Las lecciones de Margaret Atwood para el debate del aborto en la Argentina
Sylvia Colombo
The New York Times.es
30 de julio de 2018
Activistas a favor de la legalización del aborto en
Argentina se vistieron como personajes de la novela de Margaret Atwood y se
presentaron en el Congreso en Buenos Aires el 25 de julio de 2018. Credit Eitan Abramovich/Agence France-Presse — Getty Images |
BUENOS AIRES — El proyecto de ley para despenalizar el aborto en la Argentina se
aprobó el 14 de junio por un estrecho margen en la Cámara de Diputados. Fue el primer paso para aprobar una legislación que ha
sido rechazada seis veces en once años. Ese día, miles de mujeres salieron a las calles del centro de Buenos Aires con
pañuelos verdes para celebrar.
Ahora, el proyecto se encuentra en su segunda fase: el 8 de agosto el Senado votará a
favor o en contra de legalizar el aborto voluntario hasta la semana catorce de
gestación. Este debate ocurre en un momento histórico.
El derecho al aborto voluntario ha sido conquistado en varias partes del mundo
occidental, pero solo tres países de America Latina —Cuba, Guyana y Uruguay—,
lo permiten sin restricciones. En la Argentina la ley se discute con una carga
adicional: se trata de un país que sufrió una dictadura militar que mantenía con
vida a mujeres embarazadas —consideradas “subversivas”— hasta que parían para
después asesinarlas y entregar a sus hijos a familias cercanas al poder.
Ese episodio de la historia argentina inspiró a la autora canadiense Margaret
Atwood a escribir una novela distópica en la que un Estado autoritario limita
los derechos de las mujeres y esclaviza a las mujeres fértiles para
obligarlas a gestar a los hijos de los hombres en el poder. En El cuento de la criada,
como en la Argentina de la dictadura, muchas mujeres son usadas como
incubadoras humanas al servicio de un Estado. Es por esa carga histórica que,
si la ley es aprobada, Argentina será un referente simbólico para el resto del
continente, donde más del 97 por ciento de las mujeres en edad reproductiva viven con leyes de aborto restrictivas.
La región ha virado en el último año hacia una política más conservadora. En Brasil, la bancada evangélica en el Congreso está impulsando la prohibición
del aborto, incluso en casos que ponga en riesgo la vida o salud de la mujer.
En Chile, con el regreso de la derecha al poder, hay voces en el gobierno que
han dicho que se deberían repensar la despenalización del aborto –sancionada el
año pasado– en casos de violación o anormalidad fetal grave y para salvar la
vida de la mujer. El Senado argentino tiene el miércoles 8 de agosto la
posibilidad de resarcir la deuda histórica con las mujeres y, de paso, podría
ayudar a cambiar la devastadora tendencia regional que ha hecho que el 10 por ciento de las muertes maternas en Latinoamérica se deban a abortos inseguros.
La escritora canadiense Margaret Atwood en
una conferencia en Nueva York el 24 de abril de 2018 Credit Nicholas Hunt/Getty
Images North America |
Cuando Atwood publicó en 1985 El cuento de la criada, no imaginó que sería tan vigente en 2018 y probablemente menos que se discutiría con tanta urgencia
en Argentina. Mientras se libra la batalla parlamentaria, su novela arroja una
poderosa lección: las pulsiones regresivas pueden instaurarse de manera
repentina en los parlamentos y las victorias legales y sociales de las mujeres
—y de la agenda progresista que ha avanzado de manera limitada en América
Latina— no dejan de ser frágiles. En este debate, donde está en juego una
medida que podría salvar a casi medio centenar de mujeres que mueren cada año por complicaciones derivadas de abortos inseguros o
clandestinos, la lucha por extender y fortalecer los derechos de las mujeres debe ser permanente.
Hay muchas resonancias entre el debate parlamentario y El cuento de la criada y,
con el paso de los días, se ha convertido en un argumento central en la
discusión pública argentina. Solo hace unos días, mientras un grupo de expertos
y políticos debatían la ley, un contingente de activistas con capas rojas y
gorros blancos se presentaron frente al Congreso en Buenos Aires. Iban vestidas
como “las criadas” de la novela de Atwood, las mujeres fértiles que son
obligadas a gestar a los hijos de los líderes del régimen autocrático.
