De Pol Pot al EI: “Todo lo que vuela contra todo lo que se mueve”
John Pilger
Asia Times Online
14 de octubre de 2014
Traducido del inglés para Rebelión por
Germán Leyens
Al transmitir las órdenes del presidente Richard Nixon de un “masivo” bombardeo de Camboya en 1969, Henry
Kissinger dijo: “Todo lo que vuela contra todo lo que se mueve”. Mientras Obama
pone en marcha su séptima guerra contra el mundo musulmán desde que obtuvo el
Premio Nobel de la Paz, la histeria y las mentiras orquestadas casi provocaron
nostalgia hacia la asesina honestidad de Kissinger.
Como testigo de las consecuencias humanas del salvajismo aéreo –incluyendo la
decapitación de víctimas, con sus partes adornando árboles y campos– no me
sorprende el desdén –una vez más– por la memoria y la historia. Un ejemplo
significativo es el ascenso al poder de Pol Pot y sus Jemeres Rojos, que
tuvieron mucho en común con el actual Estado Islámico en Iraq y Siria (ISIS,
por sus siglas en inglés). Ellos también, fueron implacables medievalistas que
comenzaron como una pequeña secta. Ellos, también, fueron producto de un
apocalipsis hecho en EE.UU., esta vez en Asia.
Según Pol Pot, su movimiento había consistido de “menos de 5.000 guerrilleros mal
armados inseguros sobre su estrategia, táctica, lealtad y dirigentes”. Una vez
que los bombarderos B52 de Nixon y Kissinger habían iniciado su trabajo como
parte de “Operación Menú”, el demonio más odiado por Occidente no pudo creer en
su suerte.
Los estadounidenses arrojaron el equivalente de cinco Hiroshimas sobre Camboya
durante 1969-1973. Arrasaron aldea tras aldea, y volvieron para bombardear los
escombros y los cadáveres. Los cráteres dejaron monstruosos collares de
masacres, todavía visibles desde el aire. El terror fue inimaginable. Un
antiguo funcionario jemer rojo describió cómo los sobrevivientes “se
paralizaron y vagaban mudos durante tres o cuatro días. Aterrorizada y medio
demente, la gente estaba lista para creer lo que se le decía… Fue lo que hizo
que todo fuera tan fácil que fuera conquistada por los Jemeres Rojos.
Una Comisión de Investigación del Gobierno Finlandés calculó que 600.000 camboyanos
murieron en la siguiente guerra civil y describió los bombardeos como “la
primera etapa en una década de genocidio”. Lo que iniciaron Nixon y Kissinger,
fue completado por Pol Pot, su beneficiario. Bajo sus bombas los Jemeres Rojos
crecieron hasta ser un formidable ejército de 200.000 combatientes.
El EI tiene un pasado y un presente similar. Según la mayoría de las
mediciones versadas, la invasión de Bush y Blair de Iraq en 2003 condujo a la
muerte de unas 700.000 personas – en un país que no tenía ninguna historia de
yihadismo. Los kurdos habían llegado a acuerdos territoriales y políticos; los
suníes y chiíes tenían diferencias clasistas y sectarias, pero mantenían la
paz; los matrimonios mixtos eran comunes. Tres años antes de la invasión,
conduje por todo Iraq sin sentir temor. En mi camino encontré a gente
orgullosa, sobre todo, de ser iraquíes, herederos de una civilización que
parecía constituir, para ellos, una presencia.
Bush y Blair hicieron volar en pedazos todo esto. Iraq es ahora un nido de yihadismo.
Al-Qaida, como los “yihadistas” de Pol Pot – aprovecharon la oportunidad suministrada
por la embestida de Choque y Pavor y la guerra civil que vino después. Siria
“rebelde” ofreció incentivos aún mayores, con canales de armas, logística y
dinero de la CIA y de Estados del Golfo que corrían a través de Turquía. La
llegada de reclutas extranjeros era inevitable. Un antiguo embajador británico,
Oliver Miles, escribió recientemente: “El gobierno [de Cameron] ha sido el
principal propulsor en el reclutamiento de musulmanes en Gran Bretaña para el
terrorismo en este caso”.
