Rompiendo el mito de los vínculos entre Al-Qaida
y los talibanes
Gareth Porter CounterPunch 10 de febrero de 2011
Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
La justificación central de la guerra de EEUU y la OTAN contra los talibanes
afganos –que los talibanes iban a permitir que Al Qaida volviera a Afganistán-
aparece de nuevo cuestionada por las nuevas evidencias históricas de las ofertas
presentadas por los dirigentes talibanes a finales de 2001 para lograr la
reconciliación con el gobierno de Hamid Karzai tras la caída del gobierno
talibán.
La evidencia de tales iniciativas de paz proviene de un nuevo documento
reflejado en el primer estudio amplio, casi un libro, realizado hasta hora sobre
las relaciones entre los talibanes y Al Qaida, así como por un relato que
aparece en otro reciente estudio sobre los talibanes en la provincia de Kandahar
elaborado por el periodista Anand Gopal.
En un documento publicado el lunes por el Centro para la Cooperación
Internacional de la Universidad de Nueva York, Alex Strick van Linschoten y
Felix Kuehn relatan la decisión del liderazgo talibán de ofrecer en 2002 una
reconciliación política con la administración afgana patrocinada por Estados
Unidos.
Citando a un ex oficial talibán no identificado que participó en la decisión,
informan que todo el alto liderazgo talibán se reunió en Pakistán en noviembre
de 2002 para considerar una oferta de reconciliación con el nuevo gobierno
afgano por la cual “pasarían a incorporarse al proceso político” en
Afganistán.
“Discutimos si unirnos o no al proceso político en Afganistán y tomamos la
decisión de que, sí, iríamos y nos incorporaríamos al proceso”, decía el ex
dirigente talibán a los autores.
Citan a un interlocutor que estaba entonces en contacto con los líderes
talibanes que recordaba que habrían vuelto a Afganistán para participar en el
sistema político si se les hubieran ofrecido garantías de que no iban a
arrestarles.
Pero el gobierno de Karzai y Estados Unidos rechazaron ofrecer esas
garantías, recordaba el interlocutor. Consideraban a los talibanes una “fuerza
agotada”, dijo a Strick van Linschoten y a Kuehn.
Gopal, que ha cubierto Afganistán para el Christian Science Monitor y
el Wall Street Journal, proporcionó un relato similar del intento talibán
de reconciliarse con el gobierno de Karzai en un amplio estudio publicado el
pasado noviembre por la New American Fundation, basado en sus entrevistas
con actuales y antiguos talibanes, así como con funcionarios de la oficina del
Presidente Karzai.
Todo el alto liderazgo talibán, reunido en Karachi, “se mostró de acuerdo, en
principio, con encontrar una vía para poder volver a Afganistán y abandonar la
lucha”, escribió Gopal, pero la iniciativa se frustró por la poca disposición de
Estados Unidos y del gobierno afgano a ofrecer garantías de que no serían
arrestados y encarcelados.
Los talibanes siguieron intentando encontrar una posibilidad de
reconciliación durante los años siguientes, con aparente interés por parte del
gobierno de Karzai, según Gopal. Varias delegaciones “en representación de
amplios sectores de los dirigentes talibanes” viajaron a Kabul durante los años
2003 y 2004 para reunirse con altos funcionarios del gobierno, según su
relato.
Pero a la administración de George W. Bush seguía sin interesarle ofrecer
garantías de seguridad a los talibanes.
Robert Grenier, entonces jefe de la delegación de la CIA en Islamabad, reveló
en un artículo aparecido en Al Yasira el 31 de enero de 2010, que el ex
ministro de asuntos exteriores talibán, Wakil Ahmed Muttawakil, había estado
sirviendo de intermediario con los talibanes para su posible regreso a
Afganistán en 2002, pero que entonces fue “arrestado y encarcelado por sus
esfuerzos”.
La CIA trató de persuadir al Departamento de Defensa de EEUU para que
liberaran a Muttawakil, según Grenier. Pero Muttawakil siguió detenido en la
Base Aérea de Bagram, donde se le sometió a torturas, hasta octubre de 2003.
Las nuevas evidencias socavan las proclamas de la administración de Barack
Obama en el sentido de que las zonas afganas controladas por los talibanes se
convertirían en un “santuario” para Al Qaida.
Strick van Linschoten y Kuehn sugieren que la propuesta reintegración de
los talibanes al sistema político establecido por EEUU y sus aliados era
“totalmente ajena a la ideología de Al Qaida, pero en cambio resultaba lógica
para los talibanes”.
