Una alianza bélica Obama-republicana
El nuevo Congreso de la guerra
David Swanson Tom Dispatch 23 de noviembre de 2010
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
Introducción del editor de Tom Dispatch
Lamento informar que Chalmers Johnson falleció el sábado. Fue un fiel apoyo
de este sitio, y colaboró con él regularmente desde sus comienzos. Sin la menor
duda, fue uno de los autores más notables que yo haya tenido el placer de
publicar, y más aún de ser su amigo. Vio el desarrollo del mundo estadounidense
con impactante claridad y presciencia. Escribió al respecto con precisión,
pasión y coraje. Nunca suavizó un pensamiento o trató de simplificar. Le dediqué
mi último libro, y escribí que era “el más astuto observador del modo
estadounidense de la guerra que conozco. Abrió nuevos caminos y marcó la
diferencia.” No cambiaría ni una sola palabra. Fue un hombre en un viaje desde
Arizona en la era de la Depresión, pasando por la Guerra Fría, el colapso de la
Unión Soviética, a lo profundo de un mundo en el cual los fundamentos del
imperio estadounidense, también comenzaron a estremecerse. Experto en Japón, ex
guerrero de la Guerra Fría, y asesor de la CIA, se convirtió, en el Siglo XXI,
en el más decidido crítico del militarismo de EE.UU. Leí por primera vez uno de
sus libros cuando tenía 20 años – sobre los campesinos comunistas en el norte de
China que enfrentaban las campañas japonesas de “matar todo, quemar todo,
saquear todo” de fines de los años treinta. Cuando lo leí esta semana, tenía 66
años. Me beneficié con cada palabra que escribió. Su Blowback Trilogy
(Blowback, The Sorrows of Empire, and Nemesis.) nos acompañará durante
decenios. Su obra final: Dismantling the Empire: America’s Last Best Hope
[Desmantelando el imperio: La última mejor esperanza de EE.UU.], es un
testamento de su poder duradero, incluso cuando su cuerpo se debilitaba. A mi
juicio, su pregunta final fue la siguiente: ¿Cómo se vería la “única
superpotencia” como país en bancarrota? Formuló esa pregunta. Nadie, presumo,
tiene la respuesta. Podremos descubrirla. “¡Adiós!,” decía
invariablemente por teléfono. ¡Adiós!, Chal. Tom
Estos últimos años de dichosa paz han provocado verdadero pánico al
congresista republicano Howard P. "Buck" McKeon, que pronto será el nuevo
presidente del Comité de Servicios Armados de la Cámara. ¿Cómo? –se pregunta–
¿llegarán a conseguir los famélicos militares el dinero necesario para las armas
que necesitan para mantenernos seguros, y hacia dónde van esos militares, en
todo caso? “Mi preocupación es que terminemos de vuelta con un “arco y una
flecha” –espero que no sea así”, dijo McKeon sobre las medidas de austeridad en
el Pentágono de la era de Obama. Prepárate, EE.UU.: los días mansurrones de la
presidencia de Obama han pasado. Una vez pasadas exitosamente las elecciones de
mitad de período, los halcones belicistas salen volando y van hacia
Washington.
¿No recordáis esos tiempos idílicos bajo Obama cuando cambiamos cañones por
mantequilla, redujeron las fuerzas armadas, y la paz estaba al alcance de la
mano? Yo tampoco. Estos últimos años, por cierto, hemos visto el mayor
presupuesto militar de la historia, redoblaron repetidamente una guerra,
fingieron la conclusión de otra, reforzaron la estructura de bases militares de
EE.UU. en todo el Gran Oriente Próximo y construyeron de modo masivo tales bases
en Afganistán, así como escalaron la violencia de conflictos en naciones que no
están en guerra con EE.UU. y aumentaron a cifras récord las tropas de Fuerzas
Especiales –la expansión por las fuerzas armadas de militares clandestinos–
enviadas a 75 países (15 más que a fines de la era de Bush).
