Biden deberá tener
éxito en donde Obama fracasó y, finalmente, cerrar Guantánamo | Opinión
MOHAMEDOU OULD SALAHI
Newsweek
11 de enero de 2021
Traducido del inglés para El Mundo no Puede Esperar 18 de enero de 2021
Hace doce años, este mes, me senté en mi celda en el campamento de detención en la bahía de Guantánamo en Cuba,
mirando una de las fotografías más bellas que jamás había visto: Barack Obama,
tomando poder como presidente de los Estados Unidos un día antes de firmar una
orden ejecutiva para cerrar Guantánamo en un año. El entonces vice presidente Joe Biden
elogió la orden diciendo que “Defenderemos los derechos de quienes traemos a la
justicia y cerraremos la instalación de detención en Guantánamo”.
En Guantánamo, puedo decirte, todos tomaron estas noticias de manera seria. El Fuerza
Conjunta que maneja la prisión le entregó a cada detenido una
copia de la orden del presidente. Los oficiales de alto rango realizaron un
tour en la prisión y hablaron con los detenidos. Un capitán de la Fuerza Aérea
y un almirante naval condecorado se sentaron y hablaron conmigo asegurándome
que los días obscuros de la prisión, de trato inhumano, estaban llegando a su fin.
Como un, entonces, joven africano, yo estaba impresionado. Un joven afroamericano, el hijo de un inmigrante africano, había
sido elegido para gobernar el país más poderoso del mundo. El fervor pro estadounidense
que parecía estarse expandiendo por todo el mundo barrió conmigo. Adentro de
GTMO, detenidos que un día antes maldecían ese país ahora estaban aplaudiendo
para el Equipo Estadounidense. Alrededor del mundo, países enteros estaban haciendo lo mismo. “Guta Wahl”
(“Buena elección”), decía el encabezado de un tabloide alemán. No me era
permitido leer el artículo complete, pero después me enteré que decía “todos se
han enamorado de manera refrescante con la nueva América, la otra, la buena, la
Obamerica, incluso”.
Eso fue hace doce años.
Guantánamo permanece abierto el día de hoy.
Cuando el presidente Obama firmó esa orden, yo había
estado encarcelado sin cargos ni juicio por siete años, torturado y llevado a
cada uno de los límites de la resistencia humana. Incluso después de todo eso, estaba
dispuesto a darle al gobierno de Estados Unidos el beneficio de la duda. Creía
que iban a hacer lo correcto y cerrar el símbolo de tortura y de detención
indefinida, de una vez por todas. Sin embargo, cuando un juez federal concedió
mi petición de habeas corpus y ordenó mi liberación en el 2010, el gobierno de
Obama apeló esa decisión y pasarían otros siete años antes de que el Junta de
Revisión Administrativa en Guantánamo tomara mi caso y aprobara mi liberación.
Fue solo después ese año, en los últimos días de la
presidencia de Obama, que finalmente me reuní con mi familia, menos con mi
madre y mi hermano mayor, que habían muerto durante mi detención.
Los últimos cuatro años había luchador, y todavía lo
hago, para sobrepasar la prohibición de visita a los Estados Unidos impuesta
como una condición de mi liberación, y de recuperar mi libertad completa. Pero
me pude casar, comenzar una familia, trabajar en una nueva edición y una versión
cinematográfica de mi libro y ser parte en ayudar a construir un mayor futura
para mi país y para el mundo.
Te dice todo lo que necesitas saber acerca de Guantánamo que me cuente dentro de los afortunados. De acuerdo con el reporte recién
publicado de Amnistía Internacional, 40 hombres todavía están ahí. Seis de
estos hombres, como yo, ya fueron aprobados para ser liberados. La vasta
mayoría de estos cuarenta hombres nunca han sido, ni serán, acusados o enjuiciados
por algún crimen. Cada día que pasa, me acecha el pensamiento de Abdel Latif
Nasser, de mi país vecino, Marruecos, quien permanece encarcelado a pesar de
haber sido aprobado para liberación, como yo, en el 2016, y las otras almas
olvidadas en Guantánamo.
La semana pasada, vi, mientras una multitud enojada
entró al Capitolio estadounidense, intentando revocar los resultados de la
elección presidencial. Observé mientras un comentarista y legislador americano
expresaba su horror y shock mientras hablaban acerca del estado de derecho.
Compartí su horror, pero no tanto como su shock. La evolución política que
llevó a este momento se lleva creando mucho tiempo, lo sé desde que estaba en
mi celda en Guantánamo.
En los meses previos a la elección de Barack Obama
como presidente, tuve un guardia que me tenía al tanto del progreso del
nominado demócrata, un hombre que me dijo que supuestamente era musulmán, que
había incluso hecho su juramento de cargo político al Corán cuando fue elegido
al senado. Me traía
reportes nuevos todos los días acerca de los supuestos peligros del candidato
afroamericano. Detrás de estas historias estaba la insinuación de que el hombre
no había nacido en Estados Unidos y que no era estadounidense. Unos meses
después de haber sido liberado, el Defensor más conocido del Nacimiento de esa
teoría de conspiración, remplazó a Obama como presidente. Para la sorpresa de
nadie, el presidente Trump no solo juró mantener Guantánamo abierta, sino
expandirla. Lo que terminó hacienda fue incluso peor: la ignoró por complete,
como si las vidas de los hombres que todavía están ahí, y los miles que
trabajan ahí cuyas carreras se desperdician cuidándolos, no tuvieran
significado alguno.
En dos semanas, los Estados Unidos tendrá un nuevo
presidente y una nueva oportunidad de reparar el terrible error que Guantánamo
representa. Porque fue vice presidente en un gobierno que intentó, pero fracasó
en cerrar Guantánamo, el presidente Biden tendrá una carga especial de ese
error en el cargo. Si el gobierno de Obama hubiera cerrado la prisión, muchos
otros hubieran podido pasar los años de la presidencia de Trump reconstruyendo
sus vidas. Años de sufrimiento adicional se hubieran evitado.
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