Pakistán
Resistiendo contra la guerra de los “zánganos” de
la CIA
Mujamad Idrís Ajmad Al-Jazeera 29 de septiembre de 2011
Traducción del inglés de Rolando “el negro” Gómez
Ellos lo llaman “la cucaracha aplastada”. Ese manchón salpicado de sangre,
huesos y vísceras que marca el sitio de un exitoso impacto de un
“drone”1.
Para aquellos que manipulan las consolas en Nevada, EEUU, el manchón
significa “militantes sospechosos” recientemente “neutralizados”.
Para los que están en el terreno, en la mayoría de los casos significa que se
ha desbaratado una familia, que se ha destruido un hogar.
Desde el 18 de junio del 2004, cuando comenzó su política de asesinatos
extrajudiciales en Pakistán, la CIA ha dejado cerca de 250 manchones como esos
en tierra pakistaní, embadurnados con los restos de más de 2.500 individuos,
mayormente civiles. Más recientemente, le ha dado por decorar otras partes del
mundo.
Debido a que el gobierno pakistaní y sus sombrías agencias de inteligencia
han sido cómplices en los asesinatos, la CIA ha sido capaz de hacer todo esto en
completa impunidad. Grandes organizaciones de derechos humanos subyugadas por la
administración de Obama le han dado pase. También los medios de comunicación,
que de manera acrítica aceptan las afirmaciones oficiales acerca de la exactitud
de sus juguetes letales.
Dos recientes desarrollos podrían cambiar todo esto.
El combatiente ilegal
El 18 de julio del 2011, tres hombres de una tribu pakistaní –Karím Ján,
Sadaula y Mezol Ján- presentaron una demanda judicial formal en una comisaría de
Islamabad contra John A. Rizzo, ex Consejero General de la CIA. Hasta su
retirada el 25 de junio de 2009, Rizzo sirvió como consejero legal del programa
cuyas víctimas incluyeron al hijo y el hermano de Karím Ján, al hijo de siete
años de Mezol Ján, y a tres miembros de la familia de Sadaula (qu también perdió
ambas piernas y un ojo en el ataque).
En una entrevista con la reportera del semanario Newsweek Tara
McKelvey, Rizzo se jactaba de que era el responsable de la aprobación de las
“listas negras” de las “operaciones letales”. Los objetivos se “volaban en
pedacitos” en operaciones “como de negocios”, dice. Admitió que está implicado
en “asesinatos”. Por cierto, alardeaba: “¿cuántos profesores de leyes han puesto
su firma en una sentencia de muerte?”.
Y esa no es la toda la proeza de Rizzo: aduce que también estaba “metido
hasta el cuello” en el programa de torturas ilegales de Bush en Afganistán y en
otros lugares.
El detallado documento de denuncia que el abogado Mirza Shajzad Akbar preparó
en nombre de los miembros de la tribu pakistaní fue presentado ante el
Secretariado de la Estación de Policía de Islamabad, cuya jurisdicción
territorial incluye la residencia del principal co-conspirador de Rizzo: el Jefe
local de la CIA, Jonathan Banks, quien desde entonces huyó de Pakistán. Como
parte de una conspiración para cometer un asesinato en Pakistán, Akbar cree que
Rizzo está sujeto al código penal pakistaní.
El celebrado abogado defensor de derechos humanos Clive Stafford Smith, mejor
conocido como el némesis de George W. Bush en Guantánamo, está liderando una
campaña para asegurar una orden de arresto internacional contra Rizzo.
Preguntado sobre cuestiones de jurisdicción, Smith me dijo que “no hay problema
de jurisdicción. Es una serie de crímenes, incluyendo asesinato... cometidos en
suelo pakistaní contra ciudadanos pakistaníes”. Insiste en que “no hay dudas de
que [Rizzo] es imputable por los crímenes que está cometiendo. El único problema
es si va a enfrentar las consecuencias o si va a ser mantenido escondido por las
autoridades”.
Smith, que dirige la ONG británica Reprieve2, es un hombre
práctico, desinteresado en meros gestos simbólicos. Anteriormente demandó
exitosamente a la administración de Bush para acceder legalmente a los
prisioneros de Guantánamo, y hasta ahora ha conseguido la libertad para 65 de
ellos. Tiene confianza en que una vez que la policía de Islamabad emita una
orden de captura, la Interpol no tendrá más remedio que seguir el caso. Es más
señala que dependiendo del éxito de este caso en prueba, ellos lo podrán ampliar
hasta incluir también a los operadores de los aviones zánganos.
La posición de los EEUU hasta ahora es la de afirmar que actúa en defensa
propia o la de que hace la política más aceptable porque minimiza el coste
humano. Ninguno de los argumentos tiene justificación.