Con ‘palomas’ semejantes, ¿quién necesita halcones? Y sin embargo, aterrizará
a pesar de todo una nueva bandada de halcones republicanos. Puede llegar a haber
tantos competidores, cuando se trate de financiar la guerra que –como deja en
claro David Swanson– no se sabrá si nuestros conflictos son guerras de Obama, o
guerras de McKeon, o… bueno, tendréis innumerables alternativas cuando se llegue
a seguir aumentando los presupuestos militares mucho más allá de los niveles de
la era de Bush.
Swanson, colaborador regular de TomDispatch, organizador contra la guerra y
dinamo versátil, quien ahora dirige el sitio en la red War Is a Crime,
entre otras cosas, publica su último libro: War Is A Lie, al aparecer
este artículo. Utilizando su usual estilo vigoroso, encara cada argumento
utilizado para justificar la guerra y todas las mentiras con las que por
desgracia nos hemos familiarizado dolorosamente durante estos últimos años.
Tom
El nuevo Congreso de la guerra
Una alianza bélica Obama-republicana
David Swanson
Para comprender hasta qué punto el 112 Congreso, elegido el 2 de noviembre y
que entrará en funciones el 3 de enero, será dañino para la paz sobre la Tierra,
hay que comprender cuán increíblemente horribles han sido el 110 y el 111
Congreso durante los últimos cuatro años y luego medir hasta qué punto es
probable que las cosas empeoren aún más.
Sorprendentemente, al hacerlo salen a la vista algunos sorprendentes rayos de
esperanza.
La Cámara y el Senado han tenido mayorías demócratas durante los últimos
cuatro años. En enero, la Cámara será dirigida por republicanos, y se reducirá
la mayoría demócrata en el Senado. Todavía tendemos a llamar “guerras de Bush”
las guerras en Irak y Afganistán. Los republicanos son a menudo los partidarios
más entusiastas de esas guerras, mientras numerosos demócratas se autoproclaman
“críticos” y “oponentes”.
Guerras semejantes, sin embargo, no pueden tener lugar sin financiamiento, y
los últimos cuatro años de financiamiento ascienden de por sí a un período de
guerra más largo que la participación de EE.UU. en una u otra de las guerras
mundiales. Tendemos a pensar en esos cuatro años como si fueran una reducción en
la intensidad de las “guerras de Bush”, a pesar de que en ese período el
Congreso asignó realmente fondos para escalar la guerra en Irak y luego la
guerra en Afganistán, antes de que fuera reducida la presencia de tropas de
EE.UU. en Irak.
Pero lo curioso es que: aunque los demócratas sufrieron una pérdida neta de
más de 60 escaños en la Cámara en las recientes elecciones de mitad de período,
sólo tres de los demócratas derrotados habían votado contra el financiamiento de
una escalada en Afganistán el pasado 27 de julio. Otros tres demócratas
contrarios a la guerra (quiero decir aquellos que realmente votaron contra el
financiamiento de la guerra) se retiraron este año, como lo hicieron dos
republicanos contrarios a la guerra. Otra demócrata contraria a la guerra,
Carolyn Kilpatrick de Michigan, perdió en una primaria ante el congresista
electo Hansen Clarke, quien también votará probablemente contra el
financiamiento de la guerra. Y otro demócrata más contrario a la guerra, Dan
Maffei de Nueva York oeste, se enfrenta a una contienda que aún no ha sido
decidida. Pero entre los 102 demócratas y 12 republicanos que votaron “no” al
financiamiento de la escalada de la Guerra Afgana en julio, por lo menos 104
volverán en el 112 Congreso.
Esa votación en julio resultó ser un momento culminante en varios años de
esfuerzos del movimiento por la paz –esfuerzos que no siempre fueron reflejados
en los medios– por persuadir a miembros del Congreso para que dejaran de
financiar nuestras guerras. Lejos todavía de la mayoría de 218 votos necesarios
para tener éxito, no hay motivo para creer que los miembros del congreso
contrarios a la guerra no vean aumentar sus filas por sobre 114 –especialmente
con la rápida disminución del apoyo popular para la Guerra Afgana– si se
presenta a la votación una ley destinada a financiar sobre todo la guerra en
2011.
¿Qué clase de presidente será Obama en 2012?
