Tras décadas de impunidad, la familia de Víctor Jara encuentra justicia en Estados Unidos
Pascale Bonnefoy
The New York Times es
28 de junio de 2016
El cantautor chileno Víctor Jara posando en Santiago de
Chile. El famoso cantante fue asesinado pocos días después del golpe de Estado
que llevó al general Augusto Pinochet al poder. Credit Fundacion Víctor Jara, vía Associated Press
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SANTIAGO, Chile — Cuatro décadas después de que el cuerpo acribillado del cantautor chileno Víctor Jara
apareciera en medio de la violencia del golpe militar que sacudió a Chile, su
familia ha encontrado algo de justicia en un tribunal de Florida.
Un juzgado federal en Orlando concluyó que un exoficial del ejército chileno que emigró a Estados Unidos y
trabajó como cocinero es responsable de la tortura y la ejecución extrajudicial
de Jara en el Estadio Chile, en Santiago, donde estuvo detenido tras el golpe
que llevó al poder al general Augusto Pinochet.
El tribunal también ordenó una indemnización de 28 millones de dólares para la familia Jara.
Pedro Pablo Barrientos, de 67 años, ahora tiene la nacionalidad estadounidense y vive en Deltona, Florida. Se le
acusaba en el marco de una demanda civil basada en una ley que apoya a víctimas
de violaciones de los derechos humanos cometidas fuera de Estados Unidos.
En Chile, Barrientos ha sido procesado por el homicidio de Jara y la justicia chilena ha solicitado su
extradición. No está claro de qué manera la decisión del tribunal en Florida
influirá sobre la petición de extradición.
Jara, que tenía 40 años cuando fue asesinado, era un cantante y director de teatro de gran éxito y popularidad.
Militaba en el Partido Comunista y apoyaba al gobierno de Salvador Allende. Sus
canciones, enraizadas en sus propios orígenes humildes en una familia campesina,
hablaban de pobreza e injusticia y aún se escuchan en todo el mundo. Se le
describe muchas veces como el “Bob Dylan de América del Sur”.
Su viuda, la bailarina británica Joan Jara, y sus hijas Manuela y Amanda, que tenían 13 y 8 años en aquel
momento, se mudaron al Reino Unido tras el golpe y desde entonces han tratado de
llevar a los responsables al banquillo de los acusados. Volvieron a radicarse en
Chile en 1991.
Joan Jara, de 88 años, habló de cómo su vida fue “cortada en dos” tras el golpe de estado y el asesinato de su
marido.
“Fue el final de mi primera vida porque perdí mucho ese día”, dijo. “Perdí mi trabajo y mi profesión. Mis hijas
dejaron la escuela, sus amigos, su casa y su país. Nunca pude casarme de nuevo.
Estuve muy enamorada de Víctor”.
Barrientos compareció ante el juez el 13 de junio acusado por el Center for Justice & Accountability, una
organización de derechos humanos de San Francisco, y por la firma de abogados de
Nueva York Chadbourne & Parke.
En 2013 habían presentado una demanda civil contra Barrientos en nombre de la familia de Jara acogiéndose a la
ley de protección de víctimas de la tortura, aprobada para que violadores de
derechos humanos que viven en Estados Unidos rindan cuentas por sus actos.
Un día después del golpe del 11 de septiembre de 1973, Jara fue detenido, junto a cientos de profesores y
estudiantes, durante el asalto del ejército a la Universidad Técnica del Estado,
donde trabajaba. Los llevaron al Estadio Chile, convertido en centro de
detención. En 2003 el estadio pasó a llamarse Estadio Víctor Jara.
Tres días después el cuerpo de Jara, con docenas de heridas de bala, apareció en las afueras de un cementerio
en Santiago junto a otras cuatro víctimas. La autopsia de sus restos, exhumados
en 2009, confirmó dos disparos en la nuca y otras 44 heridas por todo el
cuerpo.