El EI es la consecuencia de aquellos en Washington y Londres quienes, al destruir
Iraq como Estado y sociedad, conspiraron para cometer un crimen épico contra la
humanidad. Como Pol Pot y los Jemeres Rojos, el EI es la mutación de un Estado
occidental de terror dispensado por una elite imperial venal impávida ante las
consecuencias de acciones emprendidas a gran lejanía en distancia y cultura. Su
culpabilidad no puede ser mencionada en “nuestras” sociedades.
Hacen 23 años desde que este holocausto envolvió Iraq, inmediatamente después de la
primera Guerra del Golfo, cuando EE.UU. y Gran Bretaña secuestraron al Consejo
de Seguridad de las Naciones Unidas e impusieron “sanciones” punitivas a la
población iraquí – irónicamente, reforzando la autoridad interior de Sadam
Hussein. Fue como un sitio medieval. Casi todo lo que sustentaba a un Estado
moderno fue, usando la jerigonza, “bloqueado” – del cloro para hacer que el
suministro de agua fuera seguro, hasta lápices para las escuelas, partes para
máquinas de rayos-X, analgésicos y medicamentos comunes para combatir cánceres
previamente desconocidos causados por el polvo de los campos de batalla en el
sur contaminados con uranio empobrecido.
Justo antes de la Navidad de 1999, el Departamento de Comercio e Industria en Londres
restringió la exportación de vacunas adecuadas para proteger a los niños
iraquíes contra la difteria y la fiebre amarilla. Kim Howells, doctor en
medicina y Subsecretario de Estado parlamentario en el gobierno de Blair,
explicó el motivo. “Las vacunas para niños”, dijo, “son capaces de ser
utilizadas en armas de destrucción masiva”. El gobierno británico pudo salirse
con la suya con semejantes abusos porque la información sobre Iraq en los
medios –en gran parte manipulada por el Foreign Office– culpaba a Sadam Hussein
por todo.
Bajo un engañoso Programa “humanitario” de Petróleo por Alimentos, se permitieron
100 dólares por cada iraquí para que viviera durante un año. Esa cifra tenía
que financiar la infraestructura y servicios esenciales para toda la sociedad,
como ser energía y agua. “Imagine”, me dijo el Secretario General Adjunto de la
ONU, Hans Von Sponeck, “comparar esa cantidad mísera con la falta de agua
potable, y el hecho de que la mayoría de la gente enferma no se podía permitir
tratamiento alguno, y el simple trauma de vivir de un día al otro, y se obtiene
una idea de la pesadilla. Y que no quepa duda, eso es deliberado. En el pasado
no quise utilizar la palabra genocidio, pero ahora es inevitable hacerlo.”
Asqueado, Von Sponeck renunció como Coordinador Humanitario de la ONU en Iraq. Su
predecesor, Denis Halliday, un importante funcionario de la ONU, igualmente
distinguido, también había renunciado. “Me dieron instrucciones”, dijo
Halliday, “de que implementara una política que cumple con la definición de
genocidio: una política deliberada que ha matado efectivamente mucho más de un
millón de individuos, niños y adultos”.
Un estudio del Fondo de las Naciones Unidas para la infancia, UNICEF, estableció
que entre 1991 y 1998, el clímax del bloqueo, hubo 500.000 muertes “excesivas”
de infantes iraquíes bajo los cinco años. Un periodista de la televisión
estadounidense mencionó esto a Madeleine Albright, embajadora de EE.UU. ante
las Naciones Unidas, y le preguntó “¿el precio ha merecido la pena?” Albright respondió:
“Pensamos que el precio vale la pena”.
