Mi reflexión
sobre la guerra en Ucrania: Un año después
Paul Street
8 de marzo de 2023
Nota de la redacción: Este artículo de Paul Street, historiador y autor, salió
originalmente en Paul Street Report y también
en Counterpunch el 24 de febrero de 2023 (bajo el titular “La guerra en Ucrania un año después:
nueve falsas narrativas”). La traducción al español es
responsabilidad de voluntarios de revcom.us.
El Reloj del Juicio Final se fijó a los 90 segundos
para la medianoche al 24 de enero de 2023. Según el Boletín de Científicos Atómicos,
esto se hizo “en gran parte (aunque no exclusivamente) debido a los crecientes
peligros de la guerra en Ucrania”. Esto es lo más cercano a una catástrofe
global que jamás haya existido.
Ya nos encontramos a un año de la sangrienta invasión
rusa de Ucrania, país que siempre ha sido el principal detonante para una
guerra nuclear mundial en la era postsoviética. La subsiguiente guerra de
sustitutos entre Estados Unidos y Rusia que se ha desenvuelto e intensificado
allí es un matadero en marcha con un recuento de decenas, si no centenares, de
miles de muertos. Cada vez se parece más a un capítulo de una novela distópica
que describe la marcha hacia una tercera guerra mundial.
Y, por supuesto, la neblina de estupefacción propagandística que rodea este conflicto mortal ha sido extremadamente espesa
en todos los bandos, lo que incluye lo que queda de la destrozada y coja
“izquierda” estadounidense. La polarización al interior de ésta sobre Ucrania
es funestamente cómica en este momento. Si usted defiende una posición
antiimperialista comunista coherente en relación a la guerra en Ucrania, como
intento hacer en este ensayo, un grupo de hombres blancos izquierdosos le
tachará de fanático de la OTAN y otro grupo de hombres blancos izquierdosos le
llamará putinista. Ambas acusaciones son absurdas e idiotas.
Intentemos ver y navegar por la neblina letal de la
propaganda de guerra repasando y refutando nueve falsas narrativas en cuanto a
la Guerra en Ucrania, que el imperialista de larga trayectoria Joe Biden ha
dicho casi con desdén que podría conducir a un (según su propia palabra) “Armagedón”.
1. Falacia estadounidense-occidental: “La invasión criminal de Rusia no fue justificada
y no fue provocada”. ¿Criminal y sin
justificación? Sí. ¿Sin provocación? No. La invasión es una violación épica del
derecho internacional y se ha llevado a cabo injustamente con el gratuito
asesinato, tortura y violación de civiles inocentes. Putin y sus comandantes
deben ir a la cárcel por éste y otros crímenes anteriores, por supuesto. Pero
en cuanto a su invasión, la provocación sí tiene que ver con el Occidente-Estados
Unidos-la OTAN. Como señaló en noviembre de 2022 George Beebe, ex analista de
la CIA para Rusia y director de Gran Estrategia del Quincy Institute for
Responsible Statecraft, quien no es apologista de Putin:
“A cierto grado, esta [guerra] es el resultado de la falta
de un acuerdo sobre una nueva arquitectura de seguridad europea que sustituya a
la arquitectura bipolar que existía durante la guerra fría, cuando Estados
Unidos y la OTAN estaban desplegados contra la Unión Soviética y sus aliados
del Pacto de Varsovia. La Unión Soviética desapareció, el Pacto de Varsovia
también, pero la OTAN no. En lugar de eso, y muy en contra de la voluntad de
una serie de dirigentes soviéticos y rusos, la OTAN se amplió para incluir a
muchos de los antiguos estados del Pacto de Varsovia y también a algunas de las
antiguas repúblicas soviéticas. Se llegó al momento en que Ucrania y Georgia
—dos estados de gran resonancia geoestratégica, pero también política y
emocional para Rusia— fueron declarados futuros miembros de la OTAN, allá por
2008. Eso ha sido una gran fuente de inestabilidad y es una de las grandes
razones por las que nos encontramos en la situación en la que nos encontramos
en Ucrania.
“Ninguna de estas cosas puede abordarse fácilmente... Pero...
esta fue una guerra evitable: ambas partes cometieron errores. Un dirigente
ruso diferente podría haber seguido una serie de políticas distintas para hacer
frente a estos desafíos, en lugar de recurrir a una invasión de Ucrania. La
responsabilidad de esa decisión recae directamente sobre los hombros de Putin.
