Revolución #63, 1
de octubre de 2006
La ley de la tortura: Transigir hasta llegar al fascismo
El fascismo viene… con un despliegue de oposición, seguido
por un acuerdo y garantías de que todo está bien. El fascismo viene…
con calles calladas y la impresión de que no ha pasado nada. El
fascismo viene… con un disfraz democrático. Un proyecto de ley
presentado al Senado el 22 de septiembre (que casi con seguridad aprobará en una
semana) le da al presidente nuevos poderes escalofriantes.
- Le da el poder legal de ordenar cualquier técnica de tortura
que no sea una “violación grave” de los Convenios de Ginebra. Jonathan Turley,
profesor de derecho constitucional de la Universidad George Washington, le dijo
a MSNBC que es como decirle a un adolescente que no puede manejar a 150
kilómetros por hora: no cabe duda de que manejará a 149. En este caso, Bush
puede ordenar cualquier técnica que no lleve a la pérdida o lesión
prolongada de una parte del cuerpo, un órgano o la facultad mental. Eso
quiere decir que puede ordenar (y sin duda lo hará) formas de tortura que solo
causan discapacidad, dolor insoportable o desorientación o crisis nerviosa
“pasajeros”. Martin S. Lederman, profesor de derecho constitucional de la
Universidad Georgetown, dijo que parece que el proyecto de ley define “el
tratamiento cruel [de una manera] que no incluye las técnicas de la CIA”, como
privación de sueño, hipotermia extrema y “el submarino” (o sea, hacer que el
preso piense que va a morir ahogado, una técnica que ha causado la muerte). El
gobierno explícitamente no ha querido prohibir “el submarino”.
- El proyecto de ley permite utilizar en un juicio confesiones y testimonios
sacados con tortura. De hecho, hasta permitirá testimonios sacados con formas de
tortura tan extremas que ahora están prohibidas, si ocurrieron antes del 2005.
También permite el uso de testimonio de oídas. Jennifer Daskal, la directora de
Human Rights Watch en Washington, dijo: “Están creando una situación en que
podrán condenar a una persona con una declaración de segunda o tercera mano
sacada de un preso en un interrogatorio violento”.
- El proyecto de ley permite encarcelar indefinidamente y sin juicio, o sea,
le quita al detenido el derecho constitucional conocido como habeas corpus. La
situación de los “combatientes enemigos” la seguirán determinando “comisiones de
revisión de condiciones de combate” (C.S.R.T.), en vez de los tribunales. “Los
CSRT son la primera ocasión en la historia de Estados Unidos en que la legalidad
de una detención la deciden pruebas sacadas con tortura que no se le muestran al
preso, y que le toca a él refutar sin la ayuda de un abogado”, dijo Joseph
Margulies, autor de Guantanamo and the Abuse of Presidential Power
(Guantánamo y el abuso del poder presidencial).
- Parece que el proyecto de ley le da a los presos el derecho de ver las
pruebas en su contra, pero esto tiene muchas condiciones y le permite a la
fiscalía ocultar las pruebas por razones de seguridad nacional.
- El proyecto de ley prohíbe ampararse en los Convenios de Ginebra en un caso
civil o en una audiencia de habeas corpus contra el gobierno; varios expertos
dicen que también podría impedirlo en los casos penales.
- El proyecto de ley protege al personal de la CIA y las fuerzas armadas para
que no los juzguen por la tortura de presos, y a Bush y su camarilla por haber
mandado torturar.
Muchos abogados y expertos por todo el país han condenado este
proyecto de ley. Los horrorizan las implicaciones morales y constitucionales.
Hasta el principal abogado de la Oficina de Comisiones Militares del
Departamento de Defensa, el coronel Dwight Sullivan de la Infantería de la
Marina, dijo que “destripa metódicamente” los derechos amparados por las leyes y
los tratados, y parece ser anticonstitucional.
