Bendición papal para el terrorismo mundial de Washington
27/09/2015
Finian Cunningham
El papa católico romano Francisco fue aclamado por su valentía cuando le
desafió al Congreso de Estados Unidos sobre varios asuntos “de izquierda”. El
pontífice sí tiene algo de mérito por plantear cuestiones de justicia social, para
reducir la pobreza y la cantidad de personas que viven en las calles, para evitar
los nocivos impactos ambientales, y por pedir políticas de inmigración más
humanas. Pero había una omisión flagrante en su discurso ante los legisladores estadounidenses,
así como en su reunión anterior con el presidente Barack Obama.
¿Dónde estaba la franca condena a las guerras que Washington lanza en un
lugar tras otro y su patrocinio del terrorismo mundial?
El Obispo de Roma no hizo mención de las guerras y los conflictos de
Estados Unidos. El silencio representa la tácita aceptación, o hasta la
complicidad. Cuando uno de los líderes religiosos más importantes del mundo
guarda el silencio, eso es efectivamente una bendición a los belicistas.
Washington es, con mucho, el mayor belicista del mundo, pues ha llevado a
cabo guerras, subversiones, golpes de estado, operaciones encubiertas de
insurgencia y de contrainsurgencia en casi cada año de las siete décadas desde
el fin de la Segunda Guerra Mundial, según lo ha documentado el
historiador estadounidense William Blum.
Sin embargo, el papa Francisco - nacido en Argentina, en un continente que
ha sido devastado por la violencia patrocinada por Washington - no le dijo la
verdad al Poder en su discurso al Congreso. Si Francisco hubiera lanzado duras
críticas a los gobernantes de Estados Unidos por su belicismo habitual, no habría
recibido los aplausos y las ovaciones de pie, pero al menos habría dicho la
verdad en un momento crítico.
Al parecer, el papa Francisco optó por la discreción, considerándola mejor que
el valor. Una opinión menos generosa sería que el líder de la Iglesia Católica
no tuvo el valor de hablar en defensa de los millones de víctimas de guerras
patrocinadas por Estados Unidos. Le dijo a la cámara de Representantes:
“Nuestro mundo es, cada vez más, un lugar de conflictos violentos, de odio y
atrocidades brutales, cometidas incluso en nombre de Dios y de la religión”.
Pero no es suficiente simplemente describir “un lugar de conflictos
violentos”. ¿Por qué no especificar las causas de los conflictos, como un
cambio de régimen o el codicio de recursos naturales? ¿Por qué no nombrar a los
gobiernos responsables de desencadenar, orquestar y alimentar la violencia? No
es que no haya pruebas. Todo lo contrario, son muchísimas las pruebas de la criminalidad.
Aquí es donde el líder espiritual de Irán, el ayatolá Seyyed Ali Jamenei,
muestra tener más entereza que el papa católico. En los últimos días, el
ayatolá Jamenei les habló a los musulmanes que hacían la peregrinación anual de
Hajj y condenó a Estados Unidos por ser la principal “fuente de la guerra, el
derramamiento de sangre y la devastación en el mundo”.
No se trata de una cuestión subjetiva, en que una “perspectiva política” no
esté de acuerdo con la otra. Se trata de una realidad objetiva que se atiene a
los hechos. El gobierno de Estados Unidos ha sido la fuente principal de la
guerra y la violencia en el mundo por muchas décadas, como demuestra la
referencia anterior a William Blum.
Actualmente, Estados Unidos es el cómplice principal en patrocinar una
guerra encubierta en Siria, al lado de un grupo de aliados y regímenes
clientes. Dada su primacía como la entidad política más poderosa, Washington tiene
consecuentemente la mayor responsabilidad por la devastación en Siria. Hasta 12
millones de personas han quedado sin hogar en un conflicto que ha durado cuatro
años y ha resultado en la muerte de unas 250.000 personas.
