Nosotros seremos su insurgencia
Jueves 3 de diciembre de 2009 Mathis Chiroux
Así que ha llegado a esto. Obama tiene que librar su guerra, y yo tengo que
sentarme en la calle.
No es que me guste bloquear el tráfico o ser arrestado o lidiar con las
consecuencias, cuando podría estar leyendo un libro. Es que no puedo vivir con
una guerra interminable y tengo que poner fin a ella o seguramente voy a
morir.
No me estoy yendo del país. Este es mi lío y, te lo juro, voy a seguir
restregándolo hasta que los dedos me sangren. No puedo transigir con el
genocidio. No voy a huirme de aquellos que están detrás de todo esto.
La guerra interminable es la promesa de nuestro tiempo, firmada con sangre y
sellada con el beso de la propia muerte. Su hedor nos rodea como una niebla
tóxica. No me atrevo a respirar por miedo a la intoxicación, pero no puedo
aguantar mucho más.
Esta es la pesadilla americana, y me está desgarrando el corazón como si
fuera vidrio.
Honestamente, cuando tomé el micrófono el martes, fuera de la Academia
Militar de West Point, todo lo que quería hacer era volver a casa. Pensé,
bendito sea dios, no me deje llorar enfrente de esa gente. ¿Por qué tengo que
mostrar este sufrimiento para que todos lo vean?
Obama no está haciendo más que exactamente lo que dijo que haría, pero de
todos modos estoy descorazonado. No puedo seguir así.
He sido un desastre. Cuando trato de imaginar el futuro de este país, no veo
nada. Ya no tengo fe en que lo bueno siempre triunfará. Creo que cuando hay
voluntad para cambiar, hay una forma también de subvertirlo. He probado el mundo
que voy a heredar, y me da asco.
Pero al admitir a la multitud mis sentimientos de desesperanza e impotencia,
me di cuenta una vez más de que no estoy solo. La gente me miraba fijamente con
el ceño también fruncido y los dientes apretados. Cuando se acercaron, también
vi lágrimas en sus ojos, y parecían agradecidos de verlas en los míos.
Nuestro sufrimiento es uno. Somos los sin voz ni voto. En nuestras vidas,
nuestros trabajos, nuestra política; hemos sido denigrados hasta una impotencia
total. La gente no debería de vivir de esta manera, y hemos gritado con una voz
a lo largo de la historia para liberación. Una y otra vez, nuestras voces se las
pasan por alto, y la paranoia y la furia disuelven nuestras ligas en común.
Pero no podía dejar que Obama se saliera con la suya. Se cree que sus bellos
discursos y el color de su piel mantendrán en casa a la izquierda. Alguien tiene
que hacer el sacrificio aquí, incluso si ese alguien sea yo.
Marchamos al portón de la academia, donde nos esperaba un cordón de policías
y soldados. Cuando nos sentamos enfrente de las barricadas, no se sorprendieron.
Jóvenes y viejos nos unimos en el pavimento. Me impresionó la dedicación
singular de la creciente multitud a poner fin a nuestra Guerra Global de
Mentiras y Terror.
Por 30 minutos, cientos de nosotros gritamos ante la luna llena invernal.
Cantamos nuestra oposición a la intensificación de la guerra. Lamentamos el
cambio que nos fue prometido y luego negado. El mensaje fue ruidoso y en
términos inconfundibles: ¡Obama, esta es la muerte de su presidencia!
Cuando nos movimos al carril para el tráfico tras el comienzo del discurso,
sentí un gran calor desde adentro por primera vez en semanas. Mientras tanto, me
pasaban por la mente una serie de imágenes del pasado de Satyagraha, y mi
corazón golpeaba con confianza, pues sabía que estaba ahí por una razón.
Este gobierno rehúsa responder a las necesidades y demandas de su gente. Ha
llegado a esto. Yo rehúso ser ignorado. Prometo ser pacíficamente
ingobernable.
La policía llevó mis muletas mientras yo cojeaba esposado hacia el
patrullero. Un sentido de satisfacción me llenó mientras esperaba en el asiento
de atrás, e calculé cuántos iban a estar conmigo en “la comisaría del centro.”
Éramos seis en total. Lo hicimos. Al menos para nosotros, Obama no se había
salido con la suya.
Una hora más tarde, nos dejaron libres. Para mí, los agentes eran más que
respetuosos con nosotros y con nuestra causa. No se hicieron mi amigo, pero
tampoco encontré enemigos. En algún momento de la noche, me lastimé el dedo en
el pavimento, pero más allá de eso, salimos ilesos, simplemente nos acusaron de
alteración del orden público y nos dieron una nota para comparecer ante el juez
el 15 de diciembre a las 6:30 pm, en el tribunal ubicado en 254 Main St.,
Highland Fall, Nueva York 10928 (¡Vayan para unirse con nosotros!).
Al salir de la comisaría, me entusiasmé al ver que los activistas llenaban la
acera esperándonos y que un abogado prominente del pueblo ya nos representaba.
Aunque Obama echó por tierra nuestros sueños de paz, sentimos que habíamos
ganado. A pesar de la intensificación de la guerra que está en ciernes,
¡encontramos la fuerza para declarar felizmente el nacimiento de un nuevo
movimiento de paz!
El gobierno ganó esta vuelta. El envío de 30,000 tropas es claramente una
pérdida para nosotros y, lo que es mucho más importante, para la gente de
Afganistán. Pero en vista de lo que vi, estamos listos para dedicarnos de nuevo
a una resistencia determinada aquí dentro del país. En las palabras de nuestro
ex-dictador: “Si me embaucas una vez, es una vergüenza para ti. Si me embaucas
dos veces..., bueno, no te embaucarán de nuevo.”
Obama es un presidente guerrero y nosotros somos un movimiento de paz.
Mientras estamos en movimiento, Obama, y usted rehúsa ser gobernado, pues
nosotros rehusaremos ser gobernados. Sus guerras racistas terminarán y este
mundo conocerá la paz durante nuestra vida. ¡Hasta que venga ese día, tenga la
seguridad de que NOSOTROS SEREMOS SU INSURGENCIA!
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