Reconocían que los talibanes habían contado con el apoyo y asistencia de
cuadros de Al Qaida durante la guerra. Pero en su nuevo trabajo sostienen que la
relación era un “matrimonio de conveniencia” impuesto por la presencia militar
extranjera y no la expresión de una alianza ideológica.
También citan la prueba de que los dirigentes talibanes reconocían que
tendrían que proporcionar garantías de que un régimen de influencia talibán en
Afganistán no iba a permitir que Al Qaida tuviera allí un santuario.
Señalan en especial un comunicado talibán publicado antes de la Conferencia
de Londres de enero de 2010 que prometía: “No permitiremos que nuestro suelo se
utilice contra ningún otro país”.
Un anterior comunicado talibán, distribuido a los medios de comunicación el 4
de diciembre de 2009, decía que el “Emirato Islámico de Pakistán” –el término
utilizado por el liderazgo insurgente para referirse a la organización- “no
tiene en su agenda la injerencia en los asuntos internos de otros países y está
preparado para dar garantías legales si las fuerzas extranjeras se retiran de
Afganistán”.
Especialistas independientes en la historia de la relación llevan
cuestionando desde hace tiempo la supuesta vinculación entre los talibanes y Al
Qaida y haciendo hincapié en que los dirigentes talibanes nunca se mostraron muy
cercanos a Al Qaida.
Leah Farrell, importante analista de la inteligencia del contraterrorismo en
la Policía Federal australiana desde 2002 a 2008, escribió en su blog que la
relación “no es la de un matrimonio, son amigos sólo si hay beneficios”. Farrell
ha dicho también que los informes provenientes de los años finales de la década
de 1990 han mostrado que bin Laden no estaba tan próximo como se decía al líder
espiritual talibán el mullah Mohammed Omar, antes de los ataques del
11/S.
El nuevo estudio, basado tanto en documentos yihadistas y talibanes y
en entrevistas con talibanes y antiguos dirigente talibanes, señala diferencias
básicas ideológicas y de intereses entre los talibanes y Al Qaida a través de
toda la historia de sus relaciones.
Las relaciones entre los dirigentes talibanes y los de Al Qaida durante la
segunda mitad de la década de 1990 fueron “complicadas y a menudo tensas”, según
Strick von Linschoten y Kuehn, aunque ambos fueran musulmanes sunníes y tuvieran
un enemigo común.
Recuerdan que las conspiraciones del dirigente de Al Qaida Osama bin Laden
contra Estados Unidos se hicieron violando directamente las directivas que el
mullah Omar le dio.
Un email de dos importantes yihadistas árabes a bin Laden en julio de 1999,
que el periodista del Wall Street Journal Alan Cullison encontró más
tarde en un ordenador portátil que había pertenecido a Al Qaida, se refería a
una “crisis” en las relaciones entre bin Laden y el mullah Omar que
amenazaba el futuro de los campos de entrenamiento en Afganistán patrocinados
por Al Qaida. El mensaje expresaba temor de que el régimen de los talibanes
pudiera “echarles” de Afganistán.
Sin embargo, el mullah Omar consideraba a bin Laden como una “conexión
importante” con el mundo musulmán, según Strick van Linschoten y Kuehn. Y la
facción del liderazgo talibán que presionaba firmemente para forzar la salida de
bin Laden del país se vio debilitada por la muerte de su principal dirigente, el
mullah Mohammed Rabbani, en abril de 2001.
Sin embargo, contrariamente a la sugerencia de que los talibanes fueron
cómplices en los ataques del 11 de septiembre de 2001, Strick van Lisnchoten y
Kuehn afirman que el mullah Omar y otros dirigentes se negaron a entregar
a bin Laden a Estados Unidos debido principalmente al temor de perder los pocos
aliados que tenían en el mundo musulmán.
Sugieren que una razón fundamental de la decisión de los talibanes de no
ceder ante las presiones estadounidenses en la cuestión de bien Laden, tanto
antes como después del 11/S, fue por mantener el apoyo de Pakistán, que les
animaba a resistirse a esas presiones.
Otras fuentes han confirmado que, ya en octubre de 2001, los funcionarios de
la inteligencia pakistaní estaban asesorando a los talibanes para evitar que
entregaran a bin Laden en la esperanza de que continuara la resistencia de los
talibanes y Al-Qaida ante la ofensiva militar comandada por EEUU.
Gareth Porter es historiador de investigación y periodista de
Inter-Press Service, especializado en temas de política de seguridad
nacional de EEUU. La edición en rústica de su último libro: “Perils of
Dominance: Imbalance of Power and the Road to War in Vietnam”, se publicó en
2006.
Fuente: http://www.counterpunch.org/porter02082011.html
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