La votación de financiamiento de julio también marcó una transición en la
próxima Cámara republicana ya que más republicanos (160) votaron “sí” que
demócratas (148). Es probable que esa brecha aumente. Los demócratas tendrán
menos de 100 miembros de la Cámara en enero que no se hayan vuelto ya contra las
guerras más recientes de EE.UU. Los republicanos tendrán unos 225. Suponiendo
que una influencia libertaria no se propague en todo el caucus republicano, y
que los demócratas no den marcha atrás en su camino hacia el logro de la paz, es
probable que veamos que las guerras sean consideradas por los estadounidenses
como de naturaleza republicana-Obama (u Obama-republicana).
La noción de una alianza bélica entre los republicanos y el presidente al que
les encanta odiar, podrá sonar estrambótica, pero comentaristas como Jeff Cohen
que han prestado atención a los caminos trazados por la presidencia de Bill
Clinton han estado presentando esta posibilidad desde que Obama entró al
Despacho Oval. Lo que no significa que no sea embarazoso. El nuevo Tratado de
Reducción de Armas Estratégicas (START), por ejemplo, apunta a reducir el
despliegue y el potencial de proliferación de armas nucleares. Obama lo apoya.
La semana pasada, vimos el espectáculo de senadores republicanos que expresaron
previamente apoyo para el tratado se volvieron en contra, colocando
aparentemente la oposición al presidente por sobre sus propios puntos de vista
respecto a la seguridad nacional.
Eso no significa, sin embargo, que sea probable que coloquen la oposición al
presidente por sobre su apoyo a guerras que debilitan en última instancia la
seguridad nacional. En los hechos, es bastante posible que, en 2011, traten de
separarse del presidente proponiendo aún más financiamiento de las guerras que
el que él solicita y desafiándolo a que no firme las leyes, o incluyendo en las
leyes de guerra medidas a las que Obama se opone, pero no lo suficiente para
vetarlas.
Por parte de Obama, aunque siempre se ha esforzado por trabajar con los
republicanos, una ruptura clara con los demócratas no le es atractiva. Si los
sondeos mostraran que los liberales han comenzado a identificarle como dirigente
de guerras republicanas, puede aumentar la presión sobre su persona para que las
reduzca, especialmente en Afganistán.
Si la economía, como se espera, no mejora significativamente, y si la gente
comienza a asociar la falta de dinero para programas de creación de empleos con
las inmensas sumas invertidas en las guerras, el presidente podría llegar a
temer seriamente por su reelección –o incluso a no obtener por segunda vez la
candidatura del Partido Demócrata. Su suerte es comparada regularmente con la de
Bill Clinton, quien fue reelegido en 1996 después de una derrota republicana a
mitad de período. (En su exitosa campaña por volver al Despacho Oval, Clinton
recibió la ayuda de Ross Perot, candidato independiente quien obtuvo votos
republicanos y cuyo papel podría repetir en 2012 el alcalde de la Ciudad de
Nueva York Michael Bloomberg.)
La historia, sin embargo, tiene sus propias sorpresas; a veces los que se
repiten son los capítulos del pasado en los que no se piensa. Hay, por ejemplo,
tres presidentes que no son Bill Clinton y cuyas experiencias podrían ser
relevantes: La guerra de Lyndon Johnson en Vietnam condujo a su decisión de no
presentarse a la reelección en 1968; la oposición a los abusos de los poderes de
guerra fue probablemente un factor en decisiones similares de Harry Truman en
1952 en medio de una guerra impopular en Corea y de James Polk en 1848 después
de una guerra controvertida contra México.
El recorte más cruel
Cuesta más persuadir a miembros del Congreso para que voten contra las leyes
que financian guerras junto con el resto de las fuerzas armadas y lo que hemos
llamado de manera tan equívoca durante los últimos 62 años el Departamento de
“Defensa”, que contra leyes que financian primordialmente guerras. Las leyes de
“defensa” y el tamaño general de las fuerzas armadas han estado aumentando
continuamente cada año, incluido 2010. Sorprendentemente, incluso con un
Congreso republicano repleto de halcones belicistas, sigue existiendo la
posibilidad de que esa tendencia se revierta.
