Centenares de miles dicen NO
¡El porqué de la lucha de los inmigrantes… y por qué tenemos
que apoyarla!
Revolución #041, 2 de abril de 2006, se
encuentra en revcom.us
Una gran ola de lucha está recorriendo el país: cientos de miles de
inmigrantes han salido a la calle a protestar. En Chicago, casi medio millón
de personas llenaron el centro coreando “¡Se siente, se siente; el
inmigrante está presente!”. En Milwaukee, hogar del congresista Sensenbrenner
(el autor del cruel proyecto de ley que prendió las protestas), hubo una marcha
de 25,000 personas. Docenas de miles llenaron las calles de la capital. En
Phoenix, más de 20,000 manifestantes fueron a la oficina del senador republicano
Jon Kyl, coautor de otro proyecto de ley que propone dar a los indocumentados
cinco años para irse. En Georgia, docenas de miles de inmigrantes realizaron un
paro laboral contra una nueva ley estatal que quiere negar servicios médicos a
los adultos indocumentados y cobrarles 5% extra por mandar giros. Al cierre de
esta edición, se están realizando paros estudiantiles por todo el sur de
California y se calcula que un millón de personas están protestando en las
calles de Los Ángeles.
Estas protestas se deben al inminente peligro de que el Senado apruebe el
proyecto de ley Sensenbrenner, que aprobó la Cámara de Representantes el año
pasado. La ley propuesta por Sensenbrenner haría que la vida de los
indocumentados sea mucho más cruel [ver recuadro].
TODOS los que han sido explotados, oprimidos, censurados, perseguidos,
discriminados, jodidos y los que valoran la justicia tienen que apoyar este
movimiento. Se están operando cambios traumáticos que buscan empeorar la vida
del planeta. Pero esos mismos cambios podrían dar al proletariado (la clase
mundial de trabajadores que no tienen nada que perder más que sus cadenas) la
posibilidad de llevar a la humanidad a sacar de esto algo mucho mejor… si
hay resistencia y alzamos las miras a la revolución.
En este contexto, sería fatal que los nacidos en este país se limiten a ver
esta justa lucha desde la barrera o, peor aún, que se dejen manipular y llevar a
temerla o atacarla. Por eso es importante examinar cómo se ha desarrollado esta
situación y ver cuáles son los intereses fundamentales de la vasta mayoría
de la gente del mundo y de este país.
Las fronteras encarnan relaciones de poder; no tienen nada sagrado
La prensa repica constantemente que los inmigrantes son una amenaza a la
seguridad nacional y que se roban trabajos. Por ejemplo, en el programa de TV
“O'Reilly Factor”, el congresista Tom Tancredo dijo: “Estamos viendo una
invasión de nuestras fronteras”, “No es inmoral proteger nuestras fronteras” y
“¿Qué tiene de malo pensar en justicia para el trabajador que hoy gana menos
porque millones de personas vienen dispuestas a hacer ese mismo trabajo por
menos? Cuando hablen de justicia, piensen en el panorama general porque en este
país hay mucha gente que también merece justicia”.
Bueno, viejo hipócrita, veamos el panorama general en serio. ¿Por qué tiene
que venir a este país gente de todo el mundo? Eso no se puede contestar
simplemente viendo una frontera y diciendo que es inmoral cruzarla. Hay que
preguntar por qué esa frontera está ahí y qué representa.
Hace más de 10,000 años, un pequeño grupo de seres humanos cruzó el estrecho
de Bering que conecta a Alaska y Rusia. Así empezó el poblamiento del
continente.
Hace unos 500 años llegaron los conquistadores españoles y trazaron nuevas
fronteras para saquear a los pueblos y los recursos de este continente. Los
historiadores calculan que los europeos mataron de 60 a 80 millones de
personas con enfermedades, masacres y trabajo brutal. Fue una orgía de
muerte y violación. Trataron de borrar la cultura y el idioma de los pueblos
conquistados. Como dijo con gran sarcasmo Karl Marx, el fundador del comunismo,
la esclavitud de los amerindios en las minas y el secuestro de los africanos
“señala los albores de la época de la producción capitalista”.
