La quiebra de la moralidad occidental
Paul Craig Roberts Counterpunch 2 de octubre de 2010
Traducido por S. Seguí
Sí, lo sé. Muchos lectores van a apresurarse a informarme: Occidente nunca
tuvo moral. Sin embargo las cosas han empeorado.
Con la esperanza de que se me permita exponer mis argumentos, me gustaría
recordar que Estados Unidos lanzó bombas nucleares sobre dos ciudades japonesas;
que Gran Bretaña y EE.UU. incineraron Tokio a base de bombas incendiarias; que
Gran Bretaña y EE.UU. bombardearon Dresde y buen número de otras ciudades
alemanas por el mismo método, empleando más fuerza destructiva, según algunos
historiadores, contra la población civil alemana que contra los ejércitos nazis;
que el presidente Grant y sus criminales de nuestra Guerra Civil, los generales
Sherman y Sheridan, cometieron el genocidio de los indios de las llanuras; que
Estados Unidos permite hoy día que Israel lleve a cabo sus políticas genocidas
contra los palestinos que un funcionario israelí ha comparado a las políticas
homónimas estadounidenses del siglo XIX contra los indígenas norteamericanos;
que en pleno siglo XXI, EE.UU. ha invadido Irak y Afganistán con pretextos
banales, asesinando a un número incontable de civiles; y que el primer ministro
británico Tony Blair prestó el ejército británico a sus amos estadounidenses, al
igual que otros países de la OTAN, todos los cuales se encuentran cometiendo
crímenes de guerra tipificados en Nuremberg en tierras en las que no tienen
intereses nacionales pero por los reciben un estipendio estadounidense.
No pretendo que estos pocos ejemplos sean exhaustivos. Sé que la lista es
mucho más larga. Sin embargo, a pesar de la extensa lista de horrores, la
degradación moral está alcanzando nuevos mínimos. Ahora Estados Unidos tortura
rutinariamente a los prisioneros, a pesar de la estricta ilegalidad de estos
actos tanto con arreglo a las propias leyes del país como al derecho
internacional, y una encuesta reciente muestra que el porcentaje de
estadounidenses que aprueban la tortura está en aumento. De hecho, es bastante
alto, aunque esté todavía un poco por debajo de la mayoría.
Y ahora tenemos lo que parece ser una nueva experiencia emocionante: los
soldados estadounidenses utilizan la cobertura de la guerra para asesinar
civiles. Recientemente, fueron arrestados soldados estadounidenses por el
asesinato de civiles afganos por pura diversión y por hacer ostentación como
trofeos de dedos y cabezas.
Esta revelación tuvo lugar poco después de que el soldado Bradley Manning
filtrase presuntamente un vídeo del ejército de EE.UU. que mostraba a soldados
de este país desde helicópteros y sus controladores a miles de kilómetros de
distancia divirtiéndose en asesinar a miembros de la prensa y civiles afganos.
Manning tiene sobre sí la maldición de una conciencia moral que tanto su
gobierno como su ejercito han perdido, y ha sido arrestado por obedecer la ley e
informar al pueblo estadounidense de la comisión de un crimen de guerra.
El diputado estadounidense por el estado de Michigan Mike Rogers
–republicano, por supuesto–, que forma parte del Subcomité de Terrorismo de la
Cámara de Representantes, ha pedido la ejecución de Manning. Según Rogers, ha
cometido un acto de traición a la patria al reportar un crimen de guerra
estadounidense.
En otras palabras, obedecer a la ley constituye una “traición a los Estados
Unidos.”
El diputado Rogers dijo que las guerras de Estados Unidos están siendo
socavadas por “una cultura de la revelación” y que sólo podría ponerse fin a
este “problema grave y creciente” mediante la ejecución de Manning.
Si Rogers representa realmente a Michigan, entonces Michigan es un estado del
que podríamos prescindir.
