Qaida que se creía vivían en la aldea. Trump
dijo que la redada había sido “todo un éxito”, cuando en realidad terminó siendo un desastre sangriento.
Las fuerzas estadounidenses cayeron sobre la aldea, arrasaron con artefactos
explosivos las casas de adobe y saturaron de
disparos los pequeños callejones de al-Ghayil. Cuando terminó el tiroteo,
decenas de civiles yemeníes habían muerto junto a un miembro
de las tropas estadounidenses. Hubo muchos niños entre los
muertos. Entre ellos se encontraba una niña de 8 años, Nawar al-Awlaki,
ciudadana yemení-estadounidense. Nawar era hija de Anwar al-Awlaki, un
ciudadano con doble ciudadanía, estadounidense y yemení, que hacía
años se había unido a una filial de Al Qaida en la
Península Arábiga. La administración Obama le mató en un ataque con drones
en septiembre de 2011. Otro hijo suyo, Abdulrahman, de 15 años, nacido en
Denver, murió dos semanas después en otro ataque perpetrado
asimismo con drones.
Informes posteriores procedentes de al-Ghayil enumeraban a Nawar al-Awlaki como solo una de los al
menos diez niños menores de 13 años asesinados durante el ataque. Su muerte
bajo Trump, quien supuestamente dio luz verde a la incursión durante una cena
en la Casa Blanca días antes, marcó el último capítulo trágico en la saga de la
colisión de la familia al-Awlaki con el gobierno de Estados Unidos. “Una bala la
alcanzó en el cuello y estuvo padeciendo durante dos horas antes de
morir”, dijo su abuelo, Nasser al-Awlaki, a los periodistas más
tarde. “¿Por qué matar niños? ¡Esa es la nueva administración!” -la era Trump-
“es muy triste, un crimen enorme”.
Un nuevo informe publicado el miércoles pasado por el grupo independiente de supervisión Airwars ofrece una
imagen más nítida del impacto devastador de la administración Trump en el
Yemen. Llamado “Transparencia erosionada: acciones antiterroristas de Estados
Unidos en el Yemen bajo el presidente Donald Trump”, el informe presenta la imagen de una guerra librada
brutalmente durante los últimos cuatro años al tiempo que se la iba alejando
silenciosamente de la atención pública. Trump hizo campaña para el cargo en
2016 presentándose a sí mismo, al menos en algunas ocasiones, como contrapeso a
un establishment de
la política exterior estadounidense sediento de sangre y fuera de control.
Pero, como muestra el informe de Airwars, la realidad de su tiempo en el cargo
no encaja con ese panorama optimista.
De acuerdo con las estimaciones aportadas en el informe, al menos murieron 86 civiles en los
ataques aéreos e incursiones llevados a cabo en el Yemen bajo la supervisión de
Trump. La mayoría de estos asesinatos ocurrieron durante los años 2017 y 2018.
En el contexto de las operaciones militares estadounidenses en el Yemen, estos
dos años fueron de los más activos en términos de ataques, y los más mortíferos
para los civiles. El esfuerzo de guerra total de Estados Unidos en el Yemen
abarca diversos componentes: incursiones y ataques aéreos llevados a cabo por
el ejército, una campaña encubierta separada utilizando drones junto a otras
medidas llevadas a cabo por la CIA y, finalmente, el apoyo indirecto brindado
por Estados Unidos a una coalición liderada por Arabia Saudí que libra una
guerra aparte devastadora contra las fuerzas rebeldes hutíes del Yemen.
Trump heredó esas agresiones de su predecesor, el presidente Barack Obama, pero el 45° presidente
se ha dedicado también a intensificarlas. No cabe duda de que Trump ha
contribuido a convertir al Yemen en lo que Human Rights Watch ha descrito como la mayor crisis humanitaria del mundo.
Después de más de cinco años de guerra, millones de personas se encuentran al
borde de la inanición en el que ya era uno de los países más pobres del mundo.
Trump ha disfrutado con la intensificación de esta crisis al bombardear y realizar
incursiones periódicas en el país, además de armar a Estados extranjeros como
Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos para que le ayuden en sus propias
campañas. En 2019 Trump ni siquiera se molestó en impulsar una salida del
Yemen: emitió su segundo veto presidencial para bloquear una medida del Congreso que intentaba poner fin a la
participación de Estados Unidos en la guerra.
Para colmo de males, como señala el informe de Airwars, Trump ha revertido incluso los intentos modestos
del final de la administración Obama, tras años de presiones, para ofrecer
transparencia sobre las operaciones militares de Estados Unidos. En 2019, Trump
emitió una orden ejecutiva que revocaba una medida de la era Obama que obligaba a
divulgar públicamente el número estimado de muertes de civiles a causa de las
operaciones estadounidenses en lugares como el Yemen, considerados zonas de
guerra activa. La medida se produjo dos años después de que Trump relajara las normas sobre los ataques aéreos y las incursiones
con comandos, lo que ofreció a las fuerzas armadas estadounidenses capacidad
para llevar a cabo operaciones con una supervisión muy reducida.