La guerra de Estados Unidos y México que terminó en 1848 fue un robo
descarado de la mitad de México. Estados Unidos se apoderó de los territorios de
Texas a California. Aquí de nuevo la pregunta es a qué se debió eso.
¿Qué fuerzas lo impulsaron y con qué fines? México se había independizado de
España y poco después, en 1824, abolió la esclavitud. Pero en Estados Unidos la
esclavitud estaba en su apogeo y se necesitaban más tierras para expandir el
capital norteño y la esclavitud sureña. Eso impulsó el sangriento robo de la
mitad de México.
Así llegamos al día de hoy, cuando la frontera es un submundo de horror,
hambre y violencia para los que tienen que cruzarla y venir a trabajar como
esclavos para enriquecer a los capitalistas. Los capitalistas pueden
superexplotar a esos trabajadores porque no tienen derechos. Esa falta de
derechos, ese terror, empieza en la frontera con la Migra y, ahora, con
paramilitares armados.
Esa frontera no tiene nada de sagrado. Se estableció por la fuerza para matar
y saquear: así lo hicieron los conquistadores españoles en el siglo 16, los
dueños de esclavos hacia 1840 y los capitalistas de hoy. La justicia no entra
para nada en la ecuación.
¿Quiénes son los verdaderos parásitos? Pista: No son los que trabajan como
esclavos en talleres, campos, restaurantes y obras
Hoy, ¿qué impele a la gente de México, por ejemplo, a arriesgarse a morir de
sed en el desierto cruzando la frontera para cortar carne en una empacadora de
Iowa, coser ropa en un taller de costura de Los Ángeles o limpiar un rascacielos
de Chicago?
Los nativistas dicen que los inmigrantes son una carga para la economía. Un
estudio muy citado del Dr. Donald Huddle (profesor emérito de economía de la
Universidad Rice) sostiene que la inmigración, legal e ilegal, le costará al
país $932 miles de millones de dólares de 1997 a 2007. Grupos antiinmigrantes
como FAIR (Federation for American Immigration Reform) difunden el mito de que
la “inmigración es una sangría para la economía; se estima que el costo neto
anual es de $67 a 87 mil millones al año” (fuente: portal de FAIR).
En realidad, muchos estudios serios han documentado que los inmigrantes
contribuyen mucho más en impuestos locales y federales de lo que usan en
servicios, en parte porque tienen miedo de solicitarlos.
De todos modos, el mito de que los inmigrantes son “parásitos” pone la
situación al revés. Por un lado es totalmente absurdo decir que los que
construyen casas, limpian pisos, cultivan los alimentos y trabajan como esclavos
en mataderos y fábricas peligrosas son “parásitos”. Por otro lado, es el colmo
de la hipocresía que los que tienen un nivel de vida más alto debido a la
superexplotación de los inmigrantes y al hecho de que viven en un país que roba
al mundo, se unan a ese coro.
Para entender científicamente quiénes son los verdaderos parásitos, hay que
saber que vivimos en un mundo en que un puñado de capitalistas explota a miles
de millones de proletarios y un mundo en que el capitalismo ha llegado a una
fase en que un puñado de países imperialistas explota y saquea a naciones
enteras: ese saqueo es vital para el sistema. Esa es la relación entre
Estados Unidos y México: Estados Unidos domina política y económicamente a
México como parte de ese sistema mundial de extraerle riqueza a las masas. Ese
parasitismo se desenvuelve de muchas formas; una de ellas es que los mexicanos
se ven obligados a venir a que los superexplote el mismo sistema capitalista que
los saca de México.