Estados Unidos y Europa también podrían haber actuado de otra manera. Una de
las cosas que los rusos dijeron en repetidas ocasiones que era su máxima
prioridad era obtener garantías de que Ucrania no formaría parte de la alianza
de la OTAN. Los rusos no sólo querían que Ucrania no estuviera en la OTAN, sino
que la OTAN no estuviera en Ucrania. Rusia vio que Estados Unidos y la OTAN
estaban aumentando de manera muy robusta su presencia militar en Ucrania a lo
largo del tiempo. Creo que a los rusos les preocupaba que, si eso continuara,
su capacidad para impedirlo dentro de unos meses o años sería mucho menor.
Estados Unidos y la OTAN se negaron en redondo a discutir esa cuestión, y los
rusos fueron muy contraproducentes en su intento de obligarnos a actuar. Se
dedicaron en gran medida a la diplomacia coercitiva, apuntándonos una pistola a
la cabeza y diciendo: ‘Hagamos un trato o si no’. Obviamente, eso no conduce a
un discurso constructivo y diplomático.
“Dicho esto, Estados Unidos tuvo muchas oportunidades para
simplemente reconocer la realidad de una forma que habría reducido la
probabilidad de esta guerra de forma muy significativa. Sabíamos que Ucrania no
iba a formar parte de la OTAN en ningún momento a corto plazo. Lo sabíamos
antes de esta invasión. Podríamos haber dicho simplemente de manera oficial y
formal: ‘Ucrania no va a estar en la OTAN’. Ni siquiera habríamos tenido que
decir ‘nunca’. No tendríamos que haber cerrado la puerta para siempre. Pero sin
duda podríamos haber ofrecido un terreno intermedio en el que les hubiéramos
dicho a los rusos algo así como: en los próximos 25 o 30 años, Ucrania no
estará en la OTAN, y se lo podemos asegurar. No habría sido una gran concesión,
pero podría haber bastado para evitar esta invasión. Es algo que Estados Unidos
debería haber considerado y no estoy seguro de que lo hayamos hecho. Ahora
estamos en una guerra que es extremadamente peligrosa, pero que también era
evitable”.
Aquí podríamos añadir algo de especificidad. A
principios de septiembre de 2021, el presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky,
visitó la Casa Blanca, donde el agresivo neo-guerrero frío y líder de la
invasión de Irak, Joe Biden, dijo que Estados Unidos estaba “firmemente
comprometido” con “las aspiraciones euroatlánticas de Ucrania”. Dos meses
después, el secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, y su
homólogo ucraniano, Dmytro Kuleba, firmaron la “Carta de Estados Unidos-Ucrania sobre
Asociación Estratégica”, que “subrayaba... el compromiso con la aplicación por
parte de Ucrania de las reformas profundas y exhaustivas necesarias para su
plena integración en las instituciones europeas y euroatlánticas”. Ello
reafirmaba la dedicación de Washington a la “Declaración de la Cumbre de
Bucarest de 2008”, que declaraba el objetivo de que Ucrania se incorporara a la
OTAN. El año anterior a la decisión de Putin, Ucrania avanzó rápidamente hacia
su integración en la OTAN. Realizó maniobras militares con países de la OTAN
por tierra, mar y aire.
No hay amor por el rabioso perro fascista Putin, pero el oso fue pinchado, y de manera muy atroz, por el Tío Sam y sus aliados europeos.
Ucrania se encuentra ahí mismo en la frontera suroeste de Rusia. Las fuerzas occidentales han invadido a Rusia a través de
Ucrania, matando a millones de personas, dos veces en la historia moderna.
¿Invadiría Estados Unidos a México o Canadá si
cualquiera de esos países directamente adyacentes a Estados Unidos se alineara
con confederaciones militares encabezadas por Rusia y/o China y realizara
maniobras militares con ellas? Es un buen momento para desempolvar nuestros
textos de historia y buscar dos cosas para empezar: “La doctrina Monroe” y “La
crisis de los misiles de Cuba”.
La historia importa — o al menos debería importar.
2. Falsedad implícita de Estados Unidos-el Occidente: Estados Unidos tiene algún tipo de
derecho de hacerse pasar por amigo del derecho internacional y la
decencia.