En otras partes, la coalición militar extranjera encabezada y armada por
Washington masacró
a más de 230 civiles la semana pasada en Yemen. El ejército estadounidense
suministra y coordina los aviones de combate y las bombas que los pilotos
saudíes y otros pilotos árabes lanzan sobre Yemen. Washington también ha ofrecido
las justificaciones políticas y diplomáticas para los seis meses de masacre en
ese país. No se equivoquen, se trata de un crimen de guerra patrocinado por
Estados Unidos contra el pueblo de Yemen. Han masacrado a familias enteras en sus
casas, atacadas deliberadamente por aviones de guerra estadounidenses. Han
bombardeado hospitales, convoyes de ayuda, escuelas, mercados, y empresas
públicas que suministran agua y luz, dejando
al 80 por ciento de la población de Yemen, 24 millones de personas, en una
grave situación humanitaria. Sólo tres días antes del discurso del Papa ante el
Congreso estadounidense, se
informó de la muerte de 30 civiles en ataques aéreos por la coalición
encabezada por Estados Unidos en las provincias de Hajjah e Ibb.
En ese discurso, el papa Francisco sí hizo una condena parcial del comercio
internacional de armas. Pero sus palabras eran vagas y no las dirigió
particularmente contra Estados Unidos, como debía haber hecho.
He aquí lo
que dijo el Papa: “Estar al servicio del diálogo y de la paz significa tener una sincera
determinación de reducir al mínimo y, a largo plazo, acabar con los muchos
conflictos armados que afligen nuestro mundo. Respecto a eso tenemos que
preguntarnos: ¿Por qué se venden armas letales a aquellos que pretenden
infligir un sufrimiento indecible sobre los individuos y la sociedad?
Tristemente, la respuesta, como todos sabemos, es simplemente el dinero; un
dinero empapado de sangre, y muchas veces de la sangre de los inocentes. Frente
a este silencio vergonzoso y culposo, es nuestro deber afrontar el problema y
acabar con el comercio de armas”.
El comentario del papa Francisco habría sido más potente y más cerca de la
verdad si hubiera especificado que Estados Unidos es el mayor suministrador de
armas en el mundo, y que sus mejores clientes incluyen las dictaduras de Arabia
Saudita y las demás monarquías del Golfo Pérsico, que juntos cometen atroces crímenes
de guerra en Yemen – al mismo tiempo que él hablaba ante el Congreso. Francisco
debía haber condenado inequívocamente al gobierno de Estados Unidos por su
criminalidad. Yemen ofrece los horrendos hechos irrefutables para apoyar tal condena.
El Papa perdió una oportunidad crucial para enfrentarse al poder corrupto.
Su vacuidad sólo sirve para oscurecer las manos ensangrentadas del perpetrador.
Tras su discurso en el Capitolio, el New York Times informó:
“El papa Francisco, el líder espiritual de 1.2 millones de católicos, el jueves
le retó al Congreso de Estados Unidos, y por extensión al país más poderoso del mundo, a
romper con su ciclo de parálisis y usar su poder para sanar las ‘heridas
abiertas’ de un planeta desgarrado por el odio, la codicia, la pobreza y la
contaminación.”
Así que, de acuerdo al medio de prensa más destacado de Estados Unidos, el
Papa insta a Washington a “sanar el mundo”. En otras palabras, el Pontífice
termina reforzando la arrogante “excepcionalidad” estadounidense y la ilusión
de que el país sea una fuerza para el bien, y no una fuente desenfrenada de
violencia por todo el mundo.
Puede ser que Francisco sea un soplo de aire fresco en comparación con sus
predecesores, con su humilde abrazo de los pobres y socialmente marginados.
Pero tiene todavía el hedor de servilismo hacia el mayor patrocinador de
crímenes de guerra y del terrorismo en el mundo. Con razón, Dios bendiga a Estados Unidos.
http://www.strategic-culture.org/news/2015/09/27/papal-blessing-washington-global-terrorism.html
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