Un artículo que sacó el New York Times sobre el Tratado de Libre
Comercio (“NAFTA to Open Floodgates, Engulfing Rural Mexico”, 15 de diciembre de
2002) da una idea de cómo opera esto en la vida real. El artículo cuenta la
historia de Eugenio Guerrero, un criador de puercos que se arruinó a raíz del
Tratado de Libre Comercio (NAFTA en inglés) que firmaron Estados Unidos y México
en 1994. Dicho tratado permitió al capital estadounidense entrar a México como
Pedro por su casa. Poco después, el sistema financiero mexicano se fue a pique
por el peso de la deuda externa. Estados Unidos acudió con un paquete de “ayuda”
que reestructuró el presupuesto nacional para beneficiar más al capital
imperialista extranjero. En 1995, el gobierno mexicano canceló la mayoría de los
subsidios al campo. (El artículo indica que un campesino mexicano típico recibía
$722 al año en subsidios mientras que un granjero estadounidense recibe
subsidios por más de $20,000 anuales).
La combinación carne de puerco importada de Estados Unidos a precios más
bajos que los mexicanos y la cancelación de subsidios encadenó más la vida de
los agricultores mexicanos al imperialismo. A fines del 2002, un tercio de los
criadores de puercos que operaban cuando se inició el TLC estaban en quiebra.
Eugenio Guerrero le dijo al Times:“Estamos poniendo nuestra
independencia en peligro. Ahora somos un país que necesita importar sus
alimentos”.
Hay millones de historias similares: de gente que cultivaba verduras o criaba
pollos o puercos y lo perdió todo. Un reporte del 2004 del Carnegie Endowment
for International Peace informa que por los menos 1.5 millones de agricultores
mexicanos perdieron su fuente de subsistencia con el TLC.
Unos acabaron en el cinturón de maquiladoras de la frontera, donde
especialmente las jovencitas trabajan por una décima parte de lo que se paga en
Estados Unidos.
Pero el incesante movimiento del capital ha enviado muchos de esos
trabajos a Asia, donde los salarios son todavía menos y los
trabajadores viven bajo más represión. Todo esto es un aspecto de un sistema
mundial que desplaza a cientos de millones a otros países para subsistir, donde
los van a explotar más.
Por ejemplo, gran cantidad de trabajadores de México y de otras partes han
terminado en la industria de la carne, una industria que se ha podido
reestructurar y se ha vuelto lucrativa gracias a los bajos salarios que les paga
a los inmigrantes. El capital estadounidense saca otra tajada cuando la carne
empacada se vende en México (que tiene que importar buena parte de sus
alimentos). El costo humano de esa ganancia es enorme. Pero la cosa no para ahí:
los parásitos que destruyeron la economía mexicana y la reestructuraron a su
acomodo, que han expulsado a los trabajadores del campo mexicano y los explotan
en las industrias estadounidenses, ahora los usan como chivos expiatorios de la
inseguridad económica que causa su sistema capitalista.
Internacionalismo versus chovinismo nacional
Vale la pena darle otro vistazo a la historia de este país. Después de la
guerra de Secesión (1861-65, que abolió formalmente la esclavitud), los negros
quedaron encadenados a las plantaciones como aparceros, sin derechos políticos,
bajo la constante amenaza de violencia, con una vida muy parecida a cuando eran
esclavos. En ese entonces se forjó una nación negra dentro de las fronteras de
Estados Unidos, pero era una nación oprimida en un sistema de
superexplotación por los barones agrícolas del Sur. Pero con las innovaciones
tecnológicas de la producción de algodón el trabajo de los negros “dejó de ser
necesario”; en cambio, las fábricas del Norte necesitaban trabajadores. Esa
demanda de mano de obra y el temor a los linchamientos hicieron que miles de
negros se fueran al Norte.
Los negros terminaron haciendo los trabajos más duros y peligrosos en los
mataderos de ganado, igual que los mexicanos hoy. En ambos casos, el movimiento
del capital los lanzó de un lugar a otro y los encadenó a la industria.