En 2007, el alto funcionario británico responsable por las sanciones, Carne Ross,
conocido como “Míster Iraq”, dijo a un comité parlamentario de selección, “[Los
gobiernos de EE.UU. y el Reino Unido] negaron efectivamente a toda la población
los medios para vivir”. Cuando entrevisté a Carne Ross, tres años después,
estaba consumido por el arrepentimiento y los remordimientos. “Me siento
avergonzado”, dijo. Actualmente es raro ser sincero sobre cómo los gobiernos
engañan y cómo los medios dóciles juegan un papel crítico en la diseminación y
mantención del engaño. “Suministrábamos [a los periodistas] información falsa
de inteligencia esterilizada”, dijo, “o los aislábamos”.
El 25 de septiembre, un titular en el Guardian decía:
“Enfrentados con el horror del EI debemos actuar”. El “debemos actuar”, es un
fantasma inventado, una advertencia de supresión de la memoria informada, de
los hechos, de lecciones aprendidas y de arrepentimiento o vergüenza. El autor
del artículo es Peter Hain, ex ministro del Foreign Office responsable por Iraq
bajo Blair. En 1998, cuando Denis Halliday reveló la dimensión del sufrimiento
en Iraq por el cual el gobierno de Blair compartió la responsabilidad
primordial, Hain lo insultó en Newsnight de la BBC como “apólogo de Sadam”. En 2003, Hain respaldó la invasión la invasión por
Blair de Iraq asolado sobre la base de mentiras transparentes. En una
subsiguiente conferencia del Partido Laborista, desestimó la invasión como un
“tema marginal”.
Ahora Hain solicita “ataques aéreos, drones, equipamiento militar y otro apoyo” para
los que “enfrentan el genocidio” en Iraq y Siria. Esto favorecerá “el
imperativo de una solución política”. Obama piensa lo mismo cuando propone
eliminar lo que llama “restricciones” de los bombardeos y ataques de drones.
Esto significa que los misiles y las bombas de 225 kilos pueden arrasar las
casas de campesinos, como lo están haciendo sin restricciones en Yemen,
Pakistán, Afganistán y Somalia – como lo hicieron en Camboya, Vietnam y Laos.
El 23 de septiembre un misil crucero Tomahawk cayó en una aldea en la provincia
Idlib en Siria, matando a doce civiles, incluyendo mujeres y niños. Nadie hacía
ondear una bandera negra.
El día en el que apareció el artículo de Hain, Denis Halliday y Hans Von Sponeck
estaban en Londres y fueron a visitarme. No estaban impactados por la
hipocresía letal de un político, pero lamentaron la duradera, casi
inexplicable, ausencia de diplomacia inteligente en la negación de algo que se
pareciera a una tregua. En todo el mundo, desde Irlanda del Norte a Nepal, los
que se consideraban los unos a los otros como terroristas y herejes se han
reunido alrededor de una mesa. Por qué no ahora en Iraq y Siria.
Como el ébola en África Occidental, una bacteria llamada “guerra perpetua”
ha cruzado el Atlántico. Lord Richards, hasta hace poco jefe de los militares
británicos, quiere “soldados en tierra” ahora. Tiene lugar una verborrea
insulsa, casi sociópata de Cameron, Obama y su “coalición de los dispuestos”
–notablemente el agresivamente estrafalario Tony Abbott de Australia– mientras
prescriben más violencia desde 10.000 metros de altura en sitios donde la
sangre de anteriores aventuras no se ha secado. Nunca han visto bombardeos y al
aparecer les gustan tanto que los desean para derrotar al único aliado
potencialmente valioso, Siria. No es nada nuevo, como ilustra el siguiente
archivo de inteligencia filtrado del Reino Unido y EE.UU.:
“A fin de facilitar la acción de fuerzas
liberadoras [sic]… debería hacerse un esfuerzo especial para eliminar a algunos
individuales clave [y] proceder con disturbios internos en Siria. La CIA está
preparada, y SIS (MI6) intentará organizar menores incidentes de sabotaje y de
ataques sin previo aviso [sic] dentro de Siria, trabajando a través de
contactos con individuos… un grado necesario de temor… choques fronterizos y
choques fronterizos [escenificados] suministrarán un pretexto para
intervención… la CIA y MI6 deben utilizar… capacidades en los campos
psicológicos y de acción para aumentar la tensión.”
