Irak: 10 años del American way of
death
Gilberto López y Rivas La Jornada 12 de abril de 2013
Dirk Adriaensens, coordinador de la organización SOS Irak, da cuenta en un
dramático texto, “2003-2013: resistencia iraquí, guerra sucia
estadounidense y remodelación de Oriente Próximo” (www.brussellstribunal.org), de la
catastrófica devastación que padece este país ocupado, tras 10 años de iniciada
la ilegal e injustificada guerra neocolonial cuyas secuelas no cesan de
aparecer. Lejos de alcanzar el propósito anunciado por los militares
estadounidenses en sus manuales de contrainsurgencia, de hacer de Irak un
ejemplo de la construcción de nación esa partir de la democracia impuesta por
invasores, y modelo para la reconfiguración de Medio Oriente, tenemos una
población diezmada, un Estado desmantelado y casi en ruinas, un gobierno
colaboracionista y, lo que nadie podía imaginar, la reafirmación del
nacionalismo iraquí y la resistencia política y armada en medio del caos, la
muerte y el colapso del que fue el país más próspero y progresista de la región,
que tuve oportunidad de conocer en 1989. Irak es la evidencia de lo que
realmente resulta de las guerras humanitarias del imperialismo mundial
encabezado por Estados Unidos.
Adriaensens señala que, tal como preveían los integrantes de un grupo de más
de 200 economistas opuestos a la guerra (Ecaar, Economists Allied for Arms
Reduction), entre ellos siete premios Nobel, los costos de la guerra, calculados
en 3 millones de millones de dólares por Joseph E. Stiglitz en su libro The
three trillon dollar war (2008) –sin contar en este balance el diagnóstico,
tratamiento e indemnización de los veteranos inválidos–, han sumido a Estados
Unidos y el resto del mundo en una profunda crisis económica, señalando
claramente las limitaciones y aberraciones del poder estadounidense.
Nuestro autor sostiene que la guerra fue ilegal según el derecho
internacional, a partir de hechos probados a una década de iniciada la guerra:
1) NO había armas de destrucción masiva; 2) NO existía ninguna relación con los
terroristas de Al Qaeda, y 3) la guerra NO llevó la democracia a Irak. Fue una
guerra de agresión que no contaba con la aprobación del Consejo de Seguridad de
la ONU y que tampoco podía ser considerada de autodefensa, porque Irak no estaba
atacando a Estados Unidos ni planteaba una amenaza inminente. A la luz del
derecho internacional, Estados Unidos es culpable de supremo crimen de lesa
humanidad. Fue una guerra de agresión y conquista neocolonial contra un país
soberano integrante de la ONU.
Se pregunta Adriaensens: ¿qué ha dado Estados Unidos a los iraquíes? Pues una
versión extrema y brutal del neoliberalismo de Milton Friedman: desregulación,
privatización de entidades públicas y recortes de los servicios estatales, en un
momento en que el auge del neoliberalismo estadounidense e internacional ha
coincidido con el apogeo de Estados Unidos como potencia militar dominante
mundial. Transcribiendo al columnista de The New York Times Thomas
Friedman, Adriaensens destaca: La mano oculta del mercado nunca funcionará sin
el puño oculto.
En palabras del investigador: “Estados Unidos ha creado un imperio global en
el que ofrece dos opciones a los países: o aceptan o se les destruye… Esta es la
razón por la que Irak no sólo tuvo que ser invadido militarmente, sino también
destruido… porque se posicionaba de forma completamente contraria al modelo
neoliberal del Banco Mundial y el FMI… Irak era un acérrimo Estado antiliberal:
se negaba rotundamente a ser… cliente de Estados Unidos y había cerrado a los
inversores corporativos, estadounidenses o de otros lugares, su participación en
cualquiera de los mercados tras las sanciones (que le habían sido impuestas):
agricultura, sanidad, educación, industrias, etcétera […] restringir (y ya no
digamos excluir) de sus mercados a las corporaciones estadounidenses hubiera
sido razón suficiente para que Estados Unidos emprendiera acciones
decisivas”.
Acertadamente se aduce que otra de las razones parainvadir Irak es la
naturaleza guerrerista del capitalismo: Para el complejo de la industria
militar, para la economía de los Bush, Cheney, Rice, Rumsfeld, etcétera, para la
economía de las sociedades del petróleo y de los fabricantes de armas, para la
economía de los estadounidenses ricos que poseen acciones en estos emporios y
corporaciones, esta guerra, como las guerras en general, constituye algo
verdaderamente maravilloso porque se embolsarán los beneficios que tan
profusamente generan las guerras... (mientras) la muerte y el desastre los
padecerán otros.
Examinemos los saldos de la guerra y la ocupación de Irak: más de un millón
450 mil muertos, de acuerdo con un estudio científico sobre las muertes
violentas (Just foreign policy, Iraq deaths). Dos millones 700 mil desplazados
internos y dos millones 200 mil refugiados, la mayoría de ellos en estados
vecinos; 83 por ciento de esos desplazados son mujeres y niños y la mayoría de
los niños son menores de 12 años. La tasa de mortalidad infantil ha aumentado
150 por ciento desde 1990, cuando Naciones Unidas impuso sanciones al país. En
2007 había 5 millones de huérfanos. El 70 por ciento de los iraquíes no dispone
de agua potable. El 80 por ciento carece de condiciones higiénicas. Más de 8
millones de iraquíes requieren de ayuda humanitaria. En el Informe Mercer
sobre calidad de vida, que abarca resultados respecto a la ciudad más
habitable, Bagdad aparece en el último lugar, como la menos habitable del
planeta, debido a la aniquilación a manos del ejército estadounidense del
sistema de plantas de tratamiento de aguas residuales, de fábricas, escuelas,
hospitales, museos y centrales eléctricas.
El análisis de los datos es escalofriante sobre lo que la ocupación ha
provocado en proporciones dantescas: desocupados, desaparecidos, presos sin
juicio, víctimas de torturas y tratos degradantes, población urbana malviviendo
en cinturones de miseria, discapacitados físicos y mentales, enfermos por las
municiones de uranio empobrecido, víctimas de los bombardeos y atentados,
etcétera. Y aun así, el pueblo de Irak, digno, ¡resiste!
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