En esa época también había reaccionarios como el congresista Tancredo y los
Minutemen, que azuzaban ataques contra los negros. (En la misma época se dieron
ataques racistas contra chicanos, como los Zuit Suit Riots, y deportaciones en
masa de chicanos y mexico-americanos, fueran ciudadanos o no). En las ciudades
del Norte, a los trabajadores blancos les decían que sus problemas los causaban
los negros,no el sistema.
En la primavera de 1943 ascendieron a tres negros de la fábrica automotriz
Packard de Detroit al trabajo de lustradores de metal, que era un trabajo de
blancos. En las fábricas de Detroit los negros hacían los trabajos más sucios,
peligrosos y peor pagados, como cuidar las calderas. Los trabajadores blancos
hicieron una huelga de una semana. En junio estallaron peleas entre blancos y
negros en Belle Isle, el mayor parque de la ciudad, y en 24 horas murieron 25
negros y 11 blancos. A 17 negros los mató la policía, que tomó partido con las
chusmas blancas. (Esto se relata en The Origins of the Urban Crisis: Race
and Inequality in Postwar Detroit,de Thomas J. Sugrue). Igual que hoy, el
sistema fomentó odio racista, al tiempo que decía librar una guerra mundial por
la democracia y la libertad.
Una característica de este sistema ha sido alentar y manipular la supremacía
blanca, y dirigir la furia de los trabajadores blancos explotados hacia los
negros. Los que ven cómo se ha usado el racismo contra los negros deben
reconocer cómo se está usando hoy con otro grupo como chivo expiatorio: los
inmigrantes.
El proletariado es una clase mundial. Los proletarios de todos los países
tienen un interés común: un mundo sin clases ni diferencias de clase, sin todas
las ideas e instituciones que las acompañan; un mundo en que se haya superado
mediante lucha la división entre naciones opresoras y naciones oprimidas y en
que las fronteras sean algo del pasado. Esa es la cosmovisión del
internacionalismo proletario,y dicta luchar contra la opresión de las
naciones y contra la persecución de cualquier sector del proletariado.
La burguesía trata constantemente de dividir al proletariado de una
nacionalidad contra el de otras y fomenta la mentalidad de “nosotros primero”.
Esto es chovinismo nacional. Es la cosmovisión y la ideología del enemigo, y hay
que rechazarla en el campo de las ideas y, muy concretamente, sumándose a la
lucha contra la opresión nacional.
Una denuncia del sistema, un toque de clarín a la resistencia
La ola de resistencia de los inmigrantes ocurre en un momento en que Bush y
Cía están implementando peligrosos cambios radicales negativos,como
concentración del movimiento del capital. Hoy está bajo un fuerte ataque el
nivel de vida y la relativa seguridad económica que el imperialismo ofrecía a
amplios sectores del país; pero ese ataque no procede de los inmigrantes sino
del imperialismo, que tiene la necesidad de explotar más a “su propia” fuerza de
trabajo. El sistema también está eliminando los derechos que se daban por
sentados con el pretexto de la “seguridad”. Por otra parte, también hay cambios
muy positivos, como el cuestionamiento de la supremacía de los blancos y de los
hombres, y la expresión de otras culturas.
En esta situación, el sistema está fomentando miedo y movimientos fascistas
que ofrecen “certeza” (y chivos expiatorios), ahora que mucha gente siente que
le están moviendo el tapete. La principal fuerza fascista es el movimiento que
encabezan predicadores fundamentalistas como Jerry Falwell, Pat Robertson y
James Dobson. Estos fascistas cristianos les echan a los pobres la culpa de que
sean pobres o les dan falsas ilusiones de que “Jesús les dará una vida mejor”.
Pero buscan imponer por ley una moral cruel basada en una interpretación literal
de la Biblia, que dicta medidas muy duras e inclusive medidas con implicaciones
genocidas para los negros y otras nacionalidades oprimidas. Los fascistas
cristianos también buscan reconstituir una “América cristiana unida” con los
principios de supremacía blanca, supremacía masculina y chovinismo nacional.