En los informes anuales de la época Trump, el ejército estadounidense llegó a afirmar que
durante las operaciones llevadas a cabo en 2018 y
2019 no habían muerto civiles en el Yemen. Tal aseveración contradice los
minuciosos informes de grupos de supervisión como Airwars. Como era de esperar,
una administración que se ha esforzado en alentar
y defender a individuos acusados de matar a
civiles en los combates no se ha molestado en cuestionar un recuento grotesco
de los muertos.
Por muy horripilante que haya sido, la huella sangrienta de la administración Trump en el Yemen es solo
un ejemplo de cómo ha continuado, e incluso ha intensificado, el brutal legado
de la política exterior de Estados Unidos en todo Oriente Medio. Los ataques
aéreos de Estados Unidos en Somalia han alcanzado niveles récord bajo Trump, incluso
cuando el país se quiebra bajo la presión del coronavirus. Estados Unidos
postula en estos momentos una política de guerra de asedio contra la población
de Irán cuando ese país se enfrenta a uno de los peores brotes de virus en el
planeta, negando a los civiles el acceso a suministros vitales mientras su
sistema de salud se ve sometido a una gran tensión, por no mencionar la
provocación a la República Islámica que supone asesinar a sus comandantes militares. Y solo diez de los ataques
aéreos de Trump en Afganistán provocaron la muerte de 150 civiles.
Escombros de
edificios en una calle arrasada durante los enfrentamientos entre combatientes
de las Fuerzas Democráticas Sirias respaldadas por Estados Unidos y militantes
del Dáesh, en Raqqa, Siria, el 5 de abril de 2018. (Foto: Hussein Malla/AP) |
Uno de los supuestos éxitos militares de Trump, la guerra contra el Dáesh, se llevó a cabo con similar
brutalidad e indiferencia ante las futuras consecuencias. Tan pronto como Trump
asumió el cargo, las muertes de civiles en el conflicto se dispararon.
Bajo su presidencia, la campaña aérea y de
artillería de la coalición liderada por Estados Unidos en Iraq y Siria contra el
grupo terrorista mató hasta 13.000 civiles, una cifra escandalosa que
representa simplemente el último capítulo trágico en una historia de décadas de
campañas militares estadounidenses en Oriente Medio que no han engendrado sino
desesperación y radicalismo en medio de las ruinas de los países árabes.
Un oficial militar francés que sirve en la coalición anti-Dáesh formuló un raro reproche a cómo se había
librado la guerra durante la era Trump. “Hemos destruido masivamente la
infraestructura y le hemos dado a la población una imagen repugnante de lo que
puede ser una liberación al estilo occidental, dejando atrás las semillas para
un resurgimiento inminente de un nuevo adversario”, escribió el oficial, el coronel Francois-Regis Legrier,
en un periódico de la defensa el año pasado; su artículo fue posteriormente eliminado.
Los comentarios de Legrier se referían a las actuaciones de la coalición liderada por Estados Unidos en su
conjunto y daban una idea importante de cómo Estados Unidos y sus aliados
habían librado la guerra bajo Trump: con la mayor brutalidad y con muy escasa
preocupación por los civiles que quedaban atrás.
Tras la incursión de 2017 en la aldea yemení de al-Ghayil, una reportera de The Intercept que visitó la aldea descubrió una
escena de destrucción y dolor entre los sobrevivientes: personas abandonadas en
un lugar remoto donde Trump había enviado al ejército estadounidense a
combatir. Un niño le contó a la reportera sobre la muerte de su madre en los
ataques estadounidenses: “Fue alcanzada por el avión, el avión estadounidense”.
El niño, de 5 años, agregó tímidamente: “Ahora está en el cielo”.
Mientras Trump se afana ahora en su reelección, vendiéndose a sí mismo como contrario a las “guerras
interminables”, merece la pena reflexionar sobre el destino de los civiles en
al-Ghayil y muchos otros pueblos y aldeas desconocidos para la mayoría de los
estadounidenses que su ejército ha destruido bajo la mirada de Trump. En lugar
de oponerse al complejo militar-industrial, como le gusta presentarse, Trump,
desde su puesto en la Casa Blanca, no ha actuado más como un facilitador dócil
y bien dispuesto.
Murtaza Hussain es un periodista que centra sus trabajos en temas de seguridad
nacional, política exterior y derechos humanos. Sus escritos han aparecido con
anterioridad en el New York Times, The Guardian y Al Jazeera English.
Fuente: https://theintercept.com/2020/10/29/trump-yemen-war-civilian-deaths/
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