Y el registro histórico incluye monumentales violaciones asesinas en serie y atroces del derecho internacional por parte del
principal estado agresor imperialista del mundo, Estados Unidos. No se trata de
que esas violaciones cometidas por Estados Unidos justifiquen la épica
transgresión de Putin en Ucrania, sino que han sentado un terrible ejemplo y
precedente para otras naciones imperiales (Rusia es una de ellas) y anulan la
pretensión del Tío Sam de legitimidad como policía mundial defensor de las
normas internacionales. A los ojos de gran parte, si no de la mayoría, del
planeta históricamente atento, es transparentemente absurdo que Joe Biden (que
ayudó a liderar la carga del Partido Demócrata a favor de la invasión
monumentalmente criminal y asesina en masa a Irak como senador estadounidense)
se haga pasar por defensor de los derechos humanos y del estado de derecho
mundial en Ucrania. Biden aparte, el papel imperial y manifiestamente
antidemocrático de Estados Unidos en todo el mundo en este siglo y en los dos
anteriores invalida la postura de “bueno” de Washington a los ojos del Sur
Global.
3. Una falsedad racializada de Estados Unidos-el Occidente: la civilización en sí es lo que de
manera crítica está en juego en la lucha por derrotar a Rusia en Ucrania. Hace poco, de manera
brillante, el historiador Andrew Bacevich hizo añicos esta repetida
afirmación de Estados Unidos y el Occidente y, de hecho, artículo de fe, quien
considera, con razón, que esta afirmación contiene no poca dosis de blancura
eurocéntrica:
“¿Cómo es que este conflicto en particular pone en riesgo a
la civilización misma? ¿Por qué el rescate de Ucrania debería tener prioridad
sobre el rescate de Haití o Sudán? ¿Por qué debería importar más el temor a un genocidio
en Ucrania que el genocidio en curso contra los rohingya en Myanmar? ¿Por qué el suministro de
armas modernas a Ucrania debe considerarse una prioridad nacional, mientras que
equipar a El Paso, Texas, para hacer frente a una avalancha de inmigrantes indocumentados figura como una
ocurrencia tardía?... De las diversas respuestas posibles a estas preguntas,
tres sobresalen y merecen reflexión. La primera es que la ‘civilización’, tal
como se emplea habitualmente el término en el discurso político estadounidense,
no abarca lugares como Haití o Sudán. La civilización se deriva de Europa y
sigue centrada en Europa. La civilización implica cultura y valores occidentales.
... Por tanto, lo que hace que la agresión rusa sea tan atroz es que victimiza
a los europeos, cuya vida se considera de mayor valor que la de aquellos que
residen en regiones del mundo implícitamente menos importantes. Que existe una
dimensión racialista en tal valuación es evidente, por mucho que los
funcionarios estadounidenses lo nieguen. Sin rodeos, la vida de los ucranianos
blancos importa más que la vida de los no blancos que pueblan África, Asia o
América Latina.
“La segunda respuesta es que plantear la guerra de Ucrania
como una lucha para defender la civilización crea una oportunidad perfecta para
que Estados Unidos reclame su lugar al frente de esa misma civilización. Tras
años desperdiciados vagando por el desierto, Estados Unidos puede ahora volver
ostensiblemente a su verdadera vocación: ..... ‘Estados Unidos ha
vuelto’, declaró Joe Biden en múltiples ocasiones durante las
primeras semanas de su presidencia, y el presidente ucraniano no sólo ha estado
encantado de validar repetidamente esa afirmación mientras continúe el flujo de
armas y municiones para sostener a sus fuerzas. Tal vez las desastrosas guerras
de Estados Unidos tras el 11 de septiembre de 2001 hayan suscitado dudas sobre
si Estados Unidos había mantenido el lugar que le correspondía en el lado
correcto de la historia.
“Un último factor puede contribuir a este afán de ver a la
propia civilización bajo un asedio mortal en Ucrania. Satanizar a Rusia
proporciona una excusa conveniente para posponer o evitar por completo un
ajuste de cuentas crítico con la actual versión estadounidense de esa
civilización. Clasificar a Rusia como enemigo de facto del mundo civilizado ha
disminuido efectivamente la urgencia de examinar nuestra propia cultura y valores.
“Pensemos en ello como una concepción contraria del ‘y qué
hay de lo que pasa aquí’. La escandalosa brutalidad rusa y su cruel desprecio
por la vida de los ucranianos desvían la atención de cualidades similares que
no son precisamente infrecuentes en nuestras propias calles”.