Por otro lado, está surgiendo un movimiento nativista, antiimigrante (por
ejemplo, los Minutemen), con fuerte apoyo del gobierno. Unos son unos patanes
racistas y otros son más finos, pero todos son una extensión de los grupos de
civiles armados y de las chusmas de linchamiento que han sido parte integral de
la historia y la cultura de este país. Este movimiento paramilitar fascista se
traslapa y se combina con los fascistas cristianos, pero tiene su propia
dinámica. Su base son sectores retrógrados de la clase media blanca, pero
también busca movilizar a los trabajadores blancos y negros (e inclusive a los
inmigrantes documentados) contra los indocumentados. Sin embargo, considerando
sus intereses fundamentales, dichos trabajadores deberían apoyar a
los inmigrantes.
El imperialismo ha dominado naciones de todo el mundo militar y
políticamente. Ha saqueado sus economías, encadenado la vida de sus pueblos a su
sistema y los ha sacado de su país. Cuando llegan aquí, los explota
salvajemente. Y después dice que son ilegales, que son una amenaza a la
“seguridad nacional” y que son la causa de los problemas de todos los demás.
Todo eso para beneficio de un sistema global de saqueo.
Romper estas cadenas de explotación y opresión global requiere una
revolución: una revolución socialista, que lleve en última instancia a un mundo
sin clases y sin fronteras, al comunismo. Y una revolución requiere un
movimiento revolucionario. Esto implica no solo apoyar la actual ola de protesta
(lo que es muy importante), sino también (y a fin de cuentas más importante)
difundir un análisis científico de los motivos de estos ataques, de qué son
parte, y evitar que el movimiento sea cooptado por un programa u otro que lleve
a algo peor.
En ese contexto, es necesario que muchas, muchas más personas se conecten con
Bob Avakian y con su análisis del mundo y de cómo cambiarlo. Es necesario que
lean este periódico, se suscriban, contribuyan a él y lo distribuyan.
Desde la perspectiva de las víctimas globales de este sistema, la
presencia de millones de inmigrantes, documentados o no,es una gran
contribución potencial a los preparativos para cuando se presente la oportunidad
de hacer una revolución a fin de tumbar el sistema que tanto dolor causa a los
pueblos del mundo.
Protestas de abajo y peleas en la cúpula: El debate sobre las leyes de
inmigración
En diciembre la Cámara de Representantes aprobó el proyecto de ley de
inmigración Sensenbrenner (o HR 4437). Entre las figuras prominentes que apoyan
esa ley está el congresista Tom Tancredo, feroz enemigo de los inmigrantes que
ha pedido medidas más radicales, como revocar la enmienda 14 a la Constitución
para negarle la ciudadanía a los niños nacidos en Estados Unidos si sus padres
son indocumentados. La HR 4437 desatará una fuerte ola de represión. Dice que
será un delito mayor el estar en este país sin documentos legales y califica
como crimen federal ayudar a inmigrantes indocumentados. También destina fondos
para construir un muro de 1125 km en la frontera (que sin duda llevará a más
muertes al cruzarla).
A comienzos de marzo, el Comité Judicial del Senado inició un debate sobre
otro proyecto de ley de inmigración. Si el Senado aprueba una ley de
inmigración, tendrá que “conciliarla” con la de la Cámara y enviarla al
presidente, quien tendrá que firmarla. Sea cual sea, llevará a importantes
cambios para la situación de los inmigrantes… y podría entrar en vigor
pronto.
Bush tiene varios desacuerdos con el proyecto de ley Sensenbrenner. Apoya las
medidas represivas pero está a favor de un programa de “trabajadores huéspedes”.