El gobierno de Estados Unidos, una fuente de arrogancia imperial, considera
que no hay acto que cometa, por vil que sea, que pueda constituir un crimen de
guerra. Un millón de iraquíes muertos, un país en ruinas y cuatro millones de
desplazados están justificados, ya que la “amenazada” superpotencia que es
EE.UU.tuvo que protegerse de las inexistentes armas de destrucción masiva que el
propio gobierno sabía a ciencia cierta que no estaban en Iraq, y que ni siquiera
hubieran sido una amenaza si hubieran estado allí.
Cuando otros países intentan hacer cumplir las leyes internacionales que los
propios estadounidenses dictaron con el fin de ejecutar a los alemanes
derrotados en la Segunda Guerra Mundial, el gobierno de Estados Unidos se pone
en funcionamiento y bloquea el intento. Hace un año, el 8 de octubre, el Senado
español, obedeciendo a su amo estadounidense, limitaba en España la ley de
jurisdicción universal a fin de sabotear una acusación legítima de crímenes de
guerra contra George W. Bush, Barack H. Obama, Tony Blair y Gordon Brown.
Occidente incluye a Israel y sus historias de horror que duran ya 60 largos
años. Por otra parte, si usted menciona alguna de estas historias le van a
colocar la etiqueta de antisemita. Yo sólo las menciono para demostrar que no
soy ni antiestadounidense, ni antibritánico ni anti-OTAN, sino que simplemente
estoy en contra de los crímenes de guerra. Fue el distinguido juez, Richard
Goldstone, judío y sionista, quien elaboró el informe de la ONU que establece
que Israel cometió crímenes de guerra cuando atacaron a la población civil y la
infraestructura civil de Gaza. Por sus esfuerzos, Israel calificó al sionista
Goldstone como “un judio que se desprecia a sí mismo”, y el Congreso de EE.UU.,
siguiendo instrucciónes del lobby israelí, votó a favor de ignorar el Informe
Goldstone presentado a la ONU.
Como el funcionario israelí dijo, sólo estamos haciendo a los palestinos lo
que los estadounidenses hicieron a los indios americanos.
El ejército israelí utiliza a mujeres soldado que se sientan delante de
pantallas de vídeo y disparan sus ametralladoras por control remoto desde las
torres de control, y con ello asesinan a palestinos que vienen a trabajar sus
campos a 1.500 metros del perímetro que encierra el ghetto de Gaza. No hay
noticias de que estas mujeres israelíes reciban ninguna reprimenda por matar a
tiros a niños pequeños y ancianos que sólo vienen a cuidar de sus campos.
Si los delitos se limitaran a la guerra y el robo de tierras, tal vez se
podría decir que estamos ante un caso de desviación patriotera de una moralidad
tradicional que por otra parte sigue en vigor.
Por desgracia, la quiebra de la moralidad está demasiado extendida. Algunos
equipos deportivos mantienen ahora una actitud de ganar a toda costa que
incluyen intenciones deliberadas para perjudicar a los jugadores estrella de los
equipos rivales. Para evitar todas estas controversias, vamos a ver el caso de
las carreras de Fórmula Uno en las que velocidades de 300 kilómetros por hora
son habituales.
Antes de 1988, hace 22 años, las muertes se debían a errores del conductor,
fallos mecánicos del coche o diseño deficiente de los circuitos, todo lo cual
implicaba riesgos de seguridad. El campeón del mundo Jackie Stewart hizo mucho
por mejorar la seguridad de las pistas, tanto para los conductores como para los
espectadores. Pero en 1988 todo cambió. Un piloto de élite, Ayrton Senna, empujó
a otro, Alain Prost, contra un muro mientras rodaban a 190 kilómetros por hora.
Según AutoWeek (30.8.2010), nunca se había visto nada parecido. “Los
funcionarios no castigaron la acción de Senna aquel día en Portugal, con lo que
dieron inicio a un cambio significativo en las carreras.” Lo que el gran
Stirling Moss calificó de “conducción sucia” se convirtió en la norma.