Nótese que Biden acaba de embarcarse en la gigantesca
empresa de un viaje presidencial secreto a Ucrania (más sobre esa temeraria
aventura en adelante) pero no pudo dedicar más que unos míseros 30 segundos
—medio minuto— de su Discurso sobre el Estado de la Unión de 2023 al actual y creciente asalto neofascista de derecha a los derechos
reproductivos de las mujeres en su propio país.
4. Falsedad rusa: “Ucrania es un estado nazi empeñado en aplastar a la virtuosa Madre Rusia”.
Esto es una tontería orwelliana. Ucrania es una democracia burguesa corrupta, oligárquica y
neoliberal con un presidente judío elegido popularmente. Hay una nefasta bola de nazis
ucranianos, por supuesto, y hay una terrible historia ucraniana de colaboración
genocida con el Tercer Reich. Pero hay muchos nazis rusos, y si alguna de las dos naciones
adyacentes puede calificarse de fascista, el título corresponde sin duda a
Rusia, cuyo presidente, un hombre fuerte antifeminista y que ataca
a la comunidad LGBT, es un héroe, agente y líder nacionalista blanco de extrema
derecha en todo Occidente. El autoritario Putin se ha dedicado recientemente a
vincular absurdamente el supuesto nazismo de Ucrania con su supuesto esfuerzo
por atacar a Rusia con “ideología LGBT”. Eso es siniestramente hilarante dado
el odio visceral del fascismo y el ataque a los derechos de los gay y
transexuales.
5. Falsedad estadounidense-occidental: “Rusia quiere borrar a Ucrania del mapa y
reintegrarla completamente en el imperio ruso”. No tanto. Sí, el cerdo
fascista Putin expresó algunas hipérboles tipo gran ruso en ese sentido en su
discurso para anunciar la invasión hace un año, y Rusia ciertamente tiene
razones capitalista-imperialistas para querer aumentar su poder sobre la
Ucrania rica en recursos. Pero Putin carece de la capacidad militar para
“eliminar a Ucrania”. Nunca ha perseguido seriamente la necesaria estrategia
militar y las medidas políticas —preparar a un gobierno títere— para tan
fantasioso objetivo. Ha manifestado en repetidas ocasiones su reconocimiento
(sí, matizado y contingente) de la soberanía ucraniana y su falta de interés en
ocupar a Ucrania. Ha declarado repetidamente su principal razón para invadir
(sí, de manera criminal): el movimiento acelerado de Ucrania hacia la alianza
militar y económica expansionista del Occidente a las puertas suroccidentales
de Rusia, que ha sido invadida repetidamente a través de Ucrania con
consecuencias desastrosas.
6. Falsedad estadounidense-occidental: “Simplemente defendemos el derecho a la
autodeterminación de Ucrania, eso es todo”. Eso es mentira. Eso no es
“todo”. En abril de 2022, el secretario de Defensa de Estados Unidos, Lloyd
Austin, dijo lo siguiente en una rueda de prensa en Polonia tras un viaje
secreto a Ucrania con el secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken:
“Queremos ver que Rusia sea debilitada al extremo de que no pueda hacer el tipo de cosas que ha hecho al
invadir a Ucrania”. Como informó entonces el New York Times, favorable a
la OTAN, la afirmación de Austin “señala una transformación del conflicto, enfrentando
más directamente a Estados Unidos con Rusia. También refleja un enfoque cada vez más envalentonado de la administración
Biden”. El New York Times advertía con razón que “la nueva postura de Estados Unidos también
podría jugar a favor de la narrativa del presidente Vladimir Putin de que en
realidad la guerra en Ucrania se debe al deseo del Occidente de ahogar el poder
ruso y desestabilizar su gobierno”. La “nueva postura estadounidense” hizo
precisamente eso por una buena razón: se trataba explícitamente de degradar la
capacidad militar y geopolítica general de Rusia de actuar como hegemón regional,
no sólo de ayudar a Ucrania a expulsar a sus invasores. En un sentido similar,
el patrocinio estadounidense a los muyahidines (gracias, Jimmy Carter) en la guerra soviética de Afganistán
durante la década de 1980 no tenía nada que ver con el amor por la estadidad
islámica y el terrorismo; se trataba de debilitar el estado y el imperio ruso,
entonces nominalmente socialista, y ello, como en Ucrania, justo en las
fronteras de Rusia. El mes anterior, Biden fue a Polonia para hacer este comentario tipo cambio de régimen
sobre Putin: “Por el amor de Dios, este hombre no puede permanecer en el poder”.