Un exsoldado, José Navarrete, testificó que Barrientos se jactaba de ser quien disparó a Jara dos veces en la
cabeza. “Solía sacar su pistola y decir ‘con esta maté a Víctor Jara’”.
Navarrete, que dio testimonio en un video grabado el año pasado, dijo que no
había hablado antes por temor a represalias.
No se conocía el paradero de Barrientos hasta mediados de 2012, cuando un equipo de la televisión chilena lo
encontró en Florida, donde se había mudado tras el final de la dictadura chilena
en 1990. En diciembre de 2012 un juez chileno, Miguel Vásquez, condenó en
ausencia a Barrientos por el asesinato y lo pidió en extradición a Estados
Unidos.
Joan Jara, al centro, con sus hijas Manuela, a la
izquierda, y Amanda afuera del tribunal en Orlando, Florida. "La cultura de la
mentira, el encubrimiento y el matonaje ha sido pulverizada por el peso de la
verdad en este tribunal”, declaró Manuela. Credit John Raoux/Associated Press
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El abogado del acusado, Luis F. Calderón, describió a Barrientos como un inmigrante trabajador que trataba de
“vivir el sueño americano”. Barrientos trabajó en el Restaurante Perkins de
Deltona durante 10 años. “Es un hombre sencillo que vive una vida sencilla”,
dijo el abogado.
Barrientos le dijo al juez que se fue a Estados Unidos para ganar dinero para la educación de sus hijos y no para
evadir la justicia. Pero cuando solicitó la nacionalidad en 2010 no informó de
su pasado militar. Dice que nunca estuvo en el Estadio Chile y niega haber
sabido quién era Víctor Jara hasta 2009, a pesar de la enorme popularidad del
cantante.
Varios exsoldados testificaron que formaron parte de la sección del regimiento Tejas Verdes bajo ordenes directas
de Barrientos en el estadio. Uno de ellos, Gustavo Baez, describió el ambiente
en el estadio y le explicó al jurado cómo vio a oficiales torturando prisioneros
en los vestuarios. Le pidieron que cargara una docena de cuerpos en
camiones.
Dos personas que estuvieron detenidas en el lugar relataron con detalle la violencia, los asesinatos y los
suicidios que sucedieron al interior del estadio y cómo a Victor Jara lo
separaron del resto y fue golpeado desde el mismo momento en que entraba al
lugar.
“Esa noche exhibieron a Víctor como un trofeo ante el resto de los oficiales. Ellos también lo golpearon”, dijo
Boris Navia, quien estuvo detenido allí. Dijo que uno de ellos le aplastó las
manos a Jara y lo golpeó en el brazo mientras le decía “no podrás volver a tocar
nunca”.
A Jara lo separaron para llevárselo a un vestuario, lo golpearon y lo ejecutaron. Navia dijo que el 15 de
septiembre, cuando lo sacaban del estadio, vio entre 20 y 30 cuerpos apilados a
la entrada y que uno de ellos era el de Jara.
“Víctor amaba la vida. Estoy contenta de que podamos hacer algo por él, aunque sea en Estados Unidos. Es
nuestro deber”, dijo Erica Osorio, estudiante de ingeniería de 22 años en el
momento del golpe. Ella reconoció a Barrientos como uno de los oficiales en el
estadio.
Almudena Bernabeu, abogada española del Center for Justice & Accountability que ha llevado el caso,
dijo que ella y sus colegas están “profundamente satisfechos” del veredicto tras
un juicio que ha durado ocho días. “Por muchos motivos, esta sentencia no es el
final sino el comienzo del esfuerzo para conseguir que sea deportado o
extraditado a Chile y así se haga justicia para la familia Jara”.
Manuela, la hija de Jara, dijo que “estos ochos días han sido emocionalmente intensos”.
Añadió que “en ellos se ha concentrado todo el dolor, la pena y la rabia por las que ha pasado Chile y
específicamente el horror por lo que sucedió en el Estadio Chile. La cultura de
la mentira, el encubrimiento y el matonaje ha sido pulverizada por el peso de la
verdad en este tribunal”.
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