Editorial
Otra injusticia en Irak EL CASTIGO AL PERIODISTA QUE LANZÓ SUS ZAPATOS A
BUSH SUENA A VENGANZA EXTREMA
13 de marzo, 2009
Una vez más llegan noticias que confirman que nada ha cambiado
demasiado en Irak. El Tribunal Central Criminal de ese país confirmó ayer que el
periodista que lanzó sus zapatos contra el ex presidente de Estados Unidos,
George W. Bush, ha sido condenado a 3 años de prisión por un delito que figurará
en el sumario como "ofensa" y no como agresión.
Por fortuna para Montazer Al Zaidi, el intrépido reportero que descargó la
rabia del mundo árabe contra el polémico mandatario, Bush logró esquivar los dos
precisos lanzamientos. Cada zapato pasó rozando la cabeza del texano, que, con
una notoria expresión de perplejidad, alcanzó a hacer un chiste sobre la talla
de los zapatos para quitarle hierro al asunto.
Sin embargo, y a la vista de la dureza del castigo, no es difícil llegar a la
conclusión que Bush finalmente se sacó la espina de semejante humillación con un
castigo ejemplar al periodista iraquí. Aunque en apariencia hay un Gobierno
independiente en Irak, liderado por el primer ministro Nuri Al Maliki, es cuando
menos sospechoso que hubiera tal entendimiento y armonía entre los políticos del
país de mayoría musulmana y la pasada Administración.
Tampoco es de recibo que los contratos para la reconstrucción de los pozos
petrolíferos iraquíes hayan ido a parar a manos de una filial de Halliburton, de
la que el ex presidente Dick Cheney es uno de los principales accionistas.
Parece lógico pensar que se va a tardar mucho tiempo en lograr transparencia
en Irak, y aunque aplaudimos la decisión del presidente Obama de hacer una
retirada gradual de tropas, el esfuerzo debe ser mucho mayor para que los
ciudadanos del lejano país se libren de un vez por todas del yugo occidental que
les impusieron de forma ilegal y bajo falsos pretextos.
No decimos tampoco que nos parezca bien el intento de agresión del periodista
a Bush el pasado 14 de diciembre. Hay otras formas de entenderse que no sea
tirándose los trastos a la cabeza, pero tampoco parece proporcional que una
ofensa signifique un castigo tan severo. Es de esperar que con Bush fuera de
circulación, este tipo de decisiones desmedidas se acaben de una vez por todas.
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