Durante la sesión en la Cámara de Diputados, la legisladora Victoria Donda resaltó las
rimas del pasado entrelazando la trama de El cuento de la criada y su historia
personal: nació en la Escuela de Mecánica de la Armada, un centro de detención
clandestino en Buenos Aires en 1977; su madre, mantenida con vida durante los
primeros quince días de su nacimiento, fue asesinada y ella, cedida a una
familia de un militar. Su nacimiento fue producto de un Estado totalitario en
el que las mujeres no tenían derechos. “¿Por qué es tan difícil que podamos
sancionar una ley que le reconozca este derecho a la mujer?”, cuestionó Donda.
La participación de Atwood en el debate no solo es simbólica. Hace unos días la
escritora se insertó en la polémica cuando confrontó a la vicepresidenta Gabriela Michetti, después de que esta declarara que “no permitiría el aborto ni en los casos de violación”. Y en una carta abierta, publicada a principios de julio, volvió al tema: “Fuerce partos si usted quiere,
Argentina, pero por lo menos llame a lo forzado por lo que es. Es esclavitud”.
Es la esclavitud que sufren las mujeres en su obra y que sufrieron cientos de
mujeres, como la madre de Donda, durante la dictadura argentina.
El Senado, que preside la misma Michetti, tiene un perfil más conservador que la
Cámara de Diputados, aunque cada vez menos. Todo indica que la votación será
cerrada y difícil de predecir: ahora está en 32 en contra, 28 a favor, 11
indecisos y una abstención. Pero si hay un parlamento en América Latina
sensible al pulso popular es el argentino. Y las calles no han dejado de
pronunciarse notoriamente a favor: los pañuelos verdes siempre han sido mucho
más que los celestes de los llamados seguidores provida. Según una encuesta
reciente, el 59 por ciento de los argentinos están de
acuerdo con la ley.
El presidente y la vicepresidenta de Argentina, Mauricio Macri y Gabriela Michetti, el 1 de marzo de 2018 en Buenos
Aires Credit Pablo Stefanec/Associated Press
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Igual de sensible a la presión social es el presidente Mauricio Macri. Fue él
quien, pese a ser provida , inició el debate para mejorar su aprobación en un sector de centroizquierda e
izquierda que es hostil a su gobierno. Ahora su popularidad va en picada, del 66 por ciento de aprobación en octubre, llegó al 35 por ciento en julio. Cuando el grito a favor
del aborto está más alto que nunca en las calles, Macri ya salió a decir que no
vetaría la ley si es aprobada por el Senado.
Pese a tener un gobierno conservador, en la Argentina se podría conseguir una victoria
crucial en una de las regiones del mundo más peligrosas para ser mujer. Esta
victoria, además, será indispensable para un país en el que los cuerpos de las
mujeres fueron usados de manera sistemática por un Estado militarizado y que
persiguió a las valientes Madres de la Plaza de Mayo, quienes se atrevieron a
alzar la voz contra el autoritarismo.
El libro de Atwood recuerda que las libertades civiles y los derechos conquistados
por las mujeres a lo largo de las últimas décadas peligran constantemente. Las
mujeres de América Latina tendremos que ver de cerca el caso argentino y
marchar y reclamar nuestro lugar como agentes de un cambio que se ha topado con
la resistencia de grupos conservadores que están ganando tracción por todo el
continente. Las mujeres argentinas tienen que seguir tomando las calles para
influir en un Congreso históricamente sensible a la presión social.
En su carta, Atwood le pregunta a la Argentina: “¿En qué clase de país querés vivir?
¿En uno en el que cada individuo es libre de tomar decisiones concernientes a
la salud y el cuerpo […] o en uno en el que la mitad de la población es libre y
la otra mitad es esclavizada?”. El Senado decidirá la próxima semana si la
Argentina vivirá en un país mejor o en uno que limita uno de los derechos más
básicos, el derecho de las mujeres a decidir sobre sus cuerpos.
Sylvia Colombo es corresponsal en América Latina del diario Folha de São Paulo y vive
en Buenos Aires.
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