Otro proyecto de ley de los senadores Ted Kennedy y John McCain no tiene las
medidas más draconianas del de Sensenbenner. Les dará visas especiales a
algunas personas en el extranjero que quieren trabajar en Estados
Unidos y permitirá que estos trabajadores “provisorios” pidan residencia
permanente (“tarjeta verde”) tras varios años de empleo. Hasta algunos
inmigrantes sin documentos que actualmente están en el país cumplirían los
requisitos de una visa provisional (si pueden demostrar que no son un “problema
de seguridad”, que tienen un “historial de empleo” y que “no tienen antecedentes
penales”). Más tarde podrían pedir residencia permanente (si cumplen todos los
requisitos de seguridad, pagan miles de dólares de multas e impuestos, y pasan
exámenes de inglés y de cívica). La posibilidad de legalizarse es lo que
distingue el proyecto de ley Kennedy-McCain de los demás (como el de Bush y el
de los senadores republicanos Cornyn y Kyl) que tienen programas de
“trabajadores huéspedes”.
Pero desde el punto de vista del pueblo, el problema con el proyecto de ley
Kennedy-McCain es que parte de la premisa de Sensenbrenner de que hay un grave
problema en la frontera que pone en peligro la “seguridad nacional”. [Ver el artículo acompañante, que
explora las causas de la inmigración y los intereses del pueblo]. Si bien no
tiene todas las medidas de Sensenbrenner, de todos modos es un ataque contra los
inmigrantes. Por ejemplo, manda al Departamento de Seguridad de la Patria crear
una “Estrategia nacional para la seguridad fronteriza” con “tecnologías de
espionaje aéreo” para “aumentar la seguridad”. La militarización de la frontera
en la última década (con más patrullas de la Migra, muros, detectores de
movimiento y otros artefactos de alta tecnología, y paramilitares
“extraoficiales” como los Minutemen) ya ha causado más muertes, porque ha
empujado a muchos inmigrantes a cruzar en zonas más remotas y desérticas. Más
medidas de “seguridad” causarán más sufrimiento y muerte.
¿Y los programas de “trabajadores huéspedes” y “regularización” del proyecto
de ley Kennedy-McCain? Algunas fuerzas de la clase dominante apoyan esas medidas
porque creen que son la mejor manera de explotar a esos trabajadores y porque le
permitirán al gobierno vigilarlos mejor. Tal programa institucionalizaría un
sistema de castas que relegará a millones de inmigrantes a una condición
“provisional” y a vivir vigilados de cerca por el gobierno.
El presidente del Comité Judicial del Senado, Arlen Specter, ofreció su
propia versión de la ley, que tiene muchas de las medidas fascistas de la HR
4437 (como declarar que estar en el país sin documentos será un delito grave) y
el programa de “trabajadores huéspedes”. Pero, a diferencia de Kennedy-McCain,
Specter no ofrece ningún camino a la regularización. La Casa Blanca alabó el
proyecto de ley de Specter como “una propuesta exhaustiva a la reforma
migratoria” y Tancredo lo condenó como “un desastre total” y una amenaza a “la
seguridad nacional y económica”.
Al cierre de esta edición, no se sabe cuál proyecto de ley se aprobará. Pero
no cabe duda de que ninguno beneficiará al pueblo. Las discrepancias en
torno a la inmigración son diferencias entre los imperialistas sobre la
mejor manera de extender su imperio global y forjar un nuevo pacto social más
represivo en la “patria”. El debate se realiza en un marco totalmente
reaccionario, y sea cual sea el “acuerdo” que negocien, no augurará nada bueno
para los inmigrantes ni el pueblo en general.
Escoger el mal menor es una estrategia de callejón sin salida. Por ejemplo:
en la batalla en defensa del aborto, varios líderes del movimiento pro derecho
de escoger no quieren defender la moral del aborto y han hecho una concesión
tras otra. Ahora el derecho pende de un hilo y la iniciativa la tienen los
enemigos de la mujer.
Tenemos que romper con la lógica que empieza con la ley Kennedy-McCain, luego
pasa a aceptar la de Specter y a fin de cuentas termina con la de
Tancredo.
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