Las leyes de la guerra no prohíben la matanza de civiles a menos que sea
deliberada, desproporcionada o indiscriminada. Sin embargo, los abogados Akbar y
Smith rechazan la aplicabilidad de estas leyes a la guerra de los
zánganos de la CIA. “Los EEUU tienen que cumplir las leyes de la guerra”,
dijo recientemente Smith al diario londinense The Guardian. Pero “el
problema acá es que ésta no es una guerra”. No existe un declarado estado de
conflicto entre EEUU y Pakistán.
Aún más: Gary Solis, de la Universidad de Georgetown, un experto en leyes de
guerra, dijo al semanario Newsweek que “los [miembros de la] CIA que
pilotan vehículos aéreos no tripulados son civiles involucrados directamente en
hostilidades; un acto que los transforma en ‘combatientes ilegales’ y
posiblemente sujetos a enjuiciamiento.
El asesinato en números
El gobierno de los EEUU ha hecho señaladas afirmaciones sobre la
extraordinaria exactitud de sus armas maravillosas. En una conferencia de prensa
al comienzo de este año, el principal consejero de antiterrorismo del presidente
Obama, John Brenan, insistió en que “durante el año pasado casi no ha habido una
sola muerte colateral” en la guerra de los zánganos de la CIA.
Esto sería ciertamente admirable si no fuera demostrablemente falso. Una
importante investigación realizada por la ONG Bureau of investigative Journalism
(TBIJ)3, basada en Londres, mostró que en solamente diez ataques de
zánganos de la CIA desde agosto del año pasado, hubo un mínimo de 45
individuos muertos que fueron confirmados como civiles. Estos incluyen mujeres,
niños, policías, estudiantes y rescatadores entre otros. TBIJ ha identificado
también 15 ataques adicionales en los habrían muerto 65 civiles más.
A diferencia de las dos fuentes más citadas -y menos confiables- en casos de
víctimas de zánganos –el New American Foundation y el neoconservador Long
War Journal-, la investigación de TBIJ no se basa en afirmaciones oficiales o
reportes de prensa que se basan exclusivamente en ellas.
Chris Woods, el periodista que lideró la investigación de TBIJ, me dijo al
comienzo de este mes que, aparte de revisar miles de informes de prensa acerca
de los ataques –incluyendo aquellos escritos a días, semanas, e incluso meses
luego del primer incidente-, el Buró trabajó con periodistas, investigadores y
los abogados que representan a los civiles muertos en los ataques. El Buró ha
empleado también sus propios investigadores en Waziristán para corroborar la
evidencia que ha acumulado.
Sin embargo, como señala el Buró, sus números de víctimas civiles son “una
estimación conservadora”. La lista incluye solamente a aquellos cuyo estatus
civil puede establecer a través de múltiples fuentes. Los números reales son
mucho más altos. Pero dada las restricciones para viajar por la región, una más
amplia evaluación del costo humano de esta guerra sigue siendo imposible.
El respetable periodista pakistaní Rajmimula Yusufzai me dijo que ya no se
permite a los periodistas extranjeros viajar a la región tribal y que, como
resultado, la mayoría de los reportes de prensa provienen de un puñado de
informantes basados en Miransha y Mir Alí.
Confinado al ambiente de las dos principales ciudades de la región, incluso
los periodistas basados en el FATA4 tienen que llamar a la oficina de
prensa militar para obtener información sobre los ataques que ocurren más allá
de esos límites. El tipo de coraje mostrado por Nur Beram, de 39 años, que
fotografió las secuelas de 27 ataques de zánganos en el norte y sur de
Waziristán entre el 29 de noviembre de 2008 y el 15 de junio de 2011, es raro.
Las fotos están actualmente en exhibición en la galería Beaconsfield de Londres.
Sin sorprender a nadie, la imagen que surge de estas fotos no cuadra
precisamente con las afirmaciones de la CIA. “Por cada diez o quince personas
muertas” -declaró Nur Beram a The Guardian- “tal vez ellos consiguen un
militante”.
La CIA afirma que de los casi 2.500 pakistaníes muertos en ataques de
zánganos, 35 eran “objetivos de alto valor”; esto es, gente que la CIA
intentaba de hecho matar. El resto, afirma, eran sobre todo “militantes
sospechosos”.
El mundo de los generadores de ideología llamado think-tanks es
incluso más discutido lingüísticamente. En la base de datos de New American
Foundation no hay una categoría de “civiles”, sólo hay “militantes” y “otros”.
Hasta ahora teníamos solamente la palabra usada por la CIA y el ISI5
para el presunto culpable entre aquellos muertos. Dada la historia de ambas
organizaciones, hay un amplio lugar al escepticismo. Pero a raíz de la
investigación del Buró TBIJ, sería inteligente que el público tratara a las
futuras víctimas de la guerra de los zánganos como civiles, a menos de
que se pruebe lo contrario.