Después de todo, las fuerzas derechistas dentro (y fuera de) Washington DC,
han logrado convertir el déficit del presupuesto federal en un espíritu
diabólico al estilo Sadam Hussein. Mientras el objetivo de muchos de los que
promueven esa visión del terror del déficit puede haber tenido el propósito de
meter los dedos en Wall Street en nuestros ahorros de la Seguridad Social o de
reducir los fondos de las escuelas públicas, el derroche militar podría
convertirse en daño colateral al hacerlo.
La bipartidaria Comisión Nacional de Responsabilidad y Reforma Fiscal,
conocida en la televisión como “la comisión del déficit” y en blogs progresistas
como “la comisión del alimento para gatos” (en honor de lo que podría quedar
para que se lo coman nuestros ciudadanos mayores), no ha publicado todavía sus
propuestas para reducir el déficit, pero los dos presidentes, Erskine Bowles y
Alan Simpson, han publicado sus propios conjuntos de propuestas preliminares que
incluyen la reducción del presupuesto militar en 100.000 millones de dólares. La
propuesta es, en parte, vaga pero –en un nuevo giro de la elite de Washington–
incluye la sugerencia de una reducción de un tercio de los gastos para el vasto
imperio de bases que EE.UU. controla globalmente.
La miembro de la comisión y congresista Jan Schakowsky (demócrata de
Illinois) ha propuesto recortar sólo un poco más –110.700 millones de dólares–
del presupuesto militar como parte de un paquete de reformas que, a diferencia
de las propuestas por los presidentes, grave a los ricos, invierta en puestos de
trabajo, y refuerce la Seguridad Social. Incluso si una propuesta similar
termina por salir de la comisión en pleno, es poco probable que la nueva Cámara
republicana apruebe nada parecido a menos que haya un auténtico aumento de la
presión pública.
Mucho más que 110.700 millones de dólares podrían, de hecho, ser recortados
del presupuesto del Pentágono a favor de la seguridad nacional, y se podrían
obtener economías aún más grandes, claro está, si se terminaran realmente las
guerras de Afganistán e Irak, una posibilidad que no ha sido considerada en
estas propuestas. Si los recortes militares son combinados con importantes
recortes a la Seguridad Social o a cualquier otra cosa, es probable que los
progresistas se opongan al paquete igual que los republicanos.
Aunque la nueva Cámara republicana financiará las guerras por lo menos tan a
menudo y tan generosamente como la Cámara demócrata saliente, es decir todo el
tiempo, los votos indudablemente parecerán diferentes. La dirigencia demócrata
ha tendido a permitir que los demócratas progresistas tengan la oportunidad de
votar por medidas contra la guerra como ser enmiendas a las leyes de
financiamiento de las guerras. Esas medidas han variado desde prohibiciones a
todo financiamiento para las guerras a solicitudes de estrategias de salida no
vinculantes. No han sido aprobadas, pero generaron cobertura noticiosa. También
habrán facilitado, sin embargo, que algunos demócratas establezcan sus
credenciales contra la guerra votando “sí” por esas enmiendas – antes de darse
media vuelta y votar por el financiamiento de las guerras. Si el financiamiento
es el único voto sobre la guerra que se les permite, es más probable que algunos
de ellos voten “no”.
El 10 de marzo de 2010, el congresista Dennis Kucinich (demócrata de Ohio)
utilizó una maniobra parlamentaria (que todavía tendrá a su disposición como
miembro de la minoría) para imponer un prolongado debate sobre una resolución
para terminar la guerra en Afganistán. Kucinich ha dicho que presentará una
resolución similar en enero de 2011 que exigiría que la guerra terminara el 31
de diciembre de 2012. Eso asegurará una oportunidad inicial para que los
observadores del Congreso evalúen la situación en el 112 Congreso. También es
probable que sea la primera vez que la guerra es sólidamente identificada como
propiedad del presidente y de los republicanos.