Cielos, a uno le gustaría pensar que los americanos de Estados Unidos podrían entender los intereses regionales de
Rusia si conocieran no sólo la historia euroasiática relevante, sino
también su propia historia nacional y regional. Esa historia fue configurada
por la Doctrina Monroe de principios del siglo 19. Como escribió John
Mearsheimer en el verano de 2022: “La lógica de Putin debería tener perfecto
sentido para los estadounidenses, que llevan mucho tiempo comprometidos con la
Doctrina Monroe, que estipula que no se permite a ninguna gran potencia lejana apostar ninguna de
sus fuerzas militares en el hemisferio occidental”. De nuevo,
imagínese poner al contrario la geopolítica y preguntarse cómo respondería
Washington si Putin o Xi Jinping fueran a Cuba a sugerir que Biden no debería
permanecer en el poder mientras ordena a las tropas a cruzar el Río Bravo /
Grande para bloquear que México (país al que el suroeste de Estados Unidos y
California fueron robados por el ejército estadounidense en 1846-1848) se
uniera a una alianza militar rusa y/o china — ello seguido de que uno de los
altos generales de Putin o Xi expresara su deseo de “ver al Estados Unidos
debilitado.”
7. Falsedad estadounidense-occidental:
“Esta es una lucha entre la democracia, representada por Ucrania y respaldada
por el Occidente liderado por Estados Unidos, y la autocracia, representada por
Rusia”. Hágame el favor. Es indiscutible que Rusia es un estado autoritario: fíjense, entre otras cosas, en
la draconiana detención y encarcelamiento por parte de Putin de miles de rusos
por atreverse a alzar la voz en contra de su guerra criminal, entre ellos
algunos que han sido castigados simplemente por llamarla una guerra. Pero el
estado ucraniano es una oligarquía neoliberal corrupta encima de una débil
democracia burguesa. Estados Unidos es una plutocracia corporativa e imperial
corrupta con menguantes instituciones democrático-burguesas cautivas de una
dictadura de capital no elegida y que se enrumba por su propio camino
distintivo de neofascismo nacionalista blanco cristiano.
¿Es Estados Unidos amigo y agente de la democracia en el mundo? Quizá el mejor libro jamás escrito sobre la política exterior de
Estados Unidos en el siglo 20 se titule Deterring Democracy (de Noam Chomsky) por muy
buenas razones. Estados Unidos, patrocinador de la despiadada dictadura de
Arabia Saudita y del régimen judeofascista de ocupación y apartheid de Israel,
ha sido el mecenas, proveedor, entrenador, amigo, agente y encubridor de asesinos en masa de regímenes fascistas y
requete-autoritarios del tercer mundo en todo el mundo durante casi ocho décadas.
Parece probable que el Estados Unidos “democrático” sea responsable
(junto con Noruega) de volar dos gasoductos de Nord Stream que
transportaban gas natural de Rusia a Alemania en el mes de septiembre de
2022. El objetivo detrás de este acto encubierto de sabotaje
imperial de estado era amarrar el apoyo europeo a la guerra entre imperialistas
en un momento en que algunos aliados aparentemente estaban vacilando en su
compromiso con la peligrosa carnicería en Ucrania.
Además, dejando a un lado toda esa historia supuestamente irrelevante, el conflicto no tiene que ver con “democracia contra autocracia”.
Como señala el
Partido Comunista Revolucionario (que dice que Rusia “invadió a Ucrania
ilegalmente”, por cierto):
“Esta guerra es un enfrentamiento imperialista, NO ‘los
buenos contra los malos’. Ucrania no es un campo de batalla entre democracia y autocracia,
es una zona de conflicto de rivalidad imperialista entre
el imperialismo ruso y el imperialismo estadounidense y occidental. Ambos
imperialismos se rigen por la lógica fundamental del capitalismo: expandirse o
morir. Ambos imperialismos combaten por imponer su voluntad al otro y por
promover los intereses de su propio imperio a expensas del otro, a un costo de
decenas de miles de vidas, con la amenaza inminente de aplastar e incinerar a
millones más.... Los combates en Ucrania se convirtieron rápidamente en una
guerra de sustitutos entre potencias imperialistas rivales: Rusia, por un lado,
y Estados Unidos y la OTAN, por el otro”.
