¿Otra marcha hacia la guerra?
22 February 2012 Matt Taibbi Tomado de Reader
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Como periodista, hay un rumor que uno puede detectar una vez que las
restricciones normales del oficio se han relajado, un olor de carnada fresca en
las aguas que nos empujan por el camino de la guerra. Muchos años después del
desastre de Irak, ese olor ha regresado, esta vez con Irán.
Se puede sentir: muchos de los periódicos y de las emisoras de TV que vimos a
la cabeza de la carga en los años de Bush han regresado al desván y están
desempolvando sus tambores de guerra. La burra personal de CNN, ex profesional
de las finanzas entrenada en Goldman, Erin Burnett, salió ayer con una perla de
emisión, una jeremiada digna de Rumsfeld contra la amenaza iraní que hubiera
cabido perfectamente en los idílicos tiempos de “Saddam está enviando aviones
sin piloto contra Nueva York” de fines de 2002. He aquí como el excelente Glenn
Greenwald describió la perorata de Burnett:
Es el tipo de cosas que uno produciría si estuviera dedicado a crear una
parodia mezquina de tontas estrellas de los medios, hambrientas de guerra y
sembradoras del temor, pero que no se atreverían a llegar a ese punto porque
querrían que la parodia tuviera visos de realidad, y esto sería demasiado para
ser creíble. Realmente fue completa: ¡ADM! ¡Células terroristas congeladas en
EE.UU. controladas por Teherán! ¡¡¡Misiles nucleares de largo alcance que
llegarían a nuestra patria!!! En comparación con ella, hizo lucir sobrio y
razonable al representante Peter King, fanático guerrerista y
antimusulmán.
Al igual que a Greenwald, me impresionó en particular la histeria de Burnett
acerca del programa nuclear iraní, del cual dijo: “Nadie se cree la aseveración
de Irán [que es] con fines pacíficos”. Citó entonces comentarios del Director de
Inteligencia James Clapper, los cuales, dijo ella, “hicieron llegar el mensaje”.
Pero entonces puso imágenes con la cita de Clapper, la cual es la siguiente:
El desarrollo técnico de Irán… fortalece nuestra evaluación de que Irán
es suficientemente capaz de producir bastante uranio enriquecido como para hacer
un arma, si sus líderes políticos, en especial el propio Líder
Supremo, deciden hacerlo.
En otras palabras, “Si Irán decidiera ser capaz de producir armas nucleares,
sería capaz de producir armas nucleares”. A no ser que se me escape algo, esa es
una declaración que podría hacerse acerca de casi todos los países
industrializados, ¿no creen?
Casi todas las historias recientes acerca de Irán han contenido alguna
versión de este tipo de sofisma retórico. El “gancho” noticioso en la mayoría de
esas historias es que los informes de inteligencia revelan que Irán está
“dispuesto” a atacarnos o ir a la guerra –pero generalmente hay un asterisco
junto al titular, y cuando se va a ver el asterisco, dice algo así como “en caso
de que nosotros ataquemos primero a Irán”.
Un reporte de NBC también escrito por Greenwald lo dice de la siguiente
manera: “En los últimos días los líderes iraníes han amenazado que si
son atacados… lanzarían esos misiles contra objetivos
norteamericanos”.
Hay un raro conjunto de suposiciones interiorizadas que los miembros de los
medios incluyen en historias como estas de Irán. Es más, hay un elaborado
sistema de creencias que presionamos para que el público acepte, acerca de cómo
otro país puede comportarse con EE.UU. y cómo no puede comportarse. Me recuerda
en algo un fragmento en Anna Karenina acerca del sistema de creencias
de la nobleza en la época de Tolstoi:
La vida de Vronsky era feliz en particular en el sentido de que poseía un
código de principios, el cual definía con certeza inquebrantable lo que debía y
no debía hacer… Esos principios, establecidos como reglas invisibles: que uno
debe pagarle a un fullero, pero no tiene que pagarle al sastre; que nunca se
debe mentir a un hombre, pero se puede mentir a una mujer; que uno nunca debe
engañar a nadie, pero puede engañar a un esposo; que uno nunca debe perdonar un
insulto, pero uno puede insultar, y así sucesivamente.
Nosotros tenemos un código similar de caballeros, un “código occidentalizado
de potencia”, por así decir, que funciona de la misma manera. En otras palabras,
nuestros periódicos y emisoras de TV pueden parlotear miles de veces al día
acerca de atacar a Irán y bombardear a su pueblo, pero si tan siquiera un iraní
habla de resistir, es considerado “agresivo” y “amenazante”; podemos imponer
sanciones a cualquiera, pero si en respuesta el país sancionado suspende los
envíos de petróleo a Europa, es “beligerante”, y así sucesivamente.
No estoy defendiendo a Ajmadineyad. Creo que está loco y es un monstruo, y
sin dudas no creo que se le deba permitir tener armas nucleares, pero para mí el
asunto no tiene que ver en lo absoluto con Irán. Lo que para mí es más
preocupante es que hemos interiorizado este “código de caballeros” hasta el
punto en que sus premisas básicas ya ni siquiera se discuten.
En otros tiempos, allá por la edad de las cavernas, cuando Noam Chomsky
comenzaba a escribir acerca de estas técnicas de propaganda en Manufacturing
Consent (La Creación del Consenso), nuestros líderes sintieron la necesidad
de ocultar –o al menos edulcorar– estos principios orwellianos. Se asumía que el
pueblo norteamericano realmente necesitaba sentir que estaba del lado correcto,
y por tanto las potencias extranjeras con las cuales chocábamos siempre eran
presentadas como las instigadoras y las agresoras, mientras que nuestro papel en
provocar esas respuestas siempre estaba oculto o al menos minimizado.
Pero ahora el público acepta abiertamente un pensamiento circular como que
“Cualquier país que se queje cuando amenazamos con bombardearlo es una amenaza
que hay que exterminar”. Puede que esté equivocado, pero tengo que creer que
hubo una época cuando ideas como esas sonaban extrañas al oído norteamericano.
Ahora parecen tener sentido para casi todos aquí en el país, pero para mí son
tan de temer como Ajmadineyad.
Matt Taibbi escribe para la revista Rolling Stone.
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