Nigel Roebuck, en un artículo publicado en AutoWeek , señala que el campeón
del mundo de 1996 Damon Hill manifestó que la táctica de Senna de ganar a
cualquier precio “fue la responsable de un cambio fundamental en la ética del
deporte.” Los pilotos comenzaron a usar “tácticas terroristas en la pista.”
Damon Hill afirmó: “Tuve que abandonar enseguida las actitudes que había
aprendido al frecuentar las carreras con mi padre [el doble campeón del mundo
Graham Hill] y con gente como él al darme cuenta de que nadie ponía coto a los
individuos capaces de intentar matarte con tal de poder ganar.”
Cuando se le preguntó sobre la ética de las modernas carreras de Fórmula Uno,
el estadounidense campeón del mundo Phil Hill manifestó: “En mi época, hacer ese
tipo de cosas en mi época era impensable. En primer lugar, considerábamos
ciertas tácticas como inaceptables".
En el clima moral occidental imperante, estampar a otro buen piloto contra un
muro a 300 kilómetros por hora es sólo parte de la victoria. Michael Schumacher,
nacido en enero de 1969, ha sido siete veces campeón del mundo, un récord sin
igual. El 1 de agosto en el Gran Premio de Hungría, AutoWeek informa de que
Schumacher intentó empujar a su ex compañero de Ferrari Rubens Barrichello
contra la pared a una velocidad 300 kilómetros por hora.
Frente a este intento de asesinato, Schumacher dijo: “Esto es la Fórmula Uno.
Todo el mundo sabe que yo no hago regalos.” Tampoco los hace el gobierno de
Estados Unidos, ni los de otros estados o regiones, ni el gobierno del Reino
Unido, ni el de la Unión Europea.
La deformación de una policía que muchos estadounidenses, en su ignorante
existencia de ingenuos creyentes en el Estado de derecho, cree que está de su
lado, ha adquirido nuevas dimensiones con la militarización de la fuerza pública
para luchar contra los “terroristas” y “extremistas internos”.
La policía ha actuado impunemente desde que los conservadores consiguieran
neutralizar las juntas municipales de control policial. Niños de tan sólo seis
años de edad han sido esposados y llevados detenidos por infracciones escolares
que pueden o no haber ocurrido. También han detenido a madres que conducían un
coche lleno de niños (cf. http://www.youtube.com/watch?v=4AaSLERx0VM).
Cualquier persona que consulte en la red videos sobre la brutalidad policial
en Estados Unidos tendrá acceso a decenas de miles de ejemplos, después de que
se introdujeran leyes que hacen que la filmación de la brutalidad policial sea
constitutiva de delito grave. Hace un año o dos, una búsqueda de este tipo daba
como resultado cientos de miles de videos.
En uno de los más recientes abusos policiales, que se producen a miles cada
día, un hombre de 84 años de edad acabó con el cuello roto porque se oponía a
que la grúa se llevara su coche en plena noche. El matón uniformado de policía
arrojó al anciano contra la pared y le rompió el cuello. El departamento de
policía de Orlando, estado de Florida, asegura que el anciano era una amenaza
para el bien armado matón, mucho más joven que él, porque le había mostrado el
puño apretado.
Los estadounidenses serán los primeros en ir directamente al infierno
pensando que son la sal de la tierra. Los estadounidenses incluso han ideado un
título para sí mismos que compite con el de los israelíes: la designación de
“pueblo elegido de Dios.” Los estadounidenses se llaman a sí mismos “los
imprescindibles”.
Fuente: http://www.counterpunch.org/roberts09242010.html
¡Hazte voluntario para traducir al español otros artículos como este! manda un correo electrónico a espagnol@worldcantwait.net y escribe "voluntario para traducción" en la línea de memo.
E-mail:
espagnol@worldcantwait.net
|