El futuro que Estados Unidos, la UE y la OTAN quieren
para Ucrania tiene poca relación con la soberanía popular y está estrechamente
relacionado con la pesadillesca sociedad de gobierno de clases del capitalismo-imperialismo
occidental. No existe ninguna democracia auténtica en ningún lado de
este conflicto y eso incluye al estado ucraniano “democrático”, cuyo partido
gobernante aprobó en el verano de 2022 la Ley 2434-IX, que afecta a los
trabajadores de empresas y organizaciones con menos de 250 empleados, lo que
afecta a más de dos tercios de la clase trabajadora ucraniana. Como señaló
la Internacional de la Educación de la Confederación Sindical Internacional en
agosto de 2022:
Con esta nueva ley, el principal instrumento que regula las relaciones laborales entre empresarios y fuerza de
trabajo de pymes serán los contratos individuales. De hecho, ya no podrán
aplicarse convenios colectivos negociados por los sindicatos, dado que estos ya
no se consideran autoridades legales y, por lo tanto, tampoco pueden vetar
despidos laborales. Con esto, se abre la puerta a los llamados "despidos
arbitrarios", una medida que terminará infundiendo miedo entre aquellos
trabajadores y trabajadoras que deseen involucrarse en actividades sindicales o
independientes... La Ley nº 2434-IX forma parte de un programa legislativo más
amplio que tiene previsto la desregulación y el recorte de todavía más derechos
laborales. Sin ir más lejos, en julio, el Parlamento ucraniano aprobó una ley
que permite a los empresarios dejar de pagar a los trabajadores y trabajadoras
que sean llamados a luchar y otra que legaliza los contratos de cero horas.
Según los sindicatos, el Parlamento está tramitando muchas otras leyes que
merman aún más los derechos laborales. El movimiento sindical ucraniano se
opone enérgicamente a todas ellas y ya está advirtiendo a los trabajadores y
trabajadoras del país.
Los partidos de izquierda ucranianos, proscritos desde el inicio de la invasión, se le opusieron al proyecto de ley.
8. Una extraña falsedad de los izquierdistas occidentales “A redoblar esfuerzos por la
victoria ucraniana total cueste lo que cueste”: “En realidad Estados Unidos no
está erogando recursos significativos en la guerra en Ucrania y, por tanto, no
está apoyando a la clase obrera ucraniana”. ¿Que qué? “Casi inmediatamente
después de la invasión —señalan los
revcom— Estados Unidos y sus aliados de la OTAN ... ampliaron y
elevaron considerablemente la letalidad de las cantidades masivas de equipo
militar que ya habían estado enviando a Ucrania. (En este momento, las fuerzas
de Estados Unidos-la OTAN han proporcionado o prometido al ejército ucraniano
equipo militar por valor de más de 50.000 millones de dólares, y les han proporcionado un amplio
‘asesoramiento’ de inteligencia y planificación estratégica de alto nivel)”.
Los seguidores observantes de la guerra se han percatado de un baile deprimente mediante el que Zelensky solicita aún más
pertrechos militares letales. Al principio, Estados Unidos-la OTAN, por temor
de una reacción política interna y una provocación a Putin, dicen que no. Luego
cede y envía al menos algunos de los misiles, aviones no tripulados y ahora los
tanques por los que Zelensky ruega. Con la reciente visita sorpresa de Biden a
Kyiv, parece probable que los cazas F-16 estadounidenses sorteen el camino
hacia Ucrania, haciendo surgir el espectro mortal de una zona de exclusión
aérea de la OTAN (algo que un Zelensky profundamente provocador empezó a exigir
a gritos desde el primer día de la invasión) sobre el territorio ucraniano —
una receta para un verdadero desastre.
En cuanto a “la clase obrera ucraniana”, véase el punto # 7 precedente.
9. Aquí va una afirmación especialmente espeluznante
que he oído de parte de numerosos izquierdosos estadounidense-ucranioides
entusiastas: “No existe ninguna amenaza seria de una guerra nuclear relacionada con el respaldo de
Estados Unidos y la OTAN a Ucrania contra Rusia”. Bueno,
caramba, es bueno saberlo — algo a tener en cuenta cada vez que Putin y sus
portavoces dicen que Rusia utilizará armas nucleares si es “existencialmente”
necesario para mantener a Ucrania fuera de la alianza militar occidental. Todo está bien: no hay nada que ver ni
oír; ellos no lo dicen en serio; están blofeando. ¡No hay problema!