El otro sitio en el que ocurrirá una discusión pública de las guerras será en
las audiencias de comité, y todos los comités de la Cámara tendrán ahora
presidentes republicanos, incluidos
Buck McKeon (republicano de California) en Servicios Armados, y Darrell Issa
(republicano de California) en Supervisión y Reforma del Gobierno. En décadas
recientes, el comité de supervisión ha sido utilizado sólo vigorosamente cuando
el presidente no ha pertenecido al partido del presidente. Fue el caso en
2007-2008 cuando el congresista
Henry Waxman (demócrata de California) investigó la administración de Bush, a
pesar de que permitió que altos funcionarios y departamentos del gobierno se
negaran simplemente a cumplir con órdenes de comparecer emitidas por el comité.
Será interesante ver cómo presidentes republicanos del comité reaccionan ante
semejantes desafíos de órdenes de comparecer durante los próximos dos años.
Semillero de expansionismo militar
El Comité de Servicios Armados será probablemente un semillero de
expansionismo militar. El presidente entrante McKeon quiere que el comandante de
la Guerra Afgana, general David Petraeus, testimonie en diciembre (incluso antes
de que llegue a ser presidente) sobre la próxima revisión de la política de la
Guerra Afgana del gobierno de Obama, mientras según se informa que el Pentágono
no desea que lo haga porque no hay nada bueno que informar. Aunque el presidente
McKeon puede insistir en testigos tan impactantes en las noticias el próximo
año, su objetivo será la expansión de la guerra, pura y simple.
De hecho, McKeon tiene interés en actualizar la Autorización de Utilizar
Fuerza Militar (AUMF) de 2001 para otorgar al presidente la autoridad continua
de ir a la guerra contra naciones que nunca tuvieron que ver con los ataques del
11-S. Eso seguirá despojando al Congreso de sus poderes de declarar la guerra.
Del mismo modo seguirá despojando a los estadounidenses de derechos como la
protección de la Cuarta Enmienda contra allanamientos y detenciones desatinadas
que el presidente Obama ha tendido a justificar más sobre la base de la AUMF
original que en los supuestos poderes inherentes de la presidencia en los que se
apoyaron tan fuertemente los abogados de Bush.
El presidente ha dejado cada vez más claro en estas semanas posteriores a la
elección que no está apurado por terminar las guerras en Irak y Afganistán. La
fecha programada para el fin de la ocupación de Irak, 31 de diciembre de 2011,
ocurrirá ahora mientras los republicanos controlan un Congreso que podría,
concebiblemente, bajo los demócratas, haberse visto forzado a insistir en su
derecho a terminar finalmente esa guerra. Los republicanos y sus amigos en el
Washington Post discuten ahora ávidamente sobre la continuación de las
guerras existentes del modo como siempre discute su lado, ampliando los límites
y exigiendo tanto más –como ser una guerra contra Irán– que el nivel existente
de demencia llega a ser visto como algo positivamente cuerdo.
El más esperanzador de los rayos de esperanza puede ser la posibilidad de un
renacimiento del movimiento por la paz. Las nuevas memorias de George W. Bush
revelan realmente la sorprendente fuerza que el movimiento por la paz había
logrado en 2006. Ese año, el líder de la minoría en el Senado, Mitch McConnell
(republicano de Kentucky), quien denunciaba en público toda oposición a la
guerra, instó en privado a Bush a sacar las tropas de Irak antes de las
elecciones al Congreso. Pero ése fue el último año en el cual los intereses del
movimiento por la paz estuvieron alineados con los de grupos y donantes que se
orientan según el Partido Demócrata.
En noviembre de 2008, los últimos de los principales donantes del movimiento
por la paz tomaron sus libretas de cheques y se fueron. Si por fin aprovecharan
este momento para crear lo contrario a Fox News y a Tea Party, una
maquinaria independiente de los partidos políticos que impulsara un programa de
paz y justicia, todo sería posible.
***
David Swanson es autor del libro recién publicado War Is A Lie y de
Daybreak: Undoing the Imperial Presidency and Forming a More Perfect
Union. Bloguea en Let’s Try Democracy y War Is a Crime.
Copyright 2010 David Swanson
Fuente: http://www.tomdispatch.com/blog/175323/
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