El presidente que hablaba con Dios
Juan Gelman Página 12 1 de junio de 2009
Es notorio: cuando el presidente de EE.UU., W. Bush hablaba con Dios o, mejor
dicho, Dios hablaba con él. “Me conduce una misión de Dios. Dios me dice
‘George, ve y lucha contra esos terroristas en Afganistán’. Y lo hice. Y luego
Dios me dice ‘George, ve y termina con la tiranía en Irak’. Y lo hice” (The
Guardian, 7-10-5). Son afirmaciones ciertas para algunos, blasfemas para otros.
En su rancho de Crawford, Texas, W. mantuvo en el 2002 la reunión con el premier
británico Tony Blair en la que se decidió invadir a Irak y trascendió que ambos
rezaron juntos por el éxito de la empresa. El autor cristiano Stephen Mansfield
relata en su libro The Faith of George W. Bush (Strang Communications &
Penguin Group, USA Inc., 2003) numerosos hechos y dichos de la misma índole.
Menos conocido –más bien poco conocido– es el razonamiento que el ex
mandatario norteamericano manejó para convencer a sus aliados de que brindaran
apoyo militar a las dos aventuras. Jean-Claude Maurice lo revela en su libro Si
vous le répétez, je démentirai (Si usted lo repite, yo desmentiré, Plon, París,
2009). El periodista francés tuvo encuentros frecuentes con Jacques Chirac,
entonces presidente de Francia, que le relató que poco antes de la invasión a
Irak de marzo del 2003 recibió un llamado telefónico de Bush instándolo a
participar en la guerra. “Bush Jr. utilizó un argumento singular, afirmando que
‘Gog y Magog están actuando en Medio Oriente’ y que ‘las profecías de la Biblia
están a punto de cumplirse’. En ese momento Chirac quedó estupefacto y no
reaccionó” –documenta Maurice–, pero pidió asesoramiento al especialista suizo
Thomas Römer, profesor de teología de la Universidad de Lausana. Cuando supo,
Chirac no se rió: pasó del pasmo al miedo.
Se trataba de lo que podría llamarse el Código Ezequiel. Gog y Magog aparecen
en el Génesis y sobre todo en dos de los capítulos más sombríos del Libro de
Ezequiel (38 y 39) del Antiguo Testamento, en los que Jehová pronuncia la
profecía apocalíptica de un ejército mundial que libra en Israel la última
batalla y barre a los enemigos de su pueblo para que comience una nueva era: tal
es la voluntad de Dios. Este oráculo se repite en el Apocalipsis o El libro de
la Revelación del Nuevo Testamento, en el que San Juan prenuncia la derrota de
la Bestia por los ejércitos del Cielo, su captura y encierro de mil años en los
que quienes no adoraron al Diablo revivirán y reinarán con Cristo (Apocalipsis,
20). Chirac entiende –subraya Maurice– que las palabras de W. Bush debían
interpretarse así: “Un ejército mundial islamita fundamentalista amenaza al
mundo occidental que apoya a Israel. La prueba son los atentados del 11/9 contra
las Torres de Manhattan”. Y fue la invasión y fueron muertos miles y miles de
civiles iraquíes y soldados estadounidenses que seguramente ni idea tenían de
Gog y Magog.
Thomas Römer, el especialista consultado por el Elíseo, escribió sobre el
tema dos años antes que Maurice, pero su artículo, publicado en el número de
septiembre de 2007 de la revista Allez savoir, de la Universidad de Lausana,
pasó inadvertido. En ese texto, Römer señala los enigmas de El Libro de Ezequiel
que han originado diferentes explicaciones y especulaciones a lo largo de veinte
siglos. En las distintas traducciones de la Biblia –indica– puede leerse “Gog y
Magog” o “Gog de Magog” o “Gog del país de Magog”, es decir, “Gog, príncipe de
Magog”. W. Bush lo buscó en Irak y Afganistán y en esto no fue el primero.
“Ronald Reagan conocía bien la Biblia –apunta Römer– y estimó que la Guerra
Fría y la existencia de la bomba atómica tornaban realizable la profecía
apocalíptica de Ezequiel.” Gog fue entonces la URSS del socialismo real, pero la
caída del Muro de Berlín le evitó el apocalisis. Muchos historiadores y teólogos
buscan hoy en el pasado, no en el futuro, la explicación de la batalla contra la
coalición de ejércitos encabezada por Satán. “Algunos identifican a Gog con un
cierto Gygnos, rey de Anatolia en el siglo VII antes de Cristo, quien podría
haber sido el origen del texto apocalíptico –indica Römer. Otros piensan que
Nerón es el famoso 666 evocado en el Apocalipsis de San Juan, que la Gran
Prostituta es Roma y que la caída anunciada es la del imperio romano.” Según
este especialista, un análisis histórico permitiría aclarar las profecías
bíblicas apocalípticas mirando atrás.
Se explica que el poderoso lobby proisraelí de EE.UU. presione a la Casa
Blanca y al Congreso en favor de políticas favorables a Tel Aviv, incluida la
ocupación de territorios palestinos que dura ya 42 años. Paradójica es la
concepción de los evangelistas fundamentalistas, que votaron a Bush masivamente:
piensan que el Apocalipsis o Armagedón caerá sobre Israel y lo apoyan para que
éste se destruya y vuelva el reino de Cristo.
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