Lo que es nuevo… y por qué lo hacen hoy
Que quede en claro una cosa: Estados Unidos ha torturado durante
toda su historia, en Wounded Knee (masacre de sioux en 1890), Filipinas,
Vietnam, El Salvador y en muchas partes más. Lo
nuevo son los tres puntos siguientes:
Primero, ahora la tortura estará amparada por el derecho. Ya no
tendrán que aceptarla extraoficialmente, taparla o de vez en cuando hacer un
show de juzgarla. Será totalmente legal, hasta buena y moral. Inevitablemente,
esto significa que será más común y más sistemática, y que irradiará de las
cárceles secretas a las demás. Segundo, están anulando procedimientos
constitucionales que han sido parte del sistema penal desde hace siglos: el
derecho a un juicio, el derecho de ver las pruebas de cargo, la inadmisibilidad
del testimonio de oídas y de pruebas sacadas por la fuerza. Esta es una enorme
ruptura con los cimientos constitucionales y judiciales de este sistema. Por el
momento “solo” se aplica a los 430 “combatientes enemigos” que están en
Guantánamo y los 14,000 presos enterrados en penales militares estadounidenses
por todo el mundo. ¿Y qué impide aplicarlo a cualquier ciudadano, si Bush
declara que “pone en peligro nuestra seguridad”?
Tercero, la agresiva campaña de Bush para hacer aprobar la
tortura ha tenido un fuerte componente teocrático. “En América mucha gente cree
que es una confrontación entre el bien y el mal, y entre ellos me cuento yo”,
dijo Bush el 12 de septiembre en una entrevista que le hicieron reporteros
derechistas. Dijo que su presidencia ha provocado “un tercer gran despertar
[religioso]”. Según Bush (o según lo que dice), él (y Estados Unidos) son los
“buenos” e, implícitamente, pueden hacer todo lo que quieran contra los “malos”.
Si uno está de acuerdo con esto, pues la campaña de Bush para legalizar la
tortura tiene sentido.
Las maniobras políticas del proyecto de ley han sido repugnantes
y siniestras. Bush lanzó la ofensiva el 6 de septiembre con un discurso en que
admitió con jactancia la existencia de centros de detención secretos de la CIA,
llenos de personas desaparecidas de ciudades de todo el mundo. Con el eufemismo
de “procedimientos alternativos” en vez de “tortura”, prácticamente admitió que
han torturado en esos centros. Pero dijo que ha valido la pena porque han
obtenido información valiosa que ha “salvado vidas americanas”. Y desafió a que
lo pararan.
Los únicos que le contestaron fueron tres senadores republicanos
(McCain, Graham y Warner) y el ex secretario de Estado y general del ejército
Colin Powell. Pero las objeciones fueron sumamente estrechas: les preocupa que
todo esto le dé a Estados Unidos una mala reputación en el mundo y que, con la
misma lógica de Bush, otros gobiernos le nieguen a los militares estadounidenses
y los agentes de la CIA las protecciones de los Convenios de Ginebra. Una semana
de presiones de Bush y unos pocos cambios superficiales los apaciguaron.
De hecho, Bush y su camarilla saben que todo esto engendrará
odio hacia Estados Unidos por todo el mundo, pero tienen otros objetivos. Uno es
sembrar miedo y terror. Cuando admiten que torturan, y lo dicen de una manera
agresiva y descarada y sin pedir disculpas, le dicen al mundo que no tienen
límites. Otro objetivo es aumentar el poder del ejecutivo a expensas del
Congreso y los tribunales. Cuando la Suprema Corte se atrevió a oponerse a Bush
en esto, este fue al Congreso y demandó que legalizara su conducta ilegal. En
vez de aceptar un castigo por violar la Constitución, decidió otorgarse un
premio político. En ambos objetivos ha salido victorioso.
¿Y los demócratas? Primero se jactaron de su brillante
estrategia de no decir nada y dejar que John McCain sacara la cabeza (si no
dicen nada, nadie puede atacarlos). Pero esa estrategia le dio legitimidad a la
posición de Bush y le dio a McCain toda la responsabilidad de la oposición. El
jueves los demócratas rompieron el silencio y aprobaron el acuerdo de la Casa
Blanca y los senadores republicanos. El senador Harry Reid, líder de los
demócratas del Senado, dijo: “Cinco años después del 11 de septiembre, es hora
de tomar decisiones difíciles e inteligentes para darle al pueblo americano la
seguridad que merece”. Hablando anónimamente, un asistente demócrata de la
Cámara dijo: “Esperábamos que la Casa Blanca aflojara, pero parece que los
senadores [McCain, etc.] aflojaron”. Y los demócratas no dijeron ni mu.
Así viene el fascismo. Con la promesa de seguridad, calles
calladas y leyes aprobadas por los dos partidos en el Congreso.
A menos que…
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