La gente que dice ello quizá quiera reflexionar menos
sobre cómo la horrible invasión rusa de Ucrania les recuerda a la horrible
invasión indonesia (con el visto bueno estadounidense) de Timor Oriental y más
sobre cómo se hace recordar funestamente a la Crisis de los Misiles de Cuba,
que estuvo a punto de provocar una tercera guerra mundial en una crisis en la
que la injerencia de una superpotencia nuclear (Rusia) amenazaba a la hegemonía
regional de otra superpotencia nuclear (Estados Unidos). Pero oigan, no se
preocupen: No puede ocurrir aquí — no en este planeta ni a esta especie.
Choca ver a ciertas personas identificadas con la
izquierda hacerle caso omiso con risas a la amenaza, para colmo después de que
esta guerra demencial haya provocado hace poco al Boletín de Científicos Atómicos de
modo que ominosamente mueva su Reloj del Juicio Final más cerca de la
Medianoche de lo que jamás ha estado.
“No se preocupen, Putin sólo dice tonterías”. Y Biden
simplemente intenta sacar de quicio a la gente cuando dice que podríamos estar
ante un “Armagedón”.
Hace poco un izquierdoso ucranioide se burló de mis
inquietudes sobre el escalamiento hacia una guerra nuclear diciendo que tal
desenlace era “improbable”. Le pregunté qué medida de probabilidad estaría
dispuesto a tolerar (¿5%? ¿20%? ¿49%? — sin respuesta) y le pedí que leyera
la siguiente reflexión del ex analista de la CIA para Rusia
Beebe, obviamente ningún apologista por Rusia:
“El mayor riesgo en la guerra de Ucrania [de 2022 a 20??] es una confrontación
militar directa con Rusia. Obviamente, somos las dos potencias nucleares más
grandes del mundo, y cada vez que se hable de un conflicto militar directo, las
posibilidades de que se convierta en un conflicto nuclear son reales. Yo no
diría que son grandes — es probable que las posibilidades sean menos que
parejas. Pero las consecuencias de algo así son tan enormemente malas aunque se
hable de un 10 a 20 por ciento de posibilidades de una guerra nuclear, el
riesgo para nada vale la recompensa potencial”.
Sí, no me digas: un invierno nuclear de veras podría
malograrte el día y la lucha por la justicia social y la democracia.
El problema de que “ninguno de los bandos quiera o sea capaz de retroceder”
Una vez más, el PCR señala una cuestión importante,
al recordarnos de que esta guerra, al igual que muchas otras, está asumiendo
una vida propia de escalamientos en la que ninguno de los bandos puede darse el
lujo de que se le vea retrocediendo:
“Rusia está decidida a consolidar y ampliar su control sobre
las partes meridional y oriental de Ucrania que Vladimir Putin, presidente de
Rusia, y los dirigentes rusos en general consideran legítimamente suyas.
Ucrania —una vez más, con el respaldo de los imperialistas de Estados Unidos y
la OTAN y en este momento al servirles de sustituto— está decidida a impedirlo
y a recuperar todos esos territorios de Rusia. Ninguno de los bandos cree que
pueda darse el lujo de perder. Ambos bandos están armados hasta los dientes.
Como escribió Bob Avakian en su artículo ‘Una tercera guerra mundial e
idioteces peligrosas’, si cualquiera de los dos bandos se enfrenta a una
derrota estratégica, o si la situación arrastra a Estados Unidos-la OTAN a
combates abiertos con Rusia, ‘... las “dinámicas” de una guerra directa entre Estados Unidos-la
OTAN y Rusia muy probablemente conducirían a un proceso de intensificación
continua, en que ninguno de los bandos esté dispuesto a retroceder
—ni realmente sea capaz de retroceder— ante la perspectiva de algún tipo de
derrota en esta guerra’”.
Correcto. Los citados izquierdistas de “A Redoblar Esfuerzos Por Ucrania” están incursos
en “idioteces peligrosas”.
Literalmente sólo unos días después de que los revcom publicaran el ensayo del que acabo de
citar, Biden subió peligrosamente la apuesta con su viaje hecho a la medida para la televisión y Hollywood a Kyiv,
donde el antiguo entusiasta de la invasión estadounidense de Irak anunció 500
millones de dólares en nueva ayuda militar estadounidense para Ucrania y dijo
que Estados Unidos estaba “aquí para quedarse”. Putin respondió suspendiendo su
participación en el nuevo tratado START, nada más “el último gran acuerdo de control de armas nucleares que
quedaba entre Moscú y Washington”. El comentarista de Yahoo
News Phillip Short califica acertadamente la acción de Putin
de “un recordatorio no tan sutil de que la carta nuclear aún está en consideración”.
