Obama no ha intentado evitar las guerras sino todo lo contrario
Es muy posible que se recuerde a Obama como el presidente que consolidó la
mentalidad de la guerra continua que no ha parado de extenderse, y que por desgracia no
da señales de que se vaya a reducir
Trevor Timm
The Guardian
17 de mayo de 2016
Barack Obama ya lleva más tiempo en guerra que ningún otro presidente de
Estados Unidos de la historia, como señaló the
New York Times el domingo. Salvo que haya algún tipo de milagro de la paz en los próximos seis meses, será
el único presidente que gobierne durante dos mandatos enteros estando siempre
en guerra. Y teniendo en cuenta cómo ha transformado la manera en que EEUU
combate en el extranjero, es probable que sus guerras continúen durante mucho
tiempo después de que deje el cargo.
Siempre que los medios escriben sobre Obama y la guerra, parecen estar
obligados a mencionar que el presidente libra sus guerras con una actitud
supuestamente más reacia que sus predecesores. Pero en muchos contextos, esto
es engañoso. Obama no ha intentado evitar la guerra; solo la ha redefinido. De
algún modo, las ha librado de forma mucho más agresiva que
ningún presidente anterior, solo que con diferentes métodos.
Se han acabado los batallones de decenas de miles de soldados que lo
incendiaban todo a su paso. Las guerras de Obama se libran con fuerzas
especiales, drones y otras armas de alta tecnología que, según defiende él,
provocan menos muertes estadounidenses. Pero suponen los mismos peligros para
la paz mundial que supusieron en su momento las guerras de Vietnam o Irak,
mientras las hacen mucho más fáciles de luchar.
El sello distintivo de Obama está en los ataques con
drones, con los que ha bombardeado al menos siete países desde que
llegó a la presidencia. A pesar de todo lo que se ha dicho de su precisión y su
exactitud, los drones matan con frecuencia a otras personas y han provocado
cientos de muertes civiles. Esos ataques producen animadversión y avivan
el odio contra los estadounidenses en casi todos los países en los que entran,
y muchos antiguos altos cargos señalan que el programa tiene más impacto
negativo que positivo.
No son solo los drones. En lugar de ser claro con la sociedad, su gobierno
se esconde detrás del secretismo y de piruetas lingüísticas en todas las
facetas de su política bélica. Oculta la cifra exacta de efectivos en Oriente
Medio y redefine palabras como "combate", "soldaldos sobre
el terreno" y "civiles" para enmascarar cuánto se está matando realmente.
Incluso la palabra "final" ha perdido todo significado. Obama
declaró el "final" de la guerra de Irak en 2011 solo para empezar a
enviar tropas de vuelta. En Afganistán, ni siquiera pasó por ese formalismo.
Aunque declaró el fin de la guerra en 2014, miles de efectivos siguen luchando,
y algunas veces mueren, en ese país hoy en día. No hay un calendario definitivo
de cuándo saldrán, si es que salen.
Hay al menos diez veces más militares en Irak ahora que en 2014, cuando
Obama dijo que lanzarían ataques aéreos "limitados"
¿Cuántos militares hay exactamente en cada país? Como señala the New York
Times, no lo sabemos, puesto que el Pentágono se niega a decirlo. Sí sabemos
que hay al menos diez veces más ahora en Irak de los que había en la segunda
mitad de 2014, cuando Obama salió en la televisión y dijo que EEUU lanzaría
ataques aéreos "limitados" ahí. Desde entonces, se han arrojado más
de 25.000 bombas en Irak, Siria, Libia y otros lugares.
Para ser un guerrero reacio, Obama también ha batido récords en la venta de
armamento a nuestros "aliados" en Oriente Medio, muchos de los cuales
siguen librando sus propias guerras de destrucción. Una de esas guerras, la de
Arabia Saudí, ha sumido a Yemen en el caos y ha fortalecido a Al Qaeda, lo que
ha llevado a Obama a volver a mandar tropas estadounidenses al país. ¿El
calendario de esa operación? "Corto plazo", dijo un portavoz del
Pentágono la semana pasada.
No se trata de que las guerras de Obama sean totalmente comparables con las
de sus predecesores, incluidas las de George W. Bush, cuya guerra de Irak sigue
siendo el error más desastroso en política exterior de nuestra generación.
Y cada año que pasa, aunque nadie quiera reconocerlo, la de Afganistán se
acerca a lo mismo.
Pero Bush al menos emprendió sus batallas con autorización del Parlamento,
algo que Obama se ha negado a hacer en su guerra contra el ISIS a pesar de que
la Constitución lo exige. Quizá eso no es solo culpa del gobierno de Obama. El
Parlamento se ha mostrado cobarde en la defensa de su responsabilidad
constitucional, satisfecho porque el presidente asume toda la responsabilidad
cuando las cosas van mal. Pero este gobierno ha rechazado continuamente
plantear su propio plan para una autorización de la guerra contra el ISIS más
allá de un par de declaraciones diciendo que estaría bien que el Parlamento
aprobara una (al tiempo que deja claro que será lo mismo en cualquier caso).
Sea quien sea el próximo presidente, hay pocas posibilidades de que use
menos esas competencias. Donald Trump es un fanático impredecible que en un
momento critica las intervenciones militares y en el siguiente las promete.
Hillay Clinton, vieja favorita de los neoconservadores incluso antes de
que Trump se
convirtiera en el candidato republicano, ha apoyado casi todas las
acciones militares agresivas de EEUU en los últimos 15 años y ya ha prometido
más intervención militar que Obama.
Hay muchas más probabilidades de que, en lugar de recordar a Obama como el
guerrero reacio, empujado a la guerra por las circunstancias, se le recuerde
por lo contrario: el presidente que consolidó la mentalidad y la arquitectura
de la guerra continua que no ha parado de extenderse, y que por
desgracia no da señales de que se vaya a reducir.
Traducción de Jaime Sevilla Lorenzo
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