Pero incluso si se establece la culpabilidad [de la víctima], su muerte
todavía constituye un asesinato extrajudicial, ya que no hay un estado de
hostilidades declarado entre EEUU y Pakistán. Se ha recorrido un largo camino
desde julio de 2001, cuando luego de los “asesinatos selectivos” de palestinos
realizados por Israel, el entonces embajador de EEUU en Israel, Martin Indyk,
declaró que “el gobierno de los Estados Unidos está muy claramente en contra de
los asesinatos selectivos… son asesinatos extrajudiciales y no los
apoyamos”.
Bajo la presidencia de Obama, los asesinatos extrajudiciales se han adoptado
como la alternativa menos complicada de la detención. Al comienzo de este año,
Newsweek citó al “svengali”6 legal de Obama, Kenneth
Anderson, de la American University, autor de un ensayo sobre el tema que todos
los funcionarios de la Casa Blanca de Obama leyeron, diciendo que “ya que de
todas maneras la situación política y legal de los EEUU ha hecho de los
interrogatorios agresivos una actividad cuestionable, hay menos razones
para capturar en vez de matar”.
“Y si uno tiene intenciones de matar, el incentivo es el de hacerlo desde una
posición a distancia, porque elimina sucias cuestiones acerca de una posible
rendición”.
Consecuencias diferidas
Hasta ahora, la política de los zánganos ha sido un desastre
definitivo. El puñado de líderes talibanes y de al-Qaida muertos ha sido
reemplazado por una dirección más cruel que ha expandido progresivamente su
ámbito operacional dentro del territorio continental pakistaní. Al grado en que
los “militantes” muertos son mayormente soldados rasos de infantería, cuyas
muertes no tienen un impacto discernible sobre el desenlace de la insurgencia;
efectivamente, [las muertes] meramente ayudan a profundizar el resentimiento [de
la población] y a ampliar la base de apoyo de los militantes. La práctica de la
CIA de bombardear funerales y rescatadores ha asegurado que incluso aquellos que
de otra manera podrían desdeñar a los talibanes se identifican con ellos como
víctimas comunes de un adversario excepcionalmente bárbaro. Ante la
imposibilidad de contraatacar a los EEUU, el Talibán se venga en soldados
pakistaníes y en civiles, en ataques que no son menos brutales.
Hace dos años, cuando hablé con Yusufzai en medio de una de las más feroces
olas de ataques terroristas en Peshawar, él permanecía optimista acerca de que,
una vez que los EEUU se retiraran de Afganistán, la militancia cedería. Los
eventos de los dos últimos años han atemperado su optimismo. Cuando volví a
hablar con él la semana pasada, me dijo que las condiciones se han deteriorado
tanto que Pakistán va a tener que vivir con las consecuencias de la imprudente
guerra de los EEUU por mucho tiempo después de que se retiren. Los ataques de
zánganos están simplemente complicando el enredo.
Activistas de campañas en Gran Bretaña y Pakistán están decididos a llevar
transparencia a la guerra secreta de Obama y justicia a sus víctimas. El abogado
Akbar me dijo en un correo electrónico que, con su equipo de investigadores,
está “trabajando para desenterrar información más allá de los reportes de
prensa, tratando de establecer las identidades de los individuos asesinados en
ataques de zánganos”. Ahora representa a un creciente número de
individuos que han perdido miembros de su familia a causa de los zánganos
de la CIA, y muchos más están saliendo a la luz.
“Este es el principio de una larga, larga, pacífica batalla para detener este
tipo de “asesinato por juego de vídeo”, dice el abogado Smith.
“Lo que más necesitamos son aliados deseosos de trabajar con nosotros, y que
ayuden a proveer información verdadera acerca de lo que realmente está
ocurriendo en el terreno en las áreas fronterizas de Pakistán”.
Notas del traductor:
1. La palabra drone en inglés Se traduce como zángano, abeja
macho. Tal vez debido a la acepción negativa de la palabra “zángano” en la
lengua castellana, la prensa sumisa generalmente no tradujo la palabra, y la usa
en su forma original en inglés. El nombre “inocuo” aceptado en castellano para
estos aparatos es “VANT”, siglas de Vehículo Aéreo No Tripulado. Para mí,
zángano es de alguna manera un nombre apropiado, y uso la palabra en el
texto de mi traducción para referirme a los aparatos asesinos.
2. ONG de asistencia legal y defensa de los derechos humanos de prisioneros.
–www.reprieve.org.uk
3. http://www.thebureauinvestigates.com/
4. FATA, siglas en inglés de "Áreas Tribales bajo Administración Federal".
Zona en la frontera entre Pakistán y Afganistán poblada por miembros de tribus
Pashtún y musulmanes shiítas.
Fuente: http://english.aljazeera.net/indepth/opinion/2011/07/201172612395401691.html
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