Imagínense con qué tanto regocijo Putin aprovechará la visita de Biden a Kyiv en su gran
discurso del primer aniversario hoy. Hablando de ayudar al Kremlin a marginar
aún más la cuestión de la autodeterminación ucraniana — ¡y de ayudar a Putin a
reclutar más reclutas para servir de carne de cañón en los campos de muerte!
Obsérvese la energía mortiífera mano a mano que se está intensificando entre dos viejos
jefes de estado imperialistas blancos en la cobertura mediática actual. Vaya,
justo lo que necesitamos. Esa energía casi hizo volar el mundo en octubre de
1962, cuando las personas se llamaban unas a otras para despedirse mientras
John F. Kennedy jugaba a ver quién era el menos cobarde con Nikita Jrushchov en
torno a los misiles soviéticos en Cuba, pues el presidente estadounidense
estaba desesperado por deshacerse del yugo de su supuesta blandura por la
fallida invasión estadounidense de la Playa Girón. En ese entonces como ahora,
ambos jefes de superpotencias son muy sensibles a la presión política interna
para que no den la apariencia de “tambaleantes” y “débiles”. ¿Qué podría salir mal?
Vayamos directamente al fin (en realidad no tan) “malo”
Esta guerra es demente. Muchas personas —entre ellas no pocos ucranioides liberales
y de izquierda y un buen grupo de putinistas de izquierda neocampistas en
bandos opuestos de este conflicto letal— están empezando a recordarme a Slim
Pickens representando Major Kong al final de la película Dr. Strangelove.
Ahórrense las pretensiones de nobles objetivos humanitarios en Ucrania. Los revcom
señalan: “Esta guerra es un molino de carne el que se está alimentando con seres humanos. Decenas y quizás
cientos de miles de personas han muerto, la guerra ha convertido a muchas más
en refugiados y aún más han sido lesionadas, violadas, se han quedado sin hogar
y han sido traumatizadas de otras maneras. Y por todo ello, el peligro de una
guerra nuclear ha aumentado”. Esta primavera se espera un gran
escalamiento de parte de ambos bandos.
“A diferencia de la Segunda Guerra Mundial, que terminó con la captura de Berlín
por los aliados”, escribe Phillip Short:
“nadie imagina que la bandera ucraniana ondee algún día
sobre el Kremlin. Si se descarta una derrota integral de Rusia, al fin tendrá
que haber una solución política. El resultado más probable es alguna especie de
compromiso bastardo —un armisticio o un deslinde informal de separación— en
virtud del cual Rusia mantendrá suficiente territorio ucraniano ocupado para
que Putin pueda adjudicarse un mínimo de éxito, mientras que Estados Unidos
será capaz de sostener que su apoyo fue decisivo en capacitar a Ucrania a
resistirse a los intentos subyugadores de Rusia. Tal desenlace no está
predeterminado, pero es el más probable. Si ocurre, los ucranianos lo verán, no
sin razón, como una traición, pero al fin quizá Kyiv no tenga más remedio que
aceptar. El Occidente endulzará el amargo trago con una ayuda masiva para la
reconstrucción”.
“No es una perspectiva feliz”, dice Short, y añade que “la mayoría de las guerras acaban mal”.
En realidad, lo que él describe sería un desenlace
decente. Significaría que los Imperios con armas nucleares no volaran al mundo
por los aires, dejando un planeta que todavía habrá que voltear por completo y
todavía será necesario que algún día sea tomado por y para los trabajadores del
mundo. ¿Qué tal si los amos imperiales brinquen directamente a esta conclusión
de inmediato en lugar de simplemente después de 50.000, 100.000 o un millón de
muertes adicionales, o antes de que esta demencia se vuelva nuclear?
No se decida por ningún bando imperial. Sea un
comunista antiimperialista. Decídase por la revolución contra la temeraria
anarquía del (sistema) capital(ista-imperialista mundial), empezando por
emprender la lucha contra el fascismo y el capitalismo-imperialismo en su
propio país.
Vea también:
Fuente: https://revcom.us/es/mi-reflexion-sobre-la-guerra-en-ucrania-un-ano-despues
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