Los pilotos de aviones militares no tripulados
trabajan desde Las Vegas
Andy Robinson La Vanguardia 04 de marzo de 2012
Los aviones robot, que ya son las principales armas de guerras como las de
Irak, Afganistán o Pakistán, son dirigidos a miles de kilómetros de los países
en conflicto
Es un viaje de sólo 40 minutos desde las urbanizaciones valladas en el pulcro
extrarradio del norte de Las Vegas hasta la base de las fuerzas aéreas de
Creech en el desierto de Nevada. Los pilotos lo hacen a diario. Pueden desayunar
con sus mujeres (maridos) e hijos. Quizás animar a los pequeños a portarse bien
en el colegio y no dar puñetazos a nadie. Dar un beso rutinario a la pareja.
Nada que ver con los besos angustiados de despedida –a veces, para siempre– de
antes. De cuando iban a la guerra en cuerpo y no sólo en mente.
Desde la urbanización Waterfall (cascada) de chalets y césped, donde reside
al menos uno de los pilotos, llega al Carretera 95 en diez minutos. Se abre la
puerta metálica de la urbanización, conduces por calles agradables bordeadas de
jóvenes palmeras y cerezos ya en flor, por donde el pasado sábado un vecino
jubilado paseaba su perrito. Por delante del club de golf de Aliante, el Home
Depot y la farmacia CVS. Luego es carretera rectísima por el desierto y con
algún arbusto de enebro y las montañas oscuras y militarizadas de Montaña Yucca
en el horizonte.
Pero esta vida cotidiana del sueño suburbano de la América Media termina, de
golpe, en cuanto los pilotos entran en el recinto vallado de bajos
edificios grises y extrañas cúpulas bajas de la base Creech. Pronto se habrán
puesto el uniforme Nomex y estarán sentados delante de una batería de 14
pantallas. Quizás ya tendrán en el punto de mira puesto a un hombrecillo que
camina o corre, que ellos conocen como el bad guy, el tipo malo.
Estos no son pilotos cualesquiera sino los que controlan los 7.500 aviones
robot (aviones no tripulados) de nombres macabros como
Predator (depredador) y Reaper (segador), o
Raven (cuervo) que ya son las principales armas de la guerra en
Irak, Afganistán, Pakistán y otros países en los que Estados Unidos libra
guerras de baja intensidad. Se les llaman combat commuters, pilotos que "corren
más riesgo de tener una accidente en la carretera de camino al trabajo que en el
combate", dice Peter Singer del Brookings Institution en Washington.
Los aviones robot se emplean desde la guerra de Kosovo. Pero su uso ha
crecido exponencialmente bajo la presidencia de Barack Obama conforme EE.UU. se
retira de las grandes ocupaciones militares de los años Bush. Se pretende
aumentar el número de pilotos a distancia desde unos 500 actualmente a más de
1.000; un piloto puede controlar hasta cuatro aviones. El Pentágono
calcula que habrá más pilotos a distancia en el 2013 que de cazabombarderos
F-16.
"Es una revolución aérea", dijo Chris Ames, director de desarrollo
estratégico de General Atomic, la multinacional de armas que fabrica el Predator
y el Reaper. "Estos aviones son attrition-tolerant (tolerantes con el desgaste
de guerra)", añadió. "Un piloto jamás se expone al peligro; nos lo van a
agradecer miles de mamás y papás". Otros miles en Afganistán y Pakistán no se lo
agradecerán. Según los cálculos de Brookings, el 30% de las víctimas de los
ataques con aviones no tripulados son civiles.
Algunos pilotos dicen que el trabajo de combat commuter, y los recorridos
diarios desde las soleadas urbanizaciones de Las Vegas hasta las nieblas de la
guerra genera conflictos interiores. "Hay una disonancia cognitiva; estás
permanentemente en algún lugar intermedio entre la guerra y la paz", dijo Dave
Lara , piloto de drone, que ahora estudia un doctorado en la Universidad de
Georgetown, durante una conferencia sobre el impacto psicológico de la vida de
los pilotos en Brookings Institution el mes pasado en Washington . "Van desde la
guerra a los girl scouts", añadió al psicólogo militar Hernando Ortega. "A veces
estoy en casa sentado en el sofá tomando un refrescante y pienso: 'Ostras, pero
si hace una hora estuve en guerra'", dijo el piloto capitán Adam Brockshus, que
vive con su mujer e hijos en la urbanización Waterfall, en una entrevista con la
revista Popular Science. "Hay una cuestión legitima aquí de si estos pilotos han
convertido el extrarradio residencial de Las Vegas en un teatro de guerra", dijo
Jim Haber, de Nevada Desert Experience, un grupo pacifista que protesta contra
los aviones no tripulados.
Singer, que reflexiona en su libro Wired for war sobre las cuestiones éticas
que plantea la era de teleguerras cree que la vida del combat commuter pasará
factura psicológica y moral. "En la Segunda Guerra Mundial, el regreso a casa de
los combatientes tardaba muchas semanas; tenían tiempo para descompresión
(desahogo)", explicó. Lo necesitaban para "volver a ser humanos". Estos pilotos
a distancia no tienen tiempo para "volver a ser humanos" antes de llegar a casa
y ayudar a los hijos con los deberes.
El lenguaje de Creech, desde luego, delata una deshumanización sádica que,
quizás podría llegar a asustar en las reuniones de vecinos de la urbanización
Waterfall.
El primer disparo del misil Hellfire guiado por láser se llama squirter
(chorro) porque dispersa a la gente. Luego, los aviones no tripulados acechan y
vuelven a disparar contra quienes acuden a ayudar a las víctimas. El software
diseñado para calcular la posibilidad de daños colaterales se conoce como Bug
splat, por el nombre de un videojuego infantil en el que el ganador es quien
aplasta a más bugs (bichos). Pese a esto, los pilotos dicen que no sienten
complejo de culpa. "Somos como un ángel de la guarda", dijo un piloto
entrevistado en un vídeo de propaganda del Pentágono.
En los pueblos de los alrededores de la base, sin embargo –donde se ven
muchos carteles de apoyo al candidato republicano Ron Paul–, incluso los
conservadores se muestran perplejos por la nueva guerra a distancia. "No es
justo", dijo Ed Goedhart, ex congresista republicano residente de Ponderosa
Farm, a 30 kilómetros de la base Creech. "Es una transformación de fantasía en
realidad para pilotos jóvenes criados con videojuegos", añadió. Y,
efectivamente, el Pentágono contrata los servicios del Instituto de Tecnologías
Creativas de Los Ángeles para el entrenamiento militar mediante videojuegos.
Conducir un drone "es como un juego de vídeo un poco sanguinario pero bastante
cool", exclamó un piloto de drone en Qatar.
Mientras, las últimas tecnologías de vídeo juego se incorporan a las miles de
máquinas tragaperras en Las Vegas, en Aliante Casino y Hotel, junto al club de
golf de la urbanización Waterfall y en el casino de Indian Springs en la entrada
de la base Creech. "Está prohibido pero a veces los pilotos juegan a las
máquinas a la hora de comer; les ayuda a desconectar", dijo la camarera.
Fuente: http://www.lavanguardia.com/internacional/20120303/54263805622/pilotos-aviones-no-tripulados-trabajan-las-vegas.html
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