Esto fue escrito en 1957, aunque podría haber sido escrito ayer. En el mundo
imperial, nada cambia esencialmente. El año pasado, el ex Ministro de
Exteriores francés Roland Dumas reveló que “dos años antes de la primavera árabe”,
le dijeron en Londres que se había planificado una guerra contra Siria. “Voy a
contarle algo”, dijo en una entrevista con el canal francés de televisión LPC, “estuve en
Inglaterra dos años antes de la violencia en Siria para otros asuntos. Encontré
a dos altos funcionarios británicos, quienes me confesaron que estaban
preparando algo en Siria… Gran Bretaña estaba organizando una invasión de
rebeldes en Siria. Incluso me preguntaron, aunque yo ya no era Ministro de
Exteriores, si me gustaría participar… Esta operación es antigua. Fue
preparada, preconcebida y planificada.”
Los únicos oponentes efectivos de EI son demonios acreditados de Occidente –Siria,
Irán, Hizbulá. El obstáculo es Turquía, un “aliado” y miembro de la OTAN, que
ha conspirado con la CIA, MI6 y los medievalistas del Golfo para canalizar
apoyo a los “rebeldes” sirios, incluyendo aquellos que ahora se llaman EI. El
apoyo a Turquía en su antigua ambición de dominación regional mediante el
derrocamiento del gobierno de Asad requiere una gran guerra convencional y el
horrible desmembramiento del Estado más étnicamente diverso en Medio Oriente.
Una tregua –por difícil que sea lograrla– es la única salida de este laberinto
imperial; de otra manera, las decapitaciones continuarán. El que negociaciones
genuinas con Siria puedan ser consideradas como “moralmente cuestionables” [el Guardian] sugiere que
las presunciones de superioridad entre los que apoyaron al criminal de guerra
Blair siguen siendo no solo absurdas, sino peligrosas.
Junto a una tregua, debiera haber un cese inmediato de todos los embarques de
materiales de guerra a Israel y el reconocimiento del Estado de Palestina. El
tema de Palestina es la peor herida supurante abierta en la región, y la
justificación utilizada frecuentemente para el aumento del extremismo islámico.
Osama bin Laden lo dejó claro. Palestina también ofrece esperanza. Dad justicia
a los palestinos y comenzaréis a cambiar el mundo a su alrededor.
Hace más de 40 años, el bombardeo de Camboya por Nixon-Kissinger desencadenó un
torrente de sufrimientos de los cuales ese país nunca se ha recuperado. Lo
mismo vale para el crimen de Blair-Bush en Iraq. Con un cronometraje impecable,
el último tomo autosuficiente de Henry Kissinger acaba de ser publicado con su
satírico título: “Orden Mundial”. En una halagadora reseña, Kissinger es
descrito como un “conformador clave de un orden mundial que se ha mantenido
estable durante un cuarto de siglo”. Id a decir esto a los pueblos de Camboya,
Vietnam, Laos, Chile, Timor Oriental y a todas las otras víctimas de su
“habilidad política·. Solo cuando “nosotros” reconozcamos a los criminales de
guerra entre nosotros, se comenzará a secar la sangre.
www.johnpilger.com
John Pilger, nacido en 1939 en Australia, es uno de los más
prestigiosos documentalistas y corresponsales de guerra del mundo anglosajón.
Particularmente renombrados son sus trabajos sobre Vietnam, Birmania y Timor,
además de los realizados sobre Camboya, como Year Zero: The Silent Death of Cambodia y
Cambodia: The Betrayal.
Fuente: http://www.atimes.com/atimes/World/WOR-01-091014.html
¡Hazte voluntario para traducir al español otros artículos como este! manda un correo electrónico a espagnol@worldcantwait.net y escribe "voluntario para traducción" en la línea de memo.
E-mail:
espagnol@worldcantwait.net
|