La tortura no queda en silencio
Nos rondan como fantasmas. Y se equivocan los que creen que lo vamos a
olvidar. La tortura, como la masacre o el genocidio, nunca queda en silencio.
Los hechos nunca quedan enterrados del todo.
Al contrario: Si los terribles actos de tortura no se investigan a fondo,
arrastramos su memoria durante décadas y no podemos ver con claridad al
futuro.
Lo que sabemos de las torturas es que cuatro memorandos secretos del
Departamento de Justicia – hechos públicos con la autorización del presidente
Barack Obama – prueban que agentes de la Agencia Central de Inteligencia (CIA)
sometieron a dos prisioneros de la organización terrorista al Qaeda a una
práctica conocida como "submarino" (o "waterboarding", en inglés). Durante los
años 2002 y el 2003, estos prisioneros estuvieron a punto de ahogarse mediante
este procedimiento en 266 ocasiones.
Barack Obama y el senador y ex candidato presidencial republicano, John
McCain, consideran que esta práctica sí es tortura. El ex presidente George W.
Bush y el ex vicepresidente Dick Cheney creen que no lo es. Pero,
independientemente de la definición de "tortura", Obama prohibió ya esta
práctica.
Cheney, en una entrevista con el canal Fox News, dijo que esas técnicas de
interrogatorio fueron muy útiles y sugirió que la información obtenida permitió
evitar otros actos terroristas contra Estados Unidos.
"Sí, funcionaron", dijo Cheney. "Nos mantuvieron seguros durante siete
años".
Pero eso sólo lo sabe él y un pequeño grupo selecto. No es información
pública. Y ahora el mismo Cheney, que siempre guardó un silencio sepulcral sobre
este tipo de asuntos, está a favor de que se den a conocer otros memorandos para
saber qué beneficios se obtuvieron de esas técnicas brutales de
interrogatorio.
La pregunta es: ¿Qué hacer ahora? ¿Investigamos? ¿Se debe crear una comisión
independiente sobre la tortura? Ninguna respuesta es fácil. Cualquier solución
va a ser dolorosa.
El tema es muy delicado porque afecta los valores esenciales de Estados
Unidos. Antes de los actos terroristas del 11 de septiembre del 2001, la
política exterior de Estados Unidos se basaba en la promoción de la democracia,
el libre comercio y los derechos humanos. Pero si se confirma que el gobierno de
Bush torturó prisioneros, entonces se resquebrajaría la percepción que Estados
Unidos tiene de sí mismo y se dañaría aún más la imagen de la nación en el
mundo.
Pero aún así tenemos que saber qué pasó, para que no se repita.
Entiendo que éste es un serio problema político para Obama. Desde luego
quiere evitarse meses y meses de testimonios polémicos en el Congreso sobre
posibles torturas a prisioneros, sobre todo cuando el país necesita poner toda
su atención en la recuperación económica.
"Me preocupa que esto se politice tanto que dejaríamos de funcionar de una
manera eficaz", dijo el presidente recientemente.
Pero este es un tema que no se puede enterrar o hacerlo desaparecer como por
arte de magia.
Los estadounidenses tienen derecho de saber exactamente qué pasó con los
prisioneros de guerra en sus prisiones: en Abu Ghraib, en Guantánamo y en las
prisiones secretas que instaló Estados Unidos en países aliados.
Y no sólo eso. Aún no sabemos las verdaderas razones por las que se desató la
guerra contra Irak. Saddam Hussein, aunque era un dictador terrible, nada tuvo
que ver con los actos terroristas del 9/11. Además, en Irak nunca se encontraron
armas de destrucción masiva. Es preciso saber por qué realmente se inició esa
guerra. Miles han muerto por esas decisiones.
Obama, es cierto, tiene muchas cosas urgentes con qué lidiar y prefiere ver
hacia adelante. Pero no puede borrar la historia. Prometió transparencia durante
la campaña y eso es lo que espera el 64 por ciento de los norteamericanos que,
según una encuesta de la agencia de noticias The Associated Press, cree que el
presidente está haciendo un buen trabajo al cumplir sus 100 primeros días en el
poder.
Hay distintas formas de enfrentar el asunto de la tortura en Estados Unidos:
desde una comisión parecida a la creada para analizar el 9/11 hasta audiencias
congresionales e investigaciones dirigidas por el Departamento de Justicia. Lo
que sea, menos quedarse callado.
Esto es lo que ocurre en las verdaderas democracias. Los gobernantes tienen
que rendir cuentas a los gobernados. Y, luego, que se sepa la verdad. Caiga
quien caiga.
Jorge Ramos es